El vórtice

18ª parte

 

            Memorizó toda la información pues no quería arriesgarse a anotarla en ninguna parte. Era necesario que entrara en su red para convencer al consejo que ella estuvo trabajando con Alastor. Eso la ayudaría a encontrar algún secreto que pudiera usar. Sin duda la red compartida por la Organización solo era accesible desde determinadas máquinas del mundo, entre ellas las del EICFD o el ministerio de defensa y el despacho de Pablo Santana.

            ¿Cómo iba a entrar? No tenía ni la más remota idea.

 

 

 

            La luz del Sol le trajo el ansiado sueño y a punto estuvo de dejarse llevar por él, cerrar todas las persianas y dormir hasta la noche, pero se forzó a levantarse a pesar del cansancio demoledor que le causaba la luz. Debía encontrar a Alastor y la única ayuda que tenía era el EICFD y Antonio Jurado.

            Cogió su moto y fue a su casa, donde vio salir justo en ese momento a Brigitte con su coche. Debía irse a su trabajo, por suerte no se fijó en ella.

            El tiempo, desde que era vampiresa, se le hacía lento, agobiante, torturador. Y más frustrante era cuanto menos le quedaba para volver a ser humana.

            -En otra época quizás hubiera deseado esta condición -susurró-. Pero la idea de no poder sentir... Como los humanos me aterra. Mi esencia es el temperamento, mi carácter, mi determinación por sobrevivir a pesar del miedo... Sin embargo lo único que me pone los pelos de punta ahora es beber sangre humana, ¿En qué monstruo desalmado me transformaré?

Debo controlar la sed o lo fastidiaré todo.

            No tardo en aparcar junto a la puerta de Antonio y el Mustang rojo de la teniente.

            Entró y la siguió como un fantasma, procurando no hacer ruido, antes de que se cerrara la puerta.

            Aplicó su oído preternatural y pudo escuchar desde la cocina a Antonio mientras conversaba con Abby.

            Entonces él dijo que no sabía cómo localizarla tan deprisa refiriéndose a ella y supo que era el momento de presentarse ante ellos.

            Hizo como si fuera casual y se metieron los tres en el coche de Abby.

 

            Se presentaron en el cuartel por una urgencia imprevista. Montenegro quería un adelanto de fondos por parte del Consejero español. Al tenerla pensó que sería buena idea intentar usarla para sus propósitos y de paso, si les había mentido, la podía desenmascarar. Por suerte llegaron antes de la hora acordada y se le ocurrió pedir que le dieran tiempo para un asunto urgente, que no quiso contarles, ir a ver el ordenador de Pablo Santana.

            Aunque no les dijo su objetivo, prepararon la nave y en cuestión de segundos salieron y en menos de un cuarto de hora estaban de vuelta. Consiguió sin el menor esfuerzo y con la mayor discreción el código que le dijo Luis.

            Era una suerte que su equipo, incluso Montenegro, ignorara que habían ido al mismo despacho que entraría en comunicación con ellos en unos minutos.

            -... Necesitamos fondos -pidió el comandante ante la imaginen oscura y sin rostro de Pablo Santana.

            -Lo siento -respondió-, no han cumplido las exigencias de la lista que les fue entregada.

            Se mostraron asombrados ante tal petición. Incluso la miraron a ella por si sabía de qué les hablaba y se encogió de hombros. Antes de cortar la comunicación lograron que el consejero les enviara un archivo encriptado con dichas peticiones. Si las cumplían tendrían su financiación.

            Sin embargo ninguno conocía la contraseña de desencriptado, debía tenerla Alastor, lo que le dio la oportunidad de hacerse valer en el equipo.

            -Probad este número -dijo.

            Le mostró a Montenegro su teléfono y al copiar la cifra, el archivo de texto se abrió.

            Por lo visto dos de las tres peticiones ya las habían cumplido, a pesar de que Abby protestó porque una de ellas le había ocultado la verdad y no pareció muy conforme en el modo que actuaron, ni el motivo. Ángela no prestó mucha atención, aunque era algo de un accidente de avión ocultado a los medios de comunicación. Unas cien personas muertas por culpa de un arma experimental americana... Y a Abby le contaron que fueron los grises. Por lo visto culparon al copiloto ya que "descubrieron" que había tenido problemas mentales y en la caja negra se le escuchaba encerrándose con el piloto y luego se estrellaban.

            La teniente se enojó mucho, debió ser duro culpar a un inocente. Saber la verdad la indignó, pero Montenegro la puso en su sitio, y ella, sumisa, cerró la boca.

            Por primera vez vio a esa rubia mostrar sus sentimientos. A todos les impactó pues era fría como el hielo.

            La última misión del fiche de texto era todo un enigma en sí misma. Encontrar a un hombre llamado Elías. Por lo visto, el único ser humano inmortal de la Tierra.

            ¿Cómo iban a encontrarlo? No tenían ni una sola pista ni tiempo que perder buscando un mito.

            La suerte se puso de cara cuando hubo un aviso de avistamiento OVNI en el Himalaya. Con la premura habitual del equipo fueron a interceptar un platillo volante que aterrizó en lo alto de una cadena de montañas nevadas, en Nepal.

            El comandante les presentó a dos reclutas recién llegados. Pero apenas tomaron tierra, el OVNI, destruyó el halcón en el que llegaron y unos segundos después con un potente láser enterró al equipo en toneladas de nieve. Solo se salvaron ella y Antonio Jurado, aunque debía precisar que él la salvo de una caída terrible, empujada por la nieve. Tantas bajas acabaron con su ánimo y tuvo que dejarle solo para ir a por ese maldito OVNI sin más ayuda que esa escopeta de plasma. Tanto su escudo óptico como el de Antonio terminaron rotos tras la caída.

            Un grupo de grises, armados hasta los dientes, salió a su paso. Su compañero no dejaba de lloriquear y decir que no podría volver a tiempo a por su hijo, que no debió aceptar ese trabajo, que iban a morir de frío o a manos de esos extraterrestres... Su sangre helada hirvió de rabia por primera vez desde que era una hija de la noche y le apuntó a la cabeza con intención de acortar su agonía.

            -¿Qué haces? -Preguntó, sorprendido.

            -Si hay algo que deteste por encima de todo es a un llorón -declaró.

            -Pero...

            -Si escucho una sola queja más te vuelo la cabeza, hablo en serio.

            -¿Cómo volveremos? -Musitó él.

            -En esa nave. Si no quieres acompañarme al menos ponte tras esas peñas y cúbreme mientras yo voy a cogerla prestada. Han salido varios pero no nos han visto todavía. Cuando suba por la nieve seré un blanco fácil, desde aquí puedes alcanzar a esos invasores y podré llegar a la nave.

            -De acuerdo.

            Sin más demora trotó por encima de la nieve sin hundirse en ella, corriendo como un fantasma, cordillera arriba. Escuchó varios disparos ascendentes. El ruido inconfundible de un cráneo reventado la hizo sonreír.

            -Ese es mi chico, que rápido se ha sobrepuesto.

            Otro disparó láser cortó el aire y reventó a otro. Un tercero fue acompañado por ráfagas descendentes de plasma. Las rocas hicieron un estruendo y supo que Antonio estaba en apuros. Le habían descubierto. Se dejó deslizar por la nieve y vio a los grises cubriéndose en los riscos mientras atacaban a Antonio. Así fue como los reventó haciendo "surf" con el trasero. Su magnífica arma guió sus proyectiles a los blancos y los dejó tiesos en un par de segundos.

            Al no percibir ningún alienígena más regresó a ver cómo se encontraba Antonio y suspiró aliviada al ver que aunque le habían dado su armadura frenó los impactos.

            -No queda ninguno, no puedes quedarte aquí, ven conmigo.

            -No tengo tu agilidad -respondió.

            «Ni nadie con vida» -pensó ella, orgullosa de su poder oscuro.

            -Sólo conseguiré retrasarte -añadió él.

            -Ahora mando yo. Vamos.

            Su orden hizo que al fin moviera el trasero con terrible pesadez. La nieve le subía de las rodillas y cada zancada que daba le arrancaba un jadeo.

           

            Alcanzaron el platillo volante en la cima de la cresta más alta. Era similar a la que vieron en el interior de los cinturones de Van Allen y atisbaron un grupo de ocho nuevos soldados. Estos llevaban armadura con trazas rojas y eran corpulentos como Antonio. Parecían humanos alterados... Más convertidos en soldados por el ejército de los grises.

            -Estamos cerca, no puede haber muchos más, esa nave no es demasiado grande. Ah, y ten cuidado con lo que piensas -le recomendó a Antonio.

            -De acuerdo.

 

            -Vamos a crear una distracción -añadió-. Esto lo hacía en el orfanato a los quince y nunca falla.

            Hizo una bola de nieve del tamaño de su puño, no demasiado grande y la tiró a unos treinta metros haciendo una gran parábola.

            Cayó a poca distancia de los guardias, tras unas rocas. Los más cercanos miraron hacia allí y se acercaron con cautela al lugar donde escucharon el ruido.

            Antonio sonrió asombrado. No se esperaba que fueran a picar. Sólo quedaban cinco, de los que uno miraba hacia la puerta dialogando con otro y los demás... Fumaban.

            -Espera. Están en sus cabales, son humanos -opinó Antonio.

            -Dime una sola cosa, ¿crees que van a perdonarte la vida si te ven?

            -No, claro.

            Flanquearon a los que quedaban, siempre protegidos por la ventisca y Ángela se coló en la nave, rápida como una gata. Antonio la intentó seguir pero uno de los que hablaba le vio y avisó al resto con un grito. A cinco metros de la puerta había un robot que duplicaba la estatura de Antonio con un brazo láser imponente. Ella logró pasar desapercibida al esconderse  antes de salir el enemigo. Pero justo cuando aparecía en el exterior llegaba corriendo Antonio y la sorpresa fue mutua. El enemigo se volvió hacia él con lentitud, lo que le dio tiempo a correr a refugiarse tras unas cajas. A pesar de ser tan corpulento logró hacerlo con relativa velocidad. El entrenamiento se estaba notando en él.

            -¡Te ha visto! -Le regaño Ángela, que se escondía allí.

            -Y los de fuera también -replicó, asustado.

            Se escuchaban las pisadas aproximándose desde el exterior mientras gritaban en un idioma que sonaba humano.

            -Salgamos de aquí, no te separes -ordenó ella.

            Salió a todo correr de su cobertura escondiéndose tras otras cajas y él fue detrás preguntándose qué estarían almacenando en ellas. Con los primeros disparos saldría de dudas.

            -Tenemos que despistarlos o somos fiambres -bufó Ángela-. Ve al fondo, les distraeré.

            Voló como una sombra esquivando todo tipo de ráfagas enemigas. Poco después Antonio aprovechó que los enemigos iban hacia ella para retroceder.

            Una bola de plasma dio a uno de ellos y le arrancó de cuajo el hombro y el brazo izquierdo. El grito de dolor demostró que era humano y en lugar de desintegrarse quedó tendido retorciéndose.

            Aprovechó para correr al punto indicado por su compañera y en el trayecto un disparo le alcanzó en la espalda, entre el hombro y el brazo izquierdo. Le ardió la piel y su traje quedó destrozado por esa zona. Sin embargo antes de llegar uno de los ciborgs disparó a Antonio y le alcanzó con su plasma en el centro de la espalda. Vio caer a su compañero y se quedó paralizada un instante. El enemigo corrió hacia allí y volvió a apuntarle a la cabeza. Ella reaccionó lo más rápido que pudo y disparó su arma. La cabeza del enemigo voló en pedazos.

