El vórtice

4ª parte

—¿Qué estás diciendo? Te recuperarás —la animó el teniente —¡No siento las piernas! —Insistió ella.

—Es normal, las has tenido hacia arriba, se habrán quedado sin circulación. Pronto volverás a sentirlas, no te preocupes —la tranquilizó.

            —¿Estás seguro?

            —Claro.

            Le soltó las manos y la ayudó a sentarse.

            —¡Quiere más! —protestó el siguiente—. Déjame pasar o te mato.

            White se interpuso entre ella y el hombre de aspecto enclenque, de edad avanzada, calvicie pronunciada y rostro alargado. El teniente asintió con la cabeza poniendo los brazos en jarra sobre sus caderas.

            —Vamos, inténtalo.

            —¡Quítate o te reviento, Ed!

            —¿Queréis una mujer para pasar una tarde o que nos aguante varios días? —Exclamó de modo que todos pudieran oírlo —. Y tú, Zurita,  lárgate. La próxima vez ponte antes en la fila.

            —Estás jodido, vigila tus espaldas porque podrías terminar muerto esta misma noche.

            White demostró su falta de temor dándole la espalda y volviendo con Ángela, ya libre de ataduras. Le iba a subir los leggings para ayudarla pero ella se negó.

            —Espera, no quiero apestar a prostíbulo.… Siento el hormigueo de los tobillos —musitó—, me está volviendo la sensibilidad a la piernas. ¿Puedo bañarme antes de vestirme?

            —Claro pero..., no es muy recomendable pasearte desnuda entre todos estos pervertidos.

            —Me da igual —replicó ella, hundida.

            White se alejó un momento y habló con un chico joven.

            —Préstale tu trenca, Juan.

            Obedeció a su orden. Bajó la cremallera y se la quitó para dársela. Era una chaqueta de tela vaquera larga y negra, bastante desgastada. Al ponérsela a Ángela sobre los hombros y cerrarla, cubrió por completo su desnudez hasta los muslos.

            —Yo te llevaré a las duchas. Guillermo, ayúdame a llevarla, cógela por el otro lado.

            —Como quieras —replicó el compañero gordito a regañadientes.

            —Gracias —musitó ella.

            El hombre, de unos sesenta años, aspecto rudo, barba de dos semanas y mirada campechana, la cogió por el otro brazo y la colgó sobre su hombro. Ignoraba quiénes la habían violado, si Guillermo era de los muchos que no pudo ver mientras estaba inconsciente.

            —Por favor, necesitaré esa blusa —insistió Ángela. Quería mostrarse amable con esos dos hombres que la ayudaban ya que los iba a necesitar para salir de ese infierno.

            —Juan, ve a mi choza y trae una de mis camisas limpias. Están sobre mi cama y sino por las estanterías —ordenó White.

            —A la orden, teniente.

            El muchacho de la chaqueta, que los seguía con ojos de preocupación, salió corriendo y desapareció entre la turba. La multitud les abría el paso como si fuera un personaje famoso, con sus guardaespaldas, y no le perdían ojo. Debía ponerles cachondos ver a una mujer tan desvalida, chorreando ese líquido asqueroso entre las piernas. No quería ni mirarles. Si tuviera un arma no dejaría alma con vida. Con ayuda de White y Guillermo no necesitaba caminar.

            Entraron en una caseta pegada a la ladera empinada de una montaña. En la puerta vio escrita con tiza y en inglés la palabra "Washes". La turba se quedó fuera por orden de White y cerraron la puerta.

            —¿Cómo es que todos hablan en español? —Le preguntó al teniente.

            —Ese es otro de los trucos de magia de Alastor. El campamento era como la torre de Babel, había grupos que hablaban español, otros Ingles, chino, francés, alemán. En cuanto intento hablar con los mandos intermedios y ni pudo entender a los franceses pasó algo extraño, se le iluminaron los ojos y... Fue como una explosión. En lugar de fuego nos cubrió con una densa nube gris sobre el campamento que se extendió por el Vórtice, y cuando se disipó todo el mundo hablaba en castellano. Los chicos aseguran que es un dios que ha venido a ponernos a prueba.

