Antonio Jurado y los impostores

34ª parte

 

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         Cuando llegaron a su casa no mediaron ni una palabra, él le quitó la blusa con delicadeza y ella a él su camisa. Desesperados por quitar los estorbos de la ropa, cada uno se quitó el pantalón con prisa, como si compitieran a ver quién se lo quitaba antes. Cuando lo lograron, aún con ropa interior volvieron a abrazarse desesperadamente.

         El cálido contacto de su piel les llenaba tanto que durante un buen rato se deleitaron con besos en los labios, en las mejillas, en el cuello, en la oreja, en los ojos mientras se abrazaban y mezclaban sus auras como una sola, al tener los cuerpos fusionados.

         Lara se había acostado con muchos chicos, pero nunca sintió aquello. Ese fuego en sus entrañas, esa sed de su cercanía, su calor, su contacto, sus besos, su aliento... Hasta el punto de que evitaban deliberadamente el sexo. Si lo hacían ese momento ese instante ya no sería eterno. Él parecía sentir lo mismo, no trató de quitarle el tanga ni el sujetador, se diría que hasta sus mentes eran una.

         Se dejaron caer en la cama y ella se tumbó de lado, él se puso detrás abrazándola, fundidos en un abrazo cálido, tierno, lleno de cariño.

         Estaban tan a gusto juntos que cuando llamaron al telefonillo ninguno hizo nada y no abrieron la puerta a las otras dos invitadas.

 

 

 

         —No puedo creer que no estén en casa —protestaba Mónica—. Después del paseo que nos hemos dado hasta encontrar la maldita pizzería.

         —¿Dónde se habrán metido? —Preguntó Ángela, que era la que cargaba las dos cajas sin ayuda de la otra.

         —¿Sabes qué? Me da igual —determinó Mónica—. Vamos a comerla nosotras, ven, te invito a mi casa. ¿Te vienes?

         —Claro, me muero de hambre.

         La chica de blanco levantó la mano a un taxi que pasaba por allí y éste se detuvo. Mientras le pedía que las llevara dándole la dirección de su casa, Ángela miró hacia arriba, a la ventana de Lara y sonrió.

         —De nada —musitó en silencio.

 

 

         —Qué poca vergüenza tiene Dani, pero esta me la paga —Iba rezongando la chica morena—. El muy cara dura no me coge el teléfono, no responde mensajes...

         —¿Les habrá pasado algo? —Preguntó Ángela, encogiéndose de hombros.

         —Qué bien huelen esas pizzas —comentó el taxista—. Si no fuera por el covid me zentaba con vozotra ahí atrá y nos la comíamo... —soltó una risita como si hubiera contado un chiste gracioso—. ¿Oz ha fallado vueztro hombre? Aquí me tenéi —era un chico de unos treinta años y gracioso acento andaluz.

         —No recuerdo haber preguntado nada, señor —respondió Mónica con sequedad.

         —Ups, disculpe zeñorita.

         Ángela puso los ojos en blanco, no le gustaba ser tan cortante pero a la otra no le importaba demasiado.

         —Me llamo Chemo, he zido un eztúpido por no prezentarme. La educación ez lo primero, ¿con quién tengo el guzto de hablar?

         —Limítese a ir a la dirección que le he dicho —replicó la chica del vestido blanco, sonriente—. No queremos conversación, gracias.

         —Oh, no ez moleztia, zeñorita. Zoy zimpático por naturaleza, como dice mi madre, la alegría ez un don que hay que regalar. Los cordovezez somos muy noblez. No ze zienta violenta por...

         —Por favor, cállese —replicó furiosa la chica.

         El taxista era joven, moreno, parecía en buena forma, atractivo y tenía una sonrisa simpática. Pero Mónica sólo veia su pelo y sus ojos por el espejo. Aquella respuesta le hizo asentir con la cabeza y callarse por un rato.

         —¿Está muy lejos tu casa? —Preguntó Ángela —, dejé la moto al lado del portar de Lara.

         —Estamos llegando —replicó, aún enojada.

         Ángela veía que el coche circulaba por la M—30 alejándose de allí y suponía que estarían tomando pizza un rato y cada una a su casa. Tenía muchas cosas que hacer y sobre todo, estaba deseando preguntarle a Lara por Antonio Jurado. Hacía mucho tiempo que no sabía de él.

         La última vez que le vio le dejó tratando de reconciliarse con su mujer, pensó que era una pérdida de tiempo amar a un hombre casado con tanto afán por no romper con su familia. Decidió que lo mejor era olvidarse de él.

         Pero no lo consiguió. Ahora no podía soportar la idea de que estuviera enfermo, muerto sin que ella hubiera podido ayudarle.

