El Vórtice

8ª parte

         Cuando llegó a la fábrica se asomó con cautela, por miedo a encontrar a algún indeseable. Al ver barricadas en las entradas se dio cuenta de que allí vivía alguien racional, o al menos, había vivido. No le resultó muy difícil trepar una cerca de madera. Quien estuviera por ahí no debía temer a las personas como ella, sino a esos monstruos sin cara.

         -¿Hola? -Saludó, pensando que lo mejor era mostrarse pacífica-. ¿Hay alguien por aquí?

         En la plazuela de la entrada vio cajas amontonadas llenas de trastos. Trozos de lata, cuerdas, vendas polvorientas, botellas de vidrio con agua sucia, cables, pedazos de tela...

         Al no tener respuesta, cogió un ovillo de cuerda y probó su aguante. Era fuerte, perfecta para su arco.

         Sin esperar a los posibles dueños de aquel refugio se sentó en una caja de madera y comenzó a enrollar la cuerda en un extremo de su palo. Hizo un nudo marinero y la estiró sin hacer demasiada fuerza llevándola al otro extremo. Lo encorvó y enrolló la cuerda, rematándola con un fuerte nudo.

         -¿Sabes usar eso? -Preguntó una voz femenina desde su derecha.

         Se puso en pié, asustada y miró hacia donde escuchó la voz. Al no tener flechas no pudo amenazar con su nueva arma de modo que elevó su machete en su dirección.

         -No temas, me llamo Heather, no voy a hacerte daño. ¿Has llegado hace poco? Aún tienes ropa colorida.

         -Hace un par de días.

         De una ventana, en el edificio de ladrillo más cercano, apareció una cabeza con abundante melena rubia. El rostro era de una muchacha de unos quince años. Saltó la ventana y se acercó con las manos en alto, mostrando así su docilidad.

         -¿Vives sola aquí?

         -No, podéis salir. Es inofensiva -habló hacia atrás.

         Vio que un niño de unos diez años saltaba de la misma ventana y se acercaba con miedo, mostrando una barra de hierro oxidada a modo de garrote para asustarla. Luego se asomó una mujer de unos treinta años que saltó con mucha dificultad debida a un embarazo cercano a su término.

         -¿También te han...? -Comenzó a preguntar, temiendo que la hubieran violado y ese fuera el resultado.

         -Llegamos hace unos dos meses -respondió-. Viajábamos en yate por el Atlántico cuando una tormenta nos sorprendió y terminamos varados en un lago cerca de aquí. Mi marido nunca fue capaz de explicarnos dónde estabamos -la mujer suspiró-. Hace ya dos días que fue a buscar comida y no ha regresado. Hemos visto que por las noches hay movimiento por el bosque, nos aterra salir a ver quién ronda por ahí. Espero que haya encontrado un refugio y siga con vida.

         -¿Entonces no habéis visto a nadie más?

         -Nos refugiamos en la fábrica, hay lugares bastante seguros y no queremos arriesgarnos.

         -¿Ni a los hombres del otro lado del lago en estos dos meses?

         -¿Hay más? -Se ilusionó Heather.

         -Lo siento no debí comentarlo -se mordió el labio inferior al ver la ilusión chispeante en los ojos de la muchacha-. De ellos estoy huyendo ahora. Me...

         Se le hizo un nudo en la garganta cuando quiso contarles lo que le hicieron. Fue incapaz de decirlo, incluso de recordarlo.

         -Heather, no vamos a salir de aquí hasta que vuelva papá, ¿me has oído?

         -Pero ellos tendrán comida, podrán cazar, estarán más...

         -Son unos desgraciados -completó Ángela-. En cuanto te vean harán contigo y con tu madre cosas que ni siquiera puedes llegar a imaginar. Quítate la idea de la cabeza.

         -Estoy harta de estar aquí dentro -chilló la muchacha-. Tenemos que volver a casa, no soporto este horrible lugar -protestó.

         -Y no te lo voy a discutir, peque -reconoció Ángela-. Voy a encontrar la salida de esta maceta del espacio o moriré en el intento.

         -¿Cómo has dicho? -Preguntó Heather.

         -Que voy a salir de aquí y si queréis os puedo llevar.

         -Me refiero a lo de la maceta.

