La chica de las sombras

15ª parte

            - No sé mucho de mi padre. Le mataron las sombras cuando era niña. Recuerdo que después de muerto yo seguía viéndolo pero al parecer era por que no podía asumir su pérdida. Yo pensaba que estaba conmigo para alejar a las sombras de casa.

            - Puede que fuera miembro de la secta pero renunciara. Las sombras le consideraron un traidor por irse antes de que les cayera la maldición y por esa razón le mataron. Puede que, estando en la mansión, tu padre tuviera un momento de debilidad y volviera a ser como esas sombras, lo que le haría comportarse como un poseso y tu madre no se lo tuvo en cuenta por ello.

            - Me parece que tiene demasiada imaginación - replicó Isabel, con tono molesto.

            - A lo mejor él se vio influenciado por el poder de sus anteriores hermanos y volvió a las andadas. Su madre pensó que algo le había poseído pero no era más que él mismo, al que le comieron la cabeza hasta que se sintió como uno de ellos. Además tiene sentido que violara a su madre en el desván, donde estaban las columnas. Esas inscripciones son las más difíciles de interpretar. Son palabras sueltas como "Libertad", "Hijo de las sombras", "penitencia", "muerte" y el último significa algo así como "furia" o también lo traducen como "desenlace". Es posible que las escribieran ellas mismas, las sombras, quiero decir, después de ver en lo que se habían convertido. Deben estar intentando hacer un contra conjuro que anule al anterior y su padre, que si tengo razón era amigo de esas sombras cuando aún eran personas, quiso ayudarles y compensar la decepción que supuso su marcha. Si fuiste engendrada en ese altar... Puede que quieran sacrificarte allí para liberarse de su maldición.

            - Tiene sentido - dijo Efrén -. Las sombras trataron de sacrificarla en ese lugar. Deben creer que matándola allí, recuperarán la libertad.

            - Ya, pero seguimos sabiendo lo mismo - se quejó Isabel, harta de palabrerías. Eran muchas conjeturas pero no tenían seguridad de nada y estaban asumiendo que su padre era tan malo como esas cosas, cosa que ella no estaba dispuesta a creer.

            Hubo un silencio generalizado. Después se escuchó una voz femenina por el altavoz del teléfono.

            - ¿Y si deshacéis el conjuro? - se escuchó.

            - ¿Cómo? - preguntó el detective.

            - Se realizó a escondidas de la Luna, ¿no?  - dijo.

            - Oh, disculpen, se trata de mi mujer, Brigitte - dijo Antonio, avergonzado.

            - Déjela hablar - cortó Isabel.

            - Que vayan en la luna llena y lean el conjuro del círculo.

            - ¿Estás loca? - preguntó Antonio -. Se condenarían ellos también.

            - Oh, es cierto... pero, ¿y si matan a una de las sombras en el altar, durante la Luna llena?

            - Todo lo que sea sacrificio es magia oscura, fortalecerá las cadenas de las sombras o se condenarán ellos mismos.

            - En tal caso algo tiene que pasar en Luna llena - replicó su mujer -. ¿No te gustaría saber dónde se meten cuando eso ocurre?

            - Puede que se escondan - dijo Antonio.

            - O puede que se vuelvan mortales - añadió Isabel, sonriente -. Si se esconden de la Luna llena debe ser porque la temen. La luna llena representa a la madre naturaleza y por tanto se escondían de ella para hacer sus conjuros oscuros. Tiene que ser eso.

            Efrén asintió, de acuerdo con ese razonamiento.

            - Gran idea, pero,... ¿Cómo las encontrarías? - preguntó Antonio.

            - No seas pesimista - le regañó la voz de la chica.

            - Vamos, Brii, tienen que poner los pies en el suelo, si es cierto que son mortales, no sería fácil encontrarlas. Suponiendo que sea cierto y la Luna llena les debilite, que no es seguro. Y si fuera el caso, seguramente se refugiarán en un lugar donde ni siquiera se puedan ver sombras, un lugar oscuro y protegido.

            - Si tuviéramos doscientos kilos de dinamita volaríamos la casa y ya no tendrían dónde esconderse - propuso Efrén.

