Las crónicas de Pandora

Capítulo 5

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          —En la última misión necesito más soldados, están en peligro las mismas bases del EICFD, de modo que irá la Brigada Delta, y seréis los cuatro. Es importante que operéis en secreto, solo me daréis a mí el informe de lo que hacéis, no quiero que ni el consejo se entere de vuestras actividades, ¿entendido? Si alguien os pregunta (y me refiero a si algún consejero os interroga) —No quiso decirlo pero se refería a Don Paco y lo entendieron sin tener que mencionarlo—, estáis trabajando en misiones contra los grises.

          Lyu y Vanessa bufaron, con fastidio mientras Jaime y Chemo apretaban el puño y decían un sí, silencioso.

          —¿Qué tenemos que hacer? —Preguntó Vanessa.

          —¿Seguro que nos hacen falta 'estos'? —Farfulló Lyu con media sonrisa de burla.

          —Ha habido varios ataques misteriosos en diversos puntos del planeta, los testigos dicen que son invisibles. Hay que acabar con estas amenazas de inmediato ya que se supone que los trajes de camuflaje óptico están bajo nuestro control y supervisión. Solamente los consejeros tienen acceso a ellos. Uno, o varios, operan a espaldas de la organización. Hablan de un ejército oculto o de gente que ha podido robar los secretos de Tesla y desarrollar su propia tecnología. Es un asunto muy grave ya que podrían tener inventos tremendamente peligrosos y, en malas manos como se está viendo, pueden ser un problema que compromete el entramado de la misma realidad. No sabemos si son capaces de viajar en el tiempo.

          —¿Y por dónde empezamos? —Preguntó Chemo.

          —Les daré las direcciones de los testigos de sus actividades. No podéis contar nada de lo que descubráis a las demás Brigadas, ¿entendido? Me informaréis a mí personalmente, ni siquiera por teléfono o videoconferencia. Hasta aquí puedo contaros a todos, como grupo, necesito que al menos sepáis en qué estaban metidos vuestros compañeros ya que, si hay bajas, será necesario reemplazar a los miembros caídos.

          —Mi miembro está bastante levantado —susurró Chemo, entre risitas, dando un codazo de complicidad a Jaime.

          —Silencio —Ordenó Masters, que lo había escuchado por estar al lado de ellos.

          —Salvo tonterías como esa, no quiero que compartan nada de lo que averigüen, no me cansaré de insistir en ello, no podemos confiar en nadie —insistió Montenegro.

          —Ya estamos con los secretitos —murmuró Jaime—, ahora yo sé algo que creo que tú no, pero resulta que tú lo sabes y yo no sé que lo…

          —Calla idiota —le regañó su compañero al ver la cara de odio que ponía el comandante desde el monitor.

          —Salgan de la sala, que se quede la brigada Alfa —ordenó con sequedad.

          Obedecieron mientras Chemo decía una cosa al oído de Jaime y éste miraba el trasero de Ángela entre risas.

          —Ya te digo, y quién no —respondió.

          La mirada de la mujer morena fue de confusión y fastidio.

          —Pero dudo que te deje arrimar tanto —añadió Jaime entre risitas.

          —Se está rifando un puñetazo —protestó la chica, mostrándole la mano derecha cerrada con firmeza.

          Antonio sonrió complacido. Eso de que no se tomara a chanza los comentarios libidinosos era algo nuevo. Solía responder con más bromas verdes.

          Cuando ya salían y cerraban la puerta, alcanzaron a escuchar a Chemo.

          —¿Por qué me excita tanto que me diga esas cosas? Cuando me dicen que hay una rifa yo pienso que me va a tocar la tómbola –al decir eso soltó una carcajada-. ¿Lo pillas? Me va a tocar la…

          —Tío estas enfermo —Replicó Jaime entre carcajadas.

          Por fin dejaron de escuchar a esos dos cuando la puerta se cerró del todo y pudieron concentrarse en la misión de caza al ruso.

          —Por si no está claro, se lo pido por favor, señorita Ángela —comenzó el comandante—. Si tiene que darle una tunda a esos dos, haré la vista gorda. Menuda pareja.

          —No creo que les disguste, señor. Creo que disfrutarían de cada golpe.

          —Y usted procure usar ropa más formal —añadió el comandante, que no quiso seguir con el tono paternal—. No estamos en una discoteca.