         Ángela se dio cuenta de que esa familia aún debía creer que estaba en algún lugar recóndito de la Tierra y enarcó las cejas.

         -Es difícil de creer, yo no lo entendía hasta que lo vi con mis propios ojos. Este lugar es un pedrusco flotante que da vueltas a la Tierra, envuelto en una poderosa energía de color verde que engulle todo lo que toca. Por lo que sé, nada puede escapar de aquí. A mí me chupó en medio del océano, junto a un enorme portaaviones. El barco también llegó, lo vi varado en el lago del centro.

         -¿Una energía verde? -Protestó Heather.

         -Exacto.

         -No puedo creer que estemos en el espacio. Eso es imposible.

         - Verás, te daría la razón pero cuando esos salvajes, a los que tanto deseas conocer, estuvieron a punto de volver a cogerme preferí morir tirándome por un barranco. Y cuando no cai, sino que fui tragada por el remolino verde que hay sobre nuestras cabezas, vi con mis propios ojos la Tierra, la Luna, el Vórtice que es este lugar y otros lejanos. Y lo vi todo desde el cielo. Volé por encima de esas nubes y volví a caer en el lago. Vi que no es la única roca que flota en esta niebla verde. Hay más, concretamente una muy cerca con montañas nevadas no muy lejos, en aquella dirección. Pero algo me dice que es imposible saltar de un pedrusco a otro.

         -No puede ser, entonces ¿cómo es que podemos respirar? No te creo una palabra -se obcecó Heather.

         -Te digo lo que he visto con mis propios ojos. Pero no te culpo, yo tampoco lo creería si alguien me lo cuenta.

         Dicho eso tensó el arco y puso a prueba su resistencia. La madera crujió pero resistió. Hizo nuevos simulacros de disparo, sin flecha, pues aún no tenía, y sonrió cuando soltó la cuerda y se imaginó el proyectil silencioso atravesando a un enemigo.

         -Gracias por la cuerda. Si no os importa me quedaré con vosotros hasta que consiga fabricar flechas. 

         -¿No pretenderá cazar? -Preguntó la madre, con tono molesto.

         La miró sonriendo, estudiando el origen de aquella ridícula pregunta por su actitud.

         -¿Es usted vegetariana?

         -¡Aquí tenemos comida, no necesitamos cazar! -Reveló ofendida.

         -Entonces le gustará saber que usaré estas flechas contra seres humanos. Los animales pueden estar tranquilos.

         Volvió a mirarla, esperando ver un gesto de horror en su cara. Le sorprendió que reuniera tablillas rectas del suelo y se las acercara.

         -Podemos ayudarte -comentó-. Si vas a salir ahí fuera, necesitarás bastantes. Y si no es mucho pedir, encuentre a mi marido. Seguramente está ahí fuera.

         -Lo siento, pero si veo a un hombre no voy a preguntar. Le atravesaré la garganta.

         -Mi marido es fácil de identificar. Es gordito, tiene unos sesenta años, se llama Guillermo.

         -¿Cómo ha dicho? -Preguntó nerviosa.

         -Tiene cara de buena persona, no mataría ni a una mosca.

         -¿Tiene voz quebrada?, ¿cómo de papel de lija?

         -¡Sí! Es porque fumaba mucho...  ¡Lo ha visto! ¿Dónde está?

         -Lo siento, señora, si es quien yo creo, está muerto. Si le sirve de consuelo fue de los pocos que dio la cara por mí. Aunque si dicen que desapareció hace un par de días... Me extraña, éste parecía bastante asentado en el lugar.

         -¡Qué! -La mujer comenzó a sollozar.

         -No puedo garantizarlo -se encogió de hombros-, puede que viera morir a otro que responde a su misma descripción. Estaré atenta por si lo veo. Antes de matar a nadie preguntaré su nombre.

         -Gr... Gracias.

         -Quiero salir con usted -propuso Heather-. Necesito libertad, llevo dos meses encerrada.

         Ángela iba a negarse pero pensó en el chiste de los cazadores de leones: "No importa ser el más rápido, bastaba con no ser el más lento". Heather era un buen pastelito para los hambrientos violadores que la acechaban. Mientras la cogían a ella podría escapar.

         -Tendremos que hacerte otro arco. No puedes venir desarmada.

         -¡Genial!

         -No irás con ella. No pienso permitirlo -protestó su madre.

