Las crónicas de Pandora

Capítulo 44

 

 

 

 

Anteriormente

           

          El sol abrasador de mediodía caía implacable sobre las dunas y Abby sentía cómo su cuerpo se debilitaba más y más. Respiraba por la boca, pues tenía taponadas las fosas nasales, y el calor había secado su lengua y su garganta de tal modo que era un suplicio tragar sin saliva. Con cada paso, la arena caliente se filtraba entre sus botas y quemaba la planta de sus pies. Su frente ardía con él, insistente e imposible de evitar, sol abrasador

          La deshidratación comenzaba a hacer estragos en ella, y sus labios estaban agrietados y secos. No sabía cuánto tiempo más podría soportar sin conseguir ayuda.

          No había ningún rastro de vida en kilómetros a la redonda. Cerrando los ojos, Abby recordó una conversación que tuvo con Alfonso antes de emprender esa aventura. Aquella en la que le dijo que su relación no llevaba a ninguna parte, una inesperada y terrible profecía de lo que le esperaba. Su corazón se encogió y, a pesar de sus esfuerzos, no pudo evitar llorar porque nunca más volvería a ver al hombre con el que compartió aquella aventura.

          - Es lo mejor -decidió, pasándose la mano por los ojos y quitándose las lágrimas que le nublaban la vista.

          La sed y la fatiga se apoderaban de su cuerpo, pero sabía que no podía rendirse. Cada paso era un esfuerzo, Abby se aferraba con todas sus fuerzas a la esperanza de encontrar ayuda cuando llegara a las distantes montañas. Por lo que le habían contado, ese desierto no podía ser demasiado grande, solo tenía que mantener claro el destino y no perder nunca de vista las montañas. Por ese motivo se vio obligada a caminar por las cornisas de las dunas, lo que la obligaba a subir pendientes constantemente y, por tanto, se cansaba más rápido. Pero si se dejaba llevar por la gravedad y se deslizaba por la pendiente de arena, después la subida era mucho más agotadora por el flujo que la impedía trepar. No necesitó experimentarlo para saberlo. En alguna ocasión que quiso descansar, la arena pareció engullirla y hubiera caído a la hondonada si no hubiese reaccionado a tiempo. Y necesitó emplearse a fondo para lograr remontar lo que había bajado.

          Otro problema añadido era que caminar por las crestas de las olas de arena no era en línea recta y daba la sensación de que podía estar caminando en círculos. Lo peor de todo era que, aunque las dunas tenían más o menos la misma altura, sus agujeros a veces eran tan profundos que le daba auténtico vértigo.

          - Odio los desiertos -bufó-. Me pregunto qué estúpida idea me convenció de ir a visitar Egipto atraída por saber cómo erar uno. Y encima termino en este, que no hay ninguna pirámide y ahí abajo pueden esconderse monstruos desconocidos que devoren a todo animal que caiga hasta el fondo de esos huecos… ¡Dios! Estoy delirando.

          Cuando estaba a punto de anochecer y el cielo aun se veía anaranjado por el oeste, divisó unas líneas blancas hacia el cielo, recortándose claramente con el perfil de las montañas. Eran columnas de humo que podían ser de chimeneas, saliendo de unas pocas dunas más allá. Quiso apretar el paso pero sus piernas le respondieron en silencio que "ya caminaban todo lo rápido que podían".

          A medida que se acercaba a las siguientes tres dunas, sus fatigados ojos escudriñaban el horizonte desesperadamente en busca de alguna señal de vida. Finalmente, divisó un conjunto de pequeñas casas agrupadas en lo que parecía ser una aldea llena de actividad y vitalidad. Lo mejor de todo, mientras avanzaba, las dunas desaparecían de su vista, quedando atrás. Ahora, se encontraba frente a una extensa estepa que se extendía, una mezcla de plantas punzantes, arena ardiente y pedruscos dispersos, desafiando cada paso que daba.

          En su avance tenía que esquivar los cactus traicioneros que parecían acechar. Sin embargo, su determinación no vacilaba. Un poco más adelante, su cuerpo se llenó de aire fresco al llegar a las proximidades de un bosque resplandeciente, donde los abetos crecían altos y orgullosos. Entre el verde exuberante, emergían los tejados de pizarra de al menos una docena de casas.

