Antonio Jurado y los impostores

23ª parte

Anteriormente 

 

         Antonio llegó a casa a las diez de la noche y no recordaba ni haber salido. Estaba en el coche, apagando el motor cuando debió olvidar todo lo que había hecho aquella tarde. En el asiento del copiloto encontró un sobre vacío donde ponía: "Déjalo cerca de un acceso del Wanda Metropolitano". Examinó el interior y no había nada. Aunque por la forma del sobre debía ser algo voluminoso, quizás una lata de cerveza. Como no sabía por qué tenía ese sobre lo arrugó.

         Entró en casa, abrió el cubo de basura en el patio y tiró el trozo de papel arrugado. Luego entró y vio que Brigitte cenaba con los niños.

         Al no ver a los "invitados" se extrañó.

         —¿Dónde están estos?

         —Hoy se mudaron, te lo dije ayer, que habían encontrado una casa en el centro.

         —¿Ah sí...? —Por mucho golpe en la cabeza que se diera, que esas dos sanguijuelas se fueran era algo que de ningún modo podría haber olvidado. Una de dos, o estaba sufriendo una enfermedad de desdoblamiento de personalidad o... El impostor comenzaba a tomar el control de casi toda su vida.

         —¿Encontraste el disco duro? —Preguntó su mujer.

         —Eh... No, que va, son muy caros —replicó, para justificar que no trajera nada—. Mejor pillo uno por Internet.

         —No creo que sea el momento de comprar nada de eso.

         —Ya, solo quería pillar una buena oferta, si merecía la pena. No es algo que lo necesitemos ahora.

         —Te dejaste el teléfono en casa, te he llamado para ver si venías a cenar.

         —Sí, se me olvidó.

         —¿Vas a cenar? –Preguntó, seca.

         —No tengo hambre.

         —¿Has cenado fuera?

         Quiso decir que no lo sabía pero no quería que su mujer pensara nada raro.

         —Sí, comí un perrito caliente.

         No dijeron nada más hasta que los niños acabaron la cena y Antonio subió a acostarlos. Cuando se durmieron bajó a coger una botella de agua. Se encontró a Brigitte escribiendo en el teléfono a alguien y cuando le vio asomar por la escalera lo guardó en el bolsillo para hablar con él.

         —Estaba preocupada, como no me dijiste dónde fuiste pensé que podrías estar cerca de los disturbios en Madrid.

         —¿Qué disturbios?

         —Dicen que han muerto más de doscientas personas. Aún hay alborotadores sueltos, hasta el ejército ha salido, fue todo en el nuevo estadio del Atlético de Madrid, lo acaban de decir en las noticias. Durante el partido de fútbol los alborotadores empezaron a atacar a la gente. Fue un caos, la gente se tiraba desde las ventanas del estadio por pánico.

         —¿En el Wanda? —Preguntó, incrédulo—. No estuve cerca, ni me había enterado —mintió.

         —Los niños están dormidos, ¿no? —Brigitte no terminó la oración como si esperara que él dijera algo.

         —Sí, ¿qué hacemos?

         —Tenemos que hablar –por la forma que soltó esa frase, hubiera jurado que llevaba tiempo deseando decirla.

         Antonio la miró extrañado, era la típica frase que no auguraba nunca nada bueno y por la expresión sombría de Brigitte debía ser peor de lo que temía.

         —Vamos al salón para no despertar a los niños –pidió ella.

         Aquello demostraba que era muy grave. Temía que él gritara o algo así.

         Se acomodaron en el sofá de tres plazas, su mujer guardó un metro de distancia y le miraba nerviosa.

         —¿No has notado que lo nuestro se ha ido enfriando con los años?

         —Supongo que es lo normal en un matrimonio, el tiempo enfría las cosas.

         —Mira yo he descubierto, cuando llegaron estos chicos, que era mucho más infeliz de lo que creía. Solo con verlos yo sonreía y me he preguntado, ¿cuándo he perdido yo la sonrisa? No es por ellos es porque yo aquí me siento ahogada. No soporto que grites a los niños a mi me… grita alguien y me bloqueo. Y ya son muchos años aguantando gritos.

         Antonio iba a responder pero lo que estaba viendo significaba que todas sus sospechas respecto a su relación con esos dos mamarrachos caraduras era tal cual, o incluso más allá, de lo que había imaginado.

