Antonio Jurado y los impostores

15ª parte

 

            Después de dejar a los dos en el bar Alberti, Lara no se despidió de Dani, aunque se dedicaron una última mirada. Llamó y preguntó por el profesor Paco. Le dijeron que llegaría sobre las seis de la tarde.

            —Genial —se dijo, más tranquila—. Podré ir a casa a arreglarme un poco...

            Revisó mentalmente su ropa y se dio cuenta de que no tenía nada "provocativo". Todo eran vaqueros, camisetas, jerséis de lana y algún vestido formal, gabardinas, chaquetas de traje, uniformes de policía... De hecho, cuando tuvo que pasar un tiempo escondiéndose con Ángela Dark le desagradaba que siempre fuera con esos leggings que le marcaban toda la vagina y los tops que usaba a modo de sostén. Y encima, si no hacía frío, no se ponía nada más. Le encantaba que la mirasen los hombres y sospechaba que aún más disfrutaba cuando otras mujeres la envidiaban.

            ¿Qué habría sido de ella? No tenía noticias suyas desde... Ya no se acordaba. Le hubiera gustado tener un número de teléfono para poder preguntarle qué tal le iba, era de esas personas que más había odiado en su vida pero también a la que más llegó a apreciar. Lo cierto es que una vez se preguntó si sería lesbiana porque habían alcanzado una conexión que nunca había encontrado con ninguna persona. Hicieron un buen equipo durante un tiempo y se cuidaron entre ellas más que si hubieran sido hermanas. Claro que después Ángela estuvo a punto de matarla, la encerraron por su culpa y aunque luego trató de enmendar sus errores, ya nunca podría volver a confiar en ella.

            Era el único ejemplo de mujer provocativa que recordaba y aunque se negaba a llevar leggings ajustados, por simple pudor, pensó en unos pantalones más alegres que esos vaqueros. Sus compañeros decían que le hacían un culo tremendo, pero quizás no fuera suficiente.

            Además su pelo era muy largo, nunca se hacía peinados ni cortes especiales.

 

 

            Tras una sesión de peluquería, manicura y una hora en la tienda decidiendo qué ropa sería la apropiada, terminó comprando una blusa negra con cremallera en el centro, un pantalón de tela de colores hippies, que se le ajustaba muy bien al talle, y cogió unas sandalias que mostraban sus pies y tobillos. Se hizo un corte de pelo hasta el cuello, y se compró piercings más brillantes y pequeños. Ella solía llevar dos en los labios y uno en la nariz. Pablo Jurado le dijo que los quitara para trabajar pero no le hacía mucho caso ya que ninguna norma la obligaba a ello. Pensó si debía maquillarse o no, pero no lo había hecho nunca, no iba a quedar bien porque no sabía pintarse.

            Llegando a la puerta del centro de mayores sonó su teléfono. Al verlo sonar se sorprendió, vio la foto de Dani en pantalla. ¿Al final le dio su número? Suspiró, confundida. Pues claro, llevaba toda la mañana pensando en él y cada uno de los cambios de estética que se hacía era calculando el efecto que le causaría si volvía a verla.

            —¿Dani?

            —El mismo —respondió, con chulería—. He pensado que no hemos quedado en un sitio concreto. ¿Cuándo terminas de trabajar?

            —Estoy en un caso, no suelo tener una hora de fin de jornada.

            —Pues no seas tonta, nadie se ha muerto pensando que trabajó demasiado poco. ¿A las siete te viene bien?

            Lara miró su reloj, estaba deseando verlo, pero no quería demostrar su impaciencia. Por otro lado, Dani podía leer a las mujeres como libros abiertos y seguro que era consciente de lo mucho que la atraía.

            —Mira, mejor espera, tú estás todo el día en el bar de tu tío, ¿no?

            —Pues sí, es mi trabajo.

            —Entonces, ¿qué tal si yo voy a buscarte cuando termine lo que tengo entre manos? Puede que sea antes de las siete. O si se complica será más tarde, pero no tendrás que esperar en la calle, congelándote.

