Antonio Jurado y los impostores

9ª parte

            Caminar con esos zuecos de madera estaba resultando un suplicio. Se sentían como si pisara un puente de maderas medio sueltas.

         —Es arriba —indicó Abigail—. Tienen cámaras y si ven llegar a alguien sospechoso les das tiempo a desaparecer antes de que lleguen.

         —Entonces nos escuchan —susurró Antonio.

         —Sin duda, otra cosa es que nos entiendan.

         Subieron al menos una docena de plantas hasta llegar a donde se dirigían. El timbre era un disco blanco del que salía un cilindro de plástico plateado.

         «Ahórrate las preguntas, que lo escuchan todo.» —pensó mientras Abigail no mostraba la menor emoción en su rostro blanco brillante. Ni una gota de sudor la delataba, si es que estaba nerviosa. ¿Cómo iban a esconder en ese edificio a Arita? ¿No se suponía que la escondían en un templo?

         Al fin abrieron la puerta. Una geisha de sesenta años les saludó con una leve inclinación del torso superior.

         Abigail hizo lo mismo y habló en japonés. La otra respondió sonriente y entablaron una conversación fraternal mientras eran conducidos al interior del piso.

         Se acomodaron en una salita llena de sillas, donde había un televisor de plasma en la pared emitiendo noticias en japonés.

         «Ojalá supiera de que hablan tanto» —pensó.

         Cuando la geisha más mayor se retiró volvió a dedicarles una sonrisa afable antes de desaparecer.

         —¿Que ha dicho? —Preguntó.

        Que quieres proponer un negocio a Kenichi. Eres dueño de una agencia de publicidad y estarías interesado en verle.

         —¿Que te ha respondido?

         —Que está reunido ahora. No te preocupes, nunca rechaza un negocio. Le encanta el dinero.

         Quería hacer más preguntas, si llevaba el arma a mano, si estaba segura de querer seguir adelante, si empezaba la pelea donde tendría que ir a buscar a Arita... Pero podían escucharles.

         —Mira tengo un mal presentimiento, mejor nos vamos.

         —No tienes de qué preocuparte, todo saldrá bien.

         «¿Y por qué creo que nunca volveré a ver a mis hijos?

         —Te estás preocupando demasiado, es un negocio redondo para los dos.

         «Lo que no entiendo es por qué me he fiado de ti. Esto es una locura.» —pensó sin responder.

         —Respira, cálmate o arruinarás el negocio —adivinó sus dudas la hermosa geisha.

         Antonio la miró a los ojos y vio en los de ella una calma más allá de la lógica, tan fuera de lugar que el pánico se le hizo casi insoportable.

         —Estas hiper ventilando, cálmate —insistía ella.

         La geisha mayor apareció con una bandeja de tazas con ornamentos orientales y una tetera que humeaba.

         Se volvió a dirigir a ellos en japonés, y Antonio fue incapaz de entenderlo ni siquiera por gestos. Esa mujer sonreía y con esa máscara de maquillaje podía haberle deseado la mejor de las suertes, como la peor de las muertes. Su alma salió corriendo de aquella sala y se imaginó huyendo por las calles de esa ciudad, de la que no recordaba ni su nombre, pidiendo ayuda en español a gente que no entendía ni inglés.

         —No entiendo japonés —murmuró, temblando.

         —Este pueblo está muy apartado —dijo la geisha mayor—. Casi nadie me da excusa para hablar español. Aunque se me da mejor el inglés.

         Vocalizaba perfectamente, quizás demasiado despacio.

         —Menos mal, por favor, castellano, estoy muy verde en la lengua sajona.

         —No hay problema señor. Le preguntaba si quiere una infusión de té rojo japonés, es una bebida tradicional en nuestro país.

         —Sí, por favor.

         Sirvió un chorrito en la taza del cual brotó una cortina de vapor, que demostraba que lo acababan de sacar del fuego, y él lo olió sonriendo.

         Ambas le miraban con cierta ansiedad y no pudo sorber con tanta atención.

         —¿Tú no quieres? —Le preguntó a Abigail.

         —Es un honor que sólo se da a los hombres —respondió con su sonrisa postiza de siempre.

