Las crónicas de Pandora

Capítulo 46

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          Antonio no creía lo que decían sus compañeros. Desde que desaparecieron Ángela, Lyu y Jaime y descubrieron que estaban en su tiempo original, nadie dudaba de las impredecibles intenciones de esa "loca". Todos se empeñaban en señalar a su amante como única culpable de su regreso a la base. Por suerte estaban en la cima del mismo cuartel pues, roto el módulo temporal, no podían tele transportarse. No habrían tenido combustible para llegar muy lejos. Cuando Brenda descubrió que podía puentear el circuito, la nave pudo entrar en fase, permitiéndola traspasar la montaña, y fueron capaces de penetrar en el hangar.

          Al bajar de la nave, Montenegro, Lyu y Jaime les esperaban junto a la puerta.

          Todos bajaron y Antonio se adelantó para hablar primero.

          —¿Cómo habéis llegado antes que nosotros? —Exclamó, emocionado—. ¿Dónde está Ángela?

          —Si solo erais amigos estás muy interesado —replicó Lyu con una sonrisa pícara.

          —No significa...

          —Te fuiste a dormir con ella. No tienes que dar más explicaciones —añadió Jaime.

          —Somos amigos, teníamos cosas que contarnos. ¿Sabéis algo de ella o no?

          —Nada en absoluto —cortó tajante Montenegro—. Capitán Masters, a mi despacho. Los demás, pueden volver a sus casas.

          —A la orden, comandante —respondieron casi a coro todos, menos Antonio.

          —Señor —intervino Brenda—. Los módulos temporales han sufrido una especie de cortocircuito a nuestro regreso. ¿Pueden mandarla reparar? No creo que sea prudente usar el Halcón en ese estado.

          —¿En serio? No ganamos para disgustos, demonios —Montenegro soltó un resoplido—. ¿Cómo han podido entrar en la base?

          —Eso sí funcionaba, pero no se detiene el tiempo… Al menos eso me pareció. Creo que tendrían que comprobarlo. No podemos volver a casa sin saberlo, podríamos quedarnos varados en medio del Atlántico.

          —Brenda, tenemos solamente dos naves con el módulo temporal activado, una es la suya y la otra se la llevó Abby sabe dios a qué época. Pero por el tiempo que está tardando en volver podemos pensar que ha muerto o ha causado una fisura de modo que no cuente con ella.

          Masters miró con odio evidente a su superior y le agarró por el cuello de su camisa, amenazante.

          —No le consiento que…

          —Tenga cuidado con lo que va a decir, capitán… No soy yo el que lleva dos misiones fracasadas —amenazó Montenegro.

          —Con el debido respeto —le soltó pero le siguió mirando desafiante—, comandante, es mi primera misión en los últimos meses. Y no soy responsable de lo que ha pasado. Ángela nos ha saboteado cuando teníamos al señor Alastor en la bodega de la nave. Pero ya deben haberle informado Lyu y Jaime.

          —Ciertamente, a eso no lo puedo llamar un fracaso porque yo le ordené que lo hiciera, aunque no de forma clara, debo añadir —comentó el comandante.

          Mientras hablaba, estiró el uniforme y no volvió a mirar a John, que seguía enojado con él por las palabras tan frías dedicadas a su compañera de fatigas Abby Bright.

          —Íbamos a buscar a nuestros compañeros al pasado —explicó Chemo—. Pero aparecimos en el presente sin saber cómo.

          —¿La nave les trajo de vuelta y luego se rompió el módulo temporal? —Se extrañó Montenegro.

          —Suena a sabotaje de quien nos trajo.

          —Solo pudo ser una persona —dedujo Vanessa—. Todos sabemos quién.

          Antonio también lo sospechaba pero se sintió como un ratón en una habitación llena de gatos porque le miraron con la misma expresión de desconfianza.

          —¿Qué fue lo que hablasteis como "amigos"? —Increpó Lyu.

          —No comentamos nada… Relacionado con el trabajo. No tengo ni idea de lo que pasaba por su cabeza, tampoco hablamos demasiado.

          —No digas más, Jurado. Sabemos lo que hacéis cuando estáis solitos —se burló Chemo.

