Antonio Jurado y los impostores

45ª parte

 

 

 

Anteriormente 

            Antonio y Ángela aparecieron en un callejón de Japón. Lo supo porque reconocía en la lejanía el palacio antiguo que vio justo antes de ir a rescatar a la Mona Lisa, Arita, cuando no era más que una fantasía de una loca Geisha que acababa de asesinar a su hijo.

            —¿Qué hacemos aquí?

            —¿Sabes quiénes son los amigos de Arita? —Preguntó Ángela.

            —¿Los pleyadianos?

            —¿Eso te ha insinuado? Piénsalo de nuevo.

            Se cruzaron con varias personas que quedaban mirando a Antonio. Se miró de arriba abajo para saber por qué les llamaba tanto la atención y no vio nada fuera de lo común. Quizás era por su ropa vieja, sus pantalones de chándal gris de algodón con pelotillas, sus zapatillas viejas de deporte o podía ser por la sudadera que, a duras penas, le tapaba toda la panza.

            —¿Qué tengo que entender? —Insistió.

            —Que esa mujer te puede haber mentido.

            Antonio entendió lo que quiso decir por el simple hecho de estar en el punto de partida.

            —¿Me estás diciendo que los yakuza son sus amigos?

            —No le va el papel de víctima, aunque veo que lo ha interpretado lo suficientemente bien para que te lo creas. Arita domina por completo los clanes yakuza. Tú creíste que esa mujer que te acompaño mató al líder del clan, pero nunca se enfrentó a él.

            —¿Y qué pasó con Abigail? —Aprovechó a preguntar, ya que Ángela estaba rebosante de información.

            Una mujer se lo quedó mirando y se encogió de hombros malhumorada. Antonio no entendía por qué todos le consideraban solamente raro a él. Ángela llamaba más la atención.

            —La contaminó, como a ti —respondió su amiga—. Arita no desperdicia una sola alma. La ha puesto a trabajar para otros clanes, le interesa mantenerse al día de todo.

            —Veo que vuelves a tener el poder de saber todo… ¿Te importaría devolverme los recuerdos de aquellos días?

            —Nadie te los ha borrado. Simplemente tomaste aquella droga y te desmayaste. La geisha entró a otra salita, como tú, y sufrió la misma suerte. Eso que te que te hizo perder el sentido era la esencia de Arita, la que le permite poseeros a voluntad. En realidad es un virus que ella usa como marcador de almas, por eso es contagioso… Y pudiste contagiar a Lara.

            Antonio se quedó pensativo mientras caminaban por las calles de esa pequeña ciudad de Japón en dirección al palacio.

            —Menos mal que me lo has quitado… Era una bomba de relojería.

            De nuevo las personas de su entorno miraban. ¿Acaso no podía ir tan cerca de una mujer como Ángela? Les daría envidia, supuso.

            —Hace creer a su gente que les ha escogido por sus cualidades, pero no es más que una forma de obtener lealtad, busca conseguir que sus infectados se sientan orgullosos de ser sus recipientes —respondió ella—. Es peligrosa, actualmente tiene las dos terceras partes de mi poder. Con una sola porción del infinito sería capaz de manejar a todos sus impostores a la vez. Antes de robarme mis poderes solo podía estar en un lugar, y logró crear una red universal que tenía un único propósito, encontrarme y arrebatarme el poder. Pero el poder divino no tiene esos límites, por eso sé que a pesar de haberla encerrado en una pesadilla, si alguien desata una de sus señales de alerta, logrará regresar y quiero llegar a su cuerpo antes de que eso ocurra.

            Antonio frunció el ceño mirando a Ángela, preguntándose por qué no continuaba.

            —¿Y si vuelve antes?

            —No te preocupes, podría tardar mil años en hacerlo.

            —¿Y si no? ¿Qué considera señales de alerta? Tiene muchos infectados.

            —Me temo que eso solo puede respondértelo ella—. Por muy grande que sea el infinito, sigue siendo la mitad de poderoso que dos infinitos juntos. Ella me robó el poder de las otras dos dimensiones paralelas. ¿Sabes matemáticas?

            —Supongo que me hago a la idea, del infinito al doble, hay otro infinito. ¿Cómo pudo destruirlas si no te había quitado el poder actual que tienes? —Antonio estaba confuso.