         —Creo que... —Trató de seguir Brigitte—... Hasta me he sentido culpable por intentar ser feliz. Porque contigo no lo soy.

         —¿No eres feliz conmigo? —Preguntó Antonio.

         —Llevo años intentando acercarme a ti, explicarte como me siento pero siempre terminas gritando y quejándote.

         —¿Qué has qué? No has hecho el menor intento de acercarte, todos eran pasos de alejamiento, primero me echas de tu habitación por los ronquidos, luego ya no querías verme después de acostar los niños, otro día te apuntas a ganchillo, la asociación de gatos,... Cada día más enganchada a la mierda del Facebook que ni puedo hablar contigo el poco tiempo que estamos juntos... Luego me dices que vas a traer a "los morancos", te amenazo con que si los traes me voy yo de casa y ¿qué haces?, vas y los traes.

         —Esto viene de mucho antes y lo sabes.

         —Claro que sí, porque les escribes desde hace años. En lugar de contarme a mí lo que te preocupa vas y se lo cuentas a extraños.

         —He intentado muchas veces acercarme a ti.

         —¿Cómo? —Se interesó Antonio—. Yo tengo detalles contigo todos los días, trato de hacer las cosas que creo que te gustan y lo rechazas todo, nada de lo que yo hago te agrada. Cocino para ti y te haces otra cosa, te regalo cosas especiales, me como la cabeza para que te gusten los regalos de verdad, en fechas señaladas y tú ni las aprecias, ni me regalas nada. ¿Qué has hecho tú para acercarte?

         —Por ejemplo si veo que haces algo que no me gusta, te lo digo. Y tú te enfadas. No entiendes que cuando yo me quejo es porque quiero que lo hagas bien, es mi forma de decirte que lo estoy intentando arreglar. Si me callo, ahí si que no va bien la cosa.

         Antonio tuvo que pestañear varias veces para comprender aquello. Sus manos temblaban, ese era el momento en que su matrimonio hacía aguas y no sabía si estaba hundiéndose o aún podía ponerlo a flote.

         —Pues no es una forma muy adecuada de demostrar acercamiento. Criticar lo que hago, que es casi a todas horas, solo provoca que deje de esforzarme por hacer mejor las cosas. Al contrario pienso, total no le va a gustar cómo lo hago. Al final ya lo hago como me da la gana o directamente paso de escucharte.

         —Pues es mi forma de decirte que intento pulir las asperezas.

         —¿En serio? O sea, ¿criticar lo que hace el que está a tu lado te parece una forma de demostrarle cariño? Pero ¿qué me estás contando?

         —¿Lo ves? No me conoces como tú crees.

         —Te conozco mejor que tú misma. Tenías todo esto planificado desde hace años. Incluso cuando compraste la cafetera esa familiar, y no tomábamos apenas café en casa. O aquella vez que le regalaste ese reloj del Real Madrid a ese chaval y "no lo conocías de nada" —gestualizó las comillas—. Cuando vinieron a España y me quedé en lugar de marcharme, como amenacé, te fastidié todos tus planes. Ahora que he conseguido que se larguen tú tienes que cortar conmigo haciéndome creer que no tienen nada que ver y haciéndote la víctima con lo de los gritos. Sé perfectamente que deseas esto desde hace años. Pero como no me decías nada aún guardaba esperanzas de que quisieras seguir a mi lado.

         —Te he dicho que esto viene de largo, no tienen nada que ver con ellos dos.

         —Ya, claro. Pues que sepas que no pienso renunciar a los niños. Puede que no tenga trabajo pero tú sí y tendrás que dejarlos con alguien cuando los tengas a tu cargo. No pienso permitir que esos dos majaderos se queden solos con los niños. El chaval diciendo delante de ellos, como un chiste, "no pienso tener hijos". Solo porque pedían ver dibujos en la tele. Luego otro día van dar un paseo los dos y Miguel les acompaña... ¿Qué pasó? Venían riéndose porque nuestro hijo "se puso en medio de donde iba la pelota de  béisbol" y le dieron en la cabeza. Tardaron dos horas en volver porque no podían venir con el niño llorando. Y tú dijiste: "son cosas que pasan". Mira, no pienso dejarles a  los niños ni muerto, ¿entiendes? Antes de que llegaran ni bebías, ni fumabas ni nada. Ahora te has subido al carro de todos los vicios y encima te atreves a culparme a mí.

