Las crónicas de pandora

Capítulo 32

Anteriormente 

 

          El campeonato de Solamnia comenzaba en una semana. Habían tenido tres meses de preparación y Abby no solo ayudó a Alfonso a entrenar sino que aprendió buenas técnicas que sin duda le serían de especial utilidad en el futuro.

          El rey les dio libertad plena, tenían permiso para entrar y salir del castillo, orgulloso de ellos por su, ya célebre, título de campeón del reino. De vez en cuando les hacía una visita en el campo de entrenamiento y se deleitaba observándolos.

          La princesa prometida con Arnaldo Seleski ya no mostraba el menor interés por ellos aunque durante las comidas no le quitaba el ojo de encima a Alfonso y apenas probaba bocado. Según Abby se las daba de damisela despechada como argucia para que su padre cancelara su compromiso, aunque le sorprendió que siendo una niña mimada, se sometiera tan dócilmente al decreto. El general, el que iba a ser el futuro rey de la nación, tampoco era del agrado de su padre y por ese motivo le envió a negociar condiciones con el país vecino, Caergoth, que últimamente daba problemas por reclamar un pequeño trozo de roca en medio del lago Crystalmir. Ese pedrusco apenas tenía dos árboles y ninguno de los dos reinos lo había reclamado hasta ese año. En otras circunstancias habría ignorado la pretenciosa apropiación de su país vecino, o negociado su compra, pero quiso quitar de en medio a su general y le envió con el grueso de su ejército para intimidar al país vecino y se vieran obligados a retirar del peñón su bandera.

          Caergoth era el doble de largo que Blothem pero más estrecho y su única forma de comerciar con otras regiones era pasando sus productos por sus tierras. No les convenía estar enemistados pues gran parte del comercio lo hacían entre ellos.

          Durante la comida de aquel día hablaron del tiempo, de la distancia a Solamthus y lo que tardarían en llegar. Serían dos días de camino, aunque con mal clima cuatro. En general en esa época del año hacía fresco pero no solía llover.

          Cuando terminaron de comer el rey les hizo quedarse con él a los dos. Sus hijos y su esposa se retiraron mientras el rey seguía comiendo los restos del faisán que quedaba en el centro de la mesa.

          —Los niños no comen apenas —farfullaba mientras apuraba un hueso—, en fin, media bandeja que habrá que tirar a los perros.

          Se fijaron en el "desperdicio" y solo vieron huesos pelados.

          —¿No sería mejor darle ese manjar a los pobres? —Apuntó Abby. Alfonso estuvo a punto de reírse por la burla de su compañera pero se tuvo que tapar la boca para disimular.

          —El servicio sabrá lo que hacen con esto. No quiero aburriros con temas banales. Necesito que me hagáis un favor. Esto es confidencial. Si os vais de la lengua tendré que cortar por lo sano —se pasó el dedo gordo por el cuello y se rio como si fuera gracioso. Pero ni Alfonso ni Abby lo encontraron divertido—. A lo que iba, aún quedan asquerosos globlins por los caminos. En especial los que unen nuestro país con Caergoth, están apestados, ¿me seguís?

          —¿Y por qué guardar el secreto de algo así? —Se mostró desconfiada Abby.

          El rey esbozó una sonrisa siniestra.

          —No se ven goblins desde hace dos años, es una tapadera. Pero si alguien os pregunta, es lo que debéis decir. En realidad os daré un salvoconducto y una carta para Arnaldo Seleski. Le diréis que os envío como refuerzos de su misión, por si la cosa se tuerce.

          Alfonso miró a Abby. Ella miraba al rey con los ojos retadores, desconfiada.

          —No quiero que ese patán se case con mi hija. Cumplid mi deseo y me daré por pagado.

          —¿Disculpe? —Preguntó Abby.

          —Llevo tres semanas tratándoos como si fuerais mis hijos. No os he pedido nada hasta ahora. Solo os pido esto y estaremos en paz.

          —¿Quiere que lo matemos sin que nos vean? —Preguntó Alfonso.