            Al saberse a salvo, Antonio, trató de moverse. Se levantó y corrió a la siguiente cobertura mientras movía la mano izquierda y luego la derecha, sorprendido de seguir con vida. Ángela se fijó que su traje de grafeno tenía un gran boquete en el centro de la espalda, entre los omóplatos donde su piel se mostraba rosada como si hubiera sufrido una quemadura. Al carecer de escudo magnético, el disparo le dio de lleno y se comió su traje. Un nuevo blanco en el mismo punto convertiría su pecho en un donut de sangre y vísceras.

            Aún estaba el robot y seis soldados más. Su única razón para ser optimista era que no sabían dónde estaban. A lo lejos, saliendo a otra sala vio que Ángela se deslizaba sin hacer el menor ruido. Qué agilidad tenía... Era una suerte contar con ella. Suponía la diferencia entre la muerte segura y la posibilidad de salir ganando de esa misión suicida. Si la alcanzaban estarían perdidos y si la perdía de vista él terminaría muerto.

            Por esa razón corrió hasta su posición con todas sus fuerzas, sin pensar en otra cosa. El movimiento continuo les daba una oportunidad aunque sus pisadas no eran tan silenciosas.

            Un disparo le despertó de sus cábalas ya que uno de los soldados le localizó y vio a dónde iba.

            -Mierda.

            El miedo dio alas a sus pies y llegó junto a ella deslizándose por el suelo metálico.

            -Te han visto, joder -protestó Ángela.

            -Ya.

            -Corre, ¡salgamos de aquí!

            La siguió de cerca y salieron a un pasillo en el que se veían varias plantas y en la de arriba un soldado les señalaba y avisaba al resto. Antes de poder entrar en la siguiente sala les disparó y falló por muy poco. Antonio sintió calor en la oreja.

            Se acurrucaron entre una escalera y un hueco sin salida.

            -Sube, ¡rápido! -Apremió Ángela.

            Ella tomó la delantera y Antonio corrió detrás. Esta vez dispararon a todo lo que se movía en la planta de arriba y mataron a dos soldados más. Ángela se asomó desde su posición y vio al robot saltando a grandes zancadas por el pasillo, examinando salas. Aprovechó la elevación ventajosa y le disparó en la caja que llevaba como una mochila a la espalda. Reventó esa parte pero el ciborg siguió operativo y se volvió hacia ella. Disparó un láser menor, que pasó por encima de su cobertura.

            -Antonio remátalo.

            Éste se asomó y apuntó a lo que parecía una diminuta cabeza. Con el impacto explotó como una sandía y el armatoste de tres metros trastabilló y cayó, inerte.

            -Buen disparo, les tenemos contra las cuerdas -celebró la chica.

            -Somos dos y ellos siguen siendo... Un huevo -volvió a valorar el pesimista.

            Ángela aprovechó la cercanía para darle un beso en los labios y, de paso, callarle.

            -¿Qué haces? -Preguntó, turbado.

            Le miró sonriente. Podía ser un incordio, un charlatán, un pesado en muchas ocasiones, pero estaba allí. El único que había sobrevivido de aquellos soldados tan preparados, los que se burlaban de su gordura. Como siempre. Por un momento supo que no le necesitaba en absoluto aunque su presencia contaba positivamente y aquel beso fue una devolución del otro que le dio él al prometerle que si un día le necesitaba la encontraría. Hoy ella le llevaría de vuelta a casa.

            -Sígueme y cállate. No pueden dispararnos con toda su potencia de fuego -explicó-. No quieren tener agujeros cuando salgan al espacio. Aprovechemos ese miedo.

            -Si tú lo dices... -Respondió sonriendo, no demasiado convencido.

            La chica siguió corriendo por el pasillo hasta que llegó a una puerta de plasma luminosa y azul. No se veía forma de abrirla pero cuando la alcanzó Antonio la cortina de luz desapareció. Dentro vieron a dos grises que corrieron hacia ellos. Ángela reventó la cabeza de uno y Antonio disparó al pecho del otro. Al entrar, la puerta se cerró de nuevo.

            Una plancha de metal cubrió el acceso por su lado y al sentirse a salvo se dejó caer sentado en el suelo para respirar.

