La isla de los caminantes sin alma

8ª parte

            Su relación con Neftis era tan abierta que le contó su visión. Ella se alegró porque hubiera vuelto a escuchar la voz de Verónica y le dijo que si creía que debía salvar a su mujer, le ayudaría. Se quedaron dormidos juntos y despertó en un hotel de Madrid con todos sus papeles en regla y como si su tiempo junto a la bella diosa hubiera sido un simple sueño. Lo habría creído si no se hubiera visto al espejo con esa tripa y esa absoluta falta de forma física. Claro que, ¿quién iba a creer que había estado acostándose con una diosa del antiguo Egipto durante meses? De todas las cosas que le habían pasado, esa era la más increíble de todas… En todos los sentidos. Se prometió a sí mismo no contárselo a nadie y eso incluía a su propia mujer. Estaba claro que no le creería pero además, si lo hacía, nunca le perdonaría. Su vida estaba siendo tan caótica que antes de llegar a Tahití, llegó a convencerse de que todo había sido una mera alucinación.

            Hasta que se miraba en el espejo, entonces se sentía sucio y despreciable por traicionar a todas las personas que había querido en su vida.

Cuando vio a Brigitte, por primera vez en todos los meses que llevaba separado de ella, fue cuando llegó al aeropuerto. La vio salir por la puerta de llegadas internacionales y en principio quiso acercarse a ella y darle la sorpresa. Pero al verla tan triste, al recordar cuanto la había defraudado sin que ella lo supiera… Pensó que quizás sería mejor que ella creyera que estaba muerto. Se sintió terriblemente culpable por no haber vuelto con ella cuando había tenido ocasión. No tuvo valor de acercarse a ella, no se atrevió a que le viera tan gordo y no sabía ni cómo explicarle por qué no había vuelto antes.

            Decidió protegerla desde las sombras, siguiéndola, averiguando a dónde iba. Al principio estaba celoso porque esperaba que hubiera viajado hasta allí para buscar a alguien, para rellenar su hueco. Pero cuando la siguió y habló con el taxista que la llevó, le contó que estaba obsesionada con la isla de Tupana. Empezó a entender que no había ido a Tahití a buscar rehacer su vida y no tenía ni idea de qué buscaba.

            Así fue cómo llegó a convertirse en su piloto y se habían metido juntos de cabeza en todo ese lío.

            Mientras pensaba en todo eso, cerró los ojos y se arrepintió profundamente de su conducta con Neftis. Se arrepintió de toda su alocada existencia. Quería morir porque era lo que un ser despreciable como él se merecía. Primero mató a Verónica, luego acabó con el poder de Génesis y por si no había hecho suficiente daño, terminó engañando a Brigitte. ¿Quién negaría que mereciera ese final? Nadie. Y no estaba dispuesto a permitir que su mujer muriese con él.

Pero ella nunca le dejaría solo a menos que...

Le contara la verdad.

            Abrió los ojos y se apartó de ella. Se puso en pie aunque sus piernas ya no le respondían como antes. La infección le estaba dejando sin respiración, se estaba muriendo. No le quedaba mucho tiempo.

            - ¿Qué haces? -preguntó ella, triste.

            - Ha llegado la hora de que te marches -sentenció él.

            - No pienso irme, ya te lo dije. Nos casamos para compartir la salud y la enfermedad...

            - ¿Es que no lo entiendes? -preguntó, con la voz entrecortada-. Te he sido infiel. Estos meses he estado con otra mujer.

            Aquello dejó sin aliento a su mujer. Ésta comenzó a llorar y se puso en pie, junto a él.

            - No seas estúpido, no vas a conseguir que me vaya con cualquier mentira que me sueltes. Me quedo contigo.

            - Hablo en serio, nadie me ha encerrado -reconoció Antonio, con la voz entrecortada-. ¡No te miento, lo juro!

            - No sé lo que intentas, pero no va a funcionar. Deja de intentar salvarme, no quiero vivir.

            - ¡Por Dios! -gritó, exasperado-. ¡Claro que quiero salvarte! No puedes dejar que te mate. ¿Cómo voy a perdonarme por ser culpable de tu muerte? Soy tu marido, debo salvarte como sea, aún a costa de que me odies.

            - No puedo odiarte -replicó ella, llorando-. No vuelvas a intentarlo porque no podrás.

            - Vete, sálvate -suplicó Antonio-. No merezco que me quieras tanto.

            - Pues no puedes cambiar eso.

            - Al menos déjame sacarte de aquí.

            Brigitte negó con la cabeza.

