El vórtice

13ª parte

 

            Recorrió los tres kilómetros que los separaban en unos segundos. Al llegar a la central se detuvo y observó el terreno, los edificios. Localizó en seguida el de Lisa y sus hijos, se acercó y saltó por la ventana.

            No había ni rastro de la hoguera, cajas de víveres, ni huellas de personas a excepción de las suyas propias. Empezaba a creer en fantasmas.

            —Lisa, Heather, ¿Hay alguien aquí?

            El calor era asfixiante. Puede que no estuvieran pero aquella sala parecía testificar que alguien estuvo allí no hacía demasiado tiempo.

            —Soy Ángela —insistió.

            Al no recibir respuesta entró en el pasillo y fue a la despensa de donde sacaban todas las provisiones.

            Al entrar se dio cuenta de que su amigo Antonio Jurado no era el único que había visto y hablado con personas muertas, tiempo ha. El almacén estaba lleno de restos de cajas de víveres, que evidenciaban que fueron agotadas hace años.

            —Entonces qué demonios he comido yo ayer por la noche. O... He viajado al pasado sin darme cuenta. Estoy volviéndome loca.

            Comenzó a preguntarse si esa isla del espacio no estaría llena de esos individuos vivos en otras épocas. Incluso dudó si el muchacho que le dio cobijo nada más llegar al vórtice era real. Recordó que cuando estuvo con él le había dado un pedazo de carne de oveja curado. Como no tenía mucha hambre se guardó un pedazo en el pantalón del legging. Se lo palpó y encontró algo blando. Lo sacó y era la carne… Ahora que solo bebía sangre le daba asco, pero lo volvió a guardar.

            —En este lugar no se puede desperdiciar comida —musitó—. O es que al caer por el ojo del vórtice me produce efectos extraños y por unas horas puedo ver a través del tiempo. Yo que sé...

            «Ve a investigar el cabo del Diablo y deja de perder el tiempo» —habló en su mente Alastor.

            —¿Me estás manipulando para que sea tu recadera?

            «Mujer, no seas tan negativa» —replicó—. «Recuerda que colaboramos con el mismo fin.»

            —Si eres tan cobarde de no ir tú es porque sabes lo peligroso que es.

            «Te pongo a prueba, no me gusta mancharme las manos con el trabajo sucio.»

            —Pues no cuentes conmigo.

            «No te he perdonado la vida para que me respondas de ese modo. Irás ahora mismo o te retiraré mis... Favores.»

            —¿Ah sí? ¿Puedes hacer eso? Sal de mi cabeza, saca tu asqueroso veneno de mi cuerpo.

            «Si lo hago, no sueñes que volveré a protegerte de estos hombres. Les mandaré de cacería y no durarás ni un día. Vamos, razona. Solo tú puedes ver lo que se esconde en ese lugar tan peligroso. Estoy seguro de que allí se esconde la clave que nos permitirá salir de este infierno. »

            —No pienso ir, viejo estúpido. ¡Sácame esta mierda!

            «No me retes, Ángela» —la advirtió Alastor—. «Harás lo que te pido porque, por si no te has enterado, yo mando en este lugar. »

            —Mira como tiemblo.

            «O morirás» —advirtió el viejo, cada vez más furioso—. «Puedo matarte si me das un motivo».

            —¿Y perder la oportunidad de estudiar a tu último experimento?

            «No te necesito—rezongó Alastor—. He memorizado tu cuerpo, cada molécula, sus cargas eléctricas, podría decirse que sé más de ti que tú misma. Incluso sería capaz de crear un clon tuyo si me apeteciera.»

            —No de mi alma. ¡Tú no sabes cómo soy!

            Ángela cerró los ojos y se concentró para dejar de escucharlo. Su voz se abría paso con firmeza a través de sus pensamientos, diciéndole que era inútil que tratara de anularle, que no podía sacarlo de ninguna manera si él no lo hacía por propia voluntad. Pero eso nunca ocurriría, o era suya o la mataría.

            Entonces se dejó caer de rodillas en el frío suelo de aquella central abandonada y cogió una de sus flechas, para cortarse en la mano. Quizás el dolor sacara a ese viejo de su cuerpo. Pero Alastor se jactó de que no era tan estúpido de sentir todo. Le bastaba con escuchar sus pensamientos.

