La chica de las sombras

12ª parte

            - Hemos llegado - dijo, cuando aparcaron frente a su portal.

            Isabel se despertó y Thai también.

            - ¿Ya estamos en la mansión? - preguntó, desorientada.

            Efrén se la quedó mirando, sorprendido y fastidiado.

            - A casa, ya hemos ido a la mansión.

            - ¿Qué? - Isabel se frotó las sienes y negó con la cabeza -. No puede ser, otra vez no...

            - ¿No recuerdas nada?

            - Lo siento, hice alguna estupidez, ¿verdad?

            Thai volvió a gruñir a Isabel como si no la conociera ni le gustara que la tocara. Isabel la pasó al asiento de atrás, con fastidio.

            - ¿Por qué la has sacado? - le acusó a él -. ¿No ves que me odia?

            Efrén negaba con la cabeza, no podía creer lo que estaba oyendo.

            - Vamos arranca, tengo que ver esa mansión - ordenó ella, enojada.

            - No vamos a volver, casi nos matan - replicó él.

            - ¿Qué ha pasado?

            - Había cientos de sombras, querían sacrificarte en un altar. Logramos escapar de milagro. Mataste a dos de ellas sin pestañear, fue alucinante. Era como si estuvieras acostumbrada a matar sombras.

            - Sí, me lo creo... Mi otro yo sabe muy bien lo que es matar - apuntilló Isabel, con cara de resignación.

            - Volvamos a casa, tenemos unas fotos que debíamos examinar bien a fondo - explicó él.

            Isabel suspiró resignada.

            - No puedo, tengo que ir a esa mansión.

            - Creo que no entiendes lo que te pasa - alegó el chico -. Solo olvidas parte de tu pasado, pero sigues siendo tú misma. Te aseguro que no eras una sombra.

            - Tú no has visto lo que he hecho cuando me pasa eso -respondió Isabel-. No tienes ni idea.

            - Si te digo la verdad, me fío más de la otra que de ti, es más amable - dijo Efrén, con cierto temor.

            Isabel le miró con odio, como si la hubiera insultado de la manera más despiadada.

            - Yo no voy matando a la gente, pero gracias... Supongo que si no te follan no te fías - renegó, enojada.

            - Tranquila, mujer, si para mí apenas hay diferencia... No creo que seas distinta persona, solo...

            - Entiendo, tendré que ir sola - Isabel no se atenía a razones y abrió la puerta del coche.

            - ¡Por el amor de Dios! - gritó Efrén -. ¡Casi te matan! No podemos ir hasta que sepamos a qué mierda nos estamos enfrentando. ¡Confía en mí, maldita sea!

            Aquel arranque de furia la detuvo. Isabel volvió a suspirar y volvió a cerrar la puerta.

            - Enséñame esas fotos - pidió.

            Efrén sacó el móvil del bolsillo y pulsó el botón de fotografías. La primera que mostró fue Isabel, dormida y medio desnuda, durmiendo boca arriba.        

            Isabel abrió los ojos como platos y se sintió sucia y avergonzada al ver eso.

            - ¡Perdona! - el chico cubrió el móvil con la mano, mientras pasaba esas fotos hasta que llegó a la parte de la mansión.

            - ¡Me sacaste fotos desnuda! - afirmó, horrorizada.

            - Emm... Fue... Bueno,... Mira, aquí está la primera - le mostró la primera que sacó en la piscina. Pero Isabel le miraba como si tuviera delante a un criminal -. Entiende que para mí es embarazoso que a veces te comportes como una desconocida y otras veces seas tan simpática... No sé cómo reaccionar ante ti cuando te pones tan a la defensiva. Cuando te hice esas fotos pensé que no te importaría, tú me sedujiste y me sacaste fotos a mí. Me pareciste tan preciosa dormida... solo quise guardar las fotos para recordarte, por si decidías marcharte y no querías volver a verme.

            Isabel se sonrojó, seguía sin aceptar que ese chico tuviera tanta intimidad con ella, cuando ella apenas recordaba nada de lo que habían vivido juntos.

            - No vuelvas a hacerlo. ¡Bórralas ahora mismo!

            - Noo, no me pidas eso. Para mí significan tanto...

            - No quiero que cuando me vaya publiques mis fotos en cualquier Web de pornografía.

            - ¿Pero cómo voy a hacer eso? - se escandalizó él.

            - ¿Y por qué no lo harías? No me fío de ti.

            Efrén tragó saliva y asintió.

            - Está bien, las borraré - aceptó, no sin sentir que estaba borrando parte de su alma.

            Una por una fue mostrándole las fotos y fue pulsando el botón de borrar. En una de ellas, solo sacaba su cara, dormida y se veía realmente guapa.

            - Espera, esa puedes quedártela - le dijo.

