Antonio y Abby fueron escoltados a la nave. Se pusieron los trajes de grafeno y subieron al halcón 7, uno de los tres aparatos del hangar del EIFCD. El Comandante les observaba con gesto serio desde la ventana de su despacho.
Cuando se quedaron solos en el interior, ella de piloto y él copiloto, Antonio le preguntó a Abby.
—Hay una cosa que me intriga. El comandante me dijo que Rudolf Fenz fue la causa de que Estados Unidos y Rusia frenaran su carrera nuclear.
—Más bien fue la prueba.
—No me creo que por un simple incidente de un viajero del tiempo...
—Hubo dos misiones, una al futuro y otra al pasado. Primero viajaron a 1997, que en 1950 era un año muy lejano. Sacaron fotos desde el cielo de Washington, Londres, París, Nueva York y Moscú. Las ciudades ya no existían, el nivel de radiación era tan alto que los viajeros del tiempo habrían muerto sin la protección de antimateria de la nave.
—Qué fuerte —bufó Antonio.
—No teníamos credibilidad para demostrar que eran reales, por eso hicieron una demostración pública con Rudolf Fenz y las fotos del futuro cobraron peso. Pero no creas, los presidentes tardaron en asimilarlo bastantes años hasta que finalmente la guerra fría se acabó. También ayudaron los que vieron las fotografías ya que no sólo las difundimos a los gobiernos sino a la prensa. Comenzó a divulgarse el futuro del mundo, hicieron películas que no sé si recordarás. "El día después", apenas sin presupuesto, conmocionó a los americanos y comenzaron manifestaciones para detener la carrera que llevaba al mundo a la destrucción total. Luego se hicieron videojuegos y ahora hasta hay quien desea que pase, debe tener algo poético el llamado mundo post apocalíptico, la gente está loca.
—Entonces lo de Rudolf se podría decir que fue un sacrificio en pos de la humanidad ya que gracias a él llegaron al acuerdo de desarme nuclear.
—Es una forma de verlo. ¿Estás listo?
—Sí.
—¿A qué año vamos y dónde?
—¿Cómo? ¿No teníamos que ir a buscar la máquina del tiempo?
Abby soltó una risilla.
—Tenemos tres, estás en una de ellas.
Antonio la miró estupefacto.
—Qué dices, pero... Entonces... —Reflexionó y abrió los ojos como platos—. ¿Por qué no las usasteis cuando nos enfrentamos a los grises? Podéis salvar a los compañeros caídos.
—O perder a otros en el intento, es una apuesta difícil. Además, no se puede usar, está prohibido a menos que pase algo muy gordo. Se ha hecho una excepción contigo porque ese traje pleyadiano es la obsesión del jefe así que seamos rápidos y discretos, ¿a qué año?
Antonio se quedó pensativo y tras una reflexión contestó.
—Tesla murió en 1943 en una habitación de París. He leído mucho sobre él y sé que si hubiera terminado la torre de Wardenclyffe el mundo sería ahora radicalmente distinto. Puede que nunca hubieran ocurrido las guerras mundiales. Imagínate, energía gratis para todos. Me tienta mucho ir a su época, hablar con él y contarle que su fracaso permanece aún en nuestros días. Podría financiarle sin problemas y darle la oportunidad de ser reconocido por el mundo entero. Tengo datos de la bolsa suficientes para conseguir millones en su tiempo, si se los doy haría posible todos sus sueños en pos de la humanidad. Aunque un cambio tan bestial podría causar que ni yo mismo naciera. ¿No te intriga? ¿Qué sería del mundo si Edison se arruinase y Tesla consiguiera desarrollar todos sus inventos?
Abby le miró con reproche, iba a recordarle que no tenían permiso de viajar al pasado cuando él la interrumpió.
—Pero no, ese no es mi objetivo. No soy tan estúpido de poner en riesgo mi propio nacimiento. Imagínate que no mueren los soldados y civiles de las guerras mundiales, o que hubiera habido una única guerra de efecto devastador porque claro, "energía para todos" no sabemos cómo nos afectaría en manos de dos grandes bloques intentando destruirse mutuamente.
—¿Qué año quieres visitar? —Replicó Abby con tono aburrido—. Olvídate de Tesla, nadie puede cambiar un segundo de su existencia, está vetado. Te recuerdo que me han dado luz verde a acompañarte para impedirte que hagas algo que cambie la historia.