            —No lo es —gruñó Ángela—. Pero le encanta que los demás lo crean.

            La dejaron sentada en un suelo de piedra, junto a una cascada de aguas espumosas que brotaba de las rocas. Abajo había una fosa donde podían meterse hasta diez personas. Se lo pensó un segundo y cuando se quitó la ropa, la chaqueta, la camiseta rota, los leggins y bragas (que estaban enredados) se zambulló sin importarle el golpe de frío que recorrió todo su cuerpo al hacerlo. El agua se le metió por todas partes despertando su entumecido trasero, remojando su dolorida vagina y limpiándola de toda esa amalgama de líquidos, algunos ya resecos.

            Intentó pasarse la mano por encima de la vulva para apartar la mugre y al frotar con sus dedos sintió que el dolor la atravesaba por la columna y se incrustaba en la nuca con una fuerza terrible. Y ni siquiera se acercó a la zona más dañada.

            El frio empezaba a ser doloroso, aquella agua debía venir directamente de la montaña, por la bajaba del deshielo.

            —¿Tenéis toallas? —Preguntó.

            —Tengo una aquí —ofreció White.

            —Gracias —le miró con los labios apretados y conteniendo sus ganas de gritar y llorar.

            ¿Por qué no se iban? Si quería recuperar parte de su dignidad necesitaba asearse sin un par de mirones.

            —Eres... La primera que sobrevive a... —Comentó a decir White.

            —Y te lo debo a ti —reconoció.

            —No entiendo qué sentido tiene curarla —protestó Guillermo—. No creo que pueda sobrevivir a mañana. Te la estás jugando dando la cara por esta mujer y traerá consecuencias. Al menos explícame por qué. ¡Habla!

            —Se parece a mi madre —respondió, sonriendo y mirándola con un ojo guiñado.

            —¿Crees que soy estúpido? Tú ya ni te acuerdas de tu familia —respondió el otro, enojado—. Te apoyaré solo hasta mañana, después estás solo. No quiero terminar reventado a palos como Barrow.

            —No puedo pedirte más —añadió White, tranquilo.

            —Un momento, ¿vais a entregarme de nuevo a esos animales mañana? —Exclamó horrorizada.

            —Mejor tú que nosotros —protestó el viejo.

            —Guillermo, cierra esa bocaza —ordenó White.

            Ángela seguía mirándole desde el agua, esperando una explicación.

            —Vete, ya no necesito tu ayuda —exclamó el teniente a su veterano ayudante.

            —Sí, me largo. Pero yo ya no estoy en el ajo de esta locura. No me vuelvas a meter.

            Salió dando grandes pasos, demostrando así su indignación. Cuando se quedaron solos en esa choza a la que llamaban "duchas", White se atrevió a mirarla de nuevo.

            —No lograré que esperen más de un día. Te darán esta noche para recuperarte y mañana a primera hora volverán a colocarse en fila para...

            —No lo podré soportar —musitó aterrada—. Me duele tan solo rozar con mis dedos y... No sé qué me habéis hecho ahí abajo, tengo ganas de orinar y no consigo hacerlo, hay un tapón... No sé si podré quitarlo y en cuanto rozo la zona siento un dolor que me quiero morir. Tienes que sacarme de aquí, te lo ruego. No dejes que nadie me vuelva a poner la mano encima.

            Nunca en su vida había suplicado. Pensaba que era cosa de niñas indefensas y detestaba a los débiles. Pero no podía evitarlo, el pánico era veneno galopando a sus anchas por sus venas.

            —Ojalá supiera cómo hacerlo —respondió White, cabizbajo.

            —Ven conmigo. Tú no eres como ellos, escapémonos juntos. Ed, no puedo confiar en nadie más —afianzó sus palabras poniendo su mano sobre su rodilla.

            White suspiró, negando con la cabeza.

            —Ahí fuera no se puede sobrevivir. Hay unas cosas que acechan por las noches, necesitamos una fortaleza para estar a salvo de ellos y somos los únicos seres racionales de este lugar.