          Ángela se miró con pasmo y soltó una risa de frustración. Eran unos pantalones reglamentarios que se le ajustaban a la perfección. La camiseta también estaba pegada a su cuerpo porque sencillamente lo obligaba el reglamento para no sufrir enganchones con las partes de la aeronave entre las que tenía que pasar.

          —¿Me van a comprar ropa de monja? —respondió—. Porque esta es la que me han proporcionado para el trabajo —protestó con tono ofendido.

          —Si tanto le ofenden sus compañeros... Pida una talla más, si es necesario.

          —Disculpe, señor, ¿estoy entendiendo que me está culpando de su conducta primitiva?

          —Que venga Dios y me castigue por ello si he insinuado tal cosa —replicó Montenegro, no sabían si como una burla—. Era solo un consejo.

          Antonio no quiso intervenir en esa conversación. Era completamente cierto que las ropas ajustadas de Ángela provocaban y no era por enseñar nada, sino porque tenía un cuerpo de diosa. Él estaba acostumbrado, de hecho no se la imaginaba con pantalones holgados ya que no eran su estilo, pero también era cierto que las curvas de sus caderas eran perfectas. Resultaba tremendamente atractiva se pusiera lo que se pusiese. Sus pechos redondeados, equilibrados, ni pequeños ni grandes, su rostro estaba más fino que cuando la conoció, sus almendrados ojos marrones verdosos hipnotizaban, sus labios tersos que no solía pintar, sus cejas oscuras arqueadas y su melena convenientemente recogida con horquillas plateadas (dejando una coleta que colgaba hacia atrás), dejaba a la vista sus orejas peculiares, su leve sombra de ojos para ocultar lo que ella llamaba ojeras… Toda ella hacía un conjunto que se le paraba el corazón con solo verla. Aunque suponía que él estaba deslumbrado porque la quería, ¿El amor le cegaba?

          —Señor Jurado, aterrice de una vez —le reprendió Montenegro al ver que se había quedado prendado al estudiar a su compañera—. Al grano, dejaré la documentación de su misión en una carpeta con el nombre Alfa, en la unidad de red. Su clave es "alferez0109", les doy una hora para que le echen un vistazo mientras hablo con el resto. Tendrán a su disposición el Halcón, porque sin duda necesitarán viajar. Cojan el material que necesiten de ingeniería.

          —Gracias señor —dijo Antonio, tratando de memorizar la clave.

          —Eso es todo, que pase la Brigada Beta, pueden marcharse.

 

 

 

          Al salir se cruzaron con Abby y Alfonso que entraron con gesto serio. Los demás estaban hablando jovialmente.

          —Somos los XMen —Chemo ponía cara de importante y con los dedos simuló tener una pistola mientras soplaba el supuesto cañón.

          —No digáis tonterías —Gruñó Lyu—. Ellos no usan armas.

          —Además, nosotras somos la Brigada Delta —abundó Vanessa—. Y vosotros, en todo caso, los Gañanes de la Galaxia.

          Lejos de ofenderse ambos soltaron una carcajada. Antonio no pudo contener la risa mientras se alejaban hacia la sala de ordenadores.

          Cuando estuvieron lejos, Ángela negaba con la cabeza y murmuró: "Espero que esa panda de niñatos sepa lo que hace. No me siento segura sabiendo que mi vida puede depender de ellos."

          Antonio iba a defenderlos pero estaba de acuerdo con ella.

          Examinando el ordenador de la sala de informática vieron los documentos que había en la carpeta que les indicó el comandante. Pudieron ver la foto del tipo ruso. Era diferente de lo que podían esperar, un hombre regordete, con cara de bonachón y no alguien con pinta de asesino o como poco de ladrón. No, era una persona corriente. Sus mejillas estaban teñidas de rosa y el resto de su rostro era pálido como el de un vampiro, lógico si residía en Moscú. Tenía el pelo rapado y lo poco que le quedaba era casi todo blanco con zonas oscuras en la parte más alta de la cabeza.

          —Tiene una hija y la mujer está embarazada —murmuró Antonio.

          —¿Te has creído que sea tan peligroso? —musitó Ángela—. No me gusta nada esta misión, tengo un mal presentimiento.

—Recuerdo que un día fui yo su objetivo. Puede que simplemente les caiga mal. No nos cuentan nada —respondió él—. Mira, solo es una dirección y sus horarios. Ni una palabra del cargo que ocupa, ni los motivos por los que tenemos que cargárnoslo. Nos tratan como sicarios.