            - Sí, claro, como si se pudiera comprar dinamita en los supermercados - replicó Isabel.

            - La próxima Luna llena será dentro de tres días - repuso Antonio -. Creo que podemos llegar para entonces.

            Isabel negó con la cabeza. No estaba dispuesta a esperar tres días  con esa sombra metida dentro de ella. Además nada de lo que habían hablado explicaba sus muros mentales.

            - Si quieren venir, no se lo voy a discutir - expresó -. Pero hay algo que no les hemos contado. A veces me comporto como otra persona y no recuerdo nada de lo que hago en ese tiempo. Estoy segura de que llevo algo oscuro dentro que no sé si esperará su llegada. Es demasiado tiempo.

            - Es lo único que podemos hacer - dijo Efrén -. Esperar.

            - Está bien, pero si no estamos aquí cuando lleguen,..

            - Vamos, mujer, no seas catastrofista - regañó Efrén.

            - Tengo un mal presentimiento - confesó ella.

            - Nos mantendremos en contacto - dijo Antonio, por el auricular -. Les llamaré en cuanto lleguemos para poder encontrarnos.

            - No tenemos dinero para pagarles - dijo Efrén, avergonzado.

            - El dinero es una excusa para espantar a los mentirosos - replicó -. No necesitamos que paguen nada.

            - ¿De qué viven entonces? - preguntó Efrén.

            - Dios nos paga un buen salario, amigo. Somos sus soldados en este mundo. Hasta pronto.

            Y colgó.

            Efrén se quedó mirando el teléfono con una sonrisa abierta.

            - Vaya, parece que tenemos refuerzos.

            Isabel miraba a Thai, que estaba tumbada sobre la cama.

            - Hoy no la he dado de comer - dijo, levantándose y dirigiéndose a la cocina a por su lata de comida.

            Efrén la vio alejarse y luego se fijó que la perrita había perdido su energía habitual. No se había movido de la cama desde que se levantaron, momento que aprovechó el animal para tumbarse en ella.

            - ¿No la notas algo triste? - preguntó.

            - ¿A quién? - preguntó Isabel, mientras abría la lata de comida.

            - No sé - Efrén dudó-, cuando la miraba solía mover la colita, me miraba como si quisiera que me acercara a acariciarla. Ahora solo parece querer dormir.

            - Está viejecita la pobre - explicó Isabel, poniendo a calentar la comida en el microondas.

            - Puede ser, pero la veo triste. ¿Crees que sabe lo que va a pasar?

            - ¿Cómo va a saberlo? Ni siquiera lo sabemos nosotros.

           

 

 

            Aquella mañana Isabel aprovechó que sacaba a Thai para ver una tienda de ropa. Preguntó si podía entrar con la perrita y las dependientas le dijeron que sí. El animalito era el evento gracioso del día ya que también debían tener perrito y le hicieron más caso a Thai que a ella. Cada blusa costaba cuarenta libras y los pantalones no bajaban de los sesenta. Las chaquetas eran ligeras, no abrigaban nada y no vio ninguna que bajara de las cien libras. Isabel había cambiado gran parte de sus euros y contaba con poco más de seiscientas libras. Había aprendido a valorar el dinero y salió de allí sin comprar nada.  No sabía cuanto tardaría en conseguir un trabajo, si es que se quedaba allí. Lo cierto es que no tenía otra opción ya que en España debía ser sospechosa de múltiples asesinatos. Nunca podría regresar. Y viajar a otro lugar suponía renunciar al poco dinero que tenía.

            Mientras volvía al apartamento de Efrén se sorprendió imaginándose una vida junto a él. No sabía cómo lo había conseguido ese chico, pero se sentía segura a su lado. Formaban un equipo estupendo y confiaba en él.

            Según caminaba hacia la casa pensó en ese misterioso email que se envió a sí misma. Podía darle las respuestas a todas las preguntas que le quedaban.

            Subió las escaleras y llamó a la puerta. Efrén la abrió y Thai entró perezosamente. El chico le dedicó una sonrisa e Isabel se la devolvió.

            - ¿Aun tienes ese email abierto?

            - Supongo que sí, no he apagado el ordenador.

            - Sea o no sea una trampa, tengo que leerlo.

 

Continuará