          Abby titubeó antes de avanzar hacia el pueblo. Estaba demasiado débil para sentirse esperanzada, pero la posibilidad de obtener ayuda le motivaba a seguir adelante, aunque fuera arrastrando los pies. Sus pasos eran inestables y vacilantes, y el calor del desierto parecía intensificarse a cada paso que daba.

          A medida que Abby se acercaba, pudo ver algunas personas moviéndose por el pueblo. Estaban ocupados con sus quehaceres diarios, aparentemente ajenos a su presencia. Un destello de esperanza se encendió en su interior mientras se preguntaba si aquellos eran seres humanos dispuestos a ayudarla.

          Finalmente, llegó al límite del pueblo y se encontró frente a una pequeña cabaña que debía ser una tienda. Inspiró profundamente, reuniendo todo su valor antes de entrar. El sonido de una campanilla sonó en el lugar, anunciando su llegada. Abby se apoyó pesadamente en el mostrador, luchando por mantenerse de pie.

          El que debía ser el dueño, un hombre de edad avanzada, barbudo y con mirada sabia en sus ojos se levantó de su taburete y se acercó a ella. Observó a Abby con curiosidad, sin dejar que su expresión exteriorizara ninguna emoción en particular.

          -Por los dioses del abismo, menuda herida tienes en la cara… ¿Qué te trae a nuestro humilde pueblo, niña?-preguntó el hombre con una mezcla de bondad y cautela en su voz.

          Abby luchó por encontrar las palabras adecuadas, sus labios resecos apenas se movían.

          -Ag… agua por favor… necesito beber -balbuceó con voz entrecortada.

          El hombre asintió comprensivamente y le ofreció un vaso de líquido cristalino y fresco que sacó de una tinaja de barro que tenía junto al mostrador. Abby lo sujetó con manos temblorosas y bebió ansiosamente, sintiendo cómo las gotas de agua aliviaban su garganta reseca y se escurrían por su cuello.

          -Más despacio, niña. No querrás hacer daño a tu estómago -aconsejó el hombre con calma-. Estoy asombrado… Eres la primera persona que logra cruzar ese desierto desde que yo llegué.

          Abby siguió las indicaciones del anciano y bebió lentamente, dejando que el alivio se filtrara a través de su cuerpo. Finalmente, cuando su sed fue saciada en su mayoría, pudo tomar un poco de control sobre sus pensamientos nuevamente.

          -Gracias -susurró Abby, su voz ahora más clara pero aún débil-. ¿Dónde estoy?

          El anciano sonrió comprensivamente.

          - Estás en el pueblo más alejado de la civilización, por así decirlo. Has tenido suerte de encontrarlo, viniendo del desierto. Aquí, hacia el norte tenemos la aridez y calor del Arenal Sombrío, una muerte segura para caminantes solitarios… Si vienes de allí tienes un coraje digno de mención, o eres la última superviviente de un grupo más numeroso.

          Abby explicó su situación, relatando cómo los demás desaparecieron, o probablemente muerto (ahorrándose el mal trago de mencionar a Alfonso). Le describió el ataque de los goblins y cómo logró escapar de ellos. El anciano la escuchó atentamente, asintiendo de vez en cuando.

          - Alguien debería ver esa herida de la frente -valoró-. Conozco a la persona adecuada. No te preocupes, estás a salvo aquí. Te ayudaremos a recuperarte.

          Abby sintió una oleada de gratitud y alivio. Después de tanto sufrimiento, finalmente había encontrado ayuda y esperanza en aquel humilde pueblo en los aledaños del desierto.

          El viejo salió de la tienda y Abby siguió bebiendo a sorbos el vaso de agua. Estaba tan ansiosa del precioso líquido que tuvo que hacer uso de su tremenda fuerza de voluntad para no beberlo de un trago (derramando la mitad por su cara) y llenárselo una y otra vez con aquella tinaja. No lo hizo porque ese hombre tenía razón, su estómago necesitaba hidratarse lentamente y no recibir tanta agua de golpe.