         Realmente no tenía la moto en el portal de Lara, no necesitaba medios de transporte.

         Recordó el día que se despidieron. Antonio Jurado la rechazó en aquella ocasión que ella le declaró sus sentimientos, ya siendo todopoderosa, con el poder de los trajes pleyadianos metido en su ADN. Se sintió tan dolida que se desentendió de todo.

         A pesar de saber que unos misiles lanzados por el EICFD a una isla del pacífico fueron utilizados con el fin de detener la invasión de unas criaturas letales venidas del espacio exterior. El devastador ataque provocó terremotos en todos los rincones del planeta, fue el apocalipsis.

         A pesar de su dolor, protegió a Antonio Jurado, ella pretendía que muriera toda su familia y quedaran solamente ellos dos. Así fue, pero cuando él se dio cuenta de que le protegía de las calamidades naturales, le dijo que la amaba y que para estar juntos no debía hacérselo pagar el resto de los mortales. No podía influir en su corazón pero sí leerlo y vio que no mentía. Aunque ella no era culpable de aquella debacle, decidió impedir que sucediera justo antes de ser rechazada.

         De modo que retrocedió el tiempo con él y sustituyó al otro Antonio cuando  la otra Ángela le declaró sus sentimientos.

         Aquello funcionó, ambos se prometieron amor eterno y desaparecieron con intención de vivir solos en un mundo aparte, sin más humanidad que ellos dos.

         Y en esa línea temporal se quedó ella con el otro Antonio, el que la rechazó y a la vez nunca lo hizo.

         Después de salvar el mundo no volvió a dirigirle la palabra, ni acercarse a él, su fidelidad a su familia lo convertía en una persona aborrecible. Deseó olvidarse de él pero con todo su poder no consiguió tal cosa porque, en el fondo, esperaba que ese matrimonio no durase demasiado. Sus deseos tenían tendencia a cumplirse, a pesar de que no los manifestara. Temía que algo le hubiera pasado a Brigitte y sus hijos por culpa de su subconsciente.

         Sin embargo Lara dijo que era él quien estaba enfermo y nunca deseó tal cosa. Algo pasaba fuera de su control y debía averiguarlo cuanto antes.

        Estas enamorada —expuso Mónica mirándola a los ojos.

         —¿Tú no lo estás? —repuso Ángela, sonriente.

         —¿Yo? Qué va. ¿De mi primo?

         —Ibas muy acaramelada cuando estabais juntos —replicó con media sonrisa.

         —Ya, es por alejar a los pelmazos. Es mono, más tonto que pegar a un padre, y mujeriego... Buf, ni te imaginas. Hay que ser muy subnormal para enamorarse de un granuja como Dani.

         —A lo mejor es así porque aún no encontró a la mujer adecuada.

         —¿Ese cabeza hueca? No quiere ni a su madre.

         Soltó una risotada.

         —Lara está muy pillada —comentó Ángela—. Creo que sería conveniente que no te arrimaras a él si le quieres dar una oportunidad de que lo suyo... Funcione.

         —¿Qué me dices? Pero si íbamos a hacer un trio, no digas tonterías.

         —Eso es lo que tú querías hacer.

         —O sea, lo flipo, tía. ¿Tú qué sabes? Si apenas nos conoces —protestó Mónica.

         —¿He dicho algo que no sea cierto? Sé leer a las personas. Y no nos han abierto la puerta, es pura matemática.

         Mónica se quedó sin palabras.

         —El sexo es un mal consejero —añadió—, sirve para pasar el rato y no pensar en cosas transcendentales como el amor de tu vida, tu destino... Vale. Pero hay momentos en los que conviene dejarlo de lado.

         —Ya sé, eres una influencer que se cree una iluminada, ¿verdad? —Canturreó burlona—. ¿Cuál es tu canal de Instagram? Me gustaría seguirte.

         Mónica empezaba a parecerle odiosa.

         —No, yo no soy un ejemplo de nada.

         —Pues si me permites expresarte mi humilde opinión —replicó la otra, con gesto arrugado—, opino lo contrario. Con el sexo conoces a las personas de verdad. Antes de hacerlo los hombres son como muñecos de trapo sin cerebro, pero después descubres su verdadero carácter y sentimientos.

         —No puedo darte la razón, el sexo vacía el alma —replicó Ángela—. No conoces a una persona hasta que no la ves llorar y reír.

        Eztoy de acuerdo  —intervino el taxista—. Me gusta como piensas... ¿Cómo te llamaz?

         —Ángela.

         —Que hermozo nombre, te pega, parecez un ángel.

         —Gracias.

