Tierra de dragones

2ª parte

 

         Elisa regresó a su casa, vacía desde que su hija se casó dos años atrás. Su marido Julián murió en un accidente de tráfico el 2 de agosto del 2001 y su sueño desde entonces había sido viajar al pasado a impedir la tragedia. No sabía si sería posible o era un palo al que se aferraba su naufragada alma con el fin de tener una ilusión, aunque fuera inalcanzable.

         Pensando en ello dedicó esos quince años a estudiar, empezó por el graduado escolar, pasó a la universidad aprobando el examen para mayores de veinticinco años, luego hizo la carrera de física y al terminarla se animó con la de química.

         Apenas dormía, trabajaba doce horas al día y su tiempo libre lo dedicaba a estudiar y a su hija, pero ella cada vez se hacía más independiente cuanto mayor se hacía.

         Consiguió siete matrículas de honor en física y dos en química, más difícil por tener que aprender fórmulas de compuestos químicos y que a su edad su memoria ya no retenía igual. Terminó la carrera en septiembre de 2015 y ya estaba planteándose su siguiente título: Telecomunicaciones o informática.

         Fue entonces cuando apareció ese sobre en su buzón y creyó en Dios. Atento a sus progresos y esfuerzos, debió premiarla con aquella prueba de que los viajes en el tiempo eran posibles y dedicó los siguientes meses a preparar una teoría sobre ese papel en el que entendía todas las fórmulas pero ignoraba el resultado de llevarlas a cabo en la práctica. Estaba claro que según las gráficas y las notas, era una máquina del tiempo.

         Ahora su casa vacía la recibía con la oscuridad del fracaso.

         Encendió la luz del salón y vio a un hombre sentado en su sofá.

         —¡Qué susto me ha dado! —Exclamó.

         Era Antonio Jurado.

         —Váyase o llamaré a la policía, no puede entrar en mi casa como un ladrón. ¡No es dueño de mi vida y menos ahora que me ha dejado sin trabajo!

         —Eso no es cierto, te he salvado el pellejo pero tú no lo sabes, Elisa.

         Ésta le miró enojada.

         —¿Crees que el gobierno va a permitir que fabriquemos máquinas del tiempo y las vendamos a cualquiera que pueda pagarlas? Por supuesto que no. Esos tipos de negro escucharon toda la conferencia desde fuera, eran agentes del Ministerio del interior. Ahora que el proyecto está cancelado las alarmas no han saltado aunque os vigilarán de cerca durante unos días. Puede que intenten robaros toda la documentación, no te preocupes ya me he encargado se que no se adelanten.

         Se levantó y se asomó a la ventana mientras seguía hablando.

         —Quiero que sepas que estoy sumamente satisfecho con los progresos conseguidos y quiero que sigan el proyecto en secreto. Necesito que elija a unos pocos compañeros, los únicos imprescindibles y en los que puedas confiar, que ayuden a continuar en unas instalaciones fuera de toda sospecha.

         —¿Nos financiará?

         —Pues claro, estoy ansioso de ver los resultados. Elíjalos bien y ