La chica de las sombras

10ª parte

            Alumbró con su linterna pero su luz daba reflejos que no le dejaban ver con claridad si había conseguido salir o solo eran los torbellinos del agua por la zambullida.

            Entre tanto, Thai no dejaba de ladrar al vacío donde antes había aparecido una sombra. Efrén no sabía qué hacer, alumbró hacia dónde la perra ladraba y no vio nada raro. Ahora ladraba al fondo de la piscina, como si hubiera algo ahí abajo, con Isabel.

            Alumbró insistentemente abajo, Isabel tenía que aparecer en cualquier momento, no podía haberse matado. ¿O sí? Entonces vio que algo se agitaba bajo el agua, alumbró con las dos linternas y vio, con espanto, que ella estaba luchando debajo del agua contra algo que no estaba allí, pero que la mantenía sumergida, como si quisieran ahogarla.

            - ¡Dios santo! - dijo, aterrorizado.

            Tardó un par de segundos en reaccionar, luego comenzó a pensar con lógica y orden y dejó las linternas encendidas en el borde de la piscina, para que les alumbrara. Después se sentó, con los pies colgando, y se sujetó con una mano mientras saltaba. Era una altura considerable y no sabía cuánto cubría ahí abajo.

            Cayó sobre la asquerosa agua estancada tocando suelo mucho antes de lo esperado, hasta tal punto que casi se tuerce un pie por pisar algo blando debajo. Por suerte no se hizo daño y se puso en pie. Le cubría hasta la cintura. Caminó hacia el centro de la piscina, dónde había visto luchar a Isabel y antes de alcanzarla una fuerza sobrenatural le empujó y cayó de espaldas en la agua. Le entró agua en la nariz porque no esperaba semejante empujón. Trató de salir pero sus manos se toparon con algo en el fondo y le dio tanto asco que se quedó sentado en el agua. Hubiera jurado que era la calavera de alguien en estado de putrefacción. Cuando logró levantarse, vio que el fondo estaba sembrado de cuerpos muertos, gente que había terminado sus días con una expresión de horror en la cara.

            No se podía caminar con un fondo tan irregular y tardó en reaccionar. No se atrevió a moverse pero si no se daba prisa, Isabel se ahogaría.

            - Lucha, preciosa, lucha - la intentó animar.

            Otra vez sintió la fuerza sobrenatural empujándole con violencia, pero él estaba preparado para algo así y esta vez solo dio dos pasos atrás. Thai ladraba insistentemente desde el borde, que lo recorría de un lado a otro.

            - ¡Thai, maldita sea, cállate! - protestó Efrén, que no podía pensar con el martilleante ladrido en sus oídos.

            Las luces de la linterna le hacían imposible identificar dónde estaba la sombra que le golpeaba, pero si hubiera silencio, quizás podría escuchar sus movimientos en el agua. Estaba aterrado pero más por la preocupación de que Isabel muriese que por lo que pudiera pasarle a él.

            - ¡Thai! - gritó, a pleno pulmón -. Cállate de una maldita vez.

            La perra hizo algo de caso, dio dos ladridos un poco más débiles y luego solo gruñó.

            Efrén escuchó el movimiento del agua mucho mejor, en el centro seguía escuchando chapoteos, como si Isabel siguiera resistiéndose. La otra sombra estaba tras él, estaba seguro.

            Aprovechando que esa cosa pretendía sorprenderle por detrás, corrió hacia Isabel tratando de evitar pisar los cuerpos del fondo de la piscina. Llegó a donde estaba ella y la cogió de la mano, tirando hacia arriba. Al volver a la superficie tosió y le costó mucho ponerse en pie. Pero algo invisible agarró a Efrén de los hombros y cayó al agua de espaldas. Isabel reaccionó a tiempo y le cogió de la muñeca tirando de él, arrastrándole por el agua, directa a las escaleras más cercanas.

            -  ¿Cómo demonios saldremos de aquí? - preguntó, al ver que la escalerilla estaba demasiado alta para poder subir.

            Efrén logró recuperar el equilibrio y logró estabilizarse.

            - Puedo intentar alcanzarla y tú trepas por mi cuerpo.

            - No voy a poder, no tengo tantas fuerzas - protestó ella.

            - Y yo no voy a poder cogerte desde tan arriba - se quejó Efrén.

            - Aunque no estuvieran aquí estas cosas, estaríamos perdidos - dijo Isabel, al borde de la histeria.

            Thai les estaba esperando junto a la escalera, moviendo la cola y haciendo graciosos ladridos para que fueran con ella.

            - Si querías morir aquí - añadió Efrén, dándose la vuelta y enfrentándose a las dos sombras que se acercaban lentamente a ellos -,... pronto cumplirás tu deseo.

            - La idea no me parece tan razonable ahora - replicó ella.

            Las sombras se acercaban lentamente, pero imparables.

            - ¿Alguna idea para deshacernos de esas cosas? - preguntó Efrén, aplastándose contra la pared de la piscina.

            - Tú a por el de la derecha y yo a por el de la izquierda - bromeó ella, sonriendo.

            - Buen plan - dijo el chico.

            - Lo digo en serio - añadió Isabel, envalentonada por la idea.

            - ¿Qué?

            - Ahora - Isabel saltó al vació, como queriendo caer encima de una persona invisible.

            Al ver que ella conseguía derribar a la sombra y caían al agua, Efrén se envalentonó y saltó sobre la suya. Sin embargo ésta esperaba su reacción y le cogió por el cuello. Una mano invisible, pero muy tangible. Era fuerte pero de carne y hueso. Lo único que la hacía temible era que era invisible.

            Saber eso animó a Efrén a golpear el aire. Cerró los ojos ya que estaba claro que no podía fiarse de ellos. Golpeó con todas sus fuerzas esa mano a pesar de que la sombra tenía tanta fuerza que pudo levantarlo del suelo y siguió estrangulándolo contra la pared de la piscina. Pataleó y en una de sus patadas golpeó algo duro. No consiguió nada pero calculó dónde debía haber otras partes más delicadas y lanzó una fuerte patada a lo que debían ser sus genitales.

            El golpe logró liberarlo. La sombra se tambaleó frente a él y Efrén, tanteó delante suyo hasta que palpó un brazo, un hombro, una cabeza... La textura de su piel era parecida al plástico y estaba caliente. La sombra se defendió y le volvió a empujar, golpeándolo contra la pared. Entre tanto, Isabel logró inmovilizar por completo a su sombra, que no debía ser tan fuerte como la de él. La había sujetado bajo el agua hasta que ésta dejó de luchar.

            Cuando se vio libre, sacó su machete de su cinturón, donde lo tenía colgado y se aproximó a Efrén con cara de determinación. Sin perder un momento lanzó un machetazo al aire y éste se detuvo a media altura, justo delante de la cara del chico.  Luego, con gran esfuerzo, lo sacó de donde quiera que se hubiera alojado y lo limpió en el agua. Se escuchó un lamento y finalmente un chapoteo sordo en la piscina. Isabel estaba jadeando, por el cansancio, pero no parecía afectada por lo que acaba de pasar.

            - Gracias... - susurró el chico, tragando saliva.

            - Subiré sobre tus hombros - dijo ella, mirando hacia arriba.

            - ¿No decías que no podías? - preguntó, confuso.

            Isabel volvió a guardar el cuchillo en su cinto, lo aseguró y se acercó a él.

            - Estaba asustada - respondió -. Vamos, ayúdame a subir, pon las manos y empújame hasta que suba sobre ti. Luego será sencillo.

            Efrén cruzó las manos delante y ella se sujetó por su hombro para subir una pierna en sus manos. Se impulsó y él la ayudó a subir hasta donde pudo. Isabel puso la otra pierna en su hombro y alcanzó la escalera con las manos.

            - Vamos, empuja mi pie hacia arriba - dijo ella.

            Efrén la impulsó, sintiendo que ella conseguía hacer algo de fuerza con los brazos hasta que la chica consiguió poner su otro pie en el primer escalón y logró escalar. Por suerte, la escalera seguía firme y no se movió de su sitio a pesar de los años que tenía.

            Una vez arriba, Thai movió la cola y se agachó feliz, de tener de vuelta a su dueña.

            - Hola, cosita, ¿me has extrañado? - preguntó, mientras la acariciaba.

            Efrén se extrañó, la perrita no se acercaba a Isabel nunca. ¿Por qué ahora sí?

 ¿Sería por la alegría del momento? ¿Se le habría pasado el enfado?

            - Genial, ahora tírame algo para que pueda subir - pidió el chico.

            - No hay nada por aquí cerca - dijo ella. Déjame ir a buscar.

            Isabel cogió su linterna del suelo y examinó la correa de Thai.

            - Genial prueba con eso, átala al primer escalón y tíramela - sugirió él.

            - Esto no aguantará tu peso - replicó Isabel, mientras se iba con Thai.

            - ¿Vas a dejarme aquí con estas cosas? - preguntó el chico, con fastidio.

            - ¿Qué quieres que haga? Necesito una cortina o una cuerda - respondió ella, malhumorada.

            - Déjame intentarlo con la correa - exclamó él, desesperado.

            Era inútil, Isabel se había perdido por la puerta de la piscina y Thai la seguía moviendo el rabito, con alegría.

            - No tardes - pidió, finalmente, sabiendo que le estaba dejando tirado, pero sin querer creerlo.