Las crónicas de Pandora

Capítulo 27

 

 

 

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          —No puedo creer que después de leer el diario de Jesucristo, lo primero que se nos ocurre hacer es una orgía de campeonato. Creo que su mensaje no ha calado demasiado en nosotros.

          —Yo prefiero esperar a la película, no he pasado de la primera página —replicó Chemo.

          —Me has quitado las palabras de la boca —se rió Lyu.

          —¿El mundo se mata por tenerlo y vosotros pasáis de él? Pues no sabéis lo que os habéis perdido —arengó Jaime—. Pone a los judíos a caer de un burro. Si yo le hubiera conocido ahora le habría seguido en redes sociales, fijo. Es muy auténtico.

          —Yo sí que lo he leído y sabéis qué... —Vanessa estaba seria—, puede que no diga cosas que no se supieran antes, pero las dice por primera vez explicándolas para que cualquiera pueda entenderlas. Me hizo llorar, yo nunca entendí eso de que tuviera que morir por nosotros y él lo explica como no lo han hecho nunca. Al final del todo dice algo que define claramente la actitud de cada uno. Es un libro que puede ser solo un relato, bueno o malo según el que lo lea, o bien, si lo tomas en serio y puedes seguir su camino, puede cambiar tu vida y la de aquellos que te rodean. Asegura que él no es el Mesías, que lo somos todos. Más o menos quiso decir que Mesías solo significa "el primero de muchos". Que su muerte no serviría de nada si nadie siguiera sus pasos.

          —Exacto —apoyó Jaime.

          —¿Entonces no era el hijo de Dios? —se extrañó Chemo.

          —Sí que lo era, pero él no justifica su poder por su linaje. Más bien aseguraba que los milagros puede hacerlos cualquiera que siga sus pasos. No se creía mejor por ser hijo de Dios, al contrario, por serlo se sentía obligado a demostrar que era un hombre porque si la gente le subía a un altar, no se sentirían capaces de seguir su ejemplo. Me impresionó mucho cuando llegó a Jerusalén y estuvieron a punto de coronarlo. Los judíos le aclamaban como su rey y él, prácticamente les escupió en la cara. Por eso al final querían su muerte.

          —Eso no fue lo que yo leí —Protestó Vanessa—. Bueno, más o menos.

          —¿En serio les escupió? —Se mofó Chemo.

          —No, hombre, es un decir. Les dio un discurso para que entendieran la verdadera paz y se lo tomaron como si les hubiera lanzado una terrible maldición. Es una tónica en todo el libro, se queja de que dice A y todos entienden B, por eso quiso escribir él mismo su testimonio, no se fiaba de lo que pudieran decir sus seguidores y viendo lo que ha pasado en la historia, la verdad es que no me extraña.

          —Nada que no supiera todo el mundo —se encogió de hombros Chemo—. Y eso que a mí la religión me la repampimfla.

          —Como dije —añadió Vanessa—. Es interesante la historia, quizás muy predecible sabiendo cómo acaba el pobre, pero si dejas que te toque el alma... Entiendes todo. La verdad es que me ha tocado muy hondo.

          —No lo parecía cuando te dejaste hacer el trío —se mofó Jaime—. Yo también lo leí y tampoco puse muchos reparos.

          —Ya, como dije, es cuestión de actitud —replicó Vanessa, molesta—. Desde ahora. No contéis conmigo para más guarrerías.

          —¡Venga ya! —Protestó Chemo—. Al menos dime que tú sí te prestas a todo —suplicó a Lyu.

          —Yo estoy con Vane —respondió la mujer de rasgos orientales—. Aunque necesito haceros un trio para sentir algo tan profundo —sonrió con picardía con intención de que captaran su segunda intención—. Me habéis dejado con las ganas, bastardos. Solo verte gemir con esos gritos me has dado una envidia terrible.

          Jaime y Chemo chocaron sonoramente las manos festejando aquellas palabras.

          —Haced lo que queráis. Pero no te lo recomiendo, me siento muy sucia por haber hecho tal cosa. Y vosotros, como se lo contéis a alguien os mato y hago trocitos con vuestros pellejos para que coma mi perro durante meses.