         —Cuando dejemoz a tu amiga podemoz tomar unas copaz juntoz. Termino el turno cuando tú me digaz, miarma.

         —Ella se viene conmigo, pelmazo —chilló Mónica.

         —No hablo con su majeztad —replicó exageradamente educado, aunque algo ofendido—. ¿Qué dicez guapa?

         —Voy con ella. Lo siento, no se lo tengas en cuenta, cree que sigue siendo atractiva aun mostrándose tan borde.

        Puez no voy a zer yo quien lo dezmienta —replicó guasón—. Por dezgracia hemoz llegado zeñoritas. Treinta y cinco con zezenta. Hoy eztoy de buenaz y no voy a ezigir propina.

         —Toma cuarenta —replicó Mónica, buscando dinero en su monedero—. ¡Anda...! Pero si eres guapo...

         Se lo quedó mirando sorprendida.

         —¿Ezo zignifica que puedo comer pizza con vozotraz? —Sonrió el taxista Chemo, como un idiota.

         —No, solo me ha sorprendido —replicó la sobrina de Escobedo—. Gracias por el paseo y quédate el cambio...

         —¿Estas segura, Mónica? —Ángela no salía del coche obligándola a responder.

         —¿Eras Chemo? —Preguntó interesada. Bueno venga. Un ratito. Pero si no nos cobras.

         —Eh… Ya quiziera yo. Zi no fuera porque mi jefe va a ver que no he cobrado ezte recorrido…

         Ángela salió del coche y, al salir Mónica, el taxista no dejó de mirarle los pechos y el trasero. Ésta sostenía los dos billetes de veinte con chulería, con una sonrisa sugerente mientras se inclinaba en la ventanilla para pagarle. Chemo tuvo visión una privilegiada de su escote sin sujetador.

         —Qué máz da, yo lo pago encantado. ¡No oz vayáis! Que aparco.

         —Quizás deberías saber que soy prostituta de lujo, tendrás que pagar dos mil euros por tocarme.

         —¡Ozú! —Silbó el chico desde el coche—, Pero zi no gano ezo en un mez.

         En lugar de aparcar se marchó a toda prisa haciendo chirriar las ruedas sobre el asfalto.

         —Qué pena —musitó Mónica esbozando media sonrisa—. Al final nos salió gratis. ¡Ag!, qué pesado el andaluz, detesto cuando hablan así, solo escucho Ze, ze, ze...

         Abrió la puerta de una verja de hierro. Era un chalet, en las afueras de Madrid.

         —¿Y a qué te dedicas? Si no usas Instagram debes ser una persona ocupada.

         —Supongo que no me gusta contar detalles íntimos de mi vida a desconocidos —replicó, con indirecta incluida.

         —¿Y cómo te ganas la vida? —Mónica no se dio por aludida.

         —Soy... Bueno, estoy en paro. Oficialmente. Aunque no tengo problemas económicos.

         —No puedes engañarme —se burló la otra con una sonrisa torcida que evidenciaba que estaba un poco ebria—. Tú eres una sic, ¿verdad?

         Cerró la puerta de su casa en cuanto ella entró y la miró con intensidad esperando la respuesta.

         —¿Vives sola en este... Chalet? —La ignoró.

         —Sí, ¿por? —Preguntó, molesta por el cambio de tema.

         —Suponía que vivías con Dani.

         —¿Con ese muerto de hambre? ¿Estás tonta? —Se rió con chulería.

         —¿Y dónde vive? —Insistió Ángela, pues Lara le había dicho que pretendían matarla para quedarse en su casa, en plan okupa.

         —Ahora que el tío le ha dado trabajo estable se está buscando un apartamento cerca de aquí, de alquiler, por ahora vive en el bar Alberti, en una cama que han montado en el almacén. A veces viene a dormir conmigo, me da pena... Y bueno, cuando me siento sola me vale de compañía pasajera, ya me entiendes —hizo un gesto con la mano midiendo un pene exageradamente grande—. Quiere venirse a vivir cerca pero la cosa está complicada, lo más cercano fuimos a verlo esta tarde y bueno, estaba bien, aunque él odia el transporte público y no hay donde aparcar.

         Ángela sonrió para sus adentros. Lara debió entender mal la conversación que escuchó detrás de la puerta, pues no hablaban de su casa. Se mordió el labio inferior y frunció el ceño al imaginar lo injusto y terrible que habría sido si, por un mal entendido, hubieran acabado con ellos.

         Solo esperaba que no hubiera enloquecido estando a solas con Dani, y que no lo estuviera descuartizando en la bañera de su casa... Suponía que ella no sería capaz, pero si seguía creyendo esa historia rocambolesca que rondaba su cabeza era imposible saber lo que podría hacer.

