Antonio Jurado y los impostores

41ª parte

 

 

 

Anteriormente

 

         Antonio Jurado comprendió que no iban a mandar a nadie cuando pasaron diez minutos y no se escuchaban más que lamentos fuera y dentro de su casa. Sus hijos ya no lloraban, se asomó por la ventana y vio que Charly estaba mirando fuera de la valla buscando a algún transeúnte. No podía ver al más pequeño.

         Estaba desesperado, impaciente por ver llegar a alguien, pero a la vez temía que llegara y lo primero que hiciera fuera matar a sus hijos.

         Pero lo que más le angustiaba no era eso, ni que su mujer hubiera roto su matrimonio, ni que el mundo estuviera en peligro. Sentía que algo mucho peor estaba pasando y le dolía el pecho como si tuviera dentro un trozo de carbón al rojo vivo.

         —¿Estás notando esto? —Murmuró él mismo, con voz de mujer—. Es el dolor de perder tu refugio paralelo. Acabo de destruir la línea temporal creada por tu amante, esa anomalía de la naturaleza donde solo existís vosotros dos como seres humanos.

         —¿Has podido encontrarlo? —murmuró sorprendido—. ¿Por qué no me eliminas a mí? ¿No te gusta tanto matar?

         —Que mal concepto tienes de mí, hijo mío. No soy destructora de mundos, soy la balanza. Y tu amiga Ángela la ha descompensado al crear dos universos paralelos. Eso está prohibido desde tiempos inmemoriales. Ahora tengo que decidir… Cuál de las dos realidades que quedan debo mantener.

         —No puedo creer que hayas podido destruir a Ángela en el paraíso que creó, ella no se dejaría vencer por alguien tan horrible como tú —protestó Antonio.

         —No era necesario enfrentarme a ella. El hilo conductor que permitía su existencia era el poder que residía en su alma fragmentada. Los otros dos universos se nutrían de su poder, solo he tenido que cortar el grifo y aquella realidad desaparece tan fácil como un sueño se esfuma después del despertar.

         —¿No tienes ya suficiente poder? Deja los universos paralelos en paz.

         —¿Pero no te das cuenta de que es mi responsabilidad? El gran creador me dio la facultad de crear y destruir, confió sobre mis hombros esa dura labor.

         —¿No te duele matar a inocentes? No te creo —escupió Antonio.

         —¿Sigues pensando que maté a Ángela? No la he matado yo. Se quitó la vida para… Esconder su alma dentro de ti. Aún intento entender por qué haría algo así. Logré sacarle toda mi esencia, pero estaba fusionada con ella. Tuve que dejarle una minúscula porción de magia para que no me poseyera. La dejé con vida y la muy estúpida abandonó su cuerpo y se metió en el tuyo.

         —¿Por qué me hablas? —se quejó él—. No voy a hacer nada por ti, voluntariamente.

         —Pero si pensamos lo mismo. Amamos la vida. Sin embargo un universo dividido es una abominación… Me has sido de gran ayuda…

         —¿Por qué?

         —Te he hablado porque eres la única diferencia entre este y el otro universo. Acabo de saber que gracias a ti esos horribles dragones no asolaron tu planeta. Definitivamente el mundo donde vives está mejor que aquel. Lo tengo decidido.

         Un nuevo pinchazo en el pecho le dejó sin aliento y casi sin fuerzas. El único vestigio que quedaba de Ángela acababa de ser borrado de la existencia.

         —Es hora de limpiar mi propia casa —dijo Arita.

         —Por favor, no te vayas todavía —suplicó—.¿Qué pasó en Japón?

         —¿De verdad quieres saberlo? —cuestionó—. No es algo puedas soportar, por eso te lo borré de la cabeza porque, no quiero que te vuelvas loco.

         —Necesito saberlo. Yo te liberé, me lo debes.

         Arita no respondía. Antonio quiso insistir pero supo que se lo estaba pensando porque seguía notando su irritante calor dentro de él.

         —¿Sabes? Cuando carecía de poderes, encerrada por aquellos hombres de ojos rasgados y me obligaban a besar a esas personas, me tenían cogida por el cuello con una cadena de un centímetro de grosor. Estuve treinta y cinco años a su servicio. Me trataban igual que tratáis a vuestros animales. Me pusieron una mordaza de cuero y atravesaron mi lengua con un candado. Me hicieron un agujero que aún no he podido curar desde que me liberaste. No sentía el menor aprecio por los humanos, matarlos es para mí, más que un placer, es un deber.

         —¿Por qué nos odias tanto?

         —Al principio pensé que erais amistosos, cuando desperté de la hibernación me dieron ropas, comida, un techo, me enseñaron muchas cosas sobre este mundo, idiomas. Pero todo cambió cuando le conté el propósito de mi existencia a una persona.

         —¿Te delató? Si lo que quieres es destruir la raza humana...