          —Que mal rayo me parta si yo he dicho tal cosa —se escandalizó el monarca—. Os he pedido que libere a mi hija del compromiso de boda. Haced... Lo que consideréis oportuno. Pero no puede morir —puntualizó—. La chusma me señalaría. Que sea discreto, y que todo el mundo crea que es él quien renuncia.

          —No sé... —Dudó el chico.

          —Por favor, no os veáis en la obligación de compartir los detalles conmigo. Buena suerte, amigos míos. Recordad que dentro de cuatro días partimos a Solamnia, no os demoréis.

          Dicho eso se levantó de su silla con un enorme muslo de faisán en la mano y se fue a sus aposentos masticando un gran bocado.

          —Una pregunta, señor —le detuvo Alfonso—. ¿Qué pasa si no lo conseguimos?

          —¿Os ha faltado comida un día? ¿Alguien ha osado interrumpiros cuando… disfrutabais de un merecido descanso? No. En los tres meses que lleváis en este palacio no he sido yo el que ha fallado con vosotros. Nunca denunciaré la evidente lascivia con la que lleváis esa tórrida relación vuestra, mi lema es discreción y efectividad. Aunque aquí se tiene por costumbre cortar el pene a los hombres que se acuestan con una mujer que no es su esposa... Y a esas mujerzuelas se las trata vulgarmente como prostitutas  —advirtió mirando a Abby con una enigmática sonrisa —. Pero es una de esas leyes que casi nadie cumple y no se aplica… Salvo si esa persona es denunciada por un marido despechado, alguien quiere vengarse por algo o la autoridad lo considera un peligro público.

          El chico comprendió la amenaza de sus palabras.

          —No fallaremos, señor.

          —Confió en vosotros, muchachos.

          Cuando al fin se retiró y no podía oírles Abby bufó.

          —Me da asco ese gordinflón —profirió—. Me acaba de llamar mujerzuela a la cara.

          Alfonso se quedó sorprendido de que fuera ese el insulto que más le había dolido en lugar del de prostituta. Aunque conociéndola prefería no hacer hincapié en ese detalle.

          —Parecía simpático —respondió él—. No me esperaba esto de él.

          —Disculpa pero te soltó en medio en un patio con cinco guerreros para luchar a muerte por la mano de su hija. Creo que dejó a las claras la clase de persona que es. Deberíamos largarnos de aquí, no debemos cambiar nada de este tiempo.

          —No te preocupes, lo que hagamos no ocurrirá, ¿no? —Discutió Alfonso—. Cuando todo termine ejecutaremos el protocolo de seguridad y listo.

          —¿Y si no lo logramos? Debemos cuidar lo que hacemos.

          —Sugieres que nos escapemos —intentó adivinar él—. No venceremos a la hechicera sin ayuda, de la misma manera que no lo conseguimos al llegar.

          —Solo se me ocurre una forma de evitar que ese general renuncie a la mano de la princesa y no me gusta nada la idea —respondió Abby—. Por otro lado, me da la impresión de que nuestro mecenas espera que hagamos lo necesario.

          —¿Qué has pensado?

          —Tiene que acostarse con otra mujer y ser extorsionado con ello, como ha hecho con nosotros, ¿no? Yo ya soy una prostituta, según ha insinuado "Su Majestad", no pierdo nada si lo hago con él. Entonces. el general tendrá que decidir si ser denunciado o el exilio.

          —Y tú...¿Estás dispuesta?

          —Es evidente que el rey cree que lo haré —respondió, furiosa.

          —¿Y vas a hacerlo? —Preguntó Alfonso.

          —No me apetece en absoluto, pero estoy harta de este mundo, quiero volver a casa y, como tú mismo has dicho, todo esto quedará en un sueño cuando logremos ejecutar el protocolo de seguridad.