          —Basta —interrumpió Montenegro—. Como todos pensamos, fue una calamidad que esa mujer nos engañara haciéndonos pensar que ya no tenía los poderes del traje. No puedo culparles, yo mismo cometí el error de confiarle una misión para la que, claramente, no estaba preparada. Por suerte ya no volverá a interferir en nuestros planes, pero hay que hacer recuento de daños. Brenda, le mandaré un ingeniero a que revise el Halcón. Los demás… Pueden ir a la cantina. Lamentablemente, no hay forma de volver a casa sin la nave.

          Esta vez todos se dispersaron, los cuatro jóvenes se fueron conversando alegremente hacia la cafetería de la base (que no era más que una habitación con mesas, sillas, microondas y máquinas de café). Brenda regresó a la nave y Montenegro y Masters se dirigieron a su despacho.

          —¿Qué es lo que acaba de decir? —Preguntó Antonio, antes de que se alejaran mucho.

          Montenegro se detuvo y se volvió con gesto desafiante.

          —¿Ha dicho algo señor Jurado?

          —¿Le digo que por qué ha insinuado que Ángela ya no será un problema?

          —Es mejor que se lo cuenten sus compañeros. Vaya y socialice un poco. Le veo muy… Solitario.

          Aunque no hizo ninguna mueca, estaba seguro de que la última palabra la dijo con segundas.

          Dicho eso, se marcharon por la escalera de metal que llevaba a la planta donde estaba el despacho.

          No le quedaba más remedio que preguntarle a Jaime y Lyu. Además, ¿a dónde más podía ir? Estaban encerrados allí hasta que repararan el halcón. Miró la hora, eran las seis de la tarde. Pensó que sus padres estarían preocupados por su tardanza, solía llegar a casa a las tres y media, aunque siempre podía decirles que se fue a hacer compras ya que, evidentemente no tenía permitido contarles nada de su verdadero trabajo.

          Quiso ir a la cafetería pero sus pies no se movían, parecían clavados al suelo. Miró el pasillo blanco e iluminado que llegaba hasta allí, pasando por la oficina de informática, luego los baños y después, frente al consultorio médico, al otro lado, la cantina.

          Finalmente venció sus miedos y comenzó a caminar hacia allá. Caminó por los pasillos carentes de adornos, con muros de hormigón, techos con fluorescentes, suelo pintado para evitar deslizamientos y con múltiples líneas verdes amarillas y rojas indicando direcciones distintas. Cuando estaba entrando en la cantina se fueron las luces.

          Los pilotos de emergencia se encendieron mientras una sirena resonaba con fuerza apabullante.

          —A todo el personal de batalla disponible —se escuchó por los altavoces la voz inconfundible de Montenegro—. Preséntense de inmediato en el hangar.

          —¿Qué? —Antonio pensó que algo malo le había pasado a Brenda, que era la única que estaba junto al halcón.

          Corrió hacia allá y como era el que más cerca se encontraba, llegó el primero. Brenda ni siquiera había entrado al halcón.

          —¿Qué ha pasado? —Preguntó ella, preocupada.

          —Creí que me lo dirías tú —respondió.

          —¡El mecánico acaba de irse! —le gritó para contrarrestar el sonido de las sirenas—. Después de cambiar una pieza hemos intentado encenderlo y por lo visto el módulo de antimateria funciona perfectamente. ¡No consiguió que funcionara el panel temporal, pero ya podemos movernos con el tele transporte!

          —¿Habéis hecho todo eso en tan poco tiempo?

          —Ya te he dicho que solo quitó un módulo y lo reemplazó por otro. Lo probamos y, lógicamente no ha pasado tiempo para ti.

          El ruido de las sirenas se terminó, aliviando la tortura de sus oídos. Antes de que pudieran hablar más, Montenegro y Masters aparecieron en el hangar a la carrera. Después sus cuatro compañeros.

          —¿Qué ha pasado Brenda? —Preguntó el comandante—. ¿Por qué ha sonado la alerta de radiación?

          —¿De qué? —Protestó ella—. Hemos probado a entrar en fase. La máquina del tiempo sigue sin funcionar. No he hecho saltar ninguna…

          —Estaba bromeando —sonrió el comandante—. Acaban de informarme los informáticos que desde que han entrado en la base con el Halcón, la red ha caído. No consiguen que arranquen los servidores. Demasiada casualidad…

          —¿Cree que ella sigue causando problemas? —Preguntó Lyu, asustada.