            Entonces recordó algo que le dio una idea. Antonio Jurado le contó una vez que para encontrar a Génesis fue a Lourdes, Francia, en la famosa gruta de Massabielle, la esperó durante días. Al no aparecer comenzó a ofrecer sacrificios dolorosos: Subió unas escaleras de piedra, arrodillado, y el dolor fue tan intenso que terminó con las rodillas moradas.  Se quedó hasta las tres o cuatro de la madrugada, esperándola en la gruta, día tras día, silenciando su mente, sin comer, sin beber, durmiendo al raso, rezando el rosario que ella misma pidió a su amiga Bernadette que rezara a diario, helándose de frío, al borde de la hipotermia. Finalmente, y según le contó, miró hacia la gruta y vio su rostro dibujado en la piedra. Fue una visión tan clara que se preguntó cómo era posible que los demás presentes no la vieran. Las sombras de las piedras a la luz de las velas producían la ilusión de su rostro, inclinado levemente hacia abajo, con los ojos cerrados y con la boca entreabierta como si estuviera orando eternamente. Fue entonces cuando apareció a su lado y la encontró.

            «De nada va a servirte la experiencia del señor Jurado. Ese hombre fue quien me la entregó en bandeja. No lo olvides. Su corazón era puro pero no tenía más alternativa que encontrarla para mí y lo hizo. ¡A pesar de sus estúpidos sacrificios! ¡Entérate de una vez, Ángela, de mí no se libra nadie, jamás!»

            Aunque creyó recordar aquello por sí misma, Alastor volvía a demostrar que podía controlar no solo sus recuerdos sino dirigir sus pensamientos.

            —Nunca podrás entenderme —se jactó ella.

            En su interior ardía una llama de rebeldía y sobre todo una posibilidad remota. ¿Y si Génesis seguía dentro de ella? Sin duda podría ayudarla a sacar a ese viejo pretencioso.

            «Estás perdiendo el tiempo» —sentenció Alastor—. «Ve ahora mismo a donde te he pedido y averigua lo que está pasando allí. Si no lo haces tendré que prescindir de tus servicios con lo que eso conlleva para ti... Piénsatelo bien.»

            Ángela apretó los puños y quiso golpearlos contra el suelo de hormigón pero se tranquilizó. Esa batalla estaba perdida y si quería ir a ese lugar tan peligroso, debía admitir que sin el poder de Alastor era una locura y una temeridad.

            —A sus órdenes, maestro —susurró.

 

            Durante el trayecto sus piernas no sintieron cansancio alguno a pesar de ir a toda carrera por el suelo irregular del bosque.

Tuvo que cruzar un río de aguas heladas, y lo hizo a tal velocidad que lo pasó con dos fuertes zancadas, mojándose apenas las botas. Miró a lo alto y vio que las montañas eran más grandes de lo que esperaba, más allá del macizo que vio desde la loma de la central se alzaban tres picos nevados con mucha más altitud. Se diría que rozaban con sus puntas el ojo del remolino que se veía en el cielo.

            —Este Vórtice es mucho más grande de lo que pensaba.

            Luego se concentró en su destino. El mar no llegaba tan lejos, llegó al famoso lugar y creyó entender el motivo de su terrible leyenda.

            Se trataba de un cabo que estaba rodeado de vacío. Daba la impresión de que pisarlo ponía en riesgo su agarre al Vórtice. La atmósfera se oscurecía en esa zona como si el campo magnético que mantenía el ecosistema del vórtice no pudiera llegar tan lejos.

            Además, lo que contribuía aún más a las leyendas era que en el extremo del cabo había una casa incrustada en el pedazo de tierra como si hubiera caído del cielo. Una mansión de dos plantas y al menos cinco habitaciones por planta.

            «Ninguno de los hombres que he enviado a esa casa han regresado» —Regresó la voz de Alastor—. «Quiero ver lo que ocurre allí, desde tus ojos.»

            —Qué valiente —se burló ella.

            Desde luego no era ninguna mentira, ese pedazo de tierra flotaba como una península en medio de un abismo infinito y al estar tan alejada del centro del Vórtice estaba envuelta en tinieblas, como si el Sol reflejado en las nubes perpetuas no la alcanzara.

            Caminó con cautela por el camino de tierra, de unos cincuenta metros, que llegaba a la mansión imaginando que era una alfombra hecha de desesperación que la dirigía a una playa compuesta de miedo salvaje y soledad.  

            Si no había oxígeno tan lejos del Vórtice podía morir de asfixia. Si algo terrible la esperaba quizás fuera peor que una nueva violación de todo el campamento.

            «No te detengas » —ordenó Alastor, impaciente.

            —Estoy caminando, ¿no lo ves viejo? —replicó.

