La chica de las sombras

3ª parte

 

 

                       

            - Vaya, vaya - dijo la mujer vestida de blanco -. Parece que Selene tiene una hija. No esta tan loca después de todo. ¿Por qué no has venido a verla en todos estos años?

            ¿Años? Isabel se preguntó cuánto tiempo llevaba sin ver a su madre. Con su tía debió estar al menos dos años y hacía seis meses que ésta la había echado de casa. De todas formas esa enfermera no le caía nada bien, si era cierto que llevaba años allí, debería saber que Selene estaba ingresada por intentar matarla. Esa mujer se hacía la simpática y detestaba a la gente así.

            - No he venido a verla - replicó Isabel -. He venido a decirle adiós.

            - Dile lo que quieras, cariño - alegó la mujer, con una sonrisa forzada -. Ve a la sala de visitas, avisaré para que lleven también a tu madre.

            - Gracias - replicó ella, sin sentimiento alguno.

            Aquella sala era espaciosa y había varias mesas blancas. Todo en ese lugar era blanco, no había cuadros y las ventanas estaban con rejas. Era la única persona que estaba en esa sala hasta que entró un hombre gordo con bata blanca, llevando a su madre por el brazo. Una mujer esquelética con la mirada perdida en el infinito. El hombre la ayudó a sentar en la silla que estaba frente a ella y se marchó.

            - ¿Sabes quién soy? - preguntó, sin muchas esperanzas.

            Selene no contestó, seguía con la mirada perdida en el infinito.

            - Me preguntaba si tenías algo que contarme - le dijo, conteniendo la ira -. ¿Qué me has estado ocultando?

            Selene no se movió, no la miró, se quedó fascinada mirando un arañazo de la mesa y lo recorrió con el dedo.

            - He venido a decirte adiós, mamá - dijo, comenzando a emocionarse. Era como hablar con un maniquí. Pero ni siquiera diciendo eso logró una reacción.

            Esperó sin saber qué más decir mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas.

            - Espero que... da igual. Adiós mamá.

            Se levanto y fue directa a la salida.

            - ¿Que ha sido de Thai? - preguntó Selene, justo cuando iba a tocar la manecilla de la puerta.

            Isabel se dio la vuelta y vio que su madre la estaba mirando. Volvió junto a ella y se sentó de nuevo en su silla.

            - Se la quedó la tía. Hace mucho que no sé de ella y estaba bastante vieja. Puede que haya muerto.

            - Extraño a esa perrita - dijo su madre con una sonrisa nostálgica -. Era tan graciosa cuando pedía la comida. Hacía unos gruñidos que parecía una persona expresándose de la manera que podía. Siempre dormía a los pies de mi cama antes de nacer tú. Después se fue contigo y creo que te protegió desde entonces.

            - ¿Me protegió? - Isabel se extrañó, eso tenía cierto sentido para ella.

            - De las sombras - añadió su madre, cambiando su sonrisa por una cara de espanto -. Esa perra podía alejarlas. Te buscaron siempre y mataron a tu padre porque no podían llegar hasta ti. Querían separarte de la perra como fuera, ella... las asustaba.

            - Mamá, no hay nadie que me proteja ahora y no me ha pasado nada.

            - No te protegía a ti - exclamó Selene, enojada -. Impedía que las sombras te utilizaran. ¡Tú eres una de ellas, tú eres una sombra, aléjate de mí, estás maldita!

            - ¿Por qué dices que soy una de ellas? - preguntó Isabel, impaciente.

            Los gritos de Selene atrajeron la atención del hombre que la trajo y entró corriendo para llevársela con una jeringuilla en la mano.

            - Por favor espere - gritó Isabel.

            El hombre se detuvo.

            - Tu padre era una sombra - admitió al fin Selene cara trastornada -. No Henry, ¡tu verdadero padre! Tu padre era uno de ellos, ¡eres un monstruo! Te buscarán siempre hasta que den contigo y te lleven con ellos. Debí entregarte cuando aún éramos una familia, aún podía tener más hijos… Aún era joven… ¡Maldita seas!, ¡Nunca debí permitir que nacieras!

            El enfermero se acercó a toda prisa al ver que Selene empezaba a perder la cabeza y le clavó la aguja en su brazo. Se tranquilizó dejándose llevar, moviendo rítmicamente la cabeza como si fuera retrasada mental.

            Isabel se sintió derrumbada. ¿Cómo era posible eso? ¿Por eso no la dejaban en paz? Nunca podría descansar tranquila, nunca se libraría de esas malditas sombras... A menos que hiciera lo que ellas esperaban. No sabía cómo hacerlo, pero cuando salió del manicomio tenía muy claro lo que tenía que hacer. Debía ir al origen de todo y no podía ir sola.

            Necesitaba a Thai.