Los últimos vigilantes

17ª parte

 

         Antonio se levantó con pesadez y se acercó a los niños, que seguían chinchándose echándose agua a la cara mutuamente. Lo que empezó como un juego se convirtió en una batalla campal por ver quien salpicaba más y Charly, que odiaba tener agua en los ojos, comenzó a llorar.

         —Ya está bien Miguel —le detuvo con cariño—. Dejad de pelearos. Me tengo que ir y quiero que cuidéis mucho a mamá.

         —Cómo —Charly se limpió la cara rápidamente para ver mejor—. ¿Te vas? Voy contigo.

         —Quedaros con mamá. Haced lo que os diga y no peleéis, por favor.

         —Papá malo —musitó Miguel riéndose.

         —No digas esas cosas hombre —respondió, ayudándole a quitarle el agua de los ojos.

         —Charly caca —le ignoró el pequeño, que estaba disfrutando tanto que ni escuchaba.

         Antonio puso los ojos en blanco y le pasó la mano por el pelo, apartando el agua de sus ojos. Al volver a abrirlos y ver el azul claro de sus iris mirándole con alegría, lo atrajo hacia su pecho y de dio un abrazo.

         —¿Por qué lloras papá? —Preguntó Charly.

         —Tengo que irme.

         —¿A dónde? ¿A buscar a esa señora?

         —Sí hijo, tiene que llevarnos a casa y debo ir sólo.

         —¿Vas a volver a morirte? —precisó el pequeño, dolido.

         Antonio tenía los ojos empapados en lágrimas y miró a su mujer. Le miraba con seriedad.

         —No. Y no puedo dejaros otra vez —susurró.

         Pero Brigitte no iba a cambiar de idea, no le gustaba decir dos veces lo que pensaba. Sus amigos, su familia, el viejo mundo... No le permitiría que los dejara desaparecer para siempre.

         —Volveré antes de que te des cuenta de que me he ido.

         Besó a su hijo en la frente sabiendo que podía estar mintiéndole. Quizás era la última vez que le besaba, si era difícil encontrar a Ángela, más aún sería regresar y encontrarles a ellos.

         Se acercó a Miguel y le abrazó contra la voluntad del niño que aprovechó para salpicarle la cara.

         —Papá malo.

         —Miguel, por favor. No le digas eso a papá —le regañó su madre.

         Antonio salió del agua y se despidió de Brigitte con una mirada dolida. Aunque quisiera llevarle la contraria ella nunca le perdonaría que dejara desaparecer a su padre. A pesar de que vivían tan lejos y se veían una vez al año, estaba muy unida a él.

 

 

 

 

         Ángela se giró en la cama y buscó a alguien a su lado. Su mano encontró un doloroso vacío y cuando se desperezó recordó los poderes que tenía y lo sola que estaba.

         Al levantarse se imaginó con un camisón sedoso blanco y quiso verse en un espejo. Ahora que era poco más que una adolescente debía ser mucho más atractiva. En la pared apareció uno con un marco similar a una puerta y se vio de cuerpo entero.

         Sin sus patas de gallo, las ojeras y las marcas por encima de los labios que con los años le fueron saliendo, parecía otra. Se contempló unos segundos, sonriente estudiando todo su cuerpo, la perfecta forma de sus senos, la textura aterciopelada de su piel y dijo:

         —Tanta perfección no puede estar hecha solo para el sexo.

         Otro pinchazo en su corazón ¿Qué era lo que le dolía tanto? Que la rechazaran era una de las primeras razones que le venían a la mente. Saber que Antonio la deseaba y sentía algo por ella encendía más la llama de su ira y lo único que impedía que estuviera a su lado era su mujer e hijos.

         —Sería tan sencillo pedir la desaparición de Brigitte... Pero Antonio no me lo perdonaría. Quisiera que estuviera conmigo...

         Alguien llamó a la puerta dando tres golpes. Ángela se sorprendió, no pretendía pedir nada, aunque su deseo se había cumplido como todos los demás. Debía andar con cuidado con lo que decía.

         Tenía barba de varios días, con un mechón blanco en la barbilla y no se atrevió a entrar sin su permiso a pesar de que no había cerrojo. Estaba solo y Ángela se dio cuenta de que él era el único hombre que quedaba de toda la antigua creación. Y no era casualidad, ella no quería a ningún otro.

         —¡Ángela! —Exclamó—. Tenemos que hablar.

         Se estudió en el espejo, su camisón blanco de seda traslucía su cuerpo aunque no dejaba ver nada. No le apetecía volver a usar su armadura de placas (que había hecho desaparecer al meterse en la cama). Bastaba deslizarlo sobre sus hombros para quedar completamente desnuda ante él, lo cual resultaba muy tentador.