          - Ha sobrevivido al desierto -expresó su voz madura, masculina y grave desde fuera-. No he visto que nadie lo consiguiera salvo yo.

          Escuchó la voz de una mujer entrada en años que no pudo entender. Luego volvió a escuchar al viejo.

          - No reconozco esa armadura, pero seguro que no venía sola. Puede que sea solámnica.

          - Esos imperiales aquí -Protestó la mujer-. ¿Qué les traería tan lejos?

          - He dicho que no lo sé, quizás es de otro lugar.

          Entraron y vio a una mujer aún más vieja que el hombre, encorvada y con bastón. Nada más entrar la estudió como si tuviera rayos laser en los ojos.

          - Mira ese emblema del pecho. No es de ninguna orden solámnica -sentenció él-. Al menos de las que yo conozco.

          Abby abrió los ojos como platos, sorprendida porque la mujer le tocó la frente y palpó su herida sin preguntar, probablemente con las manos sucias.

          - No ha llegado al hueso, no es tan grave -la miró la mujer.

          - Ya lo veo, Vica.

          - ¿Entenderá nuestro idioma?

          - Sí, claro, he hablado con ella -respondió el barbudo sin darle la oportunidad de responder.

          - ¿En cuál? ¿Común o élfico? -Insistió la mujer.

          Abby trató de incorporarse y hablar, pero la anciana puso una mano en su hombro y la obligó a quedarse sentada en el taburete apoyada en el mostrador.

          - Yo de ti, niña, no me movía demasiado -recomendó-. Estás pálida como un cadáver y has perdido mucha sangre. Podrías caer desmayada.

          - Hemos sido atacados en el desierto -explicó la teniente-. Unos goblins aprovecharon una ventisca y mataron a toda mi gente. Yo sobreviví… Me dieron por muerta y desperté a tiempo, antes de que me despedazaran como a mis compañeros. Escapé cuando me habían dado por muerta. Por suerte, aunque me vieron escapar, les escuché decir que no les interesaba porque estaba en los huesos. Al parecer solo matan a la gente que cruza sus tierras para comérselas, son cazadores.

          - Maldita sea, qué horrores has pasado… -respondió con mirada piadosa-. Sabe hablar -rezongó la anciana, volviéndose hacia el viejo-. Y no solo eso, entiende la lengua de los goblins -murmuró la mujer-. Yo pensaba que esos monstruos graznaban y hacían ruido sin ningún sentido. Y ahora ya sabemos por qué no se encuentran los cadáveres de sus víctimas, ellos se los meriendan.

          - ¿Sabes que te escucha? -Protestó el hombretón barbudo.

          - No les causaré problemas -se disculpó Abby-, me dirijo hacia el Sur. ¿Saben cómo está de lejos la Torre de Hechicería de Sirrien?

          - ¡Válgame Dios! -Exclamó la mujer-. ¿Qué buscas en ese lugar?

          - Íbamos a… -Abby temió que esa gente fuera simpatizante de la hechicera y no supo si sería buena idea decirles sus intenciones.

          - ¿Sabes que en esa torre hay una bruja muy peligrosa? -Preguntó la mujer-. ¿Es que te has vuelto loca? Si no te mata la ventisca, lo harán sus barrancos, y si no lo hará ella. No le gustan las visitas.

          El hombretón sonrió con admiración.

          - ¿Cómo va a saberlo? Seguro que alguien la ha mandado. ¿Te manda el emperador a pedirle algo?

          Sabiendo que esa mujer temía a la bruja de la montaña, se animó a continuar.

          - No vengo del imperio. Sé que hay una hechicera -respondió nerviosa-. Veníamos a matarla, mis compañeros eran de Blothem.

          - ¿Con esas púas que traes en el cinto? -se burló la vieja Vica-. Ni siquiera tienes una espada. ¿Qué pretendías hacerle con eso? ¿Metérsela entre las uñas de los dedos?

          Dicho eso sacó unos paños húmedos de un cubo tras el mostrador, aparentemente limpios, y comenzó a limpiarle la herida. Cerró los ojos mientras la dejaba hacer su trabajo.