            - Suponía que intentarías algo así, pero me quedo contigo –se obcecó.

            - ¿Qué tengo que hacer para que salgas?

            - Supongo que lo tienes difícil -replicó ella, sonriendo mientras lloraba.

            - No te quiero -exclamó él.

            - Sí me quieres, no puedes mentirme -negó ella.

            - ¡Te odio! ¿Cómo puedo librarme de ti? -gritó él, enojado-. ¡Por favor! Los de ahí fuera.

            Antonio se dirigió a la puerta y golpeó con fuerza con el brazo que tenía sano. El otro ya ni siquiera podía moverlo.

            - Entren a sacarla, está loca, no puede quedarse aquí.

            No había nadie fuera de esa puerta.

            - Maldita sea -bufó, rojo de ira.

            Dio tres pasos atrás y dio una violenta patada a la puerta. La cerradura saltó en mil pedazos y la puerta se abrió con brusquedad.

            - Si tú no te vas -se volvió a mirarla, enojado-. Tendré que irme yo.

            - Nooo -gritó, histérica, al verle correr fuera.

            Antonio movió la nevera de la puerta y abrió. Los zombis se habían alejado por lo que no tuvo problemas para salir. Cerró la puerta y caminó hacia el exterior con calma, sintiendo que esa era la primera cosa buena que hacía en su vida. En cualquier momento los muertos vivientes se abalanzarían sobre él y terminarían con su desastrosa existencia.

            Brigitte abrió la puerta tras él y se abrazó a su espalda, llorando.

            - No puedes hacerme esto -le regañó-. Moriremos juntos.

            Antonio se enojó tanto de verla que la apartó de un empellón y le dio un fuerte puñetazo en la mejilla. Su mujer quedó inconsciente y la sujetó antes de que cayera al suelo. Los zombis empezaban a volverse hacia ellos y un par de ellos ya caminaba en su dirección. Antonio abrió la puerta del hotel y la depositó en el suelo. Luego volvió a salir cerrando la puerta y se preguntó dónde demonios estaban los supervivientes.

            El ruido de un motor lejano fue su respuesta, los muy estúpidos se habían ido a buscar su avioneta. ¿Es que no se habían enterado de que no tenían combustible?, ¿Que no cabrían todos? La rabia y la impotencia le dieron fuerzas para apretar el puño y golpear la puerta del hotel. Incluso se sintió tentado de ir a por ellos y hacerles daño como si ya fuera un zombi.

            Los caminantes sin alma miraron hacia el aeropuerto y poco a poco empezaron a alejarse del hotel. Le estaban ignorando.

            Suspiró y se dejó caer de rodillas sonriendo, como si no pudiera creer que ni siquiera la muerte quisiera ir a buscarle. La mano izquierda ya estaba negra y no sentía nada. El frío estaba empezando a recorrerle la pierna izquierda y pronto continuaría con la derecha. Sentía náuseas y le faltaban fuerzas para moverse de allí. Se dejó caer hacia delante y lo último que notó fue su cara arañándose con la tierra del suelo.

            Su consciencia siguió viva durante un instante más. El tiempo justo para pensar: "Dios mío, siento mucho haberte fallado tanto".

 

 

 

 

 

 

            Brigitte despertó completamente sola en el hall del hotel. Le dolía la mejilla y estaba tendida en el suelo sin poder recordar lo que había pasado. Poco a poco su mente le devolvía información con lentitud. Antonio se estaba muriendo y le había dicho que no había vuelto por que estuvo con otra mujer. Ella no le creyó porque sabía que era una treta, él no la dejaría morir y mucho menos dejaría que se quedara a su lado cuando se transformara en zombi. Pero en el fondo de su alma sintió que él no mentía. Era más creíble que se hubiera pasado cuatro meses por estar con otra que por obedecer a una importante organización criminal. ¿Y si se había sincerado para salvarla? No, era ridículo. Solo quería salvarla y se habría inventado que había puesto una bomba en un colegio de niños para sacarla de allí.

            Se incorporó y recordó su último intento de quedarse con él. Le siguió ahí fuera y él se enojó tanto que la golpeó. Eso era lo último que recordaba. ¿Cuánto tiempo habría pasado desmayada?

            ¡Pom!

            La puerta del hotel sonó con un golpe sordo, como de una mano intentando llamar.

            Se levantó, sin apenas fuerzas. ¿Dónde estaban los supervivientes? Se asomó a la ventana y vio la sombra de un zombi justo frente a la puerta.

            ¡Pom!