          —No, es imposible —respondió Montenegro—. Ha sido nuestro enemigo.

          —¿Qué ha pasado con Ángela? —exclamó Antonio, harto de que no le dijeran nada sobre ella.

          —Tienen una nueva misión —le ignoró Montenegro—. No hay tiempo que perder, vayan a por Rodrigo, aún puede permanecer en su residencia.

          —La nave pierde el módulo temporal, los sistemas de la base caen… —Comentó Vanessa—. Ángela desaparece...

          —Tiene que ser cosa de esa zorra —conjeturó Chemo.

          —No tienen tiempo de discutir —replicó Montenegro—. Vuelvan al Halcón y hagan lo que les he pedido.

          Chemo se sorprendió de que nadie le regañara por su lenguaje soez, ni siquiera Antonio.

          —Seguro que hay alguna explicación —intervino, tartamudeando, al mirarle—. Puede que fuera Rodrigo el responsable. ¿Por qué estáis todos contra ella? ¿Alguien va a explicarme qué ha pasado?

          —Eres el último que la vio. ¿Qué fue lo que te dijo?

          —No hemos hablado de nada de esto —repitió molesto.

          —No tenemos tiempo para explicaciones, señorita Lyubasha —cortó Montenegro, furioso.

          Antonio fue el último en volverse hacia la nave. Se quedó mirando a Montenegro pero no supo qué decirle. Le ocultaba algo, aunque bien pensado, ¿Cuándo no lo hacía?

          —Sus compañeros le esperan —dijo con una calma escalofriante—. Dese prisa, cumplan la misión. Ese vampiro inglés debe caer esta noche.

          —Sin ella… —musitó Antonio, preocupado—. No tenemos nada que hacer. ¿Qué demonios ha cambiado de ayer a hoy? Acabo de recordar una cosa que me dijo delante de todos. Que sin ella no podríamos hacer frente a Rodrigo. Y si no recuerdo mal, usted le dio una misión ultra secreta ayer mismo.

          —Yo de usted, Jurado, no contaría con su apoyo. No es alguien de fiar.

          —Ya, y no es la única aquí —respondió retador.

          —Cumpla la misión. Es una orden —replicó con una seriedad sepulcral—. Tendrá sus respuestas cuando vuelva.

          Durante todo el vuelo Antonio tuvo que soportar la mirada de Lyubasha y Jaime. Esos dos sabían algo, tenían que saberlo, desaparecieron al mismo tiempo que Ángela. Sin embargo pensó que ambos parecían más morenos incluso que Lyu tenía más pecho. Otras personas podrían perder atractivo al ganar peso, pero ella ganó en todos sus atributos. Estaba más atractiva que nunca. ¿Serían imaginaciones suyas aumentadas por el deseo psicológico de cumplir sus fantasías con ella?, ¿o quizás era la ropa que llevaba?

          —¿Cómo habéis llegado al cuartel si no vinisteis con la nave? —Preguntó, curioso, mientras Brenda activaba de nuevo los motores—. Solo tenemos esta máquina del tiempo.

          —Cuando Ángela hizo de las suyas —explicó Jaime—, estábamos contemplando el anochecer. Al volver al halcón descubrimos que ya no estabais.

          —Al principio nos entró el pánico —añadió Lyu—, no os imagináis las cosas que pasaron por nuestras cabezas. Cuando puedas escribes una novela romántica de nuestro tiempo en la isla, a ver si eres capaz —le retó Lyu, sonriendo burlona.

          —Ni de coña, no lo soportaría a menos que tenga mucho sexo —protestó Chemo entre risitas—. Si no es así, me niego a leerlo.

          —Eso por descontado, siempre describe nuestros escarceos con todo lujo de detalles —se burló Lyu—. No necesita que le cuente nada más, su imaginación es más que suficiente para hacer un libro de quinientas páginas de puro desenfreno lujurioso.

          Antonio comprendió las burlas, a ella no le hacía ninguna gracia que escribiera sobre su vida íntima. Opinión que Chemo y los demás no compartían. Jaime era de los más fieles fans de sus escritos eróticos, pero ahora parecía de acuerdo con Lyu.

          —¿Entonces sois tres años más viejos? —Preguntó Chemo, asombrado.

          —Pues sí, tío —asintió Jaime.

          —¿Y qué habéis estado haciendo todo este tiempo por ahí? —Se interesó Vanessa.