—Muy listo Montenegro, sabe que por amistad no me enfrentaría a ti. No te preocupes, no quiero cambiar nada del pasado —llévame a mi casa—. Dentro de quince años, por favor.
Abby le miró intrigada pero asintió y accionó la palanca sin dilación. Se activó el campo de antimateria, el silencio les envolvió y una fantasmal luz verde les hizo traslúcidos. Elevó la nave por el interior de la montaña, atravesando la roca como un avión incorpóreo y cuando estaba fuera aumentó la velocidad de ascensión y activó los motores traseros. La nave, inmersa en la antimateria, libre de inercia y gravedad, surcó los cielos a la velocidad del rayo mientras el tiempo, fuera del Halcón 7 estaba detenido.
Cuando sobrevolaban la casa de Antonio aterrizaron en medio del campo y la teniente sacó una llave brillante del bolsillo, una plateada y un poco oxidada, y la metió en lo que parecía un agujero sin tornillo. La giró y el panel frontal se dividió en dos. Aparecieron ante ella unos mandos adicionales y con el teclado escribió una fecha:
"8 de septiembre de 2031"
Pulsó el botón azul y tras un fogonazo Antonio se mareó por los efectos de un nuevo tipo de radiación. Tuvo ganas de vomitar y la luz blanca le dejó ciego. Tras unos segundos de recuperación, el sonido regresó como un trueno ensordecedor y volvió a escuchar su propio pulso poco antes de volver a tener vista. Su respiración era agitada y las revoluciones del motor de la nave, que se estaba parando, le taladraban el cráneo.
—Hemos llegado —anunció Abby—. Activa tu traje, debes evitar que nadie te vea o tendré que intervenir. Voy a vigilarte de cerca..
Al recuperar la visión, Antonio fue reconociendo la calle de su tranquilo barrio de Fuenlabrada, al que se mudaron comprando la casa con el dinero de sus sus misiones con el EICFD. Ahora la policía ya no era problema, nunca más tendrían problemas de espacio, con un garaje para tres coches, una casa de doscientos cincuenta metros cuadrados, cuatro habitaciones y un barrio tranquilo donde además los vecinos estaban a bastante distancia.
Al verla mujer le dijo que era la casa de sus sueños. Y allí se quedaron.
—Descuida, solo quiero ver el puso de arriba.
—¿Seguro que vives ahí? —dijo Abby—. Tú no duras mucho en ninguna parte.
Bajaron de la nave y caminaron hacia su casa. Llegaron a la calle donde estaba su chalet, junto a otros tantos, y cuando estaban frente a su casa Antonio señaló una ventana.
—Ahí estoy.
Señaló arriba, por encima del muro de dos metros acabado en pinchos y Abby le vio a él mismo, con aspecto envejecido, con el rostro iluminado por una pantalla que debía tener en frente.
—Date prisa entonces.
—¿Qué hora es?
—El tiempo en horas no cambia, solo podemos viajar en términos absolutos de años. Cuando regresemos a nuestro presente cada minuto que hayamos estado en el futuro habrá transcurrido también allí.
—Ya bueno..., yo me refería a que estaba encerrado y me quitaron el móvil, ¿qué hora es? Por cierto me lo tendrían que devolver, ¿no?
—Lo tengo yo —Abby lo sacó y miró la hora—. Las nueve de la noche. Ya te lo daré cuando volvamos.
—¿Y no está mi mujer? —se extrañó Antonio...—. Ni mis hijos... Demasiado silencio.
Llevaban "la pecera" en la cabeza para no delatarse ya que así podría hablar con Abby sin ser escuchado en el exterior.
—¿ Qué estás buscando aquí? —Preguntó la teniente.
—Quién sabe —replicó él—. Me llama la atención que no haya coches.
—¿Qué esperabas? ¿Que fueran voladores?
—No, tenía curiosidad por ver cómo son. No pensé que no hubiera.
—Si los hay, pero no se aparcan en las puertas de casa —replicó Abby—. Hemos viajado al futuro otras veces para cerciorarnos de que el mundo sigue existiendo, y descubrimos que los automóviles son realmente "autos". Con el cambio climático azotándonos se acordó entre más de cien países que dejaran de fabricarse coches de combustibles fósiles. Los eléctricos eran muy caros de mantener y para dar servicio a todo el planeta crearon empresas privadas de coches a domicilio y sin conductor. Pueden llamarlos y salen de unos garajes a buscarles. Se demostró que los autónomos tenían un uno por ciento del índice de siniestralidad y siempre por culpa de una imprudencia humana, es decir ahora casi no muere nadie en las carreteras. Han prohibido la conducción manual por los riesgos que los humanos provocaban y ya no hay accidentes ni contaminación ambiental. Además el calentamiento global se ha frenado.
