Los últimos vigilantes

26ª parte

 

            Disparó y Ángela tuvo que volver a detener el tiempo. La bala quedó suspendida en el aire, rotando sobre si misma a unos quince centímetros de su cabeza. Las chispas de la pólvora parecían agujas de fuego saliendo en racimo del cañón.

            —Tan estúpido como siempre —siseó, enojada.

            Cogió la bala entre sus dedos y liberó la corriente energética del tiempo.

            Cuando vio que sostenía el proyectil con tanta delicadeza, Masters se quedó paralizado.

            —Le avisé, comandante —explicó Ángela—. Si alguien volvía a dispararme reduciría estas instalaciones a escombros, con sus soldados dentro.

            —John, ¿por qué no me ha hecho caso?

            —No sabía que pudiera hacer eso —replicó asombrado.

            —Genial, la chica coge las balas con la mano —se mofó James—. ¿Podrá repetirlo con las bolas de plasma?

            —¿Es que hablo chino? —Preguntó enojada—. A partir de ahora soy vuestro coronel. No la "chica", ¿entendido? Agradeced que estoy intrigada con el tema por el que me ha traído José hoy aquí. Sino ya seríais polvo y huesos aplastados.

            —Como desee, coronel —respondió con cierto aire despectivo.

            —No es ningún truco mental, a partir de ahora yo estoy al mando, daré la cara ante el consejo. Soy la nueva jefa por aquí.

            Hubo un tenso silencio y miradas entre los asistentes. Solo Abby sonreía.

            —Me debe veinte euros —siseó al comandante, con una media sonrisa.

            —¿De qué va eso? —Cuestionó Ángela.

            —Aposté a que si conseguías el traje no podrías evitar la tentación de ponértelo —respondió la teniente.

            —Ya —Ángela la miró con odio.

            «Algún día tendrás que dormir y te lo quitaremos» —Pensó Masters.

            —¿Habéis acabado ya? —miró a los ojos al capitán—. Para vuestra información no llevo puesto ningún traje. De hecho, lo tuve en mis manos y no me lo puse, pretendía traerlo —ahora miraba Abby—. Pero sí, dormiré algún día y ten cuidado, si vienes a mi cama podría tomarte por un asesino o un violador. Podrías morir antes de darte cuenta de que me he despertado.

            —¿Puede leer la mente? —se dijo asombrado John.

            —No perdamos más tiempo —apremió Montenegro—. Abby continúe con lo que nos ha reunido aquí.

            —Sí, señor —volvió a mirar su aparato y pasó otro video.

            —Esas bestias se han vuelto tan grandes como una excavadora y hace un mes quisimos destruirlas con una bomba de hidrógeno ya que los misiles convencionales no les causan ningún daño.

            Vieron la violenta explosión con forma de hongo blanco. La devastación dejó la isla pelada, una superficie yerma, similar a lo que sería un planeta como Venus. Pero algo se levantó de entre las cenizas. Los monstruos estaban vivos y aparentemente ilesos.

            —Ante la falta de alimento volaron en círculo hasta encontrar una isla del sur habitada por una tribu salvaje —continuó Abby mientras preparaba el siguiente video—. Un mes más tarde habían duplicado su tamaño. Estas imágenes las sacamos desde el aire.

            Vieron en un vuelo bajo varias criaturas durmiendo entre las rocas, agujeros en el suelo del tamaño de un túnel de autopista de donde brotaba humo blanco. Otras sobrevolaban y buscaban algo por la superficie. El aparato que filmaba debía estar equipado con escudo óptico o de lo contrario les habría llamado la atención.

            —Ese es el último. Aún se encuentran a más de cincuenta mil kilómetros del continente más cercano, pero tienen cientos de islas a su alcance. Por suerte parecen estar a gusto donde están o quizás sea porque no saben que hay algo más allá del mar. Aunque ya se han dado cuenta de que el océano no es infinito y que podrían llegar a otras islas.  Aún no se han aventurado lo suficientemente lejos, pero es cuestión de tiempo. Y eso sin contar que los grises deben estar rastreándolos y fueron ellos quienes los pusieron allí. Cualquier día podrían llevárselos y usarlos como un arma de destrucción masiva contra nosotros.