            -¿Qué es esto? -Preguntó Ángela, acercándose a un panel de mandos. Antonio la miró y se sorprendió por ver un enorme monitor donde veía el exterior de la sala. Varios soldados en color azul se movían alrededor la cabina.

            -Fíjate, no salimos aquí. Te lo dije, somos invisibles para sus radares.

            Antonio se fijó que no sólo se veía dentro del OVNI sino también una buena distancia en el exterior. La pantalla era de al menos ciento cincuenta pulgadas. Al acercarse se dio cuenta de la genialidad alienígena. No necesitan pixeles, la imagen se proyectaba en el aire y estaba seguro que con una lupa descubriría infinidad de detalles, era real.

            Tocó la pantalla flotante para saber si era tangible y donde la rozó apareció un círculo rojo con un signo de sumar dentro, como si fuera un punto de mira. Sin embargo no sintió nada en el dedo, era pura luz.

            Ángela tanteó dos bolas de acero brillante que sobresalían del panel inferior y la imagen cobró vida. Con la bola izquierda aumentaba el zoom y con la derecha desplazaba el mapa.

            -Guau, ¡yo quiero esto en mi buhardilla! -lo festejó la chica.

            -Hay botones aquí...

            -No los toques -urgió Ángela.

            Antonio apartó las manos y las levantó.

            Los grises intentaban entrar por la fuerza pero la puerta ni siquiera tembló con los golpes.

            -Mira eso -señaló Ángela al monitor, a bastante distancia de la nave.

            Se apreciaban tres figuras agazapadas en las rocas. Una mujer y dos hombres. No parecían capaces de moverse y se limitaban a esconderse.

            -¿Crees que son nuestros compañeros?

            -Estarán intentando contactar con el comandante y no saben pensar solos.

            -Entonces Abby, Tomás y John están vivos. Bueno, no sabemos si son los nuevos reclutas.

            -Mala yerba nunca muerte -completó Ángela.

            -¿Los otros dos... Habrán muerto?

            -¡Deja de torturarte! -Le regañó-. Hay que acabar con los de fuera. Si abren estamos jodidos.

            En la pantalla vieron que detrás de la plancha de acero se arracimaban cada vez más formas rojas. Antonio no los contó, pero debían ser más de veinte.

            Ángela se acercó a uno de los grises muertos y lo examinó por si llevaba algún tipo de llave o identificación. Estaba desnudo y su sangre negra verdusca aun salía del agujero humeante de su pecho. Le apuntó a un brazo y disparó.

            Al estar tan cerca se lo desintegró casi entero. El plasma dejó al rojo vivo el suelo de metal durante unos segundos y luego volvió a estar impoluto, salvo por la sangre negra. Tuvo que ir a recoger a bastante distancia la extremidad de tres dedos.

            -¿Qué haces?

            -Seguro que con esto se nos abrirán más puertas.

            Corrió al panel de mando y puso la mano en una superficie lisa donde aparecía un símbolo lineal de un palito dividiéndose en tres. Antonio lo asoció a un árbol pero Ángela tenía más ojo que él y comprendió que lo activaba una mano.

            Cuando puso el viscoso resto alienígena sobre la pantalla se transformó en un planetario en tres dimensiones en el que veían la nave en el centro y alrededor cada accidente geográfico a diferentes alturas. Vieron donde estaban y supieron que era en la segunda planta de las dos que tenía el platillo volante. Con más detalle aparecieron dos robots, que se colocaban frente a la puerta mientras los demás soldados se parapetaban a su alrededor.

            -¡Agáchate, van a derribar la puerta!

            Cuando dispararon ocurrió algo extraño. El plasma rebotó y los robots explotaron en pedazos.

            -¿Qué? ¿Cómo pueden ser tan estúpidos? -se extrañó Antonio-. ¿No sabían que eso pasaría?

            -Mira eso... -señaló Ángela.

            -Vieron dos vehículos junto al platillo volante y llegaba un tercero en ese momento. Parecían naves cucaracha, pero armadas con alas más largas con misiles.

            -Sabía que eran humanos -resopló Antonio.