            El estrecho de tierra se volvía más y más fino, hasta el punto de que si miraba a los lados veía el abismo infinito del espacio. No estaba segura si cayendo en él volvería al remolino o moriría flotando en la oscuridad.

            —Esto no puede describirse con palabras —susurró—. Hay que estar aquí para sentir este vértigo.

            «Lo sé, ya he intentado cruzar eso» —respondió el viejo—. «No habría recurrido a ti de no ser así».

            —¿Temes morir en el espacio?

            «¿Morir? Ja, si ese fuera nuestro destino… La respuesta es sí, tengo pánico a caer. ¿Tú no?»—Respondió.

            Ángela siguió caminando. Hubiera deseado llevar un bastón en lugar de un arco, necesitaba apoyarse en algo, allí la gravedad era muy leve y cada paso que daba menos peso sentía en sus pies. De seguir así, al llegar a la mansión saldría flotando como un globo lleno de helio.

            De hecho vio varios objetos cerca de allí. Al principio pensaba que eran plantas, troncos o rocas. Pero al acercarse vio que se trataba de cuerpos humanos.

            Sus rostros evidenciaban que murieron por asfixia, a juzgar por el rictus de sufrimiento que permanecía en sus rostros.

            —Allí no hay aire, Alastor. No tiene sentido continuar.

            «No temas querida, tú ya no necesitas respirar».

            Tampoco podría caminar. Temía quedar como esos hombres, suspendida en el aire sin apoyo para volver.

            «Tienes que entrar» —ordenó el viejo—. «No vuelvas hasta que lo consigas».

            —No ha llegado nadie —protestó—. La gente muere antes de llegar.

            «Agradece que no lo lograran. De lo contrario no te habría necesitado. Piensa que sigues viva para estar en ese lugar. Tu otro destino habría sido mucho más terrible.»        

            Era la cosa más peligrosa que había hecho en su vida pero no podía irse sin sus respuestas.

            Se detuvo cuando notó que su peso había alcanzado el mínimo, antes de flotar. Aun la separaban veinte metros de la puerta de la mansión.

            —Si doy otro paso... Flotaré como todos esos hombres.

            Si al menos tuviera donde apoyarse para lanzarse de un brinco hacia la puerta...

            Comenzó a temblar de miedo. Su cerebro le repetía como un mantra que no había nada que ver allí, que volviera por donde vino. Que si continuaba perdería contacto con el suelo y se quedaría condenada para siempre flotando y dando vueltas a la casa como todos esos cuerpos.

            «No te detengas» —Insistió Alastor.

            No existía una sola razón para que obedeciera esa orden. Más bien al contrato, su rebeldía nata la instaba a desobedecer aunque no viera peligro alguno.

            Pero su instinto (o Alastor bien disfrazado de él) le decía que tenía que entrar si es que quería salir de esa isla flotante alguna vez. No presentía ningún enemigo salvo su propio miedo a quedar flotando en el espacio.

            Uno de los cuerpos se acercó como un fantasma hacia ella. Su rostro era una mueca de terror capaz de causar pesadillas al más valiente. Era bastante grande. Ángela no lo pensó, saltó en su dirección y lo atrapó en vuelo. Dado que la gravedad era muy débil la fuerza de su salto los llevó lejos del suelo y lentamente se alejaron al vacío sideral. Le recorrió un escalofrío al ver únicamente las estrellas y la Tierra, no más grande que una pelota de playa.

            Al volver la mirada hacia atrás vio alejarse el Vórtice en una espiral, a gran velocidad y girando en el aire tuvo que controlar un ataque de pánico. Su plan iba a ser más difícil de lo previsto.

            Agarró la chaqueta del muerto se puso de pié sobre su pecho y esperó a que el giro pusiera la mansión por encima de su cabeza. Cuando al fin la vio brincó con todas sus fuerzas lanzando al espacio aquel cuerpo y catapultándose en dirección a la mansión.

            A pesar de que la trayectoria era la correcta y se acercaba lentamente, totalmente ingrávida, estaba asustada. Se encontraba a unos veinte metros y su impulso podría llevarla a pasar fuera del alcance de cualquier agarre posible. Si se pasaba, flotaría por el espacio eternamente... quizás una persona mortal con un traje de astronauta estuviera preocupado por morir después de unas horas flotando a la deriva, pero la mera idea de quedar suspendida, siendo inmortal, era la peor pesadilla posible.