            Montenegro asentía con la cabeza mientras miraba con curiosidad a Ángela.

            —Cuando nos llegó esta información de nuestros contactos de Japón supe que no podríamos derrotar a ninguno de esos colosos. Son una bomba de relojería a punto de explotar. Por eso puse tanto interés en encontrar uno de los trajes. Es nuestra única oportunidad de victoria.

            —Hemos viajado al futuro —continuó Abby—. El planeta está dominado por esas cosas. Pero tienen un tamaño tan inmenso que no hay arma que podamos fabricar que pueda dañarlos.

            —Tenemos el "Cañón de la Muerte" de Tesla —propuso Antonio—. Aun no se ha pr...

            —Ni siquiera se sabe si funciona —repuso James Black—. No es un arma como tal, no dispara nada, solo es un trasto que provoca tormentas. Dudo que pueda hacer más daño que una bomba H.

            —¿Y cuándo viajaste al futuro? —Preguntó Ángela, ignorando a James.

            —Ayer —respondió Abby.

            —Bueno, para mí fue hace una eternidad. Aún era humana, como vosotros.

            —¿Qué ha dicho? —Preguntó James Black, confuso—. ¿Ya no es una mujer?

            —Ahora soy dios —respondió con una sonrisa complaciente.

            —Que baje modesto —habló entre dientes.

            —Por favor, guarde respeto al coronel —ordenó Montenegro—. ¿Entonces puedes destruirlos?

            —Ay, comandante —emitió una risita—. Siempre pensando en lo peor, destruir, extinguir, luchar, acabar con las especies que nos rodean. El planeta está lleno de amenazas que estaban aquí antes que nosotros. Los cocodrilos, por ejemplo. Ellos existen desde hace doscientos sesenta millones de años —les hablaba como una madre enseñando a sus niños—. Los tiranosaurios ni siquiera aparecerían hasta mucho tiempo después que ellos. Y éstos a su vez no destruyeron al resto de especies del planeta. ¿Cree usted que tiene derecho a decidir si se puede o no extinguir una especie por el miedo que le da?

            Chasqueó la lengua en gesto negativo repetidas veces.

            —Con el debido respeto, coronel, un cocodrilo no destruirá el planeta —replicó Abby, levantando el dedo índice para dar énfasis a su puntualización.

            —Solo digo que hay que intentar convivir y si no hay más remedio, luchar —respondió con el mismo aire sapiencial—. ¿Sabes Abby? No sé por qué me da que si no estuviera yo aquí agotaríais la reserva de armas atómicas en intentar liquidarlos. El mundo sería igual de inhabitable y no por su culpa sino por la vuestra.

            —Tener un traje mágico no te convierte en Einstein —replicó la rubia sin temer mostrarle desprecio—. Si vas a matarnos hazlo rápido, pero no nos obligues a escuchar tus estupideces. Pues claro que hay que intentar detenerlos, no pienso dejar que se coman a todos los...

            —Es mejor que los matemos con una sobredosis de radiactividad. Por eso de no sufrir, ¿Cierto?

            Ángela sonrió complacida. De los presentes, la única que no cambió su forma de ser a pesar de su indiscutible poder, fue ella.

            —Voy a visitar a esos monstruos —añadió—, si queréis acompañarme cogeros de la mano.

            —No tenemos armas —protestó James.

            Ángela movió su mano hacia Antonio.

            —Ni siquiera soy soldado.

            Dejó de sonreír al ofrecérsela a Abby.

            —Gracias, dame un traje y te acompaño. No pienso ir sin uno puesto.

            —El último, John. ¿Vas a dejar sola a una chica ante el peligro?

            —Alguien tiene que acompañarte —gruñó.

            Aceptó cogiéndola con fuerza.

            —Conecte su cámara, capitán —ordenó Montenegro—. Les ayudaremos desde aquí como podamos.

            Ángela cerró los ojos y los dos desaparecieron.

            —Abby, nunca vuelvas a desafiarla —la reprendió el comandante.