            —No me lo robó del todo, solo me lo cogió prestado mientras estuve muerta. Evitó arrancármelo para que no me metiera dentro de ella, que era mi plan, y la lucha se trasladaría a su interior. A pesar de estar muerta el poder divino seguía ligado a mí, aunque yo no pudiera manejarlo. No sé si puedes entender tales complejidades. Cuando consiguió invadir la otras dimensiones y las absorbió… Se sintió tan poderosa que me resucitó para que yo le regalara, en agradecimiento, la última porción. Pero al regresar, el poder volvió a mí de inmediato y se quedó atrapada en mi mundo de pesadilla, la trampa que diseñe en mi mente antes de detener mi corazón.

            —¿Tú te… Mataste a propósito? —Preguntó, estupefacto.

            —La única salida era mandar lejos de su alcance a mi propia alma. Cree aquella trampa, una versión del Vórtice que contuviera las almas de aquellos a los que he matado. Un mundo que no puede existir sin el poder que yace en las raíces de mi alma. Ella, al resucitarme me pidió que se lo entregara, pues tenía forma de cristal, se metió en mi pesadilla y se lo dejé coger. Al resucitar yo desperté y al hacerlo todo ese poder se vino conmigo y ella quedó atrapada en mi pesadilla.

            —¿Y no podría volver? —Preguntó Antonio.

            —Allí nadie puede hacer milagros, es parte del encanto de aquel lugar de pesadilla. Pero eso no impide que otros, infectados por ella, no desaten la llamada que podría permitirla volver.

            —Vale, eso me ha… Aclarado un poco las cosas... Pero me sigue picando la curiosidad… ¿Y tú por qué decidiste matarte? ¿No podías haber hecho otra cosa?

            —Porque he visto todas las opciones y es la única que podía funcionar. Tienes razón con respecto a ella, no sé gran cosa, pero sí tenía claro que si teníamos que luchar yo tendría todas las de perder. Solo había un lugar donde equilibrar la situación y era mi mundo de pesadilla. Allí seríamos ella y yo, sin poderes. Supe que vendría a buscar ese cristal y no me equivoqué. Lo que no esperaba era que antes de hacerlo me devolviera la vida así que ahora la ventaja es mía, mientras no despierte.

            —Entonces, ¿qué hacemos aquí?

            —He venido a robarle el resto de mis poderes antes de que despierte. Pero necesito llegar a su cuerpo, que lo tiene oculto por su deseo primitivo de no ser encontrada. No puedo localizarla aunque sé dónde la vieron por última vez. Sus impostores podrán decirnos su paradero.

            —¿Si nos ven no se despertará? Seguramente te están buscando.

            —Muy inteligente —alabó Ángela—. Por eso estás tú aquí. Ellos creen que eres un impostor, no levantarás sospechas. Lo más probable es que te dejen entrar en su lugar de residencia sin una sola pregunta.

            —¡¿No piensas venir conmigo?! —Preguntó alarmado.

            Una mujer que se estaba cruzando en su camino se asustó y cruzó la carretera, asustada por su grito. Por poco no la arrolló un camión.

            —Olvidas que puedo hacerme visible solo para ti. De hecho, llevo haciéndolo un buen rato.

            ¿Entonces nadie podía verla salvo él? Eso explicaba las extrañas actitudes de la gente, estaba charlando a viva voz con "nadie". Se llevó las manos a la cara, avergonzado. Luego miró a Ángela y la vio reírse.

            —Podías habérmelo dicho antes —se quejó, susurrando.

            —¿Y perder la oportunidad de vengarme por rechazarme? Admite que ha sido gracioso. Podía haberte hecho daño de verdad.

            —¿Cómo? Pero, ¿cuándo te he rechazado?

            —Déjalo, da igual —le quitó importancia Ángela, que seguía riéndose de un chiste que él no entendía.

            —¿Podrías hacerme invisible como tú? —Pidió, con cierto aire de reproche—. ¿No crees que sería más prudente para ambos?

            —Supongo que sí —Ángela esbozó una sonrisa pícara—. Pero no me lo pasaría tan bien.

            —No sabía que me tenías rencor por algo...

            —¿Qué tal haberme rechazado durante años? —replicó ella, con tono serio—. No acostumbro a que nadie me rechace. Pero tienes razón, no sabes nada porque en realidad nunca me he declarado ante ti.