         Él aceptó y se llevó la taza a los labios, temiendo quemarse. El líquido era amargo como el sólo y dejó su lengua escaldada. Aun así asintió sonriendo y aguantándose las quejas.

         Cuando se marchó la geisha mayor miró fijamente por un segundo a Abigail y susurró:

         —No me gusta el té, si no está bañado en limón y azúcar.

         Ella sonrió y se encogió de hombros.

         —¿Dónde puedo tirarlo? —Insistió, buscando macetas.

         —Nos están observando, debes tomártelo.

         —Está ardiendo, no me gusta...¿Lo quieres? Por mí no te preocupes, no soy machista.

         —Deja de ponernos en evidencia y tómatelo. Es una cuestión de confianza, si no lo bebes pensarán que no te fías de él y no querrá hacer negocios contigo.

         —Quema como el demonio —siguió quejándose.

         —Pues sopla.

         —Y está más amargo que la piel de un caqui.

         —Por favor...

         —No pensó tomarme esto. ¿No hay una maceta? ¿a quien le puede gustar algo así?

         Abigail dejo de sonreír y negó con la cabeza.

         —El té no se bebe por gusto, es una de las medicinas naturales más antiguas conocidas. Beberlo es una muestra de fortaleza y compromiso con las raíces de nuestra cultura.

         Ante semejante demostración de sabiduría (o de pomposidad gratuita), a Antonio no le quedó otra opción que beberse la horrible poción, conteniendo una mueca de asco. Si no hubiera quemado tanto puede que la saboreara mejor.

         —Al pasar por la garganta quema pero deja un regusto agradable —mintió, sintiendo que el sabor que dejaba era similar al de haber chupado una hoja seca de tabaco.

         Abigail no respondió, se lo quedaron mirando y comenzó a sentirse mareado.

         —¿Quiere echarse un rato antes de su entrevista? —Ofreció la geisha—. Te veo mareado.

         —Esta porquería me ha revuelto el estómago...

         —Qué extraño, se supone que sirve para mejorar los dolores estomacales.

         —Sí, no me encuentro bien, creo que me han envenenado.

         Se echó hacia atrás, poseído por un sueño demasiado repentino. De no haber estado sentado, se habría desplomado. Mientras cerraba los ojos se preguntaba si Abigail le había traicionado. Aunque, por su mirada de sorpresa, puede que ella no tuviera nada que ver.

 

 

 

 

         «...Venganza... Japonesa... Inversor...»—Entornó los párpados al escuchar una voz masculina y se intentó sentar. Pero estaba atado de pies y manos, amordazado, con una capucha en la cabeza.

         Escuchó dos voces distintas, ambas hablaban en japonés y ninguna le resultó conocida.

         ¿Qué diablos ha pasado?»—Se preguntó.

         Le dolían las muñecas, las rodillas, le costaba respirar y no era el único tirado en el suelo. Otro cuerpo le impedía moverse a derecha e izquierda y cuando se movía respondían con un movimiento similar.

         Escucharon una compuerta abriéndose y entró algo de luz por debajo de su capucha a través de la tela del saco. Eran tres occidentales, hablaban en inglés aunque no les entendió, debían ser americanos.

         Los japoneses respondieron en su propio idioma y escuchó que recibían algo en las manos. Un maletín que abrieron y admiraron con un silbido.

         Después las voces orientales se alejaron  de ellos y los americanos se acercaron y le quitaron la capucha. Le costó acostumbrar su vista y cuando lo hizo vio que estaba en un contenedor marítimo junto a una decena de sacos más.

         Al verle la cara los negociantes americanos empezaron a proferir grandes voces en japonés y algunos salieron corriendo.

         Entonces escuchó un tiroteo y vio la oportunidad de tratar de soltarse. Nadie les vigilaba.

         Raspándose las muñecas, logró sacar las manos de su atadura y luego se quitó la capucha y la mordaza. Estaba en un muelle marítimo y se encontraban dentro de un camión. Las personas metidas en sacos se intentaban liberar, como él pero no podían. Con toda su fuerza rasgó uno de ellos y vio a una chica jovencita con la cabeza tapada con una bolsa agujereada. Se la quitó y luego deshizo sus ataduras de pies y manos. Ella misma se sacó la mordaza. Era japonesa y no podía entenderla.