          Abby se preguntó si su hechizo de comprensión de lenguas seguiría teniendo efecto mucho tiempo. Entendía a cualquier persona y criatura a pesar de que su cerebro le decía que hablaban lenguas distintas. Se preguntó también si le permitiría comprender a todas las criaturas (como a los goblins) y más aún, ¿Qué clase de magia usó esa hechicera para lograr tal cosa? ¿Y cómo los envió tan lejos con una simple combinación de palabras? Ella nunca había creído en embustes brujeriles pero en ese mundo era tan común como pescar en un río.

          ¿Podría entender a otros animales?, sería muy interesante que nunca se le fueran los efectos del hechizo si lograba regresar a tu tiempo. En el EICFD apreciarían esa habilidad y podía valerle un ascenso a capitán y subida de sueldo.

          - ¿Qué estaba diciendo? -Prosiguió el hombre-. Ah, que hemos visto partir hacia allá grupos armados, mercenarios y gente muy bien pertrechada y con todos nuestros mejores deseos. Ni siquiera han sabido cruzar el muro de hielo.

          - Yo lo conseguiré -dijo Abby, sin demasiada convicción.

          - ¿Por qué lo crees? -Preguntó la mujer.

          - No lo creo… Lo necesito -Respondió con la voz temblorosa, al limpiar la zona más dañada de su frente sintió dolor y náuseas-. No tengo otra opción, de ello depende la vida… De alguien que me importa mucho.

          La mezcla de traumas dolorosos era tan insoportable que perdió el sentido.

 

 

          Alfonso la acariciaba la mejilla y la miraba con esos ojos marrones embaucadores, llenos de sentimiento. Abby dormía en su catre de paja con sábanas de seda cuando se estudiaban mutuamente, tras una noche de sexo, en pleno amanecer, en el castillo de Blothem.

          - Nunca voy a cansarme de mirarte. Eres sobrenatural -le dijo.

          Abby suspiró y le sonrió con alivio. Le puso la mano en la cara y le acercó a sus labios. Cuando le tenía muy cerca susurró sin apenas voz.

          - He vuelto a soñar que te perdía… ¿Por qué se repiten esos sueños?

          - Quizás sea esto el sueño -respondió él.

          Despertó. Estaba en una cama. Se palpó la cabeza, tenía un ojo cubierto y notó que unas telas cubrían parte de su frente y cuero cabelludo. Le dolía la espalda porque seguramente llevaba tumbada demasiado tiempo en ese catre de paja y madera.

          - Ha despertado -escuchó la voz joven de una mujer desconocida.

          Se preguntó dónde estaría Alfonso aunque a medida que se desperezaba se fue acordando de que estaba muerto. Verlo con vida en sus sueños sería lo único que le quedaría.

          - ¿Dónde estoy? -Preguntó.

          - Es la aldea Melania -respondió la voz de otra mujer-. Yo soy Aif.

          Abby la miró con su único ojo descubierto. No era la misma mujer de antes. Al verla se sobresaltó asustada, ¡era ella!, la bruja. Tuvo que parpadear varias veces y buscó su espada. Al no encontrarla la ojeó por la estancia y quiso levantarse a por cualquier otra cosa con la que pudiera luchar.

          - Tranquilízate -pidió la mujer de pelo castaño ensortijado-. Por tu reacción está claro que has conocido a mi hermana. No tengas miedo, estás a salvo.

          - ¡No me engañas, eres Lunaria! -Exclamó.

          - Tranquila, a diferencia de ella, no tengo ni idea de magia. Pero me defiendo con la espada.

          -¿Eres su hermana gemela? -Preguntó-. Entonces estás de su parte, no puedo confiar en…

          Se levantó y trató de coger una pesada espada, junto a su abollada armadura en la esquina de la sala, al lado de la chimenea.

          La mano ruda del barbudo la detuvo y no fue capaz ni de levantarla.

