La chica de las sombras

13ª parte

            En la red solo encontraron múltiples páginas donde explicaban lo que significaban los símbolos individualmente, pero no decían nada de frases construidas con esos símbolos. Algunas personas afirmaban que se podían hacer hechizos celtas con ayuda de las runas pero nadie decía qué hechizos había, por lo visto era necesario tener un maestro en la magia para poder enseñarlos. Estaba prohibida la enseñanza de la magia celta si no era con el boca a boca. Eso complicaba muchísimo su investigación. ¿Dónde iban a encontrar un maestro de magia celta? Se suponía que habían muerto todos hacía más de quinientos años y esa casa no era tan antigua.

            - Es inútil - se rindió él -. Jamás entenderemos qué ocurre.

            - Hay una cosa que no entiendo - dijo ella -. Si la magia celta es magia blanca, para curar, dar fortuna y cosas así, ¿por que lo que pasa en esa casa es maligno?

            - Quizás hablan de las cosas buenas pero es obvio que si te metes en el tema puedes usar mal tus conocimientos. Es como las armas, se crearon para defendernos, pero más nos hubiera valido que nunca se hubieran inventado.

            - Si la casa tiene cien años, el arquitecto debe estar muerto - siguió pensando ella, en voz alta.

            - Genial, así podemos invocarlo en una sesión de espiritismo - bromeó él, aburrido.

            - Si supiéramos su nombre... - Isabel le tomó en serio.

            - Mujer, era broma.

            - Es que no se me ocurre nada más.

            - Después de llevarme de gira a ver todas las sombras del mundo, puedes irte olvidando que yo vaya a hacer espiritismo. Ni hablar.

            - Necesitaríamos un profesional... y no sabemos si sería un farsante.

            - Olvídalo, no sigas dándole vueltas. No vamos a llamar a ningún fantasma - se quejó él.

            - ¿Se te ocurre algo mejor?

            - Sí, ¿por qué no vamos a hablar con las hojitas del te?

            Isabel seguía buscando en Internet y vio algo que le llamó la atención. Se trataba de una página de ficción donde supuestamente se especificaban hechizos celtas. El autor, o autora, de la página avisaba a la gente que la leyera que nunca lo intentaran en la vida real porque no se hacía responsable de los resultados. Lo que más le atrajo la atención fue el nombre de la página.

            - El libro de las sombras - dijo, intrigada.

            - Eso es de un juego de rol - adujo Efrén.       

            - Mira este conjuro - siguió leyendo ella -. "Obtener la vida eterna".

            - No tiene nada que ver, la casa tiene cien años, esto lo ha escrito alguien hace poco... Seguramente una niña con demasiada imaginación.

            - ¿Qué mejor forma de guardar un secreto que contándolo a todo el mundo como una mentira? - preguntó la chica -. Fíjate, utiliza runas y juraría que son las mismas de las columnas. ¿Me dejas ver las fotos?

            Compraron las fotos de los altares dibujados en la página y lo que había en las columnas. No coincidían, pero tenían cierta similitud en cuanto a la posición. Las columnas tenían docenas de símbolos dibujados de arriba a abajo y en el altar gráfico aparecían cinco o seis.

            - Ojala supiera qué significan - deseó Isabel.

            - Lo que está claro es que alguien sí ha conseguido cosas usando este tipo de magia - opinó Efrén, medio aburrido.

            - ¡Eso es! - exclamó -. Estas chicas saben exactamente lo que significan esos símbolos. Aunque no crean en la magia, saben lo que significan, según sus juegos.

            Efrén frunció el ceño, cansado de investigar.

            - ¿Y qué pretendes? ¿Les escribimos un email?

            - Eso es, un email. Si tenemos suerte contestarán pronto.

            Efrén se encogió de hombros y asintió, a pesar de que no tenía confianza alguna en la información que podían sacar de los creadores de esa página Web.

            Confeccionaron un email con las imágenes captadas en la casa y le preguntaron si tenían idea de lo que significaban esos símbolos. Pusieron el número de teléfono móvil de Efrén por si querían llamarles.  No tenían mucha fe en que tuvieran respuesta pero lo mandaron igualmente y, cuando lo hicieron, se miraron encogiéndose de hombros, sin saber qué más hacer.

            - ¿Ahora qué? - rompió el silencio el chico, sintiéndose incómodo con Isabel, con la que había compartido experiencias inolvidables que solo él recordaba.

            - Podemos dormir un poco. Tengo sueño.

            - En ese caso... échate en la cama. Yo aprovecharé e iré a trabajar un poco.

            - Gracias por todo - le dijo ella, sonriente.

            - Es difícil estar contigo cuando no recuerdas la mitad de las cosas que hacemos juntos - reconoció él.

            - ¿Querrías acostarte a mi lado? - preguntó ella, especulando.