         Al abrir la puerta con el pensamiento vio la figura sucia y cansada de Antonio Jurado bajo su umbral. Estaba mucho más delgado. A pesar de haberle convocado supo de inmediato que él la andaba buscando por iniciativa propia y puede que nunca la hubiera encontrado de no haberlo convocado.

         —Al fin te encuentro. Tienes que llevarnos de vuelta al Cretácico e impedir que causemos la destrucción de la raza humana.

         —Tú ya no puedes darme órdenes, querido.

         —Yo te di ese traje, lo has usado y me arrebataste mi poder. Si no quieres regresarnos a esa época, al menos devuélveme la magia que me robaste.

         —No me gusta que me hables así. Muestra más respeto. Y no puede haber varios dioses —respondió sonriente—. Sería imposible hacer mi voluntad si chocara con la tuya.

         —¿No tienes amigos a los que añoras? Tú eres una mujer de mundo, no me puedo creer que te quedes conforme con su completa eliminación.

         —El único amigo que he tenido lo tuve que matar por trabajo. Si es ese el mundo al que quieres que vuelva, no merece una segunda oportunidad.

         —¿No echas de menos... Las hamburguesas? —Le recordó, pues durante un tiempo habían estado trabajando juntos y él sabía cuánto le gustaban y lo poco que las comía por miedo a engordar.

         —¿Comida chatarra? —soltó una risotada—. ¿Eso es lo que tú extrañas? Podría entender que me hables de un buen sushi...

         —Escucha, los trajes de los pleyadianos nunca debieron caer en nuestras manos —la cortó él—. Debemos devolvérselos con todo su poder. Sin quedarnos nada. Es la única forma de que el mundo vuelva y nosotros a él.

         —¿Por qué has venido? —Se extrañó Ángela—. ¿Para cocinarme una hamburguesa? ¿Y tu familia? No me digas que los has abandonado por mí.

         —Sé que mi familia corre peligro cerca de ti. Entre tú y yo nos entendemos, somos amigos y hay algo que no sabría describir. Tienes que escucharme desde esa amistad, no te lo pido por mí, que sería un hombre feliz en este paraíso lleno de frutas, sin depredadores. Mis hijos están felices de que no hay colegio, mi mujer siempre quiso ser vegana y comer solo verduras, que todos los animales fueran mansos y quieran estar cerca de nosotros. Es un lugar increíble que no me gustará perder, pero tú y yo sabemos lo que ha costado.

         —A nada, te recuerdo que tú eres el responsable junto a tu familia de la eliminación de la raza humana de la cadena evolutiva. Los demás seres humanos nunca existieron —proclamó Ángela—. Me recuerdas a esos millonarios que hablan de pérdidas cuando piensan que una mala noticia arruina su inversión. Lo que no ha existido nunca no puede ser destruido. Y, ¿sabes lo que más me duele?

         Antonio se encogió de hombros.

         —Que con todo el poder que tengo podías haberme eliminado con al resto del viejo mundo. Si no hubiera venido yo solo sería un recuerdo.

         —Nunca fue nuestra intención destruir nada —protestó Antonio.

         —Dijo el lobo al conejo que estaba devorando —terció ella con voz dulce—. El mundo nunca existió por tu culpa, eso es irrefutable.

         —Sí que ha existido, en nosotros, es nuestro pasado.

         —¡En nuestra memoria! —exclamó ella—. Es lo que hemos aprendido. La humanidad que conocíamos es una bacteria que se ha comido a este precioso planeta.

         —¿Así que te crees Dios y actúas así pensando que... vas a hacerlo mejor que él?

         —¿Sabes? —Repuso ella, enojada—. Por primera vez, verte me produce una sensación de malestar. Verás, puedo tenerlo todo con solo pedirlo. Sin embargo, por alguna razón en este tiempo no he pedido lo que más deseaba.

         Antonio dio un paso atrás. Ángela continuó.

         —He sentido muchas cosas en mi vida, pero esa "amistad", como tú la llamas, es lo que más dolor me ha causado desde que tengo uso de razón. Creo que aún vive tu mujer porque quiero que me elijas a mí con libertad, es decir, sin trucos, ni ayuda de mi poder.

         —Lo siento, Ángela, yo no voy a dejar a mi familia y no es por ti, es por principios.

         —Lo sé y por eso me fastidias tanto y... Te admiro. Sé lo tentadora que soy y aun así eres tan fiel... ¿Sabes lo que yo daría por estar en el lugar de tu mujer?

         —Me sobrevaloras, no soy para tanto —replicó él con temor.