            - Lo mejor sería salir ahí fuera y que ese zombi termine con mi angustia -se dijo.

            Pero no lo hizo. Antonio había dicho cosas terribles por evitarle la muerte. La había salvado por tercera y, seguramente, por última vez. A estas alturas, Antonio solo sería un zombi más, puede que ese mismo que estaba golpeando la puerta. ¿No sería poético dejarse morder por él? Sí, definitivamente, si tenía que morir, quería que fuera él quien la mordiera.

            Se acercó a la puerta y abrió.

            Antonio estaba allí, con los ojos grises y muertos. Estaba tan enfrascado golpeando la otra puerta que ni siquiera la vio a ella abrir la otra hoja.

            ¡Pom!

            Ella puso su mano sobre su brazo y el zombi de Antonio reaccionó. La miró un instante y esbozó una expresión similar a una sonrisa.

Brigitte cerró los ojos y se dejó abrazar por él. Sería su último abrazo, esperó recibir un fuerte mordisco en el cuello o en el hombro pero él se limitó a caer sobre ella y la derribó con su enorme peso. De su boca salía una baba verde y sintió repugnancia, el zombi emitió un gemido y se quedó tendido en el suelo, inmóvil.

            Brigitte no entendía lo que había pasado. ¿Por qué no la había mordido? Se apartó su cuerpo y fue a la puerta para cerrarla.

            - ¿Tony? -preguntó, con la esperanza de recibir algún sonido coherente de su garganta muerta.

            El zombi reaccionó con su voz. Lentamente volvió a levantarse y emitió otro gemido angustioso. Se volvió hacia ella y con los brazos en alto se acercó de nuevo con pasos lentos.

            - Aaaaoooo -gimió agónicamente como un retrasado mental.

            Su boca volvió a abrirse dejando ver sus dientes, sus encías negras, su lengua pastosa. Su aliento era lo más asqueroso que había olido en toda su vida y Brigitte se alejó de él asqueada. ¿Pero qué le pasaba? ¿Cómo podía querer convertirse en esa cosa? ¿Y si seguía siendo él, atrapado en su nuevo instinto? ¿Y si no podía detener sus movimientos y esos gemidos eran una advertencia para que se alejara de él?

            Sintió tanto asco que le condujo hacia una habitación. Antonio seguía tras ella como si fuera tras un imán. Cuando estuvo dentro de la habitación, le esquivó y salió corriendo de allí, dejándole encerrado.

            - Está vivo, pudo morderme y no lo hizo. Me ha reconocido -se dijo ella, impresionada por lo que había pasado.

            Su corazón estaba destrozado. Quería creer esa mentira ya que no podía soportar la idea de haberlo perdido para siempre. Había prometido a los supervivientes acabar con él una vez se transformara y ahora sabía que nunca podría hacer tal cosa.

            - ¿Cómo hemos llegado a esto? -se preguntó, llorando, desesperada, llorando incontrolablemente.

 

Escribir comentario

Comentarios: 5
  • #1

    Antonio J. Fernández Del Campo (miércoles, 19 octubre 2011 13:36)

    Puedes comentar aquí tus impresiones sobre el relato.

  • #2

    yenny (miércoles, 19 octubre 2011 18:53)

    Esta increible este relato no es la tipica historia de zombis con final predescible por mas que imagino no se como puede terminar aunque no parece que acabe bien.
    Cuidate Tony espero que esten pronto las demas partes.
    Pd. Hace dias queria comentar y no podia recien hoy se puede no se porque paso eso, ¿hubo algun problema con la pagina?

  • #3

    Tony (miércoles, 19 octubre 2011 20:25)

    Con este relato intento que viváis lo que sería un apocalípsis zombi si realmente pudiera ocurrir. Hay cosas que las películas y los libros del tema no contemplan y es que si muerden al protagonista, nunca le pasa nada, es inmune o se sacan de la manga una jeringuilla para curarlos. ¿Y si el protagonista no es diferente al resto de personas infectadas? Desgraciadamente y por mera lógica estadística, lo más normal es que si hay un apocalipsis zombi, todos os convirtáis en uno.

  • #4

    vanessa (jueves, 20 octubre 2011 02:28)

    esta genial sigue asi Tony

  • #5

    yenny (jueves, 20 octubre 2011 17:50)

    Tienes razon ya es un poco aburrido el mismo argumento y los finales predescibles en todas las peliculas el protagonista tiene que asesinar minimo una docena de zombis no se donde los entrenan para eso.
    Sigue asi excelente historia aunque parece que no va a ser un final feliz.