          —Mal empezamos —reprendió Chemo con el dedo índice levantado—. Hija, eso no suena a espíritu arrepentido.

          —Reconoce que te lo has pasado en grande —la tentó Jaime con una sonrisa chulesca.

          —Por alguna extraña razón, desde que os conozco he tenido deseo de probar eso. Ha sido glorioso —aceptó a regañadientes—... Pero ahora me siento... Estúpida y sucia.

            —No te preocupes, para la próxima te toca a ti mirar —propuso Lyu, chupándose el dedo y mirando a Vanessa a su entrepierna.

            —He dicho que no habrá próxima. Vosotros haced lo que queráis.

            —No fastidies —protestó Chemo.

            —¡Qué te pasa! —Exclamó Vanessa, furiosa, cortando de cuajo el ambiente jocoso—festivo—. No me he sentido bien haciéndolo, ¿vale, estúpido? Contigo fue distinto, pero con los dos a la vez solo era lujuria y lo que es peor, me he dado cuenta de que soy un chocho andante para ti, te da igual mojar conmigo que con ella, el caso es meterla donde sea. ¡Creí que te importaba! Lo que tuve contigo me gustó, fue... romántico. Pero cumplido ese sueño erótico me he dado cuenta de que prefiero hacerlo con alguien que me guste de verdad y no con un par de pervertidos que solo piensen en el sexo.

            La subida de tono enmudeció a todos. Aquello zanjó la conversación, Chemo se abrochó el cinturón de seguridad rojo de vergüenza, Vanessa también y Lyu y Jaime pilotaron el halcón de vuelta al cuartel. A pesar de estar uno frente a otro, el nieto de Don Paco no se atrevió a mirar a su compañera a los ojos.

            Aprovechando la distancia entre ellos, Jaime acercó la cabeza a Lyu y susurró:

            —No te preocupes, que yo no me pondré celoso cuando te lo montes con los dos.

            La chica le miró y tuvo que contener una risa para no ofender su compañera.

            —Mira que llegas a ser panoli.

 

            La nave se elevó lentamente, invisible en la ciudad de Nazareth dejando atrás aquel tejado inaccesible en el que había descansado varios días. Sin hacer el menor ruido entraron en fase y la niebla verde les envolvió deteniendo el tiempo.

            Para los dos de atrás fue apenas un pestañeo. Cuando se dieron cuenta estaban en la plataforma de aterrizaje del complejo secreto del Atlántico Norte.

            —No sabía que sintieras algo por mí —dijo Chemo, arrepentido y rojo de vergüenza.

            —Debiste suponerlo, nos hemos acostado, joder.

            —Venga ya, fue un polvete, no hubo ni una sola declaración de intenciones. A las mujeres no hay quien os entienda, "hoy te dejo tocarme pero no te hagas ilusiones, que no es nada" —Chemo puso una cómica voz femenina para decir eso—, mañana te acuestas con otra y "¿pero no habíamos fijado la fecha de la boda?" ¡Estáis locas!

            —Déjalo, no quiero hablar del tema. Ya has dejado muy claro tu punto de vista.

            —¿Si te sentías así por qué accediste al trio? —se empecinó su compañero mientras Jaime y Lyu conversaban en la cabina.

            —A veces no se actúa pensando... Creí que sería divertido, me sentí mal después. Me... Dolía cada vez que insinuabas que estabas deseando hacerlo con Lyu.

            —Y tú con Jaime —replicó él, molesto.

            —Ya, no debería culparte, también fue mi culpa. ¿A ti te molestaba que dijera eso?

            —Que va, pensé que solo querías correrte unas juergas. No imaginaba que quisieras casarte conmigo.

            —¿Qué? No digas tonterías. No quería semejante cosa —escupió con gesto de asco—. Habría que estar mal de la cabeza para querer casarse hoy día y peor aún, con alguien que solo piensa en orgías.

            —¿Ves? —Le dio la razón el chico.

            —Qué poco conoces a las mujeres. Nosotras necesitamos sentir algo porque sino el sexo no se disfruta igual, nos gusta que nos agasajen, sentirnos deseadas, especiales, únicas.