            —Yo sé dónde podemos escondernos. Te llevaré. Pero sácame de aquí, por lo que más quieras.

            —¿Tú que vas a saber? Si acabas de llegar —se burló él.

            —He visto a otro superviviente, un muchacho. Vive a dos horas de aquí.

            White la miró intrigado y con ojos pensativos.

            —No tenía ni idea de que alguien más pudiera sobrevivir ahí fuera...Está bien... Veré lo que puedo hacer. Trata de asearte y vestirte. Te esperaré en la puerta. ¿Puedes apañarte sola?

            —Sí, gracias. Déjame la toalla y la ropa ahí.

            White asintió, se levantó de la roca y salió de la choza. Después cerró la puerta para que nadie pudiera mirar.

            Ángela suspiró aliviada, al fin estaba sola. Examinó el lugar donde estaba, necesitaba encontrar una salida. Dos antorchas iluminaban la estancia, una a cada lado de la pequeña cascada. La fosa de agua no rebosaba por lo que debía salir por alguna parte. Vio que fluía hacia un orificio excavado en la roca, no más grande que un puño y al asomarse no vio más que opaca y negra oscuridad. Salía hacia una gruta subterránea que no había modo de saber la profundidad que tenía ni si existía alguna manera de salir en caso de haber podido entrar.

            El agua ya debió ablandar e insensibilizar la zona así que volvió a bajar la mano derecha a palpar su vagina. Esta vez esquivó el maltratado clítoris y fue directa a los labios. Le dolió, le escoció como si hubieran vertido dentro alcohol, pero pudo abrirlos, meterse los dedos. Extrajo una sustancia gelatinosa y compacta que no sabía hasta dónde estaba metida. No quiso ni pensar qué era eso, debía limpiar y eso era lo único que le preocupaba. Con la pinta de los dedos fue sacando pequeños pedazos hasta que finalmente logró limpiar su vagina completamente. Apretó con el estómago con fuerza para extraer lo que quedara en lo más profundo, en el útero y notó que algo salía por sí solo. El agua se llevó aquella porquería bastante rápido. A pesar de estar aparentemente en calma fluía mucha constantemente. Después de frotarse bien las manos, volvió a meter los dedos hasta lo más profundo que pudo de su vagina. Esta vez tratando de localizar alguna rasgadura. No había nada más, simplemente las paredes muy irritadas por el exterior.

            Alejó toda la suciedad que flotaba cerca con las manos y comenzó a examinarse por la parte más externa, se atrevió a frotar su clítoris y al hacerlo se despegó una costra compacta que se formó por un profundo corte en la parte más sensible del mismo. Tenía los labios de la vagina tremendamente doloridos y esa herida superficial, que el frío la ayudó a soportar, era lo más grave que tenía. La sangre que vieron esos desalmados procedía de ese corte. Se imaginó que alguno de los violadores debía llevar algún piercing en su pene y se lo metió sin ningún tipo de miramiento. O simplemente le salió la herida por las múltiples penetraciones, era imposible de saber.

            Se le habían quitado las ganas de tener sexo durante décadas.

            Cuando el agua volvía a estar cristalina aprovechó para sumergirse hasta la cabeza, lavándose el pelo y el resto del cuerpo. Ya se había acostumbrado al frío y su piel estaba mucho más dura e insensible. Le sentó de maravilla refrescar su rostro y se quedó bajo el agua, aguantando la respiración, unos segundos deseando que al salir toda aquella pesadilla se hubiera acabado. Cuando emergió puso las manos fuera, dispuesta a salir.

            White abrió la puerta de nuevo justo en ese momento. Se quedó dentro de la bañera natural porque no quería que la viera. Al lavarse recuperó parte de su dignidad.

            —Te traigo la blusa —le mostró una sudadera de algodón de color militar —. ¿Todo bien?

            —Justo ahora iba a salir, me estoy congelando —reconoció.

            —Genial, tienes mucho mejor aspecto, te espero en la puerta. Tómate el tiempo que necesites.