         —¡No es por ti, estúpido!

         —¿Qui... Quieres a mis hijos? —Preguntó asustado.

         —Quiero... —Ángela se mordió la lengua, estuvo a punto de pronunciar un deseo sobre vivir con él como si su mujer no hubiera existido, en un mundo donde ella no hubiera tenido que hacer lo que había hecho. De haber pronunciado esa frase el paraíso habría desaparecido y supo que ese descarado y aparentemente inofensivo humano estaba allí para que cometiera ese error—. Ya veo tus intenciones...

         Antonio apretó la mandíbula con frustración. Ángela se había dado cuenta de su plan y se sitió desarmado, desarmado ante ella.

         —Mi mujer me ha dejado claro que no puedo volver si no dejas las cosas como antes —probó a sincerarse esta vez—. He caminado durante días sin saber hacia dónde ir, no creo que sepa regresar con ellos así que he tomado un camino que no tiene retorno posible.

         —¿Me estás diciendo que si no hago nada por deshacer esto tu mujer no quiere que vuelvas?

         —Eso me temo.

         —Pues no se puede decir que te quiera tanto. ¿No habrá dejado atrás a un amante? ¿Y tú quieres volver al viejo mundo?

         Antonio suspiró resignado, su lucha interna era muy dura y Brigitte no tenía las de ganar.

         —Si te digo la verdad... Me encanta que podamos empezar de cero. Entiendo que ella ama a su familia y no está dispuesta a que desaparezca. Pero no entiende que yo y los niños somos ahora su familia y parece que prefiere a sus padres y sus amigos antes que a nosotros.

         Ángela vio su oportunidad en esa declaración y sonrió con coquetería.

         —¿Qué me dices de empezar conmigo en lugar de con ella? Puedo hacerles desaparecer como al resto y comenzaríamos tú y yo, inmortales, todopoderosos.

         —¿Me darías parte de tu poder? —Preguntó Antonio, desconfiado.

         —No exageremos, ... Pero puedo hacerte inmortal.

         —No me pidas esto.

         —Olvidas que yo puedo hacer lo que quiera. ¿Quién va a juzgarme? —Respondió altiva.

         —Puede que tengas el poder de Dios, pero yo no te perdonaría que destruyas a mi familia —la retó él.

         Angela se tomó el desafío con una sonrisa perversa y comenzó a caminar a su alrededor deleitándose con el suave roce de su túnica blanca sedosa. Caminaba descalza sobre el suelo de granito perfectamente pulido y cuando estaba pasando detrás de él le abrazó con ternura, envolviéndole con sus brazos.

         —Olvidas que yo puedo hacerte olvidar cualquier cosa. ¿Y si desaparecen y tú les olvidas? Es como si nunca hubieran existido. No hay que lamentar lo que nunca ha sucedido.

         —¿Me estás proponiendo la eternidad juntos en un mundo sin más humanos que tú y yo?

         —Cuando queramos podemos tener algún niño —Ángela acarició su tripa por delante acercándose deliberadamente a su pene, sin llegar a alcanzarlo—. Podría incluso hacer que te quedes preñado tú, el parto no será doloroso. Pero antes disfrutaríamos en la cama lo que no se ha escrito. Vamos, no te hagas de rogar.

         —Es tentador...

         —Podríamos tener sexo continuo, con el vigor de la juventud eterna no nos cansaríamos nunca.

         Al decir eso su mano derecha tocó su pene por encima del pantalón. Antonio estaba muy excitado ya de por sí, ya que la túnica de Ángela traslucía lo justo para insinuar, pero no lo suficiente como para ver lo que había debajo.

         —Ningún placer dura para siempre —recitó él como un arma.

         —Olvidas que este es nuestro paraíso —susurró ella volviendo a caminar a su alrededor hasta ponerse delante de él. Se acercó a un palmo de distancia y acercó su rostro a sus labios. Era un poco más baja que él y tuvo que ponerse de puntillas.

         —Es algo intrínseco del cielo: Felicidad y placer eternos. ¿Lo tomas o lo dejas? —Esto último lo susurró tan cerca de sus labios que sus comisuras se rozaron unos instantes.

         El corazón de Antonio comenzó a acelerar desenfrenadamente. Respiró con fuerza por la excitación de sentirla tan cerca y tan entregada a él.