            -Creo que llegamos en pleno asalto -replicó Ángela-. Hemos matado a los nuestros.

            -¿Crees que hay una organización humana con más tecnología que los propios grises?

            -¿Por qué nos dejaron entrar? -Le preguntó Ángela-. Fíjate, ellos no pueden. Los grises nos abrieron la puerta.

            -No entiendo nada -bufó Antonio.

            -Ellos sabían que nos perseguían, no hubiéramos podido entrar si no hubieran querido -siguió pensando Ángela.

            -¿Qué?

            -¿No te fijaste? Cuando entramos no nos apuntaban con armas, vinieron corriendo hacia nosotros.

            -Estaban desprevenidos y aterrados -añadió Antonio.

            -Salimos en el mapa como formas traslúcidas, sí se nos ve. Sabían que estábamos fuera y que nos acechaban los otros. Creyeron que éramos de los suyos.

            -¿Creo que no puedes asegurar algo así? -Replicó Antonio, incrédulo.

            -Estaban asustados y no escondidos, querían decirnos algo... Piensa, ¿trataron de entrar en nuestras mentes? Antes de disparar ¿qué sentiste?

            -No pensaba, sólo entré y disparé lo mismo que tú.

            Qué rabia le daba no capturar a uno con vida. La podía haber llevado a Alastor.

            -Da igual, ahora estamos nosotros y esos de fuera. Hay que largarse, pilotemos esto, si entran más somos fiambres.

            -¿Estás de broma? Ni siquiera sabemos si lo que dices es cierto.

            -Una cosa es segura, Antonio Jurado: Si llevamos esto al espacio, ellos mueren ya que las puerta están abiertas, y no las nuestras. Si nos quedamos encontrarán la forma de entrar y nosotros morimos. ¡Tú eliges!

            Antonio se encogió de hombros ante esa sobredosis de elocuencia.

            No necesitaron buscar mucho para encontrar un asiento con correas de sujeción. Junto a éste, a ambos lados encontraron dos joysticks.

            -Agárrate, debe ser eso -apremió la chica.

            Antonio trató de sentarse en la otra silla de la izquierda pero sus caderas chocaron con los reposa brazos.

            -¡Malditos alienígenas flacuchos!

            Ángela no se fijó que seguía en pie y movió la palanca de la derecha. El suelo se inclinó y se tambaleó de forma abrupta.

            -¡Estamos volando! Será difícil mantener la estabilidad con esta ventisca.

            Justo al decir eso vio que Antonio se deslizaba frente a ella por el suelo, protegiéndose la cabeza con las manos.

            -¿Qué demonios haces?

            -¡Que me matooo! -bramaba.

            Por suerte para él toda la cabina carecía de esquinas. Pero al chocar con la pared de la izquierda soltó un gemido de dolor.

            También lo pasaban mal los polizones que al elevarse vio que no quedó ninguno frente a la puerta. Varias cajas salieron por la compuerta y algunos enemigos salían detrás, tratando de salvarse agarrándose a ellas.

            En el mapa vieron que dos naves más se les acercaban con las mismas dificultades por mantenerse horizontales.

            -Veamos las armas de este juguetito.

            Ángela giró el platillo 180 grados y sin la menor inercia las encaró de frente. Presionó el botón del mando derecho y las naves se iluminaron alternativamente. Cuando soltó el gatillo sonó un trueno potentísimo que pulverizó la nave elegida. La otra se alejó pero sufrió la misma suerte mientras Ángela sonreía triunfal. Ahora sabían quién les había disparado, los grises debieron creer que eran parte del ejército que les atacó, por eso estaban en alerta, les confundieron con refuerzos.

            Antonio rodó por detrás de ella, tratando de agarrarse a algo mientras soltaba improperios al no lograr hacerlo. Le dieron ganas de sujetarle para que dejara de molestar, pero resultaba cómico verle a merced de la fuerza de la inercia, mientras ella estaba perfectamente encajada en su asiento de piloto.

            -Y ahora a los de dentro... -susurró la chica con media sonrisa y enfilando el frente de la nave hacia el espacio.