         Ángela se encogió de hombros, mirando a Heather con resignación.

         -No quiero estar encerrada para siempre. Hay que salir a buscar a papá, yo sigo pensando que está vivo y va a necesitar que yo pueda identificarlo.

         -Si es quien yo creo, no vino de vuelta por vuestro bien -intervino Ángela-. Aunque es imposible que sea él, ese hombre llevaba muchos años en el vórtice... Creo.

         -¿Lo ves mamá? -Insistió la muchacha-. Lo traeré de vuelta, te lo prometo.

         -Días ahí fuera, sin un lugar donde refugiarse... -murmuró Ángela-. No sé yo. Aunque podrían haberlo capturado.

         -¿Vas a ir a matarlos? -Preguntó Heather, emocionada.

         -Si me cruzo con alguno, tenlo por seguro. No pienso dejar alma con vida, me vendrá bien que estés cerca no sea que mate a tu padre. Pero no, no voy a ir a su campamento, son demasiados. Quiero estudiar la isla, averiguar si existe algún modo de salir de aquí, saber de dónde salen esos monstruos nocturnos, buscar más supervivientes. Llevo dos días aquí y veo que esto está lleno de gente.

         -No vas a impedir que la acompañe -retó Heather-. Iré con tu consentimiento o sin él.

         Ángela apretó los labios, se cruzó de brazos al ver que la muchacha corría a un edificio.

         -Necesitaremos provisiones, ven, coge lo que quieras.

         -¡Tenéis comida! -Se alegró.

         -Y agua, esto era una fábrica, hay de todo -escuchó la voz con su eco.

         Corrió a reunirse con ella y llegaron a un almacén lleno de latas de conserva con nombres escritos en español de las cosas que almacenaban: Alubias, judías verdes, lentejas, Pollo, atún, calamares...

         -¿En español? ¿También tradujo las textos escritos? -se preguntó al recordar lo que le contó White acerca del milagro de Alastor de traducir todas las mentes, para que todos hablaran ese idioma.

         -No sé de qué hablas, esta central nuclear estaba en Venezuela -desengañó la chica-. Coge lo que quieras.

         - Decidme una cosa -tanteó-. ¿Qué idioma habláis vosotros?

         - ¿Te has dado un golpe en la cabeza? -Protestó Lisa, acariciando su abultado abdomen-. Somos americanos, venimos de Nueva Jersey. Tú estás hablando nuestro idioma, esto es inglés.

         - Pues le sorprendería quién ha debido recibir el golpe en la cabeza -respondió, sin querer reconocer la verdad ante esa señora tan orgullosa.

         Lo que estaba claro era que Alastor sabía exactamente cuántas personas habitaban el Vórtice y probablemente la espiaba a través de los ojos de esa familia pues les había dejado parte de su veneno dentro, al traducir sus mentes. No podía quedarse con ellos mucho tiempo y ya no le parecía tan buena idea que la muchacha la acompañara.

         Ángela iba a coger latas pero no tenía modo de llevarlas.

         -Toma esta mochila -ofreció Heather-. Yo llevaré agua y dos latas.

         Le dio una tela vaquera con dos asas aparentemente desgastadas y otra más larga para el hombro. Debieron tejerla durante el encierro. La muchacha tenía una similar, hechas del mismo pantalón.

         En una mesa vio varios libros y cuadernos precintados con plástico. Al lado bolígrafos sin estrenar. Ángela sonrió al acercarse y los acarició con asombro.

         -Coge lo que quieras -insistió Heather-. Aquí no usamos nada de eso. ¿Para qué?

         -Si no te importa, me llevaré un cuaderno y un par de bolígrafos. Suelo desahogarme bastante si escribo mis experiencias. Y creo que ahora mismo no podría contarle lo que he soportado a nadie.

         -Si te han hecho daño esos canallas, escríbelo con todos los detalles -invitó la muchacha rubia.

         -No te puedes imaginar cuánto me han hecho.

         -Así, aunque no logres llegar a la Tierra, podrán encerrarles con ese testimonio. Nadie debe salir impune de sus actos, ni siquiera tan lejos de las leyes.

         -No me importa la justicia humana -escupió Ángela-. Pero encuentro relajante escribir todo lo malo que me pasa, es como si sacara toda esa mierda de mi alma y la dejara allí escondida, entre sus tapas.