          —No, solo a mí. En mi currículum los asesinatos son mi especialidad —replicó, igualmente molesta—. ¿Por qué crees que nos lo han encargado?

          Antonio manejaba el ratón y ella puso la mano sobre la suya.

          — No nos llevará más de una hora, podemos alegar que nos ha llevado tres —propuso ella entre susurros, recostándose sobre su hombro y rozando su oreja con sus labios.

          Le mordió con ayuda del labio inferior y le sobó la mano, tan seductora que Antonio sintió que le recorría un escalofrío de placer y sus genitales subían de temperatura y tamaño.

          —Digamos que tardamos ocho horas.

          —Uy, no seas tan vacilón. Me conformo con una o dos horas.

          Habían dejado de hablar de su misión y sus dedos entrelazados sobre el ratón ya estaban enfrascados en disfrutar de un anticipo de lo que harían en su tiempo libre.

          —Estoy trabajando técnicas mentales para superar mi record.

          —Cada vez que dices eso lo empeoras, solo yo puedo alargar lo inevitable. Creo que más bien tendrías que concentrarte en durar menos y quizás consigas lo contrario.

          —Ya estoy viejo para mejorar —reconoció, avergonzado.

          —No importa sabré controlarte. Yo me encargaré de poner fin a tus ansias cuando yo lo desee. Solo tienes que seguir mis instrucciones.

          Ángela se lamió los labios y Antonio tuvo un impulso de lanzarse a besarla pero se contuvo con un gran esfuerzo. Los informáticos estaban por allí y podían verlos.

          —No puedo aguantar más, me quiero ir a casa contigo.

          —Y yo... Hagámoslo rápido —propuso Ángela.

          Antonio miró a su alrededor, confundido.

          —Me refiero a la misión. Lo otro podemos hacerlo después en mi casa.

          Le guiñó un ojo y se puso en pie.

          —Seguro que Montenegro no espera que lo despachemos hoy.

          Antonio la siguió después de deleitarse con la visión de su cuerpo completo embutido en ese pantalón repleto de bolsillos.

          —¿Vienes o vas a quedarte mirando haciéndote una paja? –Preguntó, molesta.

         

 

Continuará

 

Comentarios: 9
  • #9

    Tony (lunes, 30 mayo 2022 18:14)

    Escribir todos los capítulos y opinar, pedir cosas,... Como hacen Jaime, Chemo, Vanessa, Alfonso y Lyubasa que ultimamente no viene mucho.... No digo lo que puede pasar a su personaje.

  • #8

    Alejandro (lunes, 30 mayo 2022 17:30)

    ¿Qué hay que hacer para salir en la historia?

  • #7

    Alfonso (sábado, 14 mayo 2022 20:05)

    Yo ya espero la misión con Abby.

  • #6

    Tony (jueves, 12 mayo 2022 04:42)

    No estoy buscando que sea la más larga, aunque lo más probable es que si sea. Cada arco argumental tiene mucha chicha que contar.

  • #5

    Jaime (jueves, 12 mayo 2022 02:29)

    Yo también sigo esperando la misión del diario de Jesús. Todo parece indicar que esta historia será más larga que la de los Impostores.

  • #4

    Vanessa (jueves, 12 mayo 2022)

    Esos chicos siempre pensando en eso. Si queréis algo, demostrad de qué estáis hechos y puede que os toque una pieza del pastel.
    Seguir así, Tony. Esta historia me está cautivando bastante.

  • #3

    Chemo (miércoles, 11 mayo 2022 04:33)

    Lo único que os puedo garantizar es que algo bueno ocurrirá en la Brigada Delta.

  • #2

    Jaime (martes, 10 mayo 2022 01:04)

    ¿Y qué pasó con la misión del diario de Jesús? Ya estoy esperando que comience la acción *y no me refiero a las misiones del EICFD).

  • #1

    Tony (lunes, 09 mayo 2022 11:12)

    Pronto empieza la acción, espero vuestros comentarios. Como véis, serán de gran utilidad para diseñar las personalidades de los personajes.

    A los que no comentan, aún están a tiempo de intervenir.

    Los que más habituales formarán parte de los Relatos olvidados para siempre. ¿Qué libro de las librerías ofrece eso? jeje.