La chica de las sombras

6ª parte

            Regresó a su hostal, después de comprar una hamburguesa con patatas. Era lo más barato que había podido encontrar por el camino. Pidió ración doble de patatas y que la hamburguesa fuera doble para poder compartir con Thai algo, que en teoría no debía comer nada en todo el día para que no hiciera cosas olorosas en el trasportín, durante el vuelo.

            Cuando abrió la puerta Thai no la estaba esperando. Al principio se asustó porque ella siempre la recibía con alegría pero desde el  incidente en casa de su tía, Thai le tenía mucho miedo. Buscó debajo de la cama y la encontró acurrucada en una esquina. Cuando la vio asomarse la gruñó.

            - Thai, soy yo,  tienes que dejar de tenerme miedo... - intentó razonar.

            Las palabras no consiguieron nada, lógico. Aunque Thai tenía una inexplicable capacidad de entender mucho más que algunas personas. Si seguía teniendo miedo de ella, seguramente veía algo malo en su interior y no se acercaría hasta que lograra sacárselo.

            - Tengo comida - dijo -. ¿Quieres cenar?

            No hubo reacción.

            Dejó caer unas patatas en el suelo y un trozo de carne. Habitualmente, no duraba mucho la comida en el suelo, Thai no dejaba ni las migas del pan. Sin embargo esta vez Thai no acudió.

            - Está bien, me alejaré para que puedas comer en paz - aceptó ella.

            Se tumbó en la cama y encendió la tele, ignorándola, o aparentando hacerlo.

            Había una película de un investigador que buscaba a un asesino en serie. Se enganchó y, mientras comía su hamburguesa, no perdió detalle de la película. En unos comerciales miró al suelo y vio que Thai estaba comiendo las patatas tímidamente, con el rabito entre las piernas. Estaba tan asustada que le daban ganas de cogerla y abrazarla para que supiera que no le iba a hacer nada. Pero sabía que si lo intentaba, podría coger más miedo aún.

            Deseó que los perros pudieran hablar y que le contara por qué la temía tanto... Aunque bien pensado, quizás no quería saberlo.

            Después siguió viendo la película y se quedó dormida antes de terminar de verla.

 

 

            Cuando despertó habían pasado cinco horas, la televisión seguía encendida y tenía algo muy voluminoso en el bolsillo. Algo que le molestaba al girarse en esa incómoda cama de muelles. Se llevó la mano al bolsillo y vio que tenía algo dentro, algo duro.

            Se asustó, estaba segura de que no tenía nada antes de acostarse. Sacó lo que había dentro y vio que era un fajo de billetes de cincuenta euros con billetes de veinte mezclados. Distinguió entre ellos varios de cien euros.

            Debería haberse alegrado, pero eso significaba que le había vuelto a pasar. Se había descuidado y la sombra había hecho de las suyas. Preocupada, buscó a Thai por la habitación y no estaba a la vista. Se bajó de la cama y miró debajo... Ahí estaba, gruñéndola nada más verla.  Suspiró aliviada pero se preocupó. ¿De dónde había sacado ese dinero?

            Su mente estaba perezosa y entonces recordó que el hostal tenía una caja registradora en la entrada. ¿Se había levantado a robar? ¿Le habría hecho algo a alguien?

            Decidió que era demasiado peligroso seguir allí y ya que tenía que ir temprano al aeropuerto, recogió sus cosas, cogió a Thai (contra su voluntad) y la metió en el trasportín y fue a la calle. Para marcharse lo más deprisa posible pidió un taxi. No sabía de dónde había salido el dinero, pero no podía devolverlo. Le hacía falta.

            Cuando llegaron al aeropuerto, la taquilla del vuelo aún no estaba abierta. Faltaban unas cuatro horas. Como no podía ir por ahí con Thai y la maleta, decidió quedarse en unos bancos y esperar. Tenía mucho sueño, parecía que no había dormido. Sin embargo no quería dormir, sería como invitar a esa cosa a volver a hacer de las suyas y no quería despertar con la cabeza del piloto en la mano mientras veía cómo el avión se estrellaba.

            Sería difícil aguantar el sueño. Necesitaba una distracción.