            Cuando volvió a marcharse y cerró tras de si, salió del agua y se cubrió con la toalla. Estaba tan vieja y gastada que le costó secarse bien con ella. Además olía a sudor rancio y no le apetecía frotarse con eso las heridas de sus partes íntimas por miedo a infectarse con alguna clase de hongo.

            Medio mojada se puso las bragas. Luego los leggigns. Después examinó su camiseta, rota por delante pero no por detrás. Decidió que le seguía valiendo, poniéndosela del revés, y luego se puso por encima la sudadera militar. Estaba muerta de frío. Se colocó las zapatillas con dificultades ya que inclinarse demasiado se le avivaban los dolores de la entrepierna y para colmo, los pies húmedos no se deslizaban dentro de las mismas.

            Cuando estaba lista se fue hacia la puerta y se asomó. Allí seguía White y Guillermo hablando acaloradamente sobre algo. La tranquilizó el hecho de que no hubiera más gente por allí.

            —Ya sale —indicó el teniente—. Por favor mantén a los chicos lejos de mi choza esta noche.

            —Deja que Juan se quede con vosotros, no seas cabezón —insistía el viejo—. Que el Zurita es muy cabrón, te va a joder esta noche a la mínima que te descuides. Dice el chico que se lo va diciendo a todos. Que está muy loco —canturreó con tono burlón—, no te confíes.

            —Ese viejo borracho no va a hacer nada, es un fanfarrón —replicó White.

            —Mira, es inútil discutir contigo macho —se dio por vencido—. Haz lo que te dé la gana, pero luego no me digas que no te avisé.

            —Estoy lista, ¿me hace usted el favor de llevarme a mi suite? —Intervino ella, melosa y con voz más débil de lo que pretendía. Le odiaba tanto como a los demás pero necesitaba que creyera que confiaba en él.

            White sonrió complacido. Le ofreció el brazo izquierdo y ella se agarró a él como una dama. Le costaba mover los pies y caminó dando pequeños y rápidos pasos junto al teniente.

            —Te dije que lo de las piernas no era nada —susurró a su oído—. En cuanto despunte el alba nos marchamos, lo tengo todo planeado.

            Guillermo estaba enterado pues no habló tan bajo como para que no se enterase.

            —Vas a conseguir matarnos —gruñó el viejo, conteniéndose—. Os perseguirán hasta el último rincón del vórtice y harán carne picada de vosotros. Y si descubren que os ayudé me van usar para sus prácticas de arco.

            —Puedes venir con nosotros, deja de quejarte.

            —¡Estás loco! —Se escandalizó—. No pienso pasar ni una noche fuera del fuerte.

            —Eso ya es tu decisión —respondió el teniente, encogiéndose de hombros.

            Ángela vio que las antorchas iluminaban el fuerte, que estaba aparentemente vacío. Pero escuchó el murmullo de la multitud en las chozas centrales. El campamento era inmenso, solo podía ver dos edificaciones aunque más allá debía haber muchas más.

            Después de unos cuantos metros de caminata ya era capaz de caminar normal sin miedo a que le doliera abrirse demasiado de piernas para dar zancadas normales.

            —¿Cómo llegaste aquí? —Le preguntó Ángela a White, con ganas de saber más sobre él.

            —Aterricé en 1967. Era uno de los tripulantes de la misión Apolo 18. En aquel entonces tenía treinta años. El cohete despegó desde cabo Cañaveral, las televisiones no fueron citadas al evento porque era la primera vez que el hombre iba a pisar la Luna. Nosotros filmaríamos nuestros experimentos y después, lo emitirían como si fuera en directo.

            Aquella revelación era muy difícil de creer. ¿Qué le estaba contando?

            —¿Ibas a la Luna? —Ángela abrió los ojos como platos—. Vaya, entonces eres un héroe, ¿no?

            —Que va, yo no hubiera salido en los medios. Solo les importaba que hiciéramos todo correctamente y sacarían en las televisiones a los actores que debían dejar en ridículo a los rusos. A mis superiores solo les interesaba la foto, el video, la bandera.