            —¿Es que soy la única a la que le da mala espina depender tanto de una asesina sin escrúpulos?

            —Necesitamos a alguien más poderoso que el Consejo. Estoy harto de ser su títere.

            —Opino lo mismo —añadió Black.

            —A mí me gusta más esta chica —intervino Antonio.

            —Dejaremos de ser los teleñecos del Consejo para convertirnos en zánganos de una colmena donde una Reina se come a los que no hacen lo que quiere. ¿Podemos fiarnos de Ángela Dark? —Continuó Abby—. No, ni por asomo. Pero menos aún era de fiar Alastor, que nos vendió por un maldito viaje espacial.

            —Solo un apunte a tu comentario —intervino miedoso el jefe de asuntos sobrenaturales—. Las abejas reinas no se comen a los zánganos, son las mantis las que se devoran a sus parejas después de...

            —¡Cállate Antonio! —Bramó la teniente—. ¡Sabes perfectamente lo que quise decir!

 

 

 

 

 

 

            Aparecieron sobre una colina, rodeados de palmeras repletas de cocos. El cielo transportaba nubes algodonosas y el Sol acababa de salir del firmamento.

            —Veamos a esas criaturas de cerca.

            —Me permites un consejo, ¿coronel? —Preguntó John con su voz robótica.

            —Habla —Respondió Ángela.

            —Una persona de tu cargo no puede vestir un traje de grafeno con adornos de plástico si quiere inspirar más respeto. Parece un disfraz barato de cualquier tienda de disfraces.

            Se miró a sí misma y vio que le faltaban varias que se había quitado en su ático justo antes de ser atacada por el halcón en el que fue a visitarla Montenegro con unos misiles de regalo. Con ese aspecto no parecía tan imponente pero nunca pensó que pareciera un vulgar disfraz.

            —Este es un traje de escamas.

            Ángela se dio cuenta a lo que se refería. Tenían aspecto plástico. Solo tenía las del abdomen, una en el pecho izquierdo, las de la espalda y las hombreras. Las de las piernas se las había quitado y en conjunto, ciertamente, daba la sensación de ser un disfraz mal terminado.

            —¿Y qué clase de pez las tiene escamas tan grandes como para hacerse unas hombreras con ellas? —Insistió el capitán con aire curioso.

            Ángela tocó las de su vientre y comprendió que solo una persona lo sabía: La otra Ángela procedente de un presente alternativo. Pero no le pareció oportuno compartir tanta información con Masters. No se sentía orgullosa de haber matado a la auténtica propietaria.

            —Lo único que importa es que son más duras que el 'kevlar' y que son ligeras como hojas de papel.

            Acompañó con un gesto a las palabras. Dio varios golpes con los nudillos sobre las cuatro de su abdomen y no se escuchó el impacto.

            —Espero que también resista la fuerza de la quijada de uno de estos monstruos —suspiró John, al ver sobrevolar encima de ellos a una criatura que producía una sombra tan grande como un camión.

            —Yo que tú me escondía —invitó Ángela.

            El animal dio la vuelta en el aire y se dejó caer frente a ellos.

            El capitán sacó la pistola y le apuntó a la cabeza.

            —Baja eso estúpido —ordenó—. No pudieron matarlos con misiles y armas nucleares, pero ¿tú crees que puedes hacerle daño con ese juguete? Voy a intentar amansarlo, por favor no hagas nada. ¿Sabías que todas las criaturas entienden un lenguaje universal? Saben cuándo vas a hacerles daño, tienes miedo, o vas con buenas intenciones con solo ver el movimiento de tu cuerpo y el sonido de tu voz.

            John hizo caso y guardó la pistola y vio cómo se acercaba a él caminando despacio.

            —Tranquilo, somos amigos. No hay por qué ponerse violento.

            Al decir eso, Jonn puso los ojos en blanco y volvió a apuntarle a la cabeza. Aunque le dio la oportunidad de intentar amansarlo, por si funcionaba.

            El dragón lanzó su cola contra ellos. John se apartó dando una ágil voltereta, pero Ángela no se movió y la potente extremidad cubierta de cuernos aserrados cayó sobre ella causando una gran polvareda y un agujero en el suelo.