         —Esto es como cuando te mudas de casa —comenzó a explicar ella—. Al principio tienes la sensación de estar lejos de tu hogar, pero con el tiempo te das cuenta de que aquello es cosa del pasado y empiezas a descubrir las maravillas de la nueva. Mira, yo antes vivía en un hotel de lujo, un ático. Me hacían la cama, me traían la comida con una simple llamada de teléfono, me lavaban la ropa... Cuando me vi aquí, en medio del campo, me pregunté si quería prescindir de aquello para siempre y luego me puse creativa. Las posibilidades son infinitas y con el mínimo esfuerzo fíjate, tengo un palacio. ¿Te gusta?

         —Es una casa preciosa —admitió Antonio, que apenas la examinó un par de segundos para volver a fijarse en ella.

         A pesar de que se había alejado de él y caminaba mostrándole su nuevo hogar, él seguía hipnotizado con su caminar sensual, la seguía por su lujosa habitación mientras ella le mostraba su lecho cubierto por sedosas sábanas y las ventanas ofrecían la formidable vista de un campo virgen, repleto de árboles frutales cargados de deliciosas manzanas, melocotones, cerezas... Al contarle aquello de forma tan casual actuaba como si ya fueran pareja, lo cual le confundía aún más. Solo tenía que aceptar y todo eso sería suyo.

         —Te ofrezco el paraíso. ¿Qué te ofrece tu mujer? —Preguntó con cierta malicia.

 

 

Comentarios: 6
  • #6

    Chemo (viernes, 22 marzo 2019 01:31)

    Yo sí acepto el paraíso.

  • #5

    Alfonso (sábado, 16 marzo 2019 19:58)

    Pues yo también voto por el primer final de Chemo, jeje. Yo he visto cómo pensan muchas mujeres y sé que si en realidad aman a sus hombres no dejarían que se fueran con otra así tan fácilmente. Así que el tercer final parece ser el más realista.
    Si no estuviera casado, yo sí aceptaría el paraíso terrenal de Ángela. Más con esas técnicas de seducción que usa, jeje.
    La historia va bien y con buen ritmo. Ojalá no decepcione el final.

  • #4

    Yenny (sábado, 16 marzo 2019 12:33)

    Todos los finales de Chemo terminan de la misma manera, con mucho sexo jaja.
    Concuerdo con Jaime es extraño que no aparezca otro ser para controlar a Ángela, ¿acaso tampoco existen en ese mundo?

  • #3

    Jaime (viernes, 15 marzo 2019 23:39)

    Chemo, deberías ser escritor, aunque sea como pasatiempo. Tus finales son muy buenos, jejeje. Creo que Tony pensóel número 2, pero a mí me gusta más el 1. Tony, deberías hacer caso a Chemo, jeje.
    No sé cómo terminará la historia. Me sorprende que ni Dios ni Génesis ni Verónica ni los pleyadianos hayan hecho acto de presencia para controlar a Ángela. ¿Quizá habrá una aparición celestial?

  • #2

    Chemo (viernes, 15 marzo 2019 02:44)

    He aquí los finales alternativos que me imagino:
    1.- Ángela decide que no vale la pena tener a Antonio si puede reconstruir las duchas del EICFD y revivir a Jaime, Alfonso, Chemo, John, entre otros. E incluso hacerse copias de Antonio para sí.
    2.- Ángela cae en la trampa de Antonio y desea que regrese el mundo como era antes. Ella se da cuenta que no es tan malo y decide abrir unas duchas públicas en Las Vegas.
    3.- Brigitte recapacita y se da cuenta que si deja ir a Antonio con Ángela, es muy probable que no lo vuelva a ver jamás. Así que decide vivir con su familia en el paraíso terrenal. Después de varios milenios de estar sola, Ángela crea una nueva humanidad que la satisfaga sexualmente.

    En cualquier caso el final es el mismo para Ángela. ¿Qué opináis?

  • #1

    Tony (jueves, 14 marzo 2019 22:58)

    Supongo que ahora me va a costar más publicar las continuaciones. No es que no pueda escribir, ahora por fin, vuelvo a trabajar y ya he dado por descartadas todas mis espectativas de ganarme la vida escribiendo. Desde luego ha sido el dinero más desperdiciado de mi vida, os recomiendo a los que queráis vivir de esto que no lo intentéis, no merece la pena.
    Pero bueno, a mí me encanta escribir y seguiré haciéndolo y publicando gratis para los que quieran seguir mis relatos.
    Esta parte, como dije anteriormente, es totalmente nueva. La primera que escribí hace una semana, no me gustó. Era el final de la historia y sentía que a veces lo fácil y previsible es muy malo. Así que le he dedicado tiempo a borrar de mi mente ese final y reescribir lo que yo creía que debía pasar.
    En alguna parte de ahí arriba podréis adivinar el final que había creado inicialmente. Seguramente agradeceréis que lo haya eliminado.

    Vuestro turno, no olvidéis comentar.