            —Hasta donde yo sé, que no es mucho, el primer hombre que llegó a la Luna fue Amstrong —replicó Ángela—. Salió en todas las televisiones. Aunque fue mucho antes de nacer yo.

            —No, no, eso fue todo un montaje —protestó White—. Yo estaba en la NASA cuando lo filmaron. Pagaron millones de dólares a un famoso cineasta, que representó en un plató la escena del alunizaje. Estados Unidos tenía que ganar a los rusos a toda costa, era la guerra fría, y no les importaban las trampas. Lo que sí es cierto es que Amstrong logró orbitar la tierra. Eso fue lo único que hizo, todo lo que emitieron las televisiones fue la película de Stanley Kubrick.

            —¿Qué dices, Amstromg nunca...? Pero bueno, da igual, creo que después de aquello hicieron más misiones.

            —Sí, siete en total. La NASA insistía en llegar. Cada misión Apolo fracasada se emitía un fragmento de la película filmada por Kubrick, pero la espina seguía clavada y temían que se descubriera el embuste. Mientras los millonarios compraban reservas de pasajes para el primer vuelo comercial a la Luna, en la base vieron cómo la Apolo 17 se desintegraba en la magnetosfera, la anterior a la mía. Un año después nos mandaron a nosotros. El lanzamiento fue perfecto no hubo ninguna anomalía al abandonar la órbita terrestre pero algo sucedió. Los instrumentos electrónicos empezaron a sufrir cortocircuitos y dejaron de funcionar. Fue muy extraño porque estábamos en el espacio, ingrávidos, cuando de pronto empezamos a caer. Aterrizamos en el Vórtice, en pleno mar.

            —¿Entonces nunca hemos pisado la Luna? —exageró Ángela, que en realidad le importaba un pimiento todo aquello.

            —¿Y qué más da? —Barruntó White, encogiéndose de hombros—. ¿Qué vamos a encontrar allí? Todos esos esfuerzos eran para ser mejores que los rusos. No había ningún trofeo, salvo el honor de llegar primeros. Ellos mandaron al primer ser vivo al espacio, al primer cosmonauta humano, a la primera mujer... Había que lanzar un mensaje al mundo: "Los americanos somos los mejores". Y punto.

            Edward soltó una risa cínica.

            —Cuando vi el video de los primeros pasos de Amstrong me quedé pasmado ante la estupidez de la gente. ¿No se daban cuenta de que los astronautas de Kubrick simplemente caminaban a cámara lenta? En la Luna podrían haber hecho demostraciones como pretendíamos hacer nosotros, saltos de más de tres metros de altura, levantar un vehículo espacial con una sola mano… ¿A qué vas a un planeta distinto si no haces experimentos con su gravedad?

            Ángela quería que se callara, le empezaba a doler la cabeza con tantos embustes. A pesar de que sería un tema tremendamente interesante para algunas personas del mundo, a ella le traían sin cuidado tantos detalles. Además, le costaba creer todas esas cosas porque sencillamente no cuadraban, como su edad. De ser cierto debía ser un anciano y no tenía más de cincuenta.

 

 

Comentarios: 11
  • #11

    Vanessa (viernes, 06 marzo 2020 01:55)

    Chemo nunca cambiará. Jaja

  • #10

    Chemo (martes, 03 marzo 2020 02:44)

    Pues nadie (salvo Tony) ha preguntado eso, pero yo sí pregunto: a ver cuándo la violan otra vez. Y es que la próxima vez me toca mi turno. Jejeje
    Y sobre lo de la Luna, me parece una anécdota secundaria a la trama principal, para darle un poco de historia a White. Al menos a mí nunca se me hubiera ocurrido preguntar sobre ello. ¿Acaso Génesis tuvo que ver algo?