            Eso fue lo último que escuchó Antonio. El platillo aceleró y él se golpeó contra una pared perdiendo el sentido.

            El espacio se abrió paso a una velocidad pasmosa. Los atacantes dejaron de moverse y sus posiciones comenzaron a tornarse de rojo a amarillo, y para terminar azules. ¿Significaba que estaban muertos? No lo sabía. Localizó en el radar una inmensa mole diez veces más grande que la Tierra. Varias señales luminosas dibujaban un camino hacia la estructura. Por una corazonada o quizás porque sentía que sería su última oportunidad, puso rumbo en esa dirección y en unos minutos cruzaban una inmensa puerta que les daba acceso al interior de la nave nodriza.  Realmente fue como traspasar una barrera mágica, Ángela vio que ante sus ojos se abría otro universo sembrado de naves que iban en todas direcciones y mini planetas como si fueran las ciudades donde vivían los grises.

 

 

 

Comentarios: 8
  • #8

    Tony (viernes, 17 julio 2020 17:58)

    La verdad es que se me esta yendo la mano, Quiero decir que esta última parte la estoy estirando demasiado para ser una única.
    Puede que finalmente haga dos y así termine en el 20, como el año que estamos.
    Además me dará más tiempo para preparar mejor el inicio de la nueva historia. Aunque esta muy adelantada no quiero tardar más de una semana en ponerla después del final.

  • #7

    Yenny (viernes, 17 julio 2020 14:11)

    Sentí esta parte muy rápida( seguro es porque ya se vio eso en otra historia), la próxima parte tiene buena pinta y con el adelanto que ha soltado Tony los chicos deben estar ansiosos esperando la continuación.
    Espero que todos se encuentren bien.

  • #6

    Vanessa (viernes, 17 julio 2020 01:04)

    Ese Chemo es un loquillo. Jajaja

  • #5

    Chemo (jueves, 16 julio 2020 00:24)

    Ya tengo curiosidad sobre la parte siguiente. Ojalá no demore mucho.

  • #4

    Alfonso (miércoles, 15 julio 2020 02:10)

    Esta parte estuvo muy interesante. Y tal parece que la siguiente estará mejor. Lástima que la historia esté por terminar.
    Tengo curiosidad por saber sobre qué va a tratar la próxima historia. ¿Será continuación de ésta o tendrá relación con aguna otra?

  • #3

    Tony (martes, 14 julio 2020 22:31)

    El “Los grises” no se contó nada del viaje a la nave nodriza porque Antonio Jurado perdió el sentido y no se enteró de nada.

  • #2

    Jaime (martes, 14 julio 2020 21:39)

    Bastante interesante esta parte. Se contaron varias cosas y en ciertos momentos fue bastante rápido sin mucha explicación ni detalles pero no ese perdió la esencia.
    Me parece recordar la escena cuando Antonio y Ángela roban la nave enemiga de "los Grises". Aunque no recuerdo que hayan ido a la nave nodriza de éstos. Me da curiosidad de saber qué pasará después.
    Espero que Chemo esté feliz con el adelanto de la siguiente parte. Supongo que tendrá que ver con mucho sexo.
    Espero que todos estéis pasando una cuarentena tranquila.

  • #1

    Tony (martes, 14 julio 2020 02:18)

    No me gusta decir estas cosas pero el relato está llegando a su fin. La semana que viene o cuando pueda de ésta, publicaré la siguiente parte con el final de la historia.
    Puedo avanzar que a Chemo le va a encantar, y a todos los chicos. Pero no digo más.
    Lo malo es que toca despedirse de "El Vórtice". Un relato que muchos ni siquiera queríais leer y que espero haberos hecho cambiar de idea.
    Ya tengo la primera parte del siguiente relato comenzada, no quiero decir nada hasta que ponga la palabra fin, que será cuando anuncie título y temática.
    Por cierto, estas dos últimas partes son más largas porque creo que no tiene sentido haceros esperar, teniéndolas listas.
    Espero que sigáis todos bien.