—Vaya, estás bien informada, ¿cómo sabes todo eso?
—Es el futuro que hay que garantizar. Hemos visto lo que ocurriría sin el tratado internacional, con la existencia de coches con motor de combustión y en 2020 el planeta comienza a tener que protegerse del Sol, ya que se vuelve mortal en los meses de verano. Por suerte el tratado está en camino en 2016 y será la salvación del mundo hasta que otra cosa vuelva a amenazarlo. Esa es nuestra misión, garantizar y asesora a las superpotencias sobre el rumbo que deben tomar sus políticas internacionales para salvar el futuro. Nosotros eliminamos las amenazas pero esas son cosa suya.
—O sea, ¿los coches llevan al trabajo a la gente mientras puedes ir leyendo y luego se van a aparcar solos?
Abby se preguntó si había escuchado algo más de lo que dijo.
—Sí, es una maravilla —respondió—. Cuando sales pulsas el control, que puede ser un reloj o un programa en el móvil, y va a buscarte.
—Impresionante, estoy impaciente de verlo.
—No lo vas a ver, coge lo que sea y sal de ahí.
—A la orden —respondió serio.
Llegó a la puerta y probó con su llave, la de 2016. La metió despacio y se abrió sin problemas.
—Buena cerradura si ha durado tanto —susurró.
Se le encogió el corazón al no ver ningún perro. ¿Y Thai?, todo estaba limpio y no vio nada reconocible ni juguetes tirados por el suelo.
De hecho no había cosas infantiles, ni imágenes pegadas por las paredes como de Bob Esponja, la patrulla canina, Dory y Nemo, coches de fórmula uno, pitufos o la oveja Shaun, de la que Charly era un fan. La habitación del piso de abajo ahora ya no era de juegos sino una perfectamente preparada con una cama de 135x200 en el fondo y un escritorio de cristal con una pantalla de veintiuna pulgadas. En las paredes había fotos de un chico rubio y ojos azules que se parecía mucho a él pero más joven y guapo. En una de ellas estaba posando con una chica bajita de pelo oscuro y muy guapa.
—Miki... —murmuró—. Imagino que éste es tu cuarto. Qué guapo estás y ni siquiera has nacido. Pero… ¿Dónde te has ido a las nueve de la noche? Ahora debes tener menos de quince años.
—Deja de perder el tiempo, haz lo que tienes que hacer —le dijo la Teniente desde su lado.
—No estoy haciendo nada malo, déjame. ¿No sientes curiosidad por ver cómo estás tú?
—Prefiero vivir en la ignorancia. Además, tengo que vigilarte.
—No digo ahora, vamos después. Tienes que aprovechar que estamos aquí...
—¿Qué parte de "prefiero vivir en la ignorancia" no has entendido?
—¿Quién se iba a enterar?
Antonio resopló pero no insistió más. Siguió explorando el pasillo central donde seguía estando la foto de Charly con dos años, ya un poco descolorida. Pero el dibujo de la oveja Timmy con su nombre ya no estaba y en su lugar encontró una foto similar de Miguel en el mismo sitio y la misma edad que su hermano
Quería verlo todo, el patio trasero, el jardín, el salón... Pero encontraría fotos, pistas de su futuro. ¿Debía saberlas?
—Date prisa —urgió Abby.
Subió a la segunda planta y en las paredes de la escalera nada había cambiado. En el centro seguía la foto del lugar donde se casaron, un dibujo del rostro de Charly con seis meses y otro de Brigitte cuando tenía dieciséis años hechos por él mismo en pintura acrílica.
Distraído se apoyó en la barandilla de la escalera y ésta crujió escandalosamente.
Su yo del futuro le escuchó y se asomó a la puerta.
Abby y él se quedaron petrificados. El Antonio viejo se acercó a la barandilla y miró hacia abajo.
—No temas, sé que estás ahí —dijo tranquilo—. Mejor dicho, recuerdo como si fuera ayer que yo estaba ahí.
Antonio le miró directamente, tal parecía que pudiera verlo. Era imposible, con el escudo óptico activado y el pasillo en penumbra.