            —La gente me mira —siguió protestando Antonio—. ¿Puedes hacerme invisible como tú? Luego me cuentas eso.

            —Que así sea, nadie podrá verte salvo yo.

            Chasqueó los dedos y las personas que estaban pasando cerca, que era una multitud, se llevó un susto mayúsculo al desaparecer de sus vistas. Pero eso empeoró la situación pues a ella no la veían aunque misteriosamente la esquivaban. Él empezó a ser empujado y se vio obligado a esquivar a la gente.

            —¿Contento? —Preguntó con una sonrisa malévola.

            —¿Pero qué rayos te pasa?

            —Ya te lo he dicho, me has rechazado —replicó ella, enigmática.

            —¿Puedes hacer que me ignoren simplemente? Me van a tumbar.

            —Está bien... —Aceptó con una risita.

            Por fin la gente pasaba a su lado ignorando su existencia, pero sin arrollarle.

            Antonio se la quedó mirando con gesto de incomprensión.

            —¿Qué te pasa conmigo? Ya estoy acostumbrado a que mi mujer se enfade sin decirme el motivo, entiendo que es típico de mujeres. ¿Qué he hecho que tanto te ha dolido? No puedo defenderme, ni disculparme por algo que... Desconozco.

            Ángela se lo quedó mirando negando con la cabeza.

            —Por favor —suplicó.

            —Está bien, yo tampoco soy la persona que tú crees —reconoció ella, finalmente.

            —¿Cómo? ¿No eres Ángela Dark?

            —Sí, lo soy, pero no la que tú crees. Tengo una historia un poco más larga que la tuya.

            —No me lo creo, no eres mayor que yo.

            —Quiero decir que he vivido tres días más que tú.

            Antonio se quedó pensativo tratando de entender.

            —Hace unos meses el EICFD tuvo que hacer frente a una amenaza extraterrestre sin precedentes. Los grises nos dejaron un arma invencible, los dragones.

            —Pero fue hace mucho más tiempo y logramos devolvérselos.

            —Eso no es lo que quiero contarte. Verás, esos dragones iban a destruir el mundo y el EICFD lanzó diez cabezas nucleares a la isla donde se descubrieron. Las explosiones rompieron las placas tectónicas del Pacífico de forma dramática causando unos terremotos que acabaron con casi todas las formas de vida del planeta. Apenas sobrevivió un millar de personas, y los monstruos invasores, encima, no fueron derrotados.

            —¿Cómo? ¿Cuándo pasó eso? —Preguntó Antonio.

            —Durante esos tres días. Yo lo he vivido. Tú no.

            —Entiendo.

            Ángela se apartó a un callejón para evitar el bullicio y allí continuó:

            —Verás antes de aquellos sucesos…, yo me declaré a ti, te dije cosas que no le he dicho a nadie nunca, me salió del corazón, me costó un infinito sacarlo y exponerme a tu rechazo, tuve que vencer una barrera de miedo que fue tremendamente dolorosa y humillante para mí. Y tú me rechazaste.

            —¿Qué me di… Dijiste? —Preguntó, sorprendido.

            —No importa… ¡Olvídalo!

            —¿Qué tiene que ver eso con los dragones?

            —¡Todo! ¡Idiota! Me rechazaste, me dijiste que no querías romper tu familia, que... Mira, no quiero ni recordarlo. Y ahora, claro, tu mujercita te engaña, te deja y ahora sí vienes a mí como segundo plato... En fin, eso es otro cantar... Lo que te estaba contando es que tú me rompiste el corazón. Tenía el poder infinito, podía conseguir cualquier cosa y no quise influir en ti para que me quisieras por lo que soy, me eligieras por encima de las cosas que más querías, pero tú me dijiste que no. Así que me hundí y... Dejé que el mundo se fuera a la mierda. No moví un dedo para evitar el apocalipsis, pensaba que nada tenía ya sentido.