          Aunque sonaba muy convencida de ello Alfonso no pudo evitar pensar que aunque borraran esos eventos de la historia, no podrían hacer lo mismo con sus propios recuerdos. Ella tendría que vivir con ello. Y él también. Suspiró, mientras caminaba delante, directos a sus aposentos. La mera visión de su cuerpo, imaginándosela en brazos de otro… 

 

          Caergoth era un país costero rodeado por el Mar de la Agonía. Se llamaba así porque se mezclaban las aguas heladas del mar de Sirrien con las cálidas corrientes procedentes del norte. Los remolinos eran trampas mortales para las embarcaciones más modestas. En cuanto al diminuto país solo sabían que podía cruzarse de norte a sur en una mañana de paseo y del Este a Oeste en un día. A pesar de su tamaño tan reducido tenía un lago de aguas azules, cristalinas y muy saladas que era famoso por los cánticos y leyendas de la antigüedad. Muchos héroes pasaron por aquella villa, entre ellos Cabise Quenufal y Marilia Majere, la hechicera que ahora amenazaba al mundo a la que se conocía y temía con el nombre de Lunaria. Las leyendas decían que juntos, con ayuda de otros héroes como Halen de Rowand, Terry Depipa, Anarsen el hombre dragón, Flodín Pertinoch, Aif Majere y la legendaria sacerdotisa Sara Haberland fueron los que derrocaron al malvado emperador Bisnark IV y mataron al último nigromante, Dalamar Shegard. 

          —Lo que más fama les dio fue la última de sus hazañas —les contaba el kender—. Un ser venido de otras esferas, amasando el poder de dos dioses, amenazaba con destruir todo Ansalón. Nadie podía acercarse a él sin morir o ser devorado… Que es lo mismo, aunque según el orden en que lo hiciera, es mucho más terrible. Y el más grande era también el que menos abultaba, sin él los héroes no habrían logrado su objetivo y no era otro que mi hermano de raza, Flodín Pertinoth. Y no lo digo porque fuera kender como yo, los trovadores lo corroboran.

          Caminaban a las afueras de Blothem y el hombrecillo se había unido a ellos, presentándose voluntario a guiarles hasta que encontraran el primer goblin (pues eso fue lo que le dijeron que iban a hacer, cazarlos). Al enterarse de ello, previendo una gran aventura, les pidió que le dejaran ir con ellos y de paso podía guiarles y contarles toda aquella historia. Abby le preguntó si sabía algo del dichoso peñasco en discordia del lago Crystalmir y el personaje de orejas puntiagudas y voz chillona les contó todo aquello, que no tenía nada que ver.

          —Muy bonitas las leyendas locales pero no entiendo qué tienen que ver con mi pregunta —se quejó la teniente.

         Caergoth, era el lugar donde siempre volvían después de sus aventuras. En medio del lago emergía un islote, un pedrusco con dos árboles que apenas tenía sitio para una pequeña cabaña.

          —Greg, en serio, deja de darnos la tabarra. Puedes volver al pueblo, no te necesitamos —protestó Abby.

          —Tiene su gracia —comentó Alfonso, mientras cabalgaba junto a su amiga—. Son historias muy interesantes.

          —¿En serio? —Se quejó ella, resoplando—. No quiero estar aquí, necesito volver a casa, no me importan esas fabulas… No sé cuándo fue el último día que me di una buena ducha.

          —Tenemos el mar ahí al lado —replicó alegremente—, podemos bañarnos en...

          —¿Con este frío polar quieres que meta un pie en esa agua? —Dijo ella con mirada de odio.

          El kender sonrió nerviosamente y se encogió de hombros.

          —Creo que mejor me voy marchando —comentó alegremente—. Muchacho, tienes suerte, es una buena pieza; pero qué carácter tiene…

          —¿Cuántos años crees que tengo? —Preguntó Alfonso—. Me halagas, no soy tan joven.

          —¿Treinta? —Conjeturó el hombrecillo.

          —Veintisiete —corrigió el chico.

          —Bendita juventud —asintió Greg.

          Abby soltó una risotada burlona.

          —¿Pero qué dices? si tú eres un crío —Le señaló—. ¿Cuántos años tienes? No debes tener más de doce.

         Uy, los kenders tenemos sangre de los elfos. Yo dejé de contar inviernos cuando me fui de casa de mi madre a los cincuenta. Y eso pasó… —contó con los dedos de las dos manos—, hace más de diez, muchos más.

          —¿Me tomas el pelo? —Se quejó ella—. Menudo mentiroso… Literalmente hablando.