          - Aif vive en la casa del otro lado de la aldea -explicó-. Es hermana de la bruja, pero no se ven desde hace años. Te lo digo porque es mi nieta, lo sé mejor que nadie. Durante su infancia fueron raptadas y separadas, no sabían la una de la otra. Hace unos años se encontraron por accidente. Y no se llevaron precisamente bien, Lunaria había raptado al hijo de Aif, mi nieto.

          - Exacto, ni siquiera crecimos juntas -explicó la mujer-. Por si eso responde a tus dudas, no, en absoluto estoy con ella aunque desde que me devolvió a mi hijo no tengo motivos para matarla. A pesar de lo que hizo por salvarnos en la gran guerra y aunque ha estado en tregua con la región durante mucho tiempo, desde hace tres años parece haber enloquecido. Ha secuestrado al herrero de la aldea, Thornid, un enano gruñón que decía ser rey de Thorbardín hace cincuenta años. Dependemos de su martillo para arreglar nuestras herramientas del campo y armas. Los goblins se han vuelto muy fuertes en el norte y en ocasiones tenemos que defendernos con azadas y palos.

          - ¿Y cómo sabéis que ha sido ella la que lo secuestró? -Preguntó con curiosidad.

          - Hay testigos que la vieron llegar caminando a la herrería -explicó el hombre de la barba-. No volvió a saberse del herrero.

          - ¿Ella viene buscando a sus presas? -Preguntó, recordando que el poco tiempo que estuvo en la torre vio a un enano encadenado, obligado a trabajar en un horno.

          - Si le interesan -respondió el hombre-. No sabemos por qué, ni qué quiere de él.

          - He visto a ese enano -se sinceró Abby-. Está trabajando para ella, forjando algo.

          Aif la miró con intensidad.

          - ¿Has estado en Sirrien? -Preguntó con incredulidad-. ¿Cómo has… ¡Mientes!

          - ¿Por qué iba a hacerlo? -replicó, molesta.

          - ¿Y llegaste sin ayuda?... No habrías has sobrevivido -dudó el hombre.

          - Llegué volando.

          - ¿Tienes un dragón? -se sobresaltó el viejo.

          Abby no podía decir que era un avión así que optó por mentir.

          - Lo tenía, pero se quedó por allí. Es una de las principales razones por las que tengo que volver. Necesito recuperarlo.

          - Llevaste un dragón y te venció, ¿Qué esperas conseguir sin él? -Espetó Aif.

          - Creo que ella ignora lo de mi dragón. Sabe camuflarse en la nieve y cuando entré en la torre le pedí que esperase a distancia prudencial y se camuflara.

          - Espero que fuera uno de hielo, sino se habrá congelado -añadió opinó el hombre, pensativo, aun así, los de hielo no suelen pasar desapercibidos. Allá donde he visto uno jamás he oído decir a nadie que procuraran no llamar la atención. Esas criaturas tienen un hambre voraz y si no hay un amo que les ponga correa en corto, son aún más agresivos y descuidados.

          - No me preocupa, sabe apañárselas en cualquier ambiente y en mi caso…

          - ¿Y no tenéis conexión mental? ¿Por qué no le llamas? -Objetó el hombre.

          Abby negó enérgicamente con la cabeza.

          - No tenemos... nada de eso -de repente, Abby sintió una preocupación creciente por el tema que estaban discutiendo. ¿Existían dragones en ese mundo? Y, además, ¿dragones de hielo? Había tenido la experiencia de encontrarse con estas temibles criaturas antes, pero ¿a qué se referían exactamente con esa conexión mental?

          «Jamás pensé que volvería a preocuparme por esas bestias nuevamente -pensó-. Lo más extraño de todo fue cuando ellos insinuaron que los dragones podrían ser considerados mascotas de los humanos, y que incluso podían comunicarse telepáticamente con sus dueños.»

          - ¿Y cómo has sobrevivido a un enfrentamiento con mi hermana? -Seguía fascinada Aif.

          Abby agradeció profundamente que se zanjara el tema de sus "dragón de hielo".

          - No diría que fue una pelea en realidad, más bien nos pilló in fraganti dentro de la torre mi... compañero y yo, y no tuvimos tiempo de reaccionar. De repente, sin darnos cuenta, terminamos en una laguna de Blothem, completamente desnudos y confundidos -decidió no mencionar el tema del cambio de idioma, ya que a partir de ese momento podían entender a todo el mundo. Omitir ese detalle le ahorraría muchas explicaciones.