            Se acercó, arrastrando la maleta y llevando a Thai bajo el brazo, a una tienda de libros. Hacía mucho que no leía pero tenía ganas de hacerlo pero también tenía mucho sueño y cuando estaba a mitad de una tienda decidió que no por tener más dinero, podía gastárselo en cosas superfluas.

            Volvió a sentarse a esperar y finalmente abrieron la taquilla. Después de una interminable espera se situó en frente a la azafata. Le pidió el DNI y le preguntó si facturaría la maleta. Ella dijo que sí, la subió a la cinta y esperó a que la chica terminara de teclear cosas.

            - ¿Eso que llevas es un animal? - preguntó la azafata, sonriente.

            - Es una perrita, se porta muy bien, es viejita.

            - Sí, me lo imagino, pero tienes que pagar para poder llevarla en cabina. Son... ciento cincuenta euros.

            - ¿Qué? - se horrorizó, fingidamente, pues sabía de sobra lo que le dirían -. No fastidie, si es una bolsa de mano.

            - Lo siento, son las normas. Tenemos un servicio de cuidado de mascotas por si no puede pagarlo...

            - Oiga, no pienso darle a mi perra - se negó ella.

            - En ese caso no la dejarán embarcar.

            - Está bien, está bien - cedió, llevándose la mano al bolsillo -. Pero esto es un atraco, deberíamos denunciarles entre todos los usuarios. Joder, un poco más y le compro un asiento. Encima tiene que ir encerrada en el trasportín. No se preocupe que todo el mundo va a saber la injusticia que es esto.

            - Si lo prefiere, para ir más cómoda, puede facturar a su perrita. Cuesta lo mismo y usted irá mucho más cómoda - la azafata parecía un robot, debía estar habituada a las rabietas de los pasajeros por ese mismo tema.

            - No, gracias, mi perra no es una maleta.

            - Tiene su aire acondicionado, irá bien.

            - Irá conmigo - replicó, fastidiada.

            - Póngala en la balanza, solo puede ir si pesa menos de ocho kilos.

            - ¡No fastidie, no va a cargarla usted sino yo! - se enojó, sacando sus peores formas de vivir en la calle.

            Le arrancó el billete de las manos a la estúpida azafata y se marchó.

            - No puede entrar si pesa más...

            - ¡Váyase a la mierda! - replicó, pensando que solo el trasportín pesaba más de dos kilos y Thai nunca bajó de siete.

            Nadie la siguió, se dirigió a la entrada del aeropuerto dándose cuenta de que no había pagado por Thai y que en la seguridad podían ponerle problemas. También había cola allí, pero avanzaba rápido.

            - Tranquila Thai, no te van a separar de mí.

            Llegó a los portales magnéticos para detectar armas y se descalzó, hizo pasar a Thai por el escáner y cuando salió le estaba esperando un guardia de seguridad.

            - No puede llevar mascotas si no tiene la autorización de la aerolínea. ¿Me la enseña por favor?

            Isabel emitió un profundo suspiro. Su rebeldía funcionaba en la calle, pero no con esos maromos. Negó con la cabeza se dio la vuelta mientras decía:

            - Vaya, olvidé ese trámite.

            Esperar de nuevo a la cola fue una tortura para sus agotados pies. Al menos no tendría que esperar el despegue sentada, con riesgo de dormirse y de hacer "Dios sabe qué barbaridad". Cuando volvió a estar delante de la azafata puso a Thai en la balanza y esperó a saber su peso.

            - Vaya, son nueve kilos, debería ir en bodega - dijo la azafata, algo nerviosa.

            - ¿Si pago los ciento cincuenta no tengo derecho a decidir eso yo? - preguntó.

            - No, lo siento.

            - No, no, está bien, pero no me la pierdan, es todo lo que tengo en el mundo - replicó, triste.

            - Sabe qué - dijo la chica -. Por un kilo no pasa nada. Llévesela.

            Isabel sonrió, ilusionada. Pagó con gusto la cantidad y la azafata le firmó la autorización.

            - Muchas gracias - dijo, sinceramente agradecida.

            La azafata siguió sonriendo como un robot y dirigió su atención al siguiente.

           

Continuará