         —Ellos no tienen que cuidarlos, no son sus padres. Eso es cosa nuestra.

         —¿Y ahora qué? ¿Cómo serías feliz? —Trató de calmarse.

         —En un apartamento, haciendo mi vida, con los niños. Pero me dolerá verles preguntarme por ti...

         —Ni de coña —prorrumpió furioso—. ¿Pero tú cuándo te arrimas a ellos? Cuando trabajas, puede entenderse, pero llegas a casa y no te acercas. Ahora veo que es porque no me soportas... Ellos van al salón, tú a tu habitación, los niños arriba, tú abajo... Les evitas. Te acercas para cenar y poco más. Encima me acusas de gritarles a todas horas cosa totalmente falsa, aunque admito que a veces tengo que hacerlo, si no obedecen qué hago, ¿crees que si no lo hago me hacen caso? ¿Has probado a estar media hora con ellos? Ni siquiera sabes las tallas de ropa o zapatos usan, ni los años que van a cumplir. Todo este tiempo que has tenido a esos dos sin vergüenzas aquí has sido aún más distante y extraña que lo que eran ellos. Por si fuera poco, en cada cena veo cómo te sirves tu vodka mientras sueltas sin el menor pudor: "Necesito tomar esto para aguantar." ¿Qué es lo que tanto te jode? Si no pasas tiempo con tu familia. ¿Cómo podemos joderte tanto?

         Sabiendo lo que ella odiaba los gritos, habló con fuerza conteniéndose sin elevar el tono de voz.

         —¿Crees que esto me resulta fácil? No sé cómo vamos a hacer esto, los niños están muy apegados a ti.

         —Estoy harto de las mentiras –respondió-. Solo tengo una pregunta más para ti—la miró con seriedad mortal—. ¿Crees que todavía podría arreglarse nuestro matrimonio? ¿Qué podemos intentar algo?  

         —Yo ya he perdido las esperanzas y las fuerzas para intentarlo —espetó seca.

         —Vale —aceptó él, sin voz.

         Antonio se levantó, subió a su habitación y no se despidió de ella. Sus manos estaban temblando cuando cerró la puerta de su cuarto, su corazón latía, extrañamente tranquilo, pero sus ojos se humedecían y tuvo que hacer un gran esfuerzo por no verter lágrimas. Al final los malditos invasores habían logrado lo que vinieron a buscar, romper en pedazos su vida. Agradeció que no siguieran en casa...

Bien pensado, lo debían haber planeado ya que de haberlos tenido cerca les habría echado a patadas de allí. Aunque probablemente las tornas habían cambiado, ahora él era el intruso.

         —¿Ahora qué, amiguito? ¿No sales? ¿No se supone que tengo dentro a una máquina de destrucción? ¿Dónde te escondes, cabrón?

         Suspiró profundamente y se sentó frente a la mesa del ordenador. Lo encendió y por inercia vio las noticias.

         En portada decía que el COVID se había cobrado doscientas vidas más ese día en toda España. Más abajo encontró lo del estadio del Atlético de Madrid.

         —Más de quinientos muertos en el incidente del Wanda —leyó en voz alta—. Una toxina enloqueció al público en medio del partido y comenzaron a agredirse mortalmente causándose entre ellos mordiscos y heridas mortales. Se cree que es un acto terrorista pero ningún grupo lo ha reivindicado. La policía sigue tratando de contener a los autores de los disturbios pues algunos siguen sembrando el pánico por las calles de Madrid. Se cree que son un grupo de jóvenes ultras que continúan las protestas por la detención del rapero

         Dejó de leer porque el periodista ya se estaba montando su película.

         Más abajo vio que un actor famoso hablaba del incidente pues se encontraba en el estadio en el momento de la explosión de violencia. Era gordito y le conocía de una serie española de policías.

 

 

Pepón: Estábamos viendo el partido, ya iba a terminar, cuando escuchamos un jaleo tremendo en el túnel de salida. Vimos salir a personas ensangrentadas pidiendo auxilio y detrás se les echaron encima otros que les mordían como depredadores muertos de hambre. Al verlos, salimos cagando leches de allí, por suerte los accesos son muchos y pudimos salir del estadio antes de que esos chiflados nos cogieran. Os juro que creía estar en una película de zombis. ¿Os imagináis? A mí me comen fijo.

Entrevistador: Pero dinos, Pepón, nos han contado que estuviste a punto de saltar de lo alto del estadio por el pánico.