         —Yo no puedo quedarme, suelta a los demás.

         Ignoraba si le entendió, salió del contenedor y al ver que no había salida hacia el puerto sin pasar por el tiroteo bajó la escalera al agua y se puso a nada rodeando el barco en el que pretendían llevarle,... sabe Dios a dónde. ¿O ya habían llegado? No tenía ni idea.

         La mujer le siguió. Se dio cuenta al escuchar a alguien bajando tras él.

         La miro y suspiro. Debía admitir que él también habría seguido a su salvador. Sintió lástima por las mujeres u hombres del contenedor pero tenía una vida a la que regresar.

         —Espere, no nadal muy bueno —escuchó su voz con exagerado acento oriental.

         —Tenemos que alejarnos de ese barco, de prisa.

         —Hago puedo.

         La pobre nadaba como un perrito. Al fin y al cabo era mejor así, porque no hacían ningún ruido mientras bordeaban el barco y perdían de vista a los traficantes.

 

 

 

 

 

Comentarios: 7
  • #7

    Tony (jueves, 12 noviembre 2020 20:39)

    Pues muchas gracias por pensar en mis relatos a pesar del poco tiempo que tienes Yenny.
    Me gustaría preguntaros una cosa que me puede ayudar a enfocar las mejoras de la página. ¿Cómo soléis entrar a leer? ¿Desde movil, tablet o Pc?

  • #6

    Yenny (jueves, 12 noviembre 2020 10:22)

    Cada vez que me hago un tiempo trato de entrar, la verdad estos últimos meses solo tengo tiempo para dormir.
    La pregunta ahora es ¿ para qué secuestraron a Antonio?? ¿ Abigail será una aliada o enemiga?
    Espero que todos se encuentren bien.

  • #5

    Chemo (miércoles, 11 noviembre 2020 15:12)

    Tal parece que Abigail estaba chiflada.
    Y bueno, como dice Tony, a veces es preferible dejar ir una juerga a involucrarse con una loca.

  • #4

    Tony (martes, 10 noviembre 2020 23:19)

    No os preocupéis por de mi cumple, no tengo en cuenta Olvidos. Además yo no me sé ninguno de los vuestros asi que sería bueno que los dijerais pasta poder felicitarnos todos.

  • #3

    Alfonso (martes, 10 noviembre 2020 22:52)

    Esta vez me ha hecho reir Tony. Quien siempre quiere explicar todo es Jaime. Yo solamente opino de vez en cuando cuando no estoy de acuerdo con Jaime.
    Pero bueno, está claro que Abigail entregó a Antonio y tal vez no sea quien dice ser. Y los contenedores parecen contener a los impostores. Habrá que esperar para saber con certeza cómo se resuelve este asunto.
    Soy muy malo para recordar los cumpleaños, así que mis más sinceras felicitaciones atrasadas, Tony.

  • #2

    Jaime (martes, 10 noviembre 2020 16:14)

    Feliz cumpleaños atrasado, Tony. Espero que estos días de puente obligatorio te hayan dado un poco de descanso a la rutina habitual de pandemia.
    Esta vez no daré mi opinión al respecto, en parte para no hacer pensar a Tony que siempre quiero explicarlo todo. Me conformaré con simplemente esperar a la siguiente parte. Jajaja

  • #1

    Tony (martes, 10 noviembre 2020 03:02)

    Ya estamos de vuelta tras el puente, tras halloween, por mi cumpleaños y nueva parte disponible. Espero que os esté gustando y tengáis ganas de saber más. Seguro que Jaime va a intentar contarnos su teoría de lo que va a pasar (o ha pasado). Alfonso también, Chemo apuesto a que piensa que Antonio se ha pegado una juerga con todas las geishas del lugar y luego le han vendido.
    La siguiente parte ya está casi terminada así que a ver quién se acerca más.
    Por favor, si eres nuevo o nueva por aquí, no te sientas intimidado/a, cuéntanos lo que quieras. Todos sois bienvenidos.