Le señaló. No podía estar viéndole, se quedó quieto observándose a sí mismo. Estaba más envejecido de lo que imaginaba pero también más delgado, debía pesar unos setenta kilos.
—Ven, tengo cosas que contarte.
—No contestes —urgió Abby—. No puede saber que estás ahí.
—Tendría que quitarme el casco —replicó él en un susurro.
—Existe una forma de veros tras esos sofisticados escudos ópticos —insistió el Antonio del futuro—. Basta parpadear varias veces y se os ve, no sirve de nada que te quedes quieto, no soy un dinosaurio, os veo a los dos justo ahí.
Antonio se volvió hacia su compañera y ésta le instaba a no hacer caso.
Comprendiendo, su yo futuro mostró un objeto de plástico verde transparente.
—Sube y llévatelo. Sé que no responderás porque yo no lo hice, pero dentro de una hora os arrepentiréis de que no os pueda contar lo que os va a pasar. Voy a ir al baño, llévatelo. Lo dejo aquí encima.
Apoyó el pequeño dispositivo de color verde transparente en la mesilla del pasillo y se metió en el baño.
—No dejes que Abby destruya el pendrive o ninguno de nosotros sobrevivirá.
Dicho eso entró en el baño y él aprovechó para cogerlo rápidamente y bajar las escaleras tras la teniente, de regreso. Cuando estaba sentado en la cabina de la nave, junto a Abby, se lo mostró.
—Misión cumplida.
—¿Como sabía él lo que querías?
—Olvidas que soy yo.
—Ya... No lo olvidaba —replicó con seriedad.
Era evidente que esperaba enterarse de algo más acerca de ese misterioso pendrive y con esa forma de conseguirlo sólo él sabía lo que encontraría. Antonio se limitó a mirarla retándola a preguntar más.
—¿Y por qué tengo la sensación de que me has vuelto a utilizar? —Protestó la rubia.
Él soltó una carcajada.
—Porque eres una paranoica. Podemos irnos, llévame a mi casa actual. Allí está el traje.
—No puedo dejarte ir sin revisar lo que te has traído —se desenmascaró la teniente.
—Ya lo suponía pero esperaba que fueras tú quien lo dijera. Sube a mi casa y te lo mostraré. Tu gente no sabría interpretarlo.
—No puedes verlo tú sin que yo lo apruebe. Tengo que examinarlo antes. Las palabras de Montenegro fueron muy claras: "Asegúrate de que no está sacando información económica o de juegos de azar del futuro".
—Por supuesto, ten en cuenta que si estoy vivo dentro de quince años es porque no me has matado.
—No te lo tomes a mal, son órdenes.
—Lo sé —se obstinó él—. Ya le has oído, no puedo dártelo.
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Yenny (sábado, 01 octubre 2016 00:09)
Continuación, continuación!! :)
Lyubasha (lunes, 26 septiembre 2016 13:53)
Me ha gustado el capítulo y me ha hecho mucha gracia el diálogo de Antonio con su yo del futuro.
Tengo muchas ganas de leer la continuación.
Chemo (domingo, 25 septiembre 2016 17:32)
Continuación
Alfonso (domingo, 25 septiembre 2016 05:08)
Algo pasó con la familia de Antonio, pero dudo que Tony tenga planeado el divorcio para Antonio como dice Jaime. Quizá su familia sufre un accidente o van a la guerra. Por cierto, ¿quiénes son Miki y
Miguel? Supongo que es hermano de Charly.
Espero la continuación.
Ariel (domingo, 25 septiembre 2016 04:41)
Es un futuro bastante raro, debió pasar algo muy malo en la relación, yo imaginaba algún invento novedoso o moda rara jeje
Jaime (viernes, 23 septiembre 2016 02:45)
Tal parece que Antonio y Brigitte se divorcian o se separan por razones desconocidas. Probablemente mueran Brigitte y sus hijos. A esperar otra semana para descubrir más de la historia.
Yenny (jueves, 22 septiembre 2016 18:26)
No es justo dejarnos en intriga, tengo curiosidad por saber que pasó con la familia de Antonio.
Muy buena parte y un poco reflexiva, seria genial que se pueda ver el futuro y tratar de mejorarlo.
Ahora a esperar con ansias la siguiente parte :)
Tony (jueves, 22 septiembre 2016 07:22)
No olvidéis comentar.