          —Menuda vidorra os habréis dado, tres años de playita en esta latitud —intentó adivinar Chemo—. Todo el día en la playa a vivir la vida. Sexo y alcohol, no me digáis más.

          —¿Vacaciones en la playa? —se mofó Jaime—, hemos vivido como los portugueses que vivían allí, pescando y jugándonos la vida en busca de langostas, en los arrecifes. Les tuvimos que mentir, para ellos éramos dos pobres desgraciados que de alguna manera llegamos allí de forma ilegal escapando de algún país africano o latinoamericano. Por suerte eran buenas gentes y nos aceptaron en su comunidad porque éramos trabajadores y no dábamos problemas. Al principio ni les entendíamos, luego hemos llegado a aprender portugués.

          —Y nos casamos —mostró Lyu un anillo de su dedo—. Bueno, es de mentira, realmente no podíamos decir quiénes éramos así que lo hicimos en secreto, sin que nadie más lo viera.

          —¡Felicidades! —Exclamó Vanessa—. Entonces a la boda oficial me apunto, me pido dama de honor.

          —¿Es una broma? Eso no es casarse, no me jodas —bufó Chemo.

          Lyu y Jaime se cogieron de la mano y se dieron un beso.

          —Gracias, pero creo que no necesito un papel oficial —explicó Lyubasha—. Tenemos una niña de un añito. A mis padres casi les da un infarto cuando aparecí de repente ayer, de un día para otro, con ella en brazos. Les he tenido que mentir, piensan que la hemos adoptado (de hecho así la registramos) menudo lio administrativo, y tenías que ver cómo se pusieron, que estamos locos por casarnos sin haber anunciado siquiera que estábamos saliendo. Que no podíamos adoptar un niño como quien va a una tienda de mascotas y se compra un gato.

          —Y los míos aún no se han enterado —explicó Jaime—. A mi madre le va a dar algo, sabe que soy un mujeriego y si le digo que llevamos tan poco tiempo juntos, casados y con una niña, le da un infarto. Van a pensar que no es mi hija.

          —Tres años, joder —Vanessa lo repetía como si tuviera que escucharse a sí misma para creerlo—. No es por nada, pero no me imagino dentro de tanto tiempo. Ni siquiera sé si sobreviviré a esta tarde. Estoy acojonada, vamos a enfrentarnos al tipo más peligroso del planeta.

          Antonio puso los ojos en blanco, tres años para alguien como él con cincuenta y uno, eran poco más que nada. Pero ellos, tan jóvenes, lo consideraban una eternidad. Al menos sus burlas se habían desviado y ya no le afectaban.

          —¿Y tú crees que antes de este viaje se nos ocurrió pensar que tres días después estaríamos así? —Bromeó Jaime.

          —Entramos en fase, chicos. Apretaos los cinturones —recomendó Brenda—. Siento interrumpir tan interesante conversación.

          La nave se cubrió de una luz verdosa de antimateria y las paredes del fuselaje se volvieron traslúcidas. Se hizo el silencio y un segundo más tarde volvió el ruido.

          Estaban aterrizando en modo invisible, en una plaza rodeada de arbustos. Desde arriba podían ver que se encontraban en medio del campo. A unos cien metros de su posición se elevaba un inmenso palacio con forma cuadrada rodeado de otros edificios del mismo estilo arquitectónico. Vieron multitud de ventanas en hilera, a dos alturas. La puerta principal estaba flanqueada por dos columnas griegas tan blancas que destacaban como dos enormes colmillos. Las múltiples torres que despuntaban por el techo evidenciaban el estilo claramente inglés de aquellas estructuras por su evidente parecido al famoso reloj Big Ben.

          —Estamos en los jardines privados del consejero inglés. Preparen las armas —ordenó John Masters.

          —Debo estar soñando, tío —comentó Chemo al mirar su entorno—. Tenemos que entrar en una mansión y acabar con un vampiro. Suena a videojuego de zombis.

          —Solo faltan los muertos vivientes —bromeó Jaime—. Si no contamos a Rodrigo.

          —Os recuerdo que en ese tipo de pelis no sobrevive nadie salvo el villano —atajó Lyu, riéndose nerviosamente.

          —¡Mierda! —se quejó Chemo.

          —Dejad de decir tonterías —exclamó Vanessa, fastidiada—. ¡Centraos!