         —No sabes lo equivocado que estás. Miles de personas se unirían a mi causa, el mundo cambiaría para bien. Mi cultura llevaba existiendo millones de años y mi planeta era el más hermoso del Universo. No lo decía yo, los grises lo codiciaban.

         —¿Y entonces por qué quieres destruir a la humanidad? Tú me has dado ese virus que están sufriendo mis hijos ahora. Yo mismo me contagié. En cuestión de semanas será un planeta desolado por lo que tú me hiciste hacer si nadie pone remedio —repuso, furioso.

         —Yo no pretendo tal cosa —se defendió ella.

         —¿Por qué me obligaste a propagar el virus?

         —Para distraer a los soldados. Tenía que encontrar a Ángela antes que ellos y sabía que si te metía en problemas, aparecería. Por eso os tengo controlados a ti y a Lara. Ella también era importante para esa mujer. Olvidas que ahora puedo cambiarlo todo. Yo soy la madre de la humanidad, nunca la destruiría. Quiero que seáis lo que yo planee para vosotros. Todos somos dueños de una chispa del poder divino pero solo uno puede tenerlo, un elegido y Dios me escogió a mí. Si este cae en malas manos… Pueden aparecer universos paralelos, mundos terroríficos…

         Antonio guardó silencio, no quería seguir conversando con ella, que hablaba en su propia boca. Aunque la comprendía, seguía odiándola por lo que le hizo a Ángela.

         Compartir sus ideales no era lo mismo que estar dispuesto a hacer cualquier cosa con tal de lograrlos.

         —Devuélveme a Ángela y… Te creeré. Publicaré lo que me pidas.

         —Lo siento, esa mujer me acarrearía demasiados problemas. No me importa que me creas, no te necesito porque puedo volver a poseerte cuando quiera.

         Suspiró al dejar de hablar contra su voluntad. Arita se había marchado definitivamente, ¿o por un rato? Ya no estaba esa sensación de multitud en su interior. El cuerpo de Ángela seguía allí tumbado, empezaba a estar pálida y sintió ganas de vomitar. Lo peor era que no tenía forma de denunciar su muerte, los policías del pueblo estarían comiéndose a la gente. Debía enfrentarse a Brigitte, salir de su casa y acompañar a sus hijos para que no se sintieran tan solos, pero sobre todo por si alguien venía a matarlo, necesitaba pedirles que les perdonara la vida a ellos.

         Cogió un adorno de cristal macizo de su estantería y salió de su habitación. El pasillo era un lugar seguro y oscuro, no tenía ventanas ya que su luz venía de las habitaciones cerradas, habría podido vivir días allí encerrado, pero el cuerpo de Ángela le causaba tanto dolor… No podía soportar la idea de su muerte y encima tenía que verla allí. Sin embargo lo último que deseaba era que se convirtiera en zombi… ¿o no?

         Recordó que el virus básicamente reanimaba cuerpos sin vida y los del EICFD tenían una cura. Si permitía que Brigitte la mordiese… Quizás podía salvarla.

         Abrió la puerta y vio a su mujer tirada en el suelo, aparentemente muerta.

         —Levántate zorra, ven a por mí si te atreves.

         Al escucharle su cabeza se levantó del suelo como un resorte, después dio un brinco y se abalanzó contra él. La esquivó hacia un lado y salió de su habitación cuando su mujer se tropezaba con el cuerpo de Ángela.

         —Por favor no la muerdas demasiado y… No me destroces mis videojuegos.

         Cerró la puerta y la sujetó por si era capaz de volver a abrirla. Su persiana estaba bajada aunque no impedía que alguien rompiera el cristal y la destrozara a patadas…          Cosa que un zombi no podría hacer por falta de cerebro.

 

 

 

 

         John recibió aviso de varios puntos de las afueras de Madrid, pueblos asediados por hordas zombis. Hizo reunirse al equipo completo, incluida Abby Bright y José Montenegro, que en vistas de la falta de personal, se unió a la lucha para atajar las infecciones o al menos estudiar la posición desde el aire. Quizás no tenían suficientes antídotos. El aviso alertaba sobre miles de zombis por ciudad y cada uno tenía varios cargadores de cien balas con la inyección. Con suerte sumaban dos mil o tres mil dosis.

         —Tenemos que actuar rápido o la infestación alcanzará poblaciones más amplias —arengó a sus hombres.

         —El consejero nos ha pedido que ataquemos a los pleyadianos en el Pacífico, capitán —explicó Abby.

         John la miró con odio en los ojos.

         —Antes hay que curar a nuestra gente. Eso es una batalla perdida y entonces, ¿quién vendrá a salvar todos estos desgraciados? Cuando pacifiquemos la zona ya veremos el siguiente objetivo.

         —John, estás irreconocible —opinó Montenegro—. Siempre has obedecido sin rechistar pero admito que estoy contigo. Vamos a limpiar Madrid de la podredumbre zombi.