            —Lo... Siento, yo... No lo recuerdo…

            —Claro que no te acuerdas. No te he dado la oportunidad. Tú no sabes lo que me ha torturado aquel recuerdo durante todos estos meses. A pesar de todo, cuando llegaron los terremotos, no dejé que murieras, no podía soportar que te pasara nada. Te salvé la vida y entonces tú... Me suplicaste que te perdonara, que perdonara al mundo, a tus hijos, a tu familia. Me di cuenta de que eras la única oportunidad que tenía de evitarme el peor momento de mi vida. Creí que podría borrar el recuerdo de aquella infamia si volvías en el tiempo y permitía que tuvieras esa oportunidad de enmendarte y me dijeras que sí.

            —¡Entonces ese fue quien me golpeó aquel día!, ¡Era yo! —Exclamó Antonio—. Pensaba que era algún desgraciado que se hizo pasar por mí. Y fue al que escuchó mi mujer cuando... Ella se enojó conmigo y todo se fue a la mierda, nunca me creyó cuando le dije que no te había visto ese día. Luego regresó conmigo a casa pero no volvió a ser la misma y… Se buscó ese novio venezolano.

            —Ya, supongo que escuchó cuando decías que me amabas. Ese que regresó para solucionar las cosas y al volver atrás en el tiempo, me dijo que sí.

            —Me estoy liando, ¿entonces por qué estás enfadada? —Preguntó él.

            —Los viajes en el tiempo tienen un problema que tú conoces muy bien. Los viajeros se duplican provocando una historia paralela, un viaje supone duplicar el universo. Algo contra lo que Arita ha luchado con todas sus fuerzas hasta casi matarme. En ese tú regresaste y yo también, sino ¿cómo ibas a viajar?

            —Claro —aceptó Antonio.

            —Él habló conmigo, cuando todavía estaba ilusionada al declararme ante ti. Al aceptar mi propuesta me sentí feliz y no permití que el mundo se destruyera, evité el ataque nuclear y amansé a las bestias alienígenas. Ambos sabíamos que tú te quedarías aquí y podíamos irnos sin el cargo de conciencia de que abandonaras a tus hijos y desaparecimos en un universo paralelo que hice solo para nosotros, mejor dicho... Ellos. Y yo me quedé, decidí olvidarte, no saber nada más de ti… Me distancié y borré de tu móvil mi número de teléfono para que no pudieras llamarme.

            »Pero no conseguí olvidarte del todo. Cuando Lara me llamó y me contó que estabas en peligro no pude evitar ayudarte.

            —Vaya, parece que para no hacer nada, he hecho muchas cosas —respondió, triste—. Aunque puedo entender por qué lo hice, te aseguro que te habría dicho que sí sin dudarlo pero para mí la promesa de un matrimonio no es un papel, es irrompible. ¿Crees que no te quiero? ¿Qué no me importas? Tuvo que romperme el corazón rechazarte como dices.

            —Eso no arregla nada —protestó Ángela.

            —¿Puedo contarte un secreto?

            Ángela le miró a los ojos con cierto temor, a veces Antonio podía decir cosas muy bonitas y otras muy doloras o vulgares.

            —No quiero para nada volver a tener novia, es más, esa idea me aterra. Me explico… Yo no puedo confiar más en el amor eterno, ni en las ilusiones de una pareja, de hecho las películas románticas las he empezado a odiar. Nunca en mi sano juicio volveré a comprometerme con nadie. Pero yo no sé qué me pasa contigo, si me dices que no vas a volver a verme más… Sería una tortura peor que el infierno. Por favor, nunca vuelvas a desaparecer de mi vida. No sé si me dejarás de querer, sé que en cuanto me des por conquistado puedes perder interés y yo estaré más pillado por ti que nunca. Pero saber que me quieres ahora me devuelve las ganas de vivir. Así de irracional es lo que siento, no es que no me importe el futuro, es que… Contigo no soy una persona racional. Es tan extraño lo que siento que hasta cuando tú me obligabas a mantener sexo, hace tantos años, lo atesoro como un recuerdo mágico e imborrable de mi pasado que no quiero olvidar jamás.

            —Déjame pedirte perdón ahora… —replicó ella, triste.

            Ángela no le dejó responder y le besó en los labios. Antonio se embriagó con su ardor y la abrazó con fuerza, disfrutando de aquel intimo contacto de sus cuerpos. El pelo de Ángela le cubrió la visión y envolvió su rostro con su suave aroma y frescor.

            Con gran esfuerzo, la chica se apartó de él y se recolocó el cabello.