          —Chicos, tomadlo en serio, esto no es una película ni un videojuego —Trató de calmar Antonio.

          —¡Exacto! Somos un equipo militar de elite, no quiero más comentarios ni chistes malos —conminó John.

          Antonio cogió el fusil, luego Masters le entregó una pistola de dardos verdes. Los que podían congelar en el tiempo a una persona y marcarla para que después fueran a buscarla y salvarla por muchas heridas de gravedad que tuvieran. Se sintió más tranquilo cuando vio que le tocó esa pistola y no la de dardos electrizantes que entregó a otros. Las repartió de modo que cada uno llevara una pistola.

          «Ángela, espero que pueda volver a verte después de esto» —pensó Antonio, angustiado por la falta de noticias sobre ella.

          Echaba de menos su mirada segura, su presencia tan tranquilizadora en cada misión. Ella siempre se compenetraba muy bien con él, eran como uña y carne. Ángela  llevaba la iniciativa y él la seguía y cubría, nunca dudaba y le daba a él la misma seguridad en combate. Aun podía ver en sus retinas su pelo liso, negro y brillante, cortado a medio cuello, su perfume indescriptible pero único y apenas perceptible; su traje de grafeno ajustado pintado con negro mate, reforzado en la espalda y el pecho con placas de acero. Su redondeado trasero perfecto, sus piernas ágiles, sus botas con hebillas plateadas, su rostro pintado de negro desde la nariz hasta la frente, sus ojos marrones seductores, siempre atractivos, que cada vez que se cruzaban con los suyos desprendían confianza y deseo.

          Su ausencia le pesaba en el alma provocándole un abismo insondable en el pecho, como si alguien hubiera arrancado su corazón y lo reemplazara con un agujero negro insaciable. No tenerla cerca era estar ciego en medio de una ciudad concurrida, sin poder apreciar los colores vibrantes y los detalles fascinantes que ella irradiaba. Su asiento vacío era una herida abierta, un agujero negro que lo devoraba lentamente, como si las paredes del compartimento de tropas se estrecharan y el aire se volviera espeso y asfixiante.

          No era normal sentirse así, él tenía un don que se manifestaba de forma inconsciente y ahora le alertaba de algo que no quería aceptar.

          Sentía que nunca podría volver a besarla.

           

 

Continuará

Comentarios: 7
  • #7

    Tony (martes, 27 febrero 2024)

    No esperaba menos de ti chemo, pero no te olvides de leer el capítulo... Pronto vuestros álter ego de la historia estarán al borde de la muerte.

  • #6

    Chemo (martes, 27 febrero 2024 03:26)

    Mi portátil ha pasado a mejor vida y apenas ayer me llegó mi nuevo ordenador, por lo que no había podido seguir la página. Pero ya he encontrado cuatro páginas secretas en menos de media hora y las restantes no se dejan encontrar. Seguiré intentando más tarde...

  • #5

    Tony (lunes, 26 febrero 2024 08:03)

    La verdad es que ha habido poco ruido por aquí. Chemo todavía no se ha debido enterar ya que estoy seguro de que ya habría encontrado al menos 5.
    Se te echaba de menos Jaime.

  • #4

    Jaime (lunes, 26 febrero 2024 01:53)

    Me fui de vacaciones con mi nueva novia y no he tenido tiempo de ponerme al corriente con la nueva página. En cuanto tenga tiempo buscaré las páginas secretas. Seguramente Chemo ya ha encontrado todas.

  • #3

    Tony (domingo, 11 febrero 2024 20:53)

    Si esto de las páginas secretas tiene éxito, crearé muchas más.

  • #2

    Tony (domingo, 11 febrero 2024 20:52)

    Por cierto os invito a explorar la página completa con todas sus secciones. Seguramente saciará el ansia de los que esperan más fogosidad en mis últimas partes y no la encuentran... No digo más. Actualmente hay 7 páginas secretas, dos se pueden encontrar en la página principal.
    A ver quien las encuentra todas!

  • #1

    Tony (domingo, 11 febrero 2024 18:20)

    Es increíble lo complicado que puede llegar a ser sacar un ratito para publicar la siguiente parte. Tengo escritas hasta la 49, pero repasar y publicar me está costando más que de costumbre.
    Espero que os haya gustado y no os olvidéis de comentar.