         —¿No le parece extraño que siempre vayamos a remolque? Por más que actuamos, los focos se hacen más y más numerosos —replicó una mujer delgada y musculosa, de piel color café, que ostentaba los galones de sargento.

         —He pedido refuerzos, Vanessa. Tenemos que hacer lo que podamos mientras llegan —respondió el comandante.

         —No sé si alguien tiene ganas de una pequeña fiesta después de esto. Chicas, ¿os apuntáis? —Preguntó uno de los más jóvenes.

         —Jaime, deberías pensar más en descansar, si es que nos lo permiten un día de estos —replicó otro de ellos, uno delgado pero de aspecto muy ágil.

         —Eso es, Alfonso. Más vale que os quitéis las fiestas de la cabeza —replicó el capitán Masters.

         —Estoy deseando pillar la cama —musitó una de las chicas.

        Lyu, si quieres puedo hacerte compañía —coqueteó el tal Jaime con una sonrisa pícara.

         —Nos vemos en tus sueños, guapo —se burló ella.

         —Dejaros de tonterías, en marcha —exclamó John Masters, haciendo entrar a todos en el halcón.

         —No sé vosotros —dijo el más joven de todos, un chico con pelo negro y largo de unos veinte años—. He sentido algo muy doloroso.

         —¿Qué pasa Chemo? ¿Te has pillado la picha con la bragueta? —Bromeó Jaime, dándole una colleja cuando pasó a su lado.

         —Hablo en serio, he sentido que va a pasar algo terrible.

         —Anda, friki, déjate de tonterías —Le dijo Vanessa—. Sube o te quedas en tierra.

         —No lo había sentido nunca, y no hablo de los zombis... —añadió mirándose las manos enguantadas, como si tuviera que llevar algo en ellas.

         Chemo tenía dotes adivinatorias, entre otras cualidades, fue elegido por ello. Veía y escuchaba presencias del más allá y presentía tragedias futuras. Pero sus compañeros no creían nada de lo que decía.

         —Relájese, Chemo —pidió Montenegro—. Somos un equipo, no haga caso de estos orangutanes, usted puede ser la diferencia que nos permita ganar esta guerra.

         —Gracias, señor… Pero no puedo aportar mucho más por el momento.

 

 Continuará

 

Comentarios: 7
  • #7

    Tony (jueves, 30 septiembre 2021 05:55)

    Madre mia, alguien dice “orgía” y todos se apuntan. Sólo puedo deciros que no os hagáis demasiadas ilusiones, de hecho creo que voy a tener que recortar todos los demás libros para que los puedan leer mejores de 16.
    Espero poder publicar hoy y, bueno, sabiendo que la publicación podría tener recortes, puede que por vosotros ponga algo de sexo, eso si exclusivo de la web.

  • #6

    Alejandro (jueves, 30 septiembre 2021 02:57)

    Yo también quiero participar en la orgía.

  • #5

    Vanessa (domingo, 26 septiembre 2021 16:36)

    Estos chicos solamente piensan en fiestas. Pues yo só cobraría bastante pasta por arriesgar mi vida en una misión suicida. Y pues una fiesta loca tras una misión exitosa no estaría mal, sobre todo si la paga el rabo verde de Don Paco.
    Por cierto que mi piel no es tan oscura ni tengo complexión tan musculosa pero no está mal imaginarme así. :)
    Espero que estéis pasando un buen día, chicos.

  • #4

    Alfonso (domingo, 26 septiembre 2021 00:39)

    Ese Chemo siempre con sus ocurrencias. Pues a mí no me importaría no cobrar con tal de tener fiestas locas en lugares exóticos después de cada misión.
    Espero la continuación con ansias.

  • #3

    Chemo (sábado, 25 septiembre 2021 01:41)

    La historia se está poniendo interesante.
    Seguramente a Don Paco no le importa quiénes son los reclutas de Montenegro ya que ellos solamente se dan satisfechos con tener una mega orgía después de cada misión ultrasecreta. Lástima que Ángela ya no exista pero todavía quedan Abby, Lara y Vanessa.

  • #2

    Jaime (viernes, 24 septiembre 2021 02:45)

    Me ha quedado una duda: ¿ya no existe ninguna versión de Ángela? Ahora sí que veo imposible que puedan acabar con los zombis sin la ayhuda del traje pleyadiano. Y al parecer a Arita no le interesa acabar con la plaga de zombis que ella misma liberó.
    Por cierto que sse tal Chemo siempre tiene que hacerse notar, aunque no me lo imaginaba de psíquico. Seguramente va a intentar ligarse a Vanessa y Lyu para terminar bateado. Jeje Ya estoy esperando la fiesta con las chicas para el final del relato.

  • #1

    Tony (miércoles, 22 septiembre 2021 23:25)

    Espero que os haya gustado, no olvidéis comentar.