            —Mientras te dan por delante y por detrás y te pones hecha una furia porque uno se corre demasiado pronto, ¡eso es delicadeza y sensibilidad! —se burló el muchacho—. Claro que no os entiendo, haría falta una carrera universitaria de veinte años para entenderos.

            Se quedaron en silencio. Cuando respiró un par de veces Chemo volvió a hablar más tranquilo.

            —A mí también me pasa, no es cosa de "mujeres". Está claro que si lo haces con alguien a quien quieres mejora muchísimo. Pero no hay que menospreciar el poder del sexo sin ataduras, a todo el mundo le gusta. Tú misma has dicho que fue apoteósico.

            —Te repito que no quiero hablar más del tema.

            —¿Lo ves? No entiendes lo que digo. Aquí el que ha hablado he sido yo.

            —¡Cállate, joder! ¿Sabes que yo soy la primera sorprendida? Ayer no sentía nada por ti, solo era una... Juerga. Disfruté del trio como nunca... Ha sido hoy, al escucharte hablar de que ibais a hacerlo con Lyu. Jaime me ha dado igual, pero tú... Sé cómo eres y aun así me ha escocido como alcohol en el ojo, la imagen de ella abierta de piernas y tú encima.

            —¿Qué? Vaya —Chemo, por primera vez en toda la conversación, se quedó sin palabras.

            Vanessa se levantó de su asiento y sacó el manuscrito de la bodega de carga, luego el pendrive y metió ambos en una mochila militar que se colgó al hombro.

            —Vamos a entregar esto. El comandandante debe estar impaciente.

 

 

            Llevaron el manuscrito directamente a Montenegro, en su despacho. El comandante atendía una llamada y les hizo esperar fuera hasta que terminó de hablar. Lyubasha aplicó su oído a la puerta por curiosidad y escuchó frases sueltas.

            —De acuerdo, vuelva de inmediato, le envío a Brenda.

            El silencio significó que escuchaba la respuesta por el auricular.

            Al ver que la miraban con desaprobación los otros tres, Lyu bufó y se apartó de la puerta.

            —La información es un arma.

            —¿Hablaba de nosotros?

            —No.

            —Entonces te puede caer un consejo de guerra, no seas cotilla —arengó Vanessa.

            En ese momento se abrió la puerta y el comandante les hizo entrar.

            —Me alegro de que no haya habido bajas en su pelotón —fue su escalofriante saludo.

            —¿Quiere decir que los otros... —No se atrevió a terminar la frase Lyu.

            —Antonio Jurado ha estado entre la vida y la muerte, Don Paco ha muerto y por suerte Ángela Dark ha sobrevivido de milagro, viene de camino. En cuanto a Abby y Alfonso no han dado señales de vida desde hace una semana.

            Los cuatro se miraron preocupados.

            —¿Se recuperará Antonio? —Preguntó Vanessa.

            —¿Qué les ha pasado? —Dijo Chemo casi a la vez.

            —Han tenido que enfrentarse a los esbirros de Rodrigo. Es un milagro que Ángela esté viva, aun me cuesta entender cómo lo ha conseguido. Por lo visto no solo eran invisibles, ademas no usaban escudos ópticos. Imagínense, dos vampiros invisibles armados con espadas, ¿cómo pudo con ellos? Esa mujer no deja de asombrarme.

            Chemo se quedó boquiabierto.

            —Joder con Ángela.

            —¿Soñando despierto?, Pringado —se burló Jaime, soltando una risilla.

            Lyu se partió de risa mientras y Vanessa pareció no escuchar la broma porque la ignoró.

            —¿Y Antonio está vivo? —Preguntó Vanessa.

            —En la planta médica, le están operando.

            —Bicho malo nunca muere —bufó Chemo.

            —No seas cruel —le golpeó con el codo Lyu.

            —Es una broma.

            —De modo que no pudieron acabar con Rodrigo —comenzó a hablar Montenegro, una vez se acomodó en su sillón de mando cuando Chemo cerraba la puerta del despacho—. Eran cuatro contra uno, ustedes llevaban el equipamiento completo y se les escapó...