            - Hemos hecho el amor tantas veces que ahora no podría volver a hacerlo en un par de días - reconoció él, más para tranquilizarla que porque fuera cierto.

            - Quédate si quieres.

            - No, duerme tranquila. Mi jefe me despedirá si se entera que me paso el día holgazaneando.

            Isabel sonrió y asintió. Se dirigió a la cama y se dejó caer cerrando los ojos nada más quedar quieta en la cama.

            - Volveré en unas horas. Esperemos que alguien conteste - dijo Efrén, levantándose de la silla y saliendo de la casa, haciendo el menor ruido posible.

            No quería irse, estaba muerto de sueño, pero ¿cómo iba a tumbarse con una completa desconocida? Deseó con todo su corazón que al despertar se encontrara con la Isabel de la que se enamoró.

 

            Isabel cerró los ojos y repitió en su mente los mantras de no olvidar sus sueños. Ahora dudaba de su eficacia pero no perdía nada por intentarlo. No tenía otra manera de acabar con esos muros mentales. Funcionara o no, solo tenía eso.

 

            Cuando despertó era de noche. Al principio se asustó, ya que no sabía donde estaba, pero poco a poco fue recordando lo que había pasado y que estaba en casa de Efrén. Al encender la luz se lo encontró dormido a su lado. El pobre debía estar agotado.

            No quería volver a dormir pero estaba impaciente por saber si alguien había respondido. Se preguntó si había soñado algo y su memoria estaba vacía. Hubiera jurado que acababa de cerrar los ojos hacía un momento.

            Encendió el ordenador y se metió en el correo de Efrén. Había un email.

            Nerviosa, se preguntó si debía leerlo sola o debía despertarle. Seguro que a él también le interesaba, pero estaba tan guapo dormido...

            - ¿Guapo? - se dijo, sorprendida, no le atraía en absoluto. Al menos, no cuando se durmió.

            Al verla despierta, Thai se levantó de su alfombra y se acercó a ella moviendo la colita. La acarició en la cabecita y ésta lo agradeció lamiéndole después la mano.

            - ¿Soy yo? - se preguntó -. Claro, voy a olvidar todo esto... Como olvidé todo lo demás. No puedo dejar que siga pasándome lo mismo día tras día. Me pregunto... ¿Cómo me tomaré la verdad?

 

            Escribió cada detalle tratando de hacer el menor ruido posible sobre el teclado, para no despertar a Efrén. Desde el primer momento que se dio cuenta de que olvidaba cosas hasta ese día, aclarando todas sus lagunas mentales. Thai se acercó a ella mientras escribía y movió la colita contenta de que la acariciara sobre la cabecita. Entrecerró los ojos y se subió a sus piernas para que la arrullara como un osito de peluche. Isabel la hizo caso un momento y luego le dio un besito en la frente. Luego fue Thai la que dio por finalizada la sesión de mimos y se bajó de sus piernas para dormir sobre la alfombra. Isabel siguió escribiendo hasta que perdió la noción del tiempo. Cuando estaba satisfecha se despidió de sí misma.

            Pulsó el botón de enviar y suspiró aliviada. Estaba mareada, así era cómo empezaba todo cuando volvía a surgir el muro en su cabeza. No quiso perder un segundo, se acercó a Efrén y se tumbó junto a él. Le acarició la mejilla mientras se recreaba en sus bonitos rasgos y éste, al sentir sus dedos, abrió los ojos. Ella le sonrió.

            - Nunca podré agradecerte todo lo que has hecho por mí.

            - Me diste las gracias ayer, ¿no recuerdas?

            - ¿Ayer?... - preguntó, extrañada -. No puede ser.  

            - ¿Te has vuelto a olvidar de todo? - preguntó él, aburrido.

            - ¿De qué me he olvidado ahora exactamente? - dijo ella, frustrada.

            - Esperamos con impaciencia que esas locas de la magia celta sepan algo de nuestras columnas - dijo el chico con tono aburrido.

            - Es cierto, el email. Eso sí lo recuerdo.

            - Supongo que no hay nada más que recordar - añadió Efrén, remolón -. Te fuiste a la cama, yo fui a trabajar unas horas y me acosté a tu lado.

            - Debí dormir bastante - dijo ella, aliviada -. No recuerdo ni que te fueras a trabajar.       

            - Claro, eso explica que estuvieras tan cariñosa.

            - Bueno, ahora no me acuerdo de nada y siento cariño por ti.

            Efrén sonrió como un tonto.

            - ¿Me quieres más que al perro? - bromeó.

            Isabel miró a la perrita y ésta ni siquiera la estaba mirando. Dormía tranquilamente sobre la alfombra.

            - Lo que es seguro es que Thai sí te quiere más que a mí.