          Era evidente que su enojo por la misión la ponía de muy mal humor. No habían decidido cómo debían proceder para cumplir su cometido pero el único plan sostenible era que ella debía seducir al general. Lo que no era, en absoluto, una tarea trivial ya que nadie de todo ese ejército mandaba más que él. Cualquier acción que le resultara amenazante podía acarrear su muerte inmediata.

          —No los necesitamos, vámonos solos al sur. Ahora que tenemos a este de guía, podremos llegar.

          —Eso no es una opción —protestó Alfonso—. ¿O quieres cruzar el mar a nado? Ya has oído que estas aguas son una trampa mortal para embarcaciones pequeñas, una persona se hundiría como un tornillo en una bañera.

          — Por no mencionar que el agua está helada —añadió Greg—. Dicen que viene directamente de la cordillera de Sirrien, de ahí su nombre.

          —¿Cómo se puede cruzar entonces? —Protestó ella.

          —En Caergoth hay buenos barcos. Cruzan el estrecho a diario. Unas 20  monedas podrían bastar, nos llevarán a las rías de Solace. Desde allí tendríamos una semana de camino hasta el muro de hielo de Sirrien. A caballo, posiblemente tres días.

          —No traemos dinero ni comida suficiente —respondió Alfonso—. Como plan está bien,  aunque no veo la necesidad de ponernos en camino sin ayuda del rey. Pero no te preocupes. Tenemos que pensar un plan alternativo al que tú tienes pensado —se refirió a Abby, que tenía el gesto de esperar a que callara para replicar su negativa—. Ganarnos su confianza y encontrar sus puntos débiles, tenemos que presentarnos como enviados del rey, utilizaremos su carta para que nos deje estar cerca. Tendrá que respetarla, representamos al que va a ser su padre político. Además intentará sacar provecho de nuestra presencia.

          —Los puntos débiles de los goblins están en todas partes —replicó Greg—, son criaturas obesas, torpes y con morros de jabalí. ¿Venís a negociar? Creí que pretendíais matarlos.

          —No hablo de los goblins, tenemos que ir ver a otra persona —replicó Alfonso, recordando que no podían decir a nadie lo de su misión. Y ese hombrecillo era mucho más que alguien, era un parlanchín que podía irse de la lengua y en una hora todo Blothem estaría al tanto de sus nuevas aventuras.

          —Imagino que lo de "puntos débiles" tiene que ver con que yo le provoque —protestó Abby, que no tuvo ningún reparo en descubrir de lo que estaban hablando.

          —Greg —quiso interrumpir Alfonso—. ¿Tú has visto goblins por aquí?

          —No me suena haberme topado con ninguno de sus apestosos campamentos. Pero en Solace sí, los puedes encontrar en todas partes, lejos de las ciudades, por supuesto. Aunque si el rey dice que se han visto algunos, será que los hay.

          —¿Te han atacado cuando te han visto? ¿Son peligrosos?

          —Claro, casi me cocinan en una de sus cazuelas enormes. Por suerte se cruzaron con nosotros unos comerciantes y los eliminaron antes de que pudieran prender fuego a los leños de la improvisada hoguera. No estoy orgulloso de cómo lograron meterme en la marmita, me dijeron que habían perdido unas piedras preciosas y podía ir a buscarlas dentro. Los muy estúpidos aseguraban que el último kender que se comieron tenía las bolsas llenas y después de rebañar el caldero no habían encontrado ni una sola piedra. Que debían haberse quedado en el fondo porque no flotan.

          —¿Saben hablar? —Preguntó Abby.

          —Se comieron a uno de tu raza y ¿tú solo pensaste en las gemas que pudo soltar dentro de la cazuela? —Se rió Alfonso—. No son tan estúpidos si te convencieron así.

          —Como os dije antes —respondió ofendido—, no me siento orgulloso de lo sucedido.

          —Puedes estar tranquilo, pequeño, aquí no hay goblins. Nos lo ha dicho el rey —apuntó Abby.

          —¿Y entonces por qué estáis aquí?

          —Tenemos que reunirnos con el general.

          Alfonso carraspeó y ella le miró molesta.

          —¡No podemos decirle a nadie nuestra misión real! —Protestó.