            —Perdona, no he podido evitarlo —dijo, avergonzada—. Te prometí no volver a besarte sin tu permiso y he roto… He faltado a mi palabra.

            —No hay nada que perdonar —replicó él—. Te eximo de esa promesa.

            Ambos se rieron y volvieron a abrazarse.

            — ¿Por qué te disculpas? Me ha encantado y lo sabes.

            —He entendido que das mucha importancia a las promesas. A partir de ahora yo también.

            A pesar de separarse sus manos se quedaron unidas y ninguno quiso soltar la del otro.

            —Está en juego mucho más que un revolcón antológico —reprendió la chica—, tenemos que encontrar a Arita antes de que despierte o todo nuestro futuro dejará de existir y no creo que esa zorra me dé la oportunidad de viajar en el tiempo para evitar nada.

            —¡Eso es! —Exclamó Antonio—. Regresemos y avisemos al EICFD de cuando Arita aún no había despertado, aquel año que la encontraron en la Luna. Les avisaremos del peligro que supone y volvemos a nuestro tiempo.

            —No creo que pueda dividir de nuevo el universo en dos líneas paralelas, Antonio. En ese rumbo del mundo nunca te volvería a ver.

            —Volveremos a este tiempo...

            —¿A cuál? Si cambiamos el curso de la historia, esta línea permanecerá y la otra también. Tenemos que detenerla igualmente y necesito todo el poder que me queda para lograrlo. Lo único que conseguiremos viajando en el tiempo es debilitarme aún más. Tenemos que encontrarla, no hay otra opción ¡vamos!

            —Te sigo.

            Volvieron a la calle principal y Ángela señaló el enorme castillo del fondo. Se veía a escasos quinientos metros.

            —Estoy casi segura de que está allí —señaló Ángela, abriendo la marcha a paso ligero.

            Aprovechando que la gente se apartaba, corrieron hacia allá, Antonio se fijó en su trasero tan sexi, siempre tan bien definido por sus mallas negras de cuero, y se dio cuenta de que no solo sentía deseos sexuales por ella. Era como si ese sentimiento hubiera subido de nivel y supo que la seguiría hasta la misma muerte.

 

 Continuará

Comentarios: 10
  • #10

    Alfonso (domingo, 02 enero 2022 14:22)

    ¡Feliz Año a todos!
    Tony, ojalá tu familia se recupere pronto. Os mando mis mejores deseos.

  • #9

    Tony (domingo, 02 enero 2022 01:52)

    Feliz año a todos!
    Este no ha empezado nada bien para mi, todos en casa con Covid… Espero que sea tan leve cómo dicen, de momento se resiste el muy HdP.

  • #8

    Jaime (domingo, 02 enero 2022 01:40)

    Feliz año a todos

  • #7

    Esteban (domingo, 26 diciembre 2021 14:26)

    Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo

  • #6

    Chemo (sábado, 25 diciembre 2021 22:31)

    Feliz Navidad a todos

  • #5

    Alfonso (sábado, 25 diciembre 2021 04:45)

    Feliz Navidad y próspero aaaaaaaaaaño nuevo a todos. Espero que año entrante os llene de bendiciones y que podamos leer más historias de Antonio Jurado y compañia.

    ¡Salud!

  • #4

    Tony (sábado, 25 diciembre 2021 00:57)

    ¡Feliz Navidad a todos!

  • #3

    Alejandro (viernes, 24 diciembre 2021 20:48)

    La historia está muy interesante. Feliz Navidad a todos.

  • #2

    Jaime (jueves, 23 diciembre 2021 05:09)

    Yo pensaba que Arita ya había sido derrotada pero al parecer todavía no lo está. Y no creo que Arita haya dejado su cuerpo en un lugar tan obvio como el centro de operaciones de los yakuza. Si Arita puede controlar a los pleyadianos, podría esconderse en una de sus bases secretas imposibles de rastrear.

    Y bueno, os deseo una Feliz Navidad y próspero año nuevo a todos. Ojalá haya más historias, más sexo y menos ómicron en este nuevo año.

  • #1

    Tony (miércoles, 22 diciembre 2021 12:34)

    Espero vuestros comentarios. Feliz navidad y próspero año nuevo.
    2022 vendrá cargado de historias nuevas y ahí os quiero a todos, no vayáis a faltar.