            —Su poder es inmenso —protestó Jaime—. Se volvió humo, es imposible de atrapar.

            —¡Está suelto! —Bramó el comandante, dando un puñetazo en la mesa—. Está furioso y quiere muerto a todo el consejo. Como se enteren de su fracaso rodarán cabezas hoy.

            —Señor, Rodrigo dijo algo... Inquietante —intervino Lyu—. Puede que no sea gran cosa pero creo que debería saberlo, no tenía por qué mentirme.

            Montenegro la miró convirtiendo sus ojos en rendijas.

            —Dijo que en tres días el mundo sería el infierno de Dante y que él, no solo no era responsable sino que... No podría hacer nada por evitarlo.

            —Eso fue ayer —puntualizó Chemo, contando con los dedos—. Lo que nos deja dos días.

            —¿Y te lo has creído? —se mofó Jaime.

            —¿Por qué iba a mentirme? ¿Para qué quería este manuscrito?  Dijo que era para que todo el mundo pensara que era falso. —Explicó Vanessa—. De esa manera nadie le haría caso. Ah, y que ahora que lo buscan todos los cleros, sería una maldición y estaremos en peligro constante.

            —Deberíamos destruirlo —sugirió Jaime.

            —Aquí no se destruye nada, estúpido. Trae —Montenegro extendió la mano y lo cogió cuando se lo entregó Vanessa.

            —En cualquier caso, no cualquiera puede leerlo. Pero su traducción... Dicen que la tiene la policía, ¿se quedaron una copia?

            —Aquí está —dijo Vanessa, sacando su pendrive.

            —Ya, esta es la original, no crean que se me escapa que se la ha enviado por email a sus tres compañeros y a Antonio Jurado para que la publique en su página de fábulas. ¿Por eso les interesaba tanto su estado? —miró a Vanessa.

            —Bueno, y porque es amigo nuestro —se justificó Lyu.

            —También le quieres pillar en la cama —susurró Jaime a su oído de manera que nadie más le escuchó—. Empiezo a conocerte, viciosilla.

            La chica oriental le dio un codazo en las costillas que le hizo soltar un gemido.

            —¡¿Qué andan susurrando?! —Protestó Montenegro—. Si tienen algo que decir que nos enteremos todos.

            —No quiera saberlo, comandante. Este Jaime es un guarro —confesó la chica.

            El aludido se frotó las costillas dolorido, sonriendo avergonzado.

            —Dejen el ocio para sus horas libres —respondió el oficial—. No se les paga por ello.

            —¿Alguna misión más, señor? —Preguntó Chemo.

            —Vuelvan a sus casas —ordenó el comandante—. Ya les llamaré.

            Se dieron la vuelta y cuando estaban saliendo por la puerta escucharon.

            —Por cierto, señores...

            Se volvieron a mirar a Montenegro.

            —Me alegro de que estén todos bien.

            —Gracias señor —dijeron cada uno en su momento de forma embarullada.

 

            Cuando Brenda les llevó con el halcón a Madrid, Jaime y Lyubasha se fueron a sus respectivos coches y Vanessa se iba al suyo. Como era de noche Chemo se ofreció a acompañarla, pues lo tenía aparcado más lejos.

            —No tengo miedo pero si quieres, puedes venir —aceptó.

            Durante un buen trayecto no se dijeron nada, cosa rara en el chico, que no paraba de decir tonterías a lo largo y ancho del día.

            Entonces hizo algo que aceleró los latidos del corazón de la mulata. Los dedos de Chemo de la mano derecha atraparon los suyos de la izquierda y jugaron traviesamente como si tuvieran vida propia, de forma un tanto torpe y nerviosa hasta que se entrelazaron los de ambas manos y se quedaron atrapados.

            —¿Qué haces?

            —Yo tampoco quiero que te acuestes con otros —replicó Chemo, mirándola sonriente.

            —¿Por qué? ¿Ya no te gusta Lyu?