          - ¿Dónde está ahora tu amigo? -Inquirió la gemela de la hechicera.

          Abby la miró con los ojos medio cerrados, con desconfianza. ¿No estarían mintiéndole para que les dijera dónde encontrar a Alfonso? Por desgracia, daba lo mismo.

          - No logró sobrevivir a los goblins -replicó con la garganta trabada por el recuerdo.

          Aif cesó en su interrogatorio y miró al hombre.

          - Tanis, necesitaremos tu ayuda. Pero si vienes con nosotras podrías morir -le dijo con gravedad.

          - ¿Es que piensas acompañar a esta mujer? -Preguntó él, con temor-. No necesitas venir tú. Tienes un hijo que…

          - Ya peina barba y se casó el año pasado, no le pasará nada porque me ausente unos días. Sabe llevar la granja. Pero tú ya no estás para esos trotes, creí que por eso viniste cerca de tu nieta, querías morir en paz y tranquilidad.

          - Je, je, je... ¿Eso te dije? -el viejo sonrió avergonzado-. Me las arreglo, he sobrevivido a situaciones mucho peores -se jactó-. Llevo meses aquí sin hacer nada más que levantar troncos del suelo y cortar leña. Mis piernas anhelan aventuras, grandes gestas, un momento y lugar ideales para vivir y morir. Un hombre como yo, solo conoce descanso en la muerte.

          - Yo tengo que ir -respondió Aif-, estoy obligada por ser su hermana. Esta mujer no tendrá la menor oportunidad de llegar hasta ella sin mí.

          Abby negó con la cabeza, contrariada.

          - No, ni hablar, iré. Además, no pienso arriesgar vuestras vidas, ya me habéis ayudado mucho con curarme y darme alojamiento.

          - No voy solamente por ti. Si el rey enano está con ella -explicó Aif-, tenemos que traerlo de vuelta.

          - No pienso perderme esta aventura -añadió el viejo de barba llamado Tanis-. Mi espada está ansiosa por enfrentarse a los goblins y, además, creo que mi otra nieta también dudará en atacar si estoy con ustedes. Esos bosques, antes de llegar al muro de hielo, están infestados de peligros. Los lobos blancos siempre buscan presas de caza y ustedes dos son incapaces de defenderse ante sus ataques en manada.

          - La comida está lista -intervino la mujer mayor, Vica, que había estado cocinando-. Aif, querida, puedes quedarte si quieres.

          - Gracias, la verdad es que tu guiso huele de maravilla -agradeció la morena.

          - No permitiré que se hable de ningún viaje mientras mi invitada se recupere. Esa herida necesita varios días de reposo. Por cierto, Tanis, ¿podrías traer más leña? Se me ha agotado la que tenía en la despensa.

          - ¡Por los gusanos de Gideon! -Protestó el viejo-. Ayer llené el armario.

          - En la casa tengo suficiente, es afuera donde escasea. He visto que apenas queda para un par de días más.

          - Ahora mismo, Vica -el hombre se levantó, se puso su abrigo de piel, agarró su hacha y salió de la cabaña.

          Durante la comida, Aif mostró interés en conocer más acerca de Abby utilizando un enfoque más personal. Comenzó compartiendo detalles sobre su propia vida para luego plantear la pregunta: "¿Y tú?"

          Abby se encontraba en una encrucijada, incapaz de revelarle su secreto. Aunque confiaba en su amistad, no estaba segura de si podría comprender su origen como una persona del siglo XXI en una aldea tan remota. Sentía la necesidad de mejorar la confianza entre ellas para realmente abrirse y compartir su experiencia.

          Su mente se aferraba obstinadamente a revivir sus momentos más íntimos con Alfonso; cada vez que cerraba los ojos, veía su rostro hermoso, mientras su corazón se llenaba de un dolor agudo al recordar cómo fue despedazado por aquella criatura sin ningún remordimiento.