         La miró con una sonrisa dolida.

         -Gracias... -Abrazó el cuaderno y sonrió-. Es justo lo que necesitaba.

         Después de guardarlo junto a un puñado de bolígrafos, cogió varias latas aplanadas y una sola botella de agua.

         -Deberías coger más -intervino la muchacha.

         -El agua no es un bien escaso. Hay ríos por todas partes y es deliciosa.

         La chica arqueó las cejas y después de un par de segundo asintió. Abrió su mochila y sacó todas las botellas menos una. El resto del hueco lo rellenó de comida en lata.

         -Estoy preparada. Cuando quieras.

         -Necesitamos cuerda -Ángela cogió un ovillo nuevo que vio por allí-. Y cinta americana. También tijeras... Una navaja y esto.

         Heather soltó una carcajada.

         -Claro, yo me llevo otro -reconoció avergonzada-. Sino cómo vamos a abrir las latas.

 

         Cada una llevó un pequeño abrelatas en su mochila y se las colgaron en el hombro.

         -No he visto hachas, ¿tenéis alguna?

         -No, pero martillo y clavos sí -respondió Heather-. Montones de tornillos. Las cajas están repletas y hay que quitarlos para abrirlas.

         -No... Clavos. Sí mejor nos llevamos unos cuantos con el martillo.

         Salieron del almacén y encontraron a la madre llorando y al niño con expresión triste. No dejaba de mirar a Ángela como si le diera miedo.

         -Tenemos que hacernos unas flechas. Yo las corto con mi machete y tú intenta pulirlas con lo que puedas -ordenó al chico-. ¿Podrás hacerlo?

         -¿Yo? No sé si podré -respondió nervioso.

         -¿Cómo te llamas?

         -Mark, ¿Y tú?

         -Ángela. Encantada, Mark. Voy a serte sincera, no necesito flechas rotas ni torcidas, si vas a ayudarnos será mejor que lo hagas bien. Necesitamos ramas secas rectas de al menos este tamaño -Mostró con las manos una distancia de unos cuarenta centímetros de largo-. Tendrás que cortar todas las hojas pegadas y asegurarte de que no se rompen con facilidad. Recuerda, rectas y de medio centímetro de grosor. He visto bastante leña por el camino, fuera de la fábrica, internándonos por el bosque encontraremos bastantes.

         -Nadie va a salir de aquí -protestó su madre-. Si quieres ayudarla, hazlo dentro.

         -No se preocupe, le traeré a Mark de vuelta antes de una hora. No pienso llevarlo conmigo.

         -Ni siquiera piensas estar cerca de él -insistió la mujer-. Cuando seas madre te darás cuenta de que no puedes dejar solo a tu hijo en un lugar peligroso y desconocido.

         -Pues ven conmigo -replicó el chico-. Siempre dices que necesitas aire fresco, mamá.

         La madre refunfuñó y negó con la cabeza mientras ponía los brazos en jarra.

         -¿Cuál es su nombre, señora? -Preguntó Ángela.

         -Lisa.

         -Necesitamos flechas para ir a explorar la zona -explicó Ángela-. Sería buena idea que Heather tenga su propio arco así que no nos iremos hasta estar bien equipadas. Necesito saber qué más secretos se esconden aquí y si tengo algún encuentro con exploradores de los hombres del fuerte, quisiera tener cómo intimidarles. Intentaré cogerlos vivos para interrogarlos, pero debe saber que si siento que son una amenaza seria contra mí o su hija, los voy a matar sin ningún miramiento. ¿Estás lista para esto? -Miró a la muchacha-. Espero lo mismo de tu parte. Si logran cogerme, mátalos sin pestañear. Si me tienes que matar a mí, hazlo igualmente. Prefiero morir antes que volver con esos malditos bastardos.

         -No estoy segura de estar lista para algo así -respondió, nerviosa.

         -No lo harás porque te quedas con nosotros -replicó su madre-. Es una niña, Ángela, solo es una cría. Su cuerpo te puede engañar, pero el año pasado no me pasaba del cuello y ha dado un buen estirón. No tiene más que quince años, por el amor de Dios.

         Ángela suspiró resignada.

         -Al menos os agradecería que me dejéis volver por las noches y me ayudéis a buscar flechas.

