Antonio Jurado y los impostores

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          - Puedes decir muchas cosas, pero tienen la culpa de...

          «Recuérdalo, ella ya no quería pasar tiempo con vosotros antes de su llegada. Tú mismo veías cómo reía cuando conversaba con ellos, no estaba tan feliz desde que os casasteis».

          - Ya...

          «Escucha, esto no es necesariamente malo. Tú no quieres seguir así, sabes que no está funcionando. Busca una salida mejor y no tiene por qué acabar mal. Los niños son lo más importante y deben notar los menos cambios posibles.»

          - No puedo evitar pensar que vinieron de su país para robarme mi vida.

          «Como se la robaste tú a su ex-marido, cuando la conociste. Sabías que te tocaría pasar por lo mismo... Acéptalo y ya está. Es necesario que sigas en la vida de Charly y Miguel, te necesitan y si te dejas llevar por el odio, no volverás a verlos más.»

          - Si el impostor toma el control y decide borrarlos del mapa, no pienso intentar nada por salvarlos.

          «Arita es el impostor. Os controla cuando os necesita. No le importan tus problemas matrimoniales, quiere cosas mucho más elevadas.»

          - ¿No somos esbirros?

          «Los del EICFD creen que es una especie de reina de colmena. No es cierto, ella controla a los que premia con su... Esencia. Es la madre de la Oscuridad Elemental y de la Luz, se podría decir que es tan vieja como el Universo y siento su enojo porque le han arrebatado el poder divino».

          - ¿Como en un videojuego, que si llegas a un punto de control se queda marcado para que puedas tele transportarte cuando quieras? -completó él.

          «No podría haberlo explicado mejor.» -respondió Génesis.

          - Un momento -susurró-. Mejor me voy a mi cuarto que voy a despertar a los niños.

          Salió de la habitación y se metió en la suya cuidando de no hacer mucho ruido con las puertas.

          - Tengo una pregunta para ti. Ya que tú sabes tanto de esa mujer... ¿Qué fue lo que hice ayer por la tarde? ¿Fui el culpable de la muerte de esas quinientas personas?

          «Mucho me temo que no puedo verte cuando ella te posee. Aunque todo indica que así es.»

          - ¿Cómo? ¿Es que no lo ves todo?

          «No, Antonio, yo solo veo y escucho tu alma. No veo tu cuerpo. Como te dije, ella es mucho más antigua que yo. Más que la misma Tierra. Es la madre de todo porque fue la primera en poseer el poder absoluto, lo tuvo más de mil millones de años. Le pertenece.»

          - ¿Cómo es posible que se haya dejado encerrar por los yakuza?

          «Digamos que solo puede haber una persona con poder absoluto y a ella se lo han arrebatado. Aun así es bastante poderosa y creemos que está causando catástrofes con el único fin de... Encontrarlo.»

          - Ángela no está, ¿quién lo tiene entonces?

          «Aunque tengo un gran poder heredado de ella, no es el absoluto. No puedo saber dónde está ni quién lo ostenta y eso significa que se oculta.»

          - ¿Crees que el coronavirus, lo del Wanda,... Lo causa ella para destapar al auténtico poseedor del poder divino?

          «Es una teoría, te recuerdo que ante Arita y esa misteriosa persona que busca, soy tan limitada como tú o cualquier otro humano. Usa tu imaginación y quizás tengas razón.»

          - ¿Eso significa que Arita no es más que una vulgar extraterrestre cuyo único poder reside en poseer a sus infiltrados? ¿Cómo piensa arrebatarle ese "lo que sea" al actual poseedor? Y lo que me intriga más, ¿Por qué esta persona debería temerla hasta el punto que se esconde de ella?

          «Lo siento, Antonio, insisto en que no tengo más información al respecto. Si estamos en lo cierto, Arita es mucho más que una vulgar extraterrestre y esa persona que busca tiene verdaderas razones para temerla. De lo contrario ya la habría eliminado, ¿no te parece?»        

          - Entonces, -sonrió complacido-... ¿No estoy poseído? Eso me alivia.

          «No lo estas, esa es la buena noticia.»

          - Eh, um... -dudó-. ¿Es que hay una mala?

          «Si te llevó al Wanda a extender un virus letal, aún no se han visto resultados que le favorezcan. Me pregunto si aún no ha sucedido lo que ella esperaba.»

          - Simplemente, la persona que busca no ha ado la caa. Se me quita un peso de encima.

          «Lo que no descarta que ella decida utilizarte de nuevo para encontrar a esa persona. Es muy lista y sabe que tú y otros de tu entorno poseyeron el traje de los pleyadianos. Va a intentar controlaros a todos porque es lógico pensar que cualquiera de vosotros aún lo mantiene o conoce al que lo posee.»

          - Vale, y si lo encuentra, ¿cómo va a quitárselo? Será más poderoso que ella.

          «Supongo que pretende controlarlo, como hace con los demás, y una vez lo vuelva a tener... »

          - Estaremos jodidos... -completó él.

          «No se puede decir que le fuera mal al Universo cuando ella lo poseía. He venido para que dejes de considerarla tu enemiga, deberíamos ayudarla. ¿Te imaginas que alguien de la Organización lo consiguiera antes?»

          - Un momento, si dices que Arita fue la primera creación... Ella debe ser el Ángel Caído personificado, ¿me equivoco? Según la Biblia, el Diablo fue la creación más perfecta y además fue la primera y más poderosa. Y después tuvo envidia de los hombres porque Dios los amaba más y por eso...

          «Lo único que puedo asegurarte es que es muy antigua y no es mala, ni odia a los hombres. No soy capaz de determinar si fue la primera criatura viva de la creación o no. Pero te garantizo que llevaba eones existiendo cuando recibí la inmortalidad. En su nombre mi padre, Alastor, realizaba su magia. Ella me hizo inmortal y a mis hermanos. Nunca supe cómo era, ni que su cuerpo descansaba en la Luna y mucho menos que fuera una mujer de aspecto tan frágil.»

          - Hablando de tu padre, Alastor... ¿No habrá vuelto a resucitar?

          «De haber regresado habría dado señales de vida. Dudo que volvamos a saber de él nunca más.»

          - Eso suena a esa persona que busca Arita. Me sorprende que me hables como si no supieras todo -replicó Antonio, metiéndose en la cama temblando de frío. El sueño empezaba a cerrarle los ojos.

          No volvió a escuchar a Génesis. Su conversación le había calmado, ahora sabía que no tenía un "bicho" dentro de él, que su cuerpo le pertenecía y que si volvían a usurpar su cuerpo, ella no movería un dedo contra esos indeseables venezolanos.

          En cualquier momento esa mujer podía usurparlo de nuevo, como Pedro por su casa. Lo que más le intrigaba era que fuera capaz de manejar a dos impostores a la vez, ya que los hizo quedar en la fuente vieja. Su red de poseídos debía ser bastante extensa si podía llevar una bomba experimental del ejército americano hasta sus manos sin que pasara por nadie no "poseído". ¿Pero por qué le eligió a él para dejarlo en el Wanda? Dudaba que fuera por algo en especial, simplemente sería el más cercano, o el que menos sospechas levantaría...

           Entonces recordó el eco de Génesis, respondiendo a su pregunta: «Creemos que está causando catástrofes con el único fin de... Encontrar al que posee el poder universal.»

          - Maldita sea, ¿por qué todo el mundo se empeña en que yo puedo dar con el paradero de cualquiera?

          Después de decir eso se quedó profundamente dormido.

          Despertó con un profundo dolor de cabeza, se había dormido y cada vez que despertaba se colocaba la almohada para alinear su cuello pensando que era por una mala postura. Miró el reloj, eran las siete de la mañana, tenía dos horas para acomodarse y tratar de recolocar sus vértebras.

          Recordó la conversación con Génesis y pensó que había sido un sueño. El mundo seguía del revés, el maldito virus campaba a sus anchas por todas partes, él amplió el número del aluvión de separaciones y divorcios causadas por el confinamiento (en su caso por muchos más motivos), seguía sin trabajo, sin esperanza de que nadie le diera un triste empleo... Se sentía viejo, sus propiedades podría ser que nunca las recuperara y ahora encima la tortura de su cabeza era insoportable.

          Pensó en su futuro, cómo estaría diez años después. Su mente se negó a mostrarle lo que quería ver. Él en una casa, Brigitte en otra, sus hijos de acá para allá o quizás ella se los habría quitado tras un penoso juicio y tan solo podría verlos de vez en cuando.

          Sus ojos se humedecieron al imaginar su vida sin sus hijos. Su corazón parecía incapaz de perdonar a su mujer esa traición. Seguía viéndolo así. No podía perdonarla, algún día ella se daría cuenta de su error y querría volver a su lado,... Eso quería pensar... Y entonces él ya no aceptaría nada de ella. Aun había una esperanza para ese matrimonio, deseaba seguir pensando... Que se diera cuenta de lo embusteros que eran esos dos... O al menos, de que solo él la había querido de verdad... Pero esa fue la última de las mentiras que se permitió pensar. Por supuesto que más gente la querría, posiblemente Michael era el hombre de su vida y sería feliz con él hasta la muerte..., o no, pero lo que ya era totalmente evidente: "Él no era ese hombre de sus sueños". Y él no podía ni impedirlo ni desear que no fuera así.

          Pero se negaba a seguir engañándose a sí mismo. Ella no le quería desde hace muchos años. Debía aceptarlo. Y empezaba a darse cuenta de que aunque fuera cierto todo lo que pensaba y de repente Brigitte confesara que él sí era el amor de su vida... Jamás podría confiar en ella de nuevo, y menos aún si lo hacía cuando las cosas fueran mejor para él, en el terreno económico.

          El amor bilateral de ese matrimonio estaba totalmente muerto.

          Despertó con Charly saltando en su espalda a las nueve de la mañana.

          - ¡Despierta so vago! -Gritaba, después de encender la luz.

          - Ya me levanto, hoy no hay cole, ¿qué hora es?

          Se levantó con pesadez. Su cabeza ya no tenía esos tambores atormentándole y aunque se sentía descansado no era capaz de enfocar nada con la vista. Era muy pronto y no terminó de aclararse la vista hasta que llegó a la cocina y tuvo que buscar una taza para prepararse café.

          Los niños pedían su desayuno a la vez y les pidió que lo pidieran en orden. Les puso lo que exigían, un sándwich con crema de chocolate y otro de miel. Ambos pidieron un vaso de leche y cuando les sirvió se preparó su café. Pensó que debía obligarles a pedir las cosas con un "por favor" al menos, pero le dolía demasiado la cabeza. Llenó la taza de leche hasta casi el borde y luego la manchó con un chorrito de café. Puso dos sobres de edulcorante y una pizca de aceite de coco. Le daba un toque genial y de paso sentiría energías para todo el día.

          - Papá, ¿qué te pasa en la frente? -Preguntó Charly, cuando se sentó frente a ellos.

          - Me duele la cabeza -se palpó y notó que estaba dolorida.

          Extrañado se fue al baño y se miró en el espejo. Lo que vio le costó enfocarlo con sus ojos medio dormidos. Encendió la luz del espejo y se quedó sin aire. Tenía un hematoma que le cruzaba toda la cabeza y se extendía lentamente hacia abajo, como un derrame. De él salían unas extrañas venas negras en todas direcciones y la mancha crecía siguiendo sus ramificaciones, estaba a punto de alcanzar sus cejas.

          Se lavó la cara y trató de borrarlo pero le dolía. Su dolor matutino no fue por una mala postura, era algo que tenía, terrible, que parecía haber contraído... El virus zombi.

          - Joder, lo que faltaba.

Continuará