         —¿Me permites hacer una llamada?

         —Claro, ¿Quieres una ensalada con las pizzas? Voy a ir encendiendo el horno para que estén en su punto, detesto comerlas frías.

         —Genial, estaría bien. Ahora vuelvo.

         —Luego me cuentas sobre tu trabajo de sic. ¿Vale?

         Ángela la miró con cara de no entender lo que estaba diciendo mientras Mónica sacaba lechuga y tomates de la nevera.

         Cogió el teléfono, salió al patio delantero y llamó a la inspectora. Como no lo cogía, insistió. Al tercer corte decidió no esperar más y usó sus poderes.

         —Cógelo Lara —Normalmente le bastaba con desear las cosas pero quería asegurarse de que esta vez lo cogía pronunciándolo con un susurro.

         Cuando volvió a llamar, después de dos timbres escuchó su respuesta.

         —¡Qué quieres Ángela! —Protestó Lara, claramente fastidiada por su llamada—. Es mejor que no subáis.

         —No pretendo tal cosa, estoy en casa de Mónica, ni siquiera sabe que estáis allí. Te dije que te haría el favor de tu vida.

         —Vale y ¿por qué llamas entonces?

         —¿Dani sigue vivo? —Preguntó, cautelosa.

         —Me está esperando en la cama.

         —Uf, me alegro. Solo quería informarte de que no sé qué fue lo que escuchaste esta tarde, pero Dani no vive con Mónica, duerme en un catre del almacén del bar Alberti. Ahora que tiene sueldo estable ha decidido irse a vivir a un piso, él solo...

         —¿Por qué me cuentas esto? —Interrumpió.

         —Cállate y escucha —ordenó Ángela, fastidiada—. Fueron esta tarde a ver pisos y seguramente hablaban de uno cuando tú les escuchaste. No los entendiste bien, no pretenden matarte ni quitarte tu casa.

         —Te recuerdo que me mataron dos veces —replicó Lara.

         —¿Estas segura? ¿Les diste motivos?

         —No. Bueno, la primera vez no les hice nada, aunque esa fue una visión dentro de otra. Como vi que me estrangulaban después de una tarde de sexo, desperté y la siguiente vez les sacaba el arma y les echaba de mi casa, Dani me… Quitó el arma, forcejeamos y me disparó.

         —Ten cuidado, solo sé que no querían matarte. No le amenaces porque igual lo hizo por defensa propia.

         —Ya,... Supongo que no tendría sentido lo que está pasando.

         —¿Te has acostado con él?

         —Que va, bueno sí y no. Se ha quedado dormido a mi lado. Pero no hemos tenido sexo.

         —Dale una oportunidad. No le conozco, aunque no creo que sea un asesino.

         —Gracias tía. Me hacía falta saber esto... Chao.

         Y colgó.

 

Continuará

Comentarios: 5
  • #5

    Chemo (sábado, 10 julio 2021 18:29)

    Ese Dani se queda dormido en la mejor parte.
    Es posible que se haya contagiado del impostor con tantos besos de la muerte, Jeje
    Esperando la continuación.

  • #4

    Alfonso (sábado, 10 julio 2021 00:07)

    Me da risa el comentario de Jaime. Como que las últimas partes no tienen nada que ver con Arita pero parece ser que eran necesarias para traer a Ángela de vuelta.
    O quién sabe, quizá eran necesarias para introducir la escena candente entre Lara y Dani.

  • #3

    Tony (domingo, 04 julio 2021 23:17)

    Ya tengo escritas dos partes más y te puedo adelantar que las cosas están convergiendo como las aristas de una pirámide.
    No se cuanto exactamente queda hasta el final, pero seguro que no llega a las cincuenta partes.

  • #2

    Jaime (domingo, 04 julio 2021 19:16)

    Pobre Chemo. Tan mal pagado que ha de ser el trabajo de taxista y el pobre sin poder echar un polvo. Jeje
    Deduzco que quien indujo las alucinaciones a Lara fue el impostor. O fueron consecuencia de algún acto que el impostor cometió en contra de Dani y su prima y éstos solamente se defendieron.
    Tony, no puedo imaginarme que ya esté cerca el final de esta historia. Todavía no se revela nada sobre Arita ni puedo imaginarme cómo terminará esto. Lo único bueno es que Ángela estará feliz de saber que Antonio se divorciará de Brigitte de una vez por todas.

  • #1

    Tony (domingo, 04 julio 2021 15:18)

    La trama se empieza a desatar, el final de la historia se acerca.
    No olvidéis comentar.

    Espero que todos estéis bien.