Pepón: Nos ha jodido, tuvimos que subir porque los locos estaban en nuestro palco y salían por el túnel de salida. Nos vimos obligados a trepar las vallas, escapamos de ellos por los pelos, al menos algunos. Es que a los que mordían se ponían igual de rabiosos, te juro que parecían zombis, pero estos arrancaban pedazos de verdad, salpicaron de sangre todos los asientos. No sé cuántos muertos habría, si no hubiera sido por el COVID y el estadio se hubiese llenado se habrían contado por decenas de miles. Yo tuve suerte de entrar porque me invitó un amigo periodista. Allí dentro seríamos poco más de mil personas. Me levantaron entre tres y pude subir al gallinero. Arriba vimos que también estaban llegando y vi que algunos salían por las ventanas, todas abiertas por ventilar debido al virus, me asomé a una de ellas y casi me caigo de cabeza, no había ni un puto reborde en el exterior, la gente se estaba tirando por pánico. Por suerte alguien me sujetó por la pierna y pude volver. Seguí a la turba y bajamos en tropel. Ya no paré de correr hasta que logré llegar al metro y pude respirar tranquilo.

Entrevistador: No eran zombis, estaban intoxicados por un gas nervioso. Pero es comprensible el pánico desatado.

Pepón: Ya, no diría eso si hubiera estado allí, amigo.

 

 

 

         Antonio frunció el ceño. ¿Por qué estaba tan clara la causa? Nadie podría saber qué ocurrió ¿Cómo lo supieron tan rápido?

         Más abajo, vio un informe policial explicando dicha teoría.

        

 

Encuentran un objeto humeante frente a uno de los accesos del estadio. La policía se acercó con mascaras antigás y descubrió una granada química detonada por un temporizador. Después de analizar el gas se ha descubierto que es una de las armas utilizadas en la guerra de Irak contra el ejército iraquí. Con solo respirar sus gases, cualquier persona se vuelve extremadamente violenta y enloquece perdiendo el control. No es de extrañar que se haya corrido la voz de que eran zombis pues su comportamiento era muy similar al de esas criaturas fantásticas.

 

 

 

         Se rascó la cabeza, sin poder creer lo que estaba leyendo.

         Su matrimonio, echado a perder, y no podía decir que no lo entendiera ni sabía a quien culpar. Su alma se estaba desmadejando por momentos, su familia era lo único que consideraba indestructible, a pesar de las diferencias, las distancias, los intrusos. Quería seguir creyendo en lo que le decía su mujer. Pero todo cuanto había sospechado hasta ese día estaba ahora sobre la mesa, destapado. Todas las mentiras, todos los engaños, y a medida que lo asimilaba y más pensaba en ello, más deseaba que el impostor tomara el control y... Les diera una lección a esos hijos de la gran...

         En lugar de eso, el asqueroso se había apuntado quinientas muertes y no recordaba nada del tema, salvo que esa misma tarde le encargaron llevar algo al Wanda, justo antes del derbi. Sin duda era el responsable de esa masacre. Si la policía seguía su pista estaba jodido.

         —Hoy es el peor día de mi vida —murmuró para sí mismo.

 

 Continuará

 

Comentarios: 4
  • #4

    Chemo (lunes, 22 marzo 2021 00:06)

    Por fin ha llegado la primavera. Solamente falta que esta pandemia sea erradicada para siempre. ¿Tendrá que ver algo la "infección de los impostores" con el Coronavirus?

  • #3

    Alfonso (sábado, 20 marzo 2021 23:42)

    Como menciona Jaime, ya se venía venir. Espero que la separación no se traslade a la vida real de Tony y su querida esposa.
    Ahora que Antonio y Lara son impostores, no sé quién o cómo se podrá vencer a Arita. Necesitamos la ayuda de la Diosa Ángela, y de paso echarse un polvo con ella.

  • #2

    Jaime (viernes, 19 marzo 2021 16:23)

    Bueno, ya se destapó lo que todos veníamos venir: la separación de Antonio y Brigitte.
    ¿Por qué querría el impostor atacar el Wanda? Supongo que no era una bomba de gas común, sino de un gas que esparce el agente que crea a los impostores.

  • #1

    Tony (jueves, 18 marzo 2021 01:35)

    Espero que no se haya hecho larga, no podía partirla sin dejar cosas a medias.