          A pesar de eso, ella se negaba a aceptar que, aunque pudiera salvarlo, fueran pareja. Él era más joven que ella, más inmaduro y en su mundo real, sus diferencias serían aún más evidentes e insalvables.

          Aun así y todo, extrañaba sus caricias, su sonrisa, su forma de besarla, de tocarla y de excitarla con sus graciosos bailes mientras se quitaba la ropa. Era un poco payaso, pero la hacía reír y eso significaba que, de alguna manera, fue feliz el tiempo que estuvieron juntos como una pareja de la realeza.

          - Y entonces regresé a mi casa y aquí estaba mi hijo -concluyó Aif-. Es por eso que, aunque no nos llevemos bien, he conseguido perdonar su pasado.

          Abby tuvo que disimular sus lágrimas por sus propios recuerdos.

          - ¿Te has emocionado? -Exclamó Aif, contenta-. La verdad es que me harté de llorar cuando por fin tuve a mi niño entre mis brazos.

          Sorprendentemente la mujer que le contaba su vida creyó que lloraba porque compartía la emoción de lo que quiera que le hubiera contado. No quiso confesarle que en realidad no la había escuchado y que su mente vagaba perdida en un océano neblinoso de tristeza por el recuerdo de Alfonso.

 

Continuará

           

Comentarios: 7
  • #7

    Vanessa (viernes, 05 enero 2024 16:42)

    Espero que Abby pueda regresar a la nave.

  • #6

    Chemo (viernes, 05 enero 2024 02:41)

    Yo también pensé lo mismo que Jaime. Pero bueno, mientras haya ligue sería capaz de ir hasta el mismísimo infierno. Jeje

  • #5

    Alfonso (jueves, 04 enero 2024 04:55)

    Gracias por el sincero pésame, Jaime. Me conformo con que la bruja resucite a Alfonso. Jeje

    Feliz año, Tony. Mucho éxito y muchas historias más. Cuídate mucho que también por donde vivo hay muchos "pandemiosos" como dice mi sobrinita.

  • #4

    Tony (miércoles, 03 enero 2024 08:56)

    Disculpad los errores de los comentarios, escribir en móvil nunca será lo más efectivo ni correcto y es como suelo escribir aquí.

  • #3

    Tony (miércoles, 03 enero 2024 08:53)

    Feliz año, Jaime. Como he leído por ahí, ahora ya la gente no dice eso de ¿Con que nos sorprenderás está vez 2024? Mejor decir, por favor sé un año aburrido jejeje
    Ya de entrada, al menos por mi entorno, todos estamos acararrados y esa tos no se termina de ir. Las urgencias están a tope y no se toman medidas ni se escucha nada en medios de comunicación, lo que demuestra hasta qué punto nos manipulan... Si ellos no lo dicen, es que no "pasa nada".
    La verdad no ser que prefiero, alarma desmedida y confinamiento o pasotismo total.
    En cuanto a lo que dices, Jaime, no está toda la aldea ayudando a Abby. Es la casa de Vica y también Aif y Tania, que son amigos. El resto de la aldea ni se ha enterado de su presencia.
    Por cierto, siendo un lugar tan asustado y con tan pocas visitas, no es tan extraño que sean acogedores con los pocos que llegan vivos del desierto.
    Lo explico pero tienes razón Jaime, si no lo has entendido es porque no está bien explicado en el libro.

  • #2

    Jaime (miércoles, 03 enero 2024 03:34)

    Primero que nada, ¡feliz año! Espero que tengáis un año lleno de felicidad y proyectos que cumplir.

    Regresando a la historia, me pareció bastante forzada la escena en que todo el pueblo quiere ayudar a Abby, una forastera que bien podría ser una estafadora o embaucadora. Incluso hasta los aldeanos se ofrecen a acompañarla en su aventura a sabiendas que pueden perder la vida en la travesía sin ganar absolutamente nada. Ojalá todos fuésemos así.

    Alfonso, no te pongas triste porque ha muerto su personaje. Jeje

  • #1

    Tony (martes, 02 enero 2024 20:23)

    Espero que os siga gustando y por supuesto, no os olvidéis de comentar.