            —Pues claro que me gusta, es una viciosa incorregible... ¡Ejem! —Al ver que la cara de Vanessa se encogía con furia, rectificó apresuradamente—. Pero tú y yo tenemos algo que prefiero mil veces.

            —¿Qué?

            —Nos escuece que nos metan alcohol en el ojo —bromeó él, pretendiendo que entendiera la indirecta.

            Vanesa esbozó una media sonrisa de comprensión.

            —Y estamos de acuerdo en que las bodas son cosa del pasado.

            —No lo estropees —recomendó la chica, con tono de paciencia infinita.

            Cuando llegaron al coche les costó soltarse de la mano tanto que, al detenerse, Chemo se puso delante de ella y le cogió la otra, quedando de frente, ambos mirando a sus dedos entrelazados que parecían tener vida propia jugando y deleitándose del contacto entre ellos.

            —Me voy a casa —propuso ella, como si fuera una obligación dolorosa.

            —Quieres venir a la mía —ofreció Chemo, sonriendo.

            —Sí,... —respondió ella sin pensar—. Hasta mañana.

            Le soltó, abrió su coche y se metió dentro.

            —¿Qué?  —El chico no entendía por qué se iba.

            —¿Qué te pasa? —Preguntó ella, sonriendo.

            —¿No me acabas de decir que sí quieres venir a mi casa? ¿Por qué te vas?

            —Y quiero ir. Pero no me has invitado.

            —¿Cómo que... no? Vaya, disculpa. Me gustaría que vinieras a mi casa, ¿te vienes? Te invito. ¿Necesitas que te lo de por escrito con un sello de cera?

            Vanessa se rió de su propia broma.

            —Claro que voy, idiota, coge tu coche que te sigo con el mío. No voy a dejarlo aquí.

           

 

            Dos horas más tarde estaban resoplando, sudando uno al lado del otro en la cama de Chemo. Los dos miraban al techo con cara de felicidad.

            —Dios, no he tenido una noche así en mi vida —decía él—. Es que me tocas y da igual las veces que me haya corrido, mi soldado se pone firme y…

            —Cada vez aguanta más —alabó Vanessa.

            —No voy a olvidar este día nunca —se dijo para sí mismo el chico—. No lo digo por el trío.

            —Ni yo —replicó ella.

            —No estaría mal despertarnos juntos, ir al trabajo a la vez, volver en el mismo coche… No querrás quedarte unos días.

            Esperaba una negativa rotunda pero se lo estaba pensando.

            —Eso es ir demasiado rápido —respondió—. Admito que podría estar bien.

            —No te vayas a acomodar, solo sería por unos días.

            Vanessa se subió sobre él y al hacerlo sus genitales volvieron a juntarse. A pesar de los siete polvos que habían echado, notó que su pene volvía a ponerse duro como una piedra.

            —¿No te gusta cómo me acomodo? —Preguntó melosa.

            —Mira que eres retorcida…

            Chemo aprovechó para levantarla y volver a penetrarla.

 

 

 

 

 Continuará

 

 

 

Comentarios: 5
  • #5

    Alfonso (sábado, 18 febrero 2023 16:33)

    Falta la fiesta grupal cuando Abby y yo regresemos al presente.

  • #4

    Vanessa (jueves, 16 febrero 2023 03:42)

    Esos chicos ya hasta hacen fiestas en mi casa. Nunca aprenderán. Jeje

  • #3

    Jaime (martes, 14 febrero 2023 14:46)

    Lyu y yo nos unimos a la fiesta de hoy. Nos vemos en casa de Vanessa.

  • #2

    Chemo (martes, 14 febrero 2023 01:51)

    ¡Feliz Día de San Valentín a todos!
    Espero que paséis un día agradable con vuestras parejas.
    Y para aquellas chicas que no tengáis ninguna, no dudéis en llamarme para hacer un trío con Vanessa. Jeje

  • #1

    Tony (lunes, 13 febrero 2023 00:47)

    Vuestras ideas son tan válidas como lo que ha terminado siendo. Aunque aún queda mucho para ver si pueden hacerse realidad o no.
    A veces acertáis, aunque no ha sido el caso en esta ocasión.
    No olvidéis comentar.