            —¿No la vio venir? —Protestó John, decepcionado de que Ángela hubiera muerto a las primeras de cambio.

            —No te preocupes por mí —escuchó a su espalda—. Antes podrías cazar una mosca con las pestañas que él pueda tocarme esos ataques tan lentos. Esto se pone serio, será mejor que te ponga a salvo.

            Al sentir la mano de la fémina encima de su hombro John se la apartó con brusquedad.

            —No pienso abandonarte en el campo de batalla.

            —Entiendo que...

            Un chorro de fuego estuvo a punto de envolverles cuando volvió a tocarle el hombro y reaparecieron en otro lugar de la isla, alejados del dragón.

            —...Quieras demostrar tu valor al comandante quedándote a espiar a costa de tu propia vida, pero sé cabal y espera mi regreso aquí. Y, sobre todo, no se te ocurra intervenir. ¿Lo has entendido?

            Le había subido a lo alto de la colina y vio que el dragón los buscaba furioso a unos doscientos metros más abajo del terraplén.

            Antes de que pudiera contestar que él quería cubrirla, Ángela reapareció sobre el cuello del animal y éste, al sentirla comenzó a girar y mover la cabeza con violencia. En uno de los movimientos el coloso se golpeó contra la montaña rocosa y ella desapareció de su grupa reapareciendo frente a la bestia. Su actitud seguía siendo la de una niña tratando de simpatizar con la criatura, lo que exasperaba sobremanera a John. El animal, aturdido por el impacto, emitió un profundo y sonoro estertor de rabia.

            —¿Qué pretende? —Bramó encolerizado—. ¿Llevarse uno a su casa de mascota? ¡Su misión es destruirlos!

 

 

 

Comentarios: 6
  • #6

    Alejandro (viernes, 12 julio 2019 02:26)

    Yo también extraño la falta de orgías. Para la próxima parte me difrazaré de dragón para atrae a Ángela.

  • #5

    Chemo (lunes, 08 julio 2019 03:55)

    ¿Alguien sabe dónde está Yenny? Lleva tiempo de no comentar. Creo que también extraña la falta de orgías en la historia jejeje.
    Yo también voy a adoptar un dragón. Lo llevaré a mi planeta privado para jugar con él todo el día.

  • #4

    Tony (domingo, 07 julio 2019 22:41)

    La mente de Ángela esta tan abierta que no teme a nada y por tanto no cree necesaria la eliminación de esa fascinante especie nueva.
    Pero no quiero adelantar acontecimientos.

  • #3

    Alfonso (sábado, 06 julio 2019 23:53)

    Yo pienso que el plan de Ángela es atraer a Montenegro y demás miembros del EICFD para que se revelen contra ;a Organización. Aunque esto le va a costar mucho ya que no confían en ella. Además de que todos ellos son capaces de apuñalarla por la espalda cuando menos se lo espere... así que no sé cómo lo logrará.
    Con respecto a los dragones, concouerdo con Jaime: No es necesario matarlos y domarlos no ería mala idea. Me gustaría var a Ludi de regreso jejeje.

  • #2

    Jaime (sábado, 06 julio 2019 02:48)

    No entiendo yo tampoco qué pretende ángela cn domar a los dragones. Solamente se me ocurren dos opciones: o los dragones no son malos y de alguna forma la magia de Génesis que ahora posee le ayuda a comprender esto, o se le ha metido la inocencia de los hijos de Antonio y piensa que el dragón es Ludi.
    Honestamente esta parte no me gustó. No entiendo por qué protege al EICFD en lugar de destruirlo y tampoco entiendo por qué no se deshace de los dragones. De hecho no tiene qué destruirlos; simplemente basta con exiliarlos en algún otro planeta donde no puedan causar estragos.
    En fin, veamos en la siguiente parte qué hará la ingenua Ángela. Hace falta que aparezcan Jaime y Chemo en la historia jejeje.

  • #1

    Tony (viernes, 05 julio 2019 09:58)

    Con un poco de retraso pero al fin he sacado tiempo para publicar.
    Espero vuestros comentarios.