            —Eso suena a cita... Me lo voy a pensar... ¡Hecho!

            —¿Estás impaciente? —Se sorprendió Lara.

            —Lo sé —replicó, pensativo—, yo tampoco lo entiendo. No es muy normal en mí... Luego te beso... Digo... Te veo. ¿En qué estaría pensando?

            Lara sonrió como una idiota y se le llenaron los ojos de lágrimas por intentar contener su risa.

            —Hasta luego —susurró con un hilo de voz.

            Y colgó, guardó el teléfono en el bolsillo, apretó el puño y lo levantó triunfal.

            —¡Sí! —gritó sin contener su alegría.

            Luego vio que fuera del coche había un señor paseando a su perro y se la quedó mirando, sorprendido.

            Sonrió, enseñando los dientes y se obligó a volver a estar tranquila y seria. Pero por alguna extraña razón se sentía incapaz de dejar de sonreír. Hacía tanto tiempo que no se ilusionaba con nadie...

            —Es sobrino de un gánster —susurró—. Es la peor idea desde la creación de la humanidad.

            Pero nunca le ilusionaban las citas y esta vez era distinto. Tenía que contener su imaginación para concentrarse en su trabajo. Además sus pantalones de tela suave escocesa ajustados, su blusa que llevaba hasta el cuello y le marcaba sus pechos de forma muy nítida, la hacían sentir sexy. Y estaba deseando ver la cara de Dani al verla vestida así. Su peinado nuevo le cambiaba la cara, la peluquera decía que lucía mucho mejor su precioso cuello y parecía más joven. La verdad, viéndose tan cambiada, nunca se vio tan atractiva.

            Estaba a punto de ver si el viejo verde que conocía Luis, el tal Paco, pensaba lo mismo.

            Salió del coche con paso decidido y entró en el edificio. No vio ningún puesto de información donde preguntar de modo que tuvo que examinar un mapa del complejo para encontrarla.

            En un pasillo de la derecha, la primera puerta. Justo en frente de los baños... Tenía que ir urgentemente. A paso rápido se encaminó hacia allá y por el camino se cruzó con una persona que nunca imaginó ver en ese lugar: Su padre.

            —¡Papá! —Exclamó, sorprendida.

            —¡Hija! ¿Cómo sabías que vengo por aquí?

            —No,... Lo sabía.

            —Caramba, qué guapa estás. Casi no te reconozco, ni siquiera habría pensado que eras tú si no me saludas.

            —Sí, bueno, en realidad estoy... —Pensó que si trabajaba allí no era buena idea que le dijera delante de la gente que era inspectora de policía—... Buscando un taller de escritura. No sabía que tú venías por aquí.

            —Precisamente yo también voy a eso. Mira, el profesor me recomendó este libro, ten. Léetelo, es más de chicas que para mí, yo prefiero novela negra, ¿Sabes?

            —Ya, siempre veías en casa series de crímenes y por eso terminé siendo policía.

            —No exageres, que hoy día todo lo que echan en la tele es más de lo mismo.

            Lara quiso reírse pero también llorar.

            —Papá casi tengo cuarenta años, no soy una niña —replicó mientras leía el título—. "Ana de las tejas verdes". Creo que lo leí en el instituto. Ni me acuerdo, pero supongo que me gustó si aún puedo recordarlo.

            —Vuelve a leértelo, según el profesor es un libro que todo buen escritor debe leerse al menos una vez.

            —Vaya, no recuerdo tanto detalle, lo tendré en cuenta.

            Mientras se fueron acercando a un aula y al ver los baños Lara se excusó y se apartó de él.

            —¿Me disculpas? Ahora vuelvo. Guárdame el sitio.

            —Lara, me encan... —No se dio cuenta de que se iba hasta que la vio alejarse. Cuando supo que ya no le escuchaba susurró—: Nunca hubiera soñado volver a verte en el colegio, como compañera de curso.