            En todas las demás se le veía vello entre las piernas o algún pecho desnudo desde diferentes ángulos. No fue tan clemente con todas esas.

            - Ya está, ¿ahora puedo enseñarte las fotos de la mansión?

            - Sí, por favor - respondió ella, más amable.

            La primera foto mostraba el techo con diferentes símbolos de líneas en círculo, en el centro de la sala. 

            - ¿Qué es eso? ¿A eso llamas tú una pista? - preguntó ella con fastidio.

            - Son runas...

            - ¿Qué mierda me importan los dibujos del techo?, ¿no sacaste fotos a las sombras?

            Efrén apagó el móvil y apretó los labios, visiblemente molesto.

            - ¡Tu me pediste que sacara esas fotos! - exclamó, conteniéndose -. Me pediste un lápiz y un papel y te saqué las fotos para que sacara los dibujos exactos. ¿Ahora no te gustan las fotos? Mira guapa, o empiezas a ser razonable o te quedas sola en esto.

            Isabel miró por la ventana, sonriendo con suficiencia. Puso la mano en la manecilla de apertura de la puerta y la apretó con fuerza, como si estuviera conteniendo las ganas de marcharse. Efrén no se disculpó, estaba harto de que le tratara como basura.

            - Si no eres capaz de controlar tu mala leche, lárgate - pidió él -. No necesito investigar nada, todo esto lo hacía por ti. De hecho debería estar trabajando y cuando mi jefe descubra que no he ganado ni una sola libra en toda la mañana me va a despedir. Así que vete si es lo que quieres.

            - Lo siento, lo siento - admitió ella, finalmente.

            - ¿Vas a dejar de estar tan cabreada? - preguntó, él.

            - Lo intentaré.

            - Genial.

            Volvió a encender el móvil y fue pasando las fotos. Salió una en la que se la veía a ella debajo del agua, luchando por salir a la superficie, justo cuando él se dio cuenta de que no podía salir. Antes de saltar a salvarla.

            - Ahí tienes tu sombra, algo te estaba intentando matar en el agua.

            Isabel no dijo nada.

            - Luego fuimos a la buhardilla. Bueno tú fuiste antes. Cuando conseguí salir de la piscina, por cierto, sin tu ayuda, fuimos arriba y saqué estas otras fotos.

            - Más dibujitos en las columnas - dijo ella, al verlas.

            - Aquí hice la foto para ver si la cámara sacaba a esas sombras, pero no. Fíjate, la luz solo llega a la mitad de la foto, el resto era una especie de ejército de sombras.

            - Increíble - dijo ella, al ver ese detalle.

            - Te cogieron, te subieron a un altar, te quitaron tu machete y trataron de matarte con él. Pero me lié a tortas con todos y logramos salir de allí.

            - ¿Qué machete? - preguntó.

            - Ese que llevas en el cinturón - señaló Efrén.

            Cuando Isabel se lo vio se asustó.

            - Esto no es mío - dijo, pálida.

            - Pues yo creo que sí. Lo sacaste ayer de la maleta antes de ir a la mansión y eras tú, no la otra.

            - Imposible.

            - Creo que tu mente está dañada y en las cosas más triviales bloqueas los sucesos más fuertes, pero, sinceramente, no creo que seas dos personas. En cuanto hay algo digno de recordar por que es emocionante, excitante o donde lo pasas mal, vuelves a ser tú... la otra, quiero decir.

            - Y siendo la otra, ¿recuerdo lo que hago ahora?

            - No lo sé.

            - ¿Me lo preguntarás?

            - Claro... si me doy cuenta de cuándo eres "la otra", claro.

            - A lo mejor estoy buscando la solución a mi problema donde no está - dijo ella, triste -. Pensé que la casa sería la respuesta, pero si no hay sombras dentro de mí... es porque soy una asesina y parte de mi mente no logra aceptarlo.

            - Déjame preguntarte qué ha pasado cuando lo recuerdes, ¿Quieres? No pienses cosas raras, no creo que seas una asesina.

            Isabel asintió.

            - Gracias - le dijo, poniendo la mano sobre el antebrazo del chico -. No habría podido llegar tan lejos sin ti.

            - No sé si debería decírtelo así, pero lo hago porque, desde mi punto de vista, eres mi chica. Eres mi novia, así que es lo menos que podía hacer por ti.

            - Siento que solo vea un extraño en ti - replicó ella-, ojala pudiera recordar todo.

            - Confío en que lo conseguirás. Pero no te preocupes, en cuanto resolvamos el misterio estoy seguro de que ese muro mental desaparecerá del todo.

            - Eso espero yo también.

            - Vamos a casa, investigaremos esos símbolos en Internet.

            - ¿No tienes que trabajar? - inquirió ella, tímidamente.

            - Al diablo el trabajo - replicó él, sonriente -. Mi novia me necesita.