  • #9

    Tony (lunes, 02 marzo 2020 23:54)

    Qué bueno ver que tantos de vosotros estáis de vuelta. Espero no tener que echaros más de menos.
    Yenny, tu eras la fan número uno y cuento contigo para que sigas siéndolo. Vanessa, tú también eres una imprescindible, a veces os espero un día o dos para publicar la siguiente parte.
    Por supuesto, Jaime, Alfonso y Chemo sois los que nunca fallan y Alejandro empieza ser tan habitual que ya es parte de la familia.
    Quiero agradeceros vuestros comentarios a pesar de que no van casi nunca encaminados a lo que yo espero (por ejemplo ahora pensaba que la información de la Luna os iba a animar a comentar vuestras opiniones al respecto, pero nada, todo va por el mismo camino "a ver cuándo la violan otra vez" jajaja, no tenéis remedio) .
    Y sobre las razones por las que White la ayuda, no pensaba revelarlas hasta mucho más adelante, pero me temo que después se olvidará la cosa así que voy a tener que responder entre esta y la siguiente parte.
    Gracias a todos por hacer de la lectura-escritura una experiencia interactiva.

  • #8

    Vanessa (domingo, 01 marzo 2020 19:42)

    Hola Yenny. Yo también apenas tuve tiempo de leer varias partes que tenía pendientes. He estado tan ocupada con la escuela que ni siquiera he ido al club en varios meses.
    Pues solo decirque la hisotira va bien y que espero que Ángela pueda escapar. Aunque, siendo realista, lo más probable es que le toque otra dosis de violaciones antes de poder escapar del fuerte. Sobre todo porque seguramente muchos de los residentes han de estar vigilando las duchas para tener su turno.

  • #7

    Chemo (sábado, 29 febrero 2020 23:13)

    ¡Has regresado, Yenny! Ojalá te quedes por aquí un rato más.
    Sigo pensando que algo trama White para ser tan condescendiente con Ángela. Y no parece que quiera sexo con ella o no hubiera actuado tan respetuoso con ella durante la violación. Habrá que esperar para saber la respuesta.

  • #6

    Yenny (sábado, 29 febrero 2020 22:50)

    Hola a todos, ya estoy de regreso. Tengo problemas con mi internet y para colmo no puedo cambiar de empresa así que aprovecho ahora que tengo conexión.
    Lo bueno es que pude leer varias partes de corrido y la historia se ve muy interesante, también tengo intriga por saber porque White la está ayudando.
    Espero poder conectarme más seguido.

  • #5

    Lyubasha (sábado, 29 febrero 2020 18:59)

    Algo me decía que White iba a intentar ayudarla a escapar, aunque me parece demasiado fácil, creo que volverán a capturarlos.
    No sé, a mí me parece que la ayuda del teniente está relacionada con el momento en que Ángela le pide el machete, a lo mejor hay una profecía que hablad de una mujer que llevará un machete en la mano y los ayudará a salir de allí o a derrotar a Alastor.
    Espero la siguiente parte.

  • #4

    Alfonso (sábado, 29 febrero 2020 16:14)

    Va a ser difícil escapar de la isla, más aún con Alastor cerca de Ángela y con varios hombres a su disposición. Lo más seguro es que le espera una nueva violación.
    A esparar la parte siguiente.

  • #3

    Jaime (viernes, 28 febrero 2020 14:47)

    Jejeje. Alejandro, en la vida real las violaciones pueden ser más explícitas pero no creo que Tony pueda dar más detalles explícitos por problemas de censura. Lo importante es la historia en sí y dejar volar la imaginación.
    Aun sigo intrigado por qué White es tan compasivo con Ángela.
    Espero la siguiente parte.

  • #2

    Alejandro (viernes, 28 febrero 2020 03:06)

    A Ángela se le olvidó lavarse el ano y la boca tras la escena de la parte anterior. Y los tipos fueron buenos con ella ya que le podrían haber extraido los dientes para que les hiciera una felación sin problema.
    Ahora a saber cómo escaparán de la isla.

  • #1

    Tony (jueves, 27 febrero 2020 12:26)

    Parece que el día que puedo publicar regularmente está siendo el jueves. Pero os aseguro que trato de publicar el martes.
    Espero vuestros comentarios.