 

 

            Lara estaba muy necesitada de entrar al baño. Tenía la vejiga a punto de explotar. Mientras hacía sus necesidades  urinarias y se limpió se dio cuenta de que estaba goteando babilla blanca. Debía dejar de pensar en Dani,... Se secó con papel higiénico con cuidado. Pensó que no podía acudir así de excitada a su cita y que lo mejor sería seguir sobándose hasta llegar al clímax, pero se limitó a secarse sin frotar. No era el momento ni el lugar, que no estaba lo limpio y desinfectado que cabría esperar, por la pandemia.

            Y ahora estaba allí su padre. Hacía semanas que no le llamaba. Ella solía hablar con ellos más a menudo cuando su madre vivía, que le contaba todo. Pero en febrero se contagió de coronavirus y murió. No les dejaron entrar a verla en todo el tiempo que estuvo ingresada. La permitieron llamar con una videoconferencia y la vieron bien, decía que solo tenía tos y algo de dolor abdominal pero que pronto le darían el alta. Esa fue su última conversación con ella. Cuando les comunicaron su muerte tuvo que hacer todos los trámites del reclamo de su cuerpo con su padre. Tardaron dos semanas en encontrarlo en el Palacio de Hielo de Madrid. Hasta que no la vieron no podían creerse que estuviera muerta. Cuándo finalmente lograron enterrarla ninguno tenía ganas de hablar sobre el tema. Le llamó un par de veces pero todos los temas les hacían recordar a su madre y se ponían a llorar. La última vez que le vio fue en la misa del funeral. Le abrazó y le dijo que nunca podría superar su pérdida. Él no respondió.

            Y ahora estaba allí, en aquel curso, y no tenían que recordar nada si no querían. Solo había un problema y era que no podía revelar a nadie que estaba allí por trabajo y no tenía confianza con su padre. No sabía de qué hablarle. Esa fue la razón por la que nunca le había llamado en todo ese tiempo. Ahora que lo veía sentado en una clase repleta éste le indicó que podía sentarse a su lado.

            Había unas treinta personas, de entre ellas dos chicas de veinte años, un chico de su misma edad y el resto jubilados. Todos llevaban sus cuadernos y bolígrafos. Su padre llevaba gorra verde oscura, chaqueta de lana marrón y pantalones de pana negros. Casi todos los presentes llevaban fachas similares por lo que ella era la rara, pues se sintió el centro de atención.

            Se sentó junto a su padre y el compañero del otro lado se la quedó mirando sonriente.

            —Esta es mi hija Lara. Va a hacer el curso conmigo desde ahora —le susurró ilusionado.

            —José, ¿no estará soltera? Haría buena pareja con mi Félix.

            Lara puso los ojos en blanco.

            —Es demasiado independiente como para aceptar una cita de mi parte. ¿Verdad hija?

            Ambos se la quedaron mirando.

            —¿Necesitas que te conteste?

            —¿Tienes novio? —Le preguntó su amigo.

            —Sí —respondió sonriente.

            Algo dentro de ella se movió con furia. Dani no lo era, que tuviera una cita con él no significaba nada,... Pero lo cierto es que la ilusionaba saber que después de tener que soportar ese sopor de clase, cuando consiguiera la información que necesitaba, volvería a ver a Dani. No eran pareja, no coincidían en ningún tema, pero nada la entusiasmaba más que verle.

            —Pero hija, no tenía ni idea —la cara de su padre era un cuadro—. Ya creía que te habías hecho presbiteriana.

            —¿Qué? —Se extrañó sobresaltada.

            —Eso que hacen las chicas de juntarse entre ellas, ¿no?

            —¡Lesbiana! Papá, no es...

            —¿Lo eres? —Se horrorizó su padre.

            —¡No! —Protestó—. Digo que es la palabra que debías haber utilizado. ¿Y eres tú el que quiere ser escritor? Empieza por utilizar las palabras correctas.