          —No vamos a librarnos de este, si le cuenta a alguien algo de lo que tenemos planeado le pienso cortar en rodajitas con mi estoque.

          —¿Es una misión secreta? —Los ojos del hombrecillo se abrieron e iluminaron como dos luceros—. ¿Puedo ir con vosotros?

          —Será un viaje más divertido —aceptó la teniente.

          —Gracias, os juro que no le diré a nadie nada de lo que me habéis contado, dicho o hecho. Mis labios están sellados.

          Con la cabeza bien alta, orgulloso de su nueva aventura, Greg caminó delante de ellos, guiándoles hacia Caergoth.

          Abby sonrió mirando a Alfonso, que parecían conformes con la compañía del hombrecillo.

          —Por las barbas de Reorx, ¿no es ese… ¡Fabian!?

          Salió corriendo como una lagartija a lo que parecía una hoguera con otro kender sentado junto a ella.

          Los dos le siguieron sin aumentar el ritmo de su trote mientras veían cómo se saludaban los dos kenders. Greg intentó abrazar a su amigo y este le detuvo con una patada en la cara, escondiendo apresuradamente en un saquillo las cosas que tenía esparcidas por el suelo antes de la llegada de su "amigo".

          —¡Qué haces tú por aquí! —el tal Fabián poseía voz carrasposa, más que preguntarle, le increpaba malhumorado.

          —Estaba de paso, necesitaba un barco para cruzar a la costa de Solace y me he encontrado con unos amigos. ¡Estamos en una misión secreta! ¿Te vienes?, lo vamos a pasar en grande.

          —¿En serio? —El interés de Fabian se hizo evidente al ponerse de pie de un salto y al mirarles entusiasmado—. Me apunto. Mi segundo nombre es "el aventurero".

          —¡Bien! Pero no se lo puedes decir a nadie —se apresuró a responder Greg.

          —Por supuesto, mis labios están sellados.

          Alfonso soltó una risotada de frustración.

          —¿Saben lo que significa eso? —Se preguntó.

          —Me temo que la única forma de sellarles los labios será con aguja e hilo —abundó Abby.

         

 

Continuará

 

Comentarios: 6
  • #6

    Jaime (domingo, 21 mayo 2023 00:58)

    Cada vez está más interestante esta historia. Últimamente he estado ocupado en el trabajo pero por fin me di un tiempo de ponerme al corriente. Ojalá no muera Alfonso porque la pobre Abby parece estar bastante enamorada.

  • #5

    Tony (domingo, 14 mayo 2023 03:53)

    Realmente serían un complemento, pero no es necesario conocer los eventos pasados. Si acaso por mero placer de leerlos, que seguro que os gustan.

  • #4

    Alfonso (domingo, 14 mayo 2023 02:23)

    Yo leí los primeros dos libros sobre Ansalon que escribió Tony hace unos cinco años y me gustaron mucho. Creo que todavía los he de tener guardados por ahí. Posteriormente me casé y comencé a trabajar y ya no tuve tiempo de localizar los últimos dos libros para leerlos. Si tenéis tiempo de leerlos, os los recomiendo para entender mejor la historia.

  • #3

    tony (viernes, 05 mayo 2023 06:15)

    Existe una saga llamada dragonlance que se desarrolla en Ansalon, también llamado Krynn. sin embargo yo no hago referencia a estos libros oficiales sino a una epoca muy posterior donde yo he escrito acerca de los heroes que menciona Greg y que estánn a disposicion publica en internet, gratis.
    Si te interesan busca El retorno de Raistlin, El ultimo nigromante, El poder de la Oscuridad y Raistlinn el amo del futuro.

  • #2

    Alejandro (jueves, 04 mayo 2023)

    Me está gustando la historia de Alfonso y Abby.
    Una pregunta para Tony: ¿En qué libro de aventuras o videojuego está basada la historia? Tiene que serlo porque los nombres de los lugares y personajes parecen anglosajones y parece haber toda una cultura propia de esos libros de aventuras como El señor de los anillos.

  • #1

    Tony (miércoles, 03 mayo 2023 01:12)

    Siento el gran retraso, he estado bastante enredado y he podido subirlo antes.
    Espero vuestros comentarios.