         -Pero no nos alejaremos de la central, no quiero que nos perdamos en ese bosque -replicó Lisa.

         - Genial, estamos perdiendo el tiempo con chácharas -aceptó Ángela.

 

 

 

Comentarios: 11
  • #11

    Tony (miércoles, 08 abril 2020 04:59)

    Inténtalo. Je je je
    Lo mas probable es que la perra se vengue y lo mas probable es que termines con tus partes en el estómago del animal.

    Fuera de bromas, aquí van a pasar más cosas, no sólo violaciones. Deja la moraleja para el final.

  • #10

    Esteban (miércoles, 08 abril 2020 02:43)

    Haciendo referencia a Tony:
    Moraleja de la historia: Si quieres que una perra asesina y despiadada se haga más humana, viólala.

  • #9

    Lyubasha (domingo, 05 abril 2020 22:28)

    De momento soy la última en comentar. Tengo curiosidad por ver cómo sigue la historia y saber si los dos Guillermos son la misma persona. Tal vez hay partes de la isla en la que el tiempo pasa más deprisa.

  • #8

    Tony (sábado, 04 abril 2020 18:14)

    Es normal que le cueste superar algo así. Ángela mostrará en este libro su cara más humana y Conoceremos el motivo por él que dejó de ser un ser despiadado y empezó a tener algo de empatía.

  • #7

    Jaime (sábado, 04 abril 2020 15:36)

    Y yo soy el último comentando hoy. Espero que todos estéis pasando un encierro obligatorio pero ameno. En mi caso se me juntó el trabajo al estar dos de mis compañeros de trabajo en su período de paternidad y no voy a poder estar tan activo como siempre.
    Extraño la Ángela impulsiva y ninfómana. En la vida real, supongo que cualquiera quedaría traumado pero no ella.

  • #6

    Alfonso (viernes, 03 abril 2020 19:42)

    Últimamente me ha dado cuenta que con el coronavirus la mayoría de la gente ha cambiado sus hábitos. Recuerdo que Jaime y yo solíamos ser de los primeros en comentar y ahora creo que somos los últimos. A mí creo que me tienen más ocupado en el trabajo, así que no tuve tiempo de leer hasta ahora.
    La historia va bastante bien. Me parece extraño que, estando todos en un pedazo de tierra venezolana, la mayoría de los personajes hablan inglés (salvo Ángela). Sería divertido tener el don de traducción de lenguas inmediata: no más estudiar idiomas en la escuela.
    Y por ahí hay algunos que esperan la segunda ronda de diversión garantizada. Jejeje Pero conociendo a Tony no creo que esto ocurra; al menos no en esta historia.
    Espero que estéis pasando un buen período de cuarentena.

  • #5

    Chemo (viernes, 03 abril 2020 02:26)

    Me quedó la curiosidad de cómo Alastor puede hacer que todos se entiendan cuando ni siquiera está presente. Está bien que tenga habilidades extraordinarias pero siento que es muy exagerado. En fin, habrá que ver cómo escapa Ángela de otra violación en masa.

  • #4

    Alejandro (jueves, 02 abril 2020 02:24)

    Ahora ya hay más invitadas al festín de orgías.

  • #3

    Vanessa (jueves, 02 abril 2020 00:14)

    Yo creo que sí es el mismo Guillermo. De alguna forma están en el país de las Maravillas, así que todo es posible.
    Espero que todos se encontréis bien.

  • #2

    Yenny (martes, 31 marzo 2020 05:10)

    No se debe tensar la cuerda y soltarla cuando no hay una flecha en el arco porque eso daña las palas.
    A parte de ese detalle la historia de ve prometedora aunque en el comentario del capítulo anterior con la teoría del vórtice me maree jaja.
    Ahora tengo la duda si es el mismo Guillermo o e¡ tiempo pasa de forma diferente en distintos sitios del vórtice??
    Bueno chicos espero que esta cuarentena pase lo mas pronto posible y retomar nuestras actividades, por favor cuídense mucho y no salgan de casa.

  • #1

    Tony (martes, 31 marzo 2020 02:07)

    Espero que todos sigáis bien y que esto os haya aliviado un poco el aburrimiento del confinamiento por el Coronavirus.
    Da miedo pensar en cómo estaremos dentro de una semana.

    No olvidéis comentar.