            Sus temores cobraron fuerza cuando su trayectoria comenzó a demostrar no ser exacta. La mansión, al igual que todo el vórtice, rotaba sobre un eje central y ella no. Su escasa velocidad provocaba que la mansión girara levemente a la izquierda por lo que llegaría tarde para tocar tierra. En cualquier caso, su única esperanza era la mansión, no el terreno que la rodeaba. Allí sólo veía tierra suelta, no podía sujetarse ni impulsarse.

            Como temía, no logró alcanzar la columna de la casa y cayó de pie en la arena cercana al porche. No pudo sujetarse pues no había plantas ni rocas donde agarrarse.

            —Al menos no he rebotado —susurró.

            Dio un paso hacia la casa y la fuerza del movimiento la envío al aire. Perdió todo su apoyo y comenzó a flotar de nuevo. Ningún cuerpo se encontraba cerca para usarlo de apoyo esta vez. Vio pasar la mansión bajo sus pies desesperada y queriendo llorar de rabia.

            Entonces la golpeó la chimenea y tuvo el instinto de agarrarse a ella con desesperación. No la besó por lo sucia que estaba, pero no le faltaron ganas.

            —Ahora a ver si entro por ahí.

            Trepó y se metió por el agujero. Era tan ancho que cabría el mismo Santa Claus. Verse rodeada de cuatro paredes la devolvió la confianza, a pesar de quedar confinada en tan poco espacio. Parecía que se estaba deslizando por un ataúd quemado.

            De ese modo llegó a la planta baja de la mansión. Un lugar que no tardó en identificar como una base secreta que ya conocía.

 

 

 

 

 

 

Comentarios: 8
  • #8

    Chemo (domingo, 24 mayo 2020 22:21)

    Por cierto, espero que todos estéis bien y fuera de percances.

  • #7

    Chemo (domingo, 24 mayo 2020 22:20)

    Yo creo que en esa base hay una nave del EICFD. Ángela tendrá que tomarla y escapar del Vórtice antes de que Alastor pueda cogerla.

  • #6

    Alfonso (domingo, 24 mayo 2020 06:25)

    Cada vez se pone más interesante la historia. Espero que todos se encuentren bien.

  • #5

    Tony (domingo, 24 mayo 2020 00:43)

    Veo que cada uno tiene sus propias teorías sobre el vórtice. Aunque Jaime esta equivocado en la posición de esa mansión. Angela cruza todo el vórtice para alcanzarla, Esta totalmente fuera, simplemente unida por un pedazo de tierra.
    Es decir, fuera de la influencia de su remolino, y campo magnético.
    Lo que se esconde dentro lo sabéis la semana que viene. Lo del resto de misterios puede que no todos queden resueltos. Ángela no está allí para resolver estos secretos, sólo quiere escapar.

  • #4

    Yenny (sábado, 23 mayo 2020 23:56)

    Que insoportable es Alastor, regresando a la historia yo creo que en el vórtice puede haber portales temporales por eso puede ver personas en el pasado o talvez solo son fantamas; ya nos enteraremos más adelante.
    También pensé que la mansión es una base del EICFD pero me gusta la teoría deLyubasha.
    Ojalá todos se encuentren bien en la medida de lo posible y lo principal nadie de enferme, así que cuídense mucho.

  • #3

    Jaime (viernes, 22 mayo 2020 22:38)

    Tal parece que la casa es una fachada de una de las tantas bases secretas del EICFD. No me sorprendería que uno de los experimentos haya salido mal y creara el Vórtice. Eso explicaría el por qué la casa está en el centro del torbellino.
    Por otra parte, me pregunto si existen varias realidades alternas o pasado/presente/futuro coexistiendo en el Vórtice. Eso explicaría varias de las anomalías que suceden allí.
    Espero que todos estéis bien. Afortunadamente todo está bien por acá.

  • #2

    Lyubasha (viernes, 22 mayo 2020 21:27)

    Hola Toni, mis conocidos y yo estamos bien, gracias. Espero que tu familia y tú estéis llevando todo esto lo mejor posible.
    Me gustó mucho este capítulo, aunque ahora me quedo con la duda de qué personajes están realmente vivos y cuales son espíritus. Creo que el chico que ayudó a Ángela al principio estaba vivo porque la carne que le dio todavía se encuentra en buen estado.
    Tengo muchas ganas de que llegue la continuación para saber qué es lo que hay dentro de la casa. Tal vez sea la mansión del padre de Ángela.

  • #1

    Tony (viernes, 22 mayo 2020 14:31)

    A ver si os he metido un poco de miedo en el cuerpo.
    No olvidéis comentar.
    Espero que todos sigan estando bien y vuestros amigos y seres queridos también.