            —Hija, no voy a escribir un Quijote, esto es por pasar el rato, prefiero el taller de literatura que el Romanes, por no pensar en...

            —¿Qué es eso? —Interrumpió Lara, extrañada y sonriendo.

            —Esa cosa que hacen las mujeres que se pasan la mañana sentadas y señalando al techo y luego salen diciendo que han mejorado mucho y han hecho ejercicio.

            —¿Yoga? ¿Pilates?

            —¡Eso! Pilates. A mí es que esos nombres extranjeros me suenan todos igual —replicó su padre.

            —Vaya tela, papa —se reía Lara.

            Entonces el amigo de su padre logró volver a respirar. Estaba riendo con tantas ganas que por poco se asfixia.

            —¿Y a ti que te pasa? —Preguntó José.

            —¡Presbiteriana! Jajaja... ¡Romanes! casi no podía respirar por culpa de la risa—. Que buenos ratos paso contigo.

            Entre tanto entró el profesor, el tal "Paco". No era, para nada, lo que Lara se imaginaba. Tenía pinta de alemán. Alto y con traje hecho a medida pero con camisa vaquera y abierta a mitad del pecho. Tenía barba canosa de una semana. Era delgado, serio, con pelo canoso repeinado. Lo llevaba mojado o aplastado con gomina como si así disimulara su avanzada calvicie. Debía rondar los setenta años.

            —Buenos días clase —saludó sin ningún tipo de acento—. ¿Habéis leído lo que os pedí la clase anterior?

            Su mirada se clavó en Lara igual que si hubiera visto un fantasma. Lara se puso las gafas de sol, para disimular, pero se acercó a ella dos pasos. Parecía nervioso.

            —¡Vaya! —Exclamó—. Una nueva alumna y nadie me ha avisado. ¿Cómo te llamas guapa?

            —Lara Emmerich.

            —Me lo temía, no eres de mi grupo. Si eres tan amable de salir. No me han informado de tu incorporación.

            —Pero, disculpe, ¿hay que apuntarse?

            Las cabezas de todos los presentes se volvieron hacia ella. Incluso su padre la miró horrorizado.

            —Hija, hay que pagar veinte euros al mes. Creí que lo sabías.

            —Esto... —Se puso de pie, dispuesta a explicarse—. Ya me habían hablado de sus magníficas clases pero como no estaba segura vine por libre para ver cuánto de verdad había en lo que me dijo un amigo. Si me gusta la clase pensaba apuntarme después. Pero no sabía que fuera obligatorio pagar antes, si le molesta que me quede, me voy...

            —¿Qué tiene en la mano? —Preguntó el profesor.

            —Un libro, me lo ha recomendado un mi padre —le guió un ojo a José.

            No le pasó inadvertido el chequeo que le hizo el profesor. La miró desde los pies hasta los pechos y dos segundos después la observó la cara y volvió a fijarse en su cadera, sus piernas y achinaba los ojos antes de volver a mirarla a la cara.

            —En tal caso, no quiero ser descortés. Como invitada —remarcó la palabra de manera que justificaba su presencia, pretendiendo con ello que no sentar precedentes—, venga conmigo y siéntese a mi lado, muestre el libro a los demás.

            Le siguió, se sentó a su lado y lo levantó un poco avergonzada mientras escuchaba el ruido de una foto. Su padre la enfocaba con su teléfono y sonreía orgulloso.

            —Sin duda un libro para recomendar a todo buen escritor amateur —dijo Paco, con la barbilla levantada y sonriendo.

            Lara no compartía tal entusiasmo pero sonrió tratando de fingir que se lo había leído y entendía por qué lo decía, a diferencia del resto de la clase, que la miraba con cara de aburrimiento y sueño.

            —Explíquenos por qué señorita Lara.

            Aquella petición la pilló por sorpresa y tuvo que echar mano de sus recuerdos de instituto, cuando le mandaron leer ese libro en clase.

            —Pues es la historia de una niña que viene de un mundo pobre y llega a un barrio rico. Sus amigos no...

            —No, no, no,... Este libro es uno de los más importantes del habla inglesa. ¿Por qué? Háblame de su léxico, la riqueza de sus expresiones, su lenguaje exquisito...

            —En realidad he venido porque estoy escribiendo un libro y necesito documentarme —Lara no quería seguir más con esa tontería—. ¿Qué puede decirme sobre las mafias, en especial, los yakuza?

            Paco se la quedó mirando retador.

            —¿Eso es lo que busca? ¿Y por qué ha mentido? —Que dejara de tutearla no era nada bueno—. Márchese, si quiere volver no olvide pagar su mensualidad.

            —Llevo años escribiendo y creo que no necesito clases —Le retó.

            —Le voy contar una historia —ese Paco era cabezota como él solo—. Pero tendrá que pagar su matrícula.

            Era un callejón sin salida, entonces recordó el consejo de Luis.

            —¿Qué tal si después de clase tomamos un café y hablamos? —Propuso con la sonrisa más artificial que pudo mostrar.

            —Vaya, es muy interesante su propuesta—replicó convencido—. Me gusta la idea. Está bien, de momento puede quedarse si lo desea.

            Regresó a su sitio y su padre no dejó de mirarla.

            —No sabía que fueras escritora —murmuró.

            —No lo soy —respondió sin pensar—. Pero necesito saber sobre la mafia japonesa en España y... —Le miró sonriendo—. No quiero aburrirte.

            —Pero hija, nunca me cuentas nada. Ni siquiera sé a qué te dedicas. Creí que eras...

            Se apresuró a interrumpirle para que no dijera su profesión, por si lo escuchaba el profesor.

            —Ya te contaré.

            —¿Tan poco les interesa lo que estoy diciendo? —Les reprendió el tal Paco, con gesto serio-. No hagan que me arrepienta.

            —Disculpe, ya nos callamos—respondió su padre asintiendo con la cabeza.

 

 Continuará

 

Comentarios: 8
  • #8

    Alfonso (lunes, 11 enero 2021 23:20)

    Y otra más para quejarse: el día de hoy me he despertado congelado porque el casero ha quitdo la calefacción de mi piso. Y cuando me he ido a quejar, resulta que no hay quien arregle el chisme porque todo está parado. Pero eso sí, seguramente me echa del apartamento si no pago puntual el alquiler completo del mes.

  • #7

    Tony (lunes, 11 enero 2021 16:54)

    Aprovecho para contar más cositas, perlas que veo por la televisión y me calientan la sangre... Que no el cuerpo, sigo congelado.
    1) Ayer: La tasa de incidencia del coronavirus baja un 70%.
    Conclusión: Esta nevada de Filomena ha arrasado al coronavirus milagrosamente... ¿Es eso o que nadie puede salir de su casa, ni aunque se muera de un infarto, en busca de un médico? No midais la tasa cuando no podemos salir de casa, besugos. Alguno cobra por un trabajo que no merece, está claro.
    2) El mercado laboral está congelado: ¿Alguien ha escuchado eso en las noticias? ¿Cuánto paro ha aumentado en España desde que entraron los nuevos gobernantes? Es que no se habla, si preguntas... Te dicen que no metas cizaña, que eso crispa la política. En serio, yo solía encontrar trabajo en escasos 6 meses. Ahora no salen ni ofertas.
    3) Abren los cines, los teatros. Los restaurantes solo pueden abrir las terrazas (con temperaturas por debajo de los -5º).
    4) Los colegios al fin han encendido la calefacción. Eso sí abrirán las ventanas cada 20 minutos para ventilar las aulas. Es decir, mis hijos van a tener que ir abrigados de invierno para estar de 20 grados a -5 cada veinte minutos. Porque los cambios bruscos de temperatura, por lo visto, no son malos para la salud ahora, con el coronavirus. El año pasado te fusilaban si dejabas que un niño abriera la nevera.

    Ahora sí he soltado todo.

  • #6

    Tony (lunes, 11 enero 2021 16:40)

    Hola Yenny, gracias por preocuparte. La cosa estaba mal pero estamos mucho peor ahora.
    Hasta la semana pasada solo me asustaban dos cosas, la pandemia y mi gobierno. Ahora no podemos salir a la calle porque a parte de tener una pista de hielo en la puerta de casa, no poder sacar el coche. Además las tiendas no tienen artículos (porque los camiones están varados), tenemos la amenaza de que cualquier momento se va la luz (Toledo, aquí al lado, tiene muchos problemas, allí se ha ido),... Dentro de todos los miedos, aún estamos bien.
    Lo que más miedo me da es que no veo que ni el alcalde de mi pueblo, ni la presidenta de la comunidad de Madrid, ni el Presidente del gobierno, dan señales de vida. Eso sí, hoy han dicho en la tele que nadie vaya a sacar provecho político de esto. Primera y última noticia que tengo de ellos desde que apareció después de nochevieja para decir que tenemos que cumplir las medidas de seguridad. ¿Dónde están las palas quitanieves, los camiones de Sal, el ejército que sale en la tele limpiando no se dónde....?
    Ah, y los médicos avisan que la pandemia sigue ahí que extrememos las precauciones cuando el único transporte que funciona es el metro y está colpasado de gente las 24 horas del día. Solución: Comprar las mascarillas mas caras.
    (tengo que soltarlo)
    EL CORONAVIRUS SE CONTAGIA AL TOCAR SUPERFICIES CONTAGIADAS, LAS MASCARILLAS HAN DEMOSTRADO SER UN NEGOCIO Y NADA MÁS. ESTAMOS IGUAL QUE CUANDO NO NOS LAS PONÍAMOS.

    Pero qué bien quedan estos políticos ordenándo que las usemos bajo pena de multa tremenda.
    Cuando nos muramos todos de coronavirus, el gobierno culpará a los irresponsables de las fiestas y volverá a decir que nadie debe sacar provecho político de nuestras desgracias... Ah, claro, aun tenemos electricidad, hay que estar agradecidos de que solo la suban un 25% justo cuando más necesitamos usarla para no congelarnos. Peor sería no tenerla.

    Gracias Yenny, me has dado pie a desahogarme. XD.

    Feliz año nuevo a ti también, espero que en tu tierra las cosas vayan mejorando.

  • #5

    Yenny (lunes, 11 enero 2021 16:24)

    Con algo de retraso les deseo a todos un feliz año nuevo y que este año sea mejor para todos, y saber como se encuentran he visto las noticias sobre la tormenta de nieve en España espero que no les afecte mas esta situación.

  • #4

    Chemo (sábado, 09 enero 2021 14:19)

    Lara no está nada mal, aunque le caería mejor otro tipo de vestimenta. Al parecer la acción se viene en la siguiente parte.
    ¡Feliz inicio de año a todos!

  • #3

    Alfonso (viernes, 08 enero 2021 23:00)

    Jamás había oído hablar de ese libro, pero lo tendré en cuenta para la próxima vez que compre un libro. Tampoco que imaginaba que Lara fuese una chica dark. Aunque no me gustan mucho.
    Por lo visto se viene lo bueno en la parte siguiente. A esperar se ha dicho.

  • #2

    Jaime (jueves, 07 enero 2021 15:10)

    Tony siempre terminando las partes de la historia de forma abrupta. Espero que la parte próxima tenga más acción.
    Por cierto, no me esperaba que Lara tuviese piercings en la cara. La foto hubiese quedado mejor con otro tipo de ropa como la que se describe en la historia. Jeje
    Feliz año a todos y que paséis una cuarentena llevadera.

  • #1

    Tony (jueves, 07 enero 2021 01:58)

    Feliz año nuevo a todos. Espero vuestros comentarios y que os vaya gustando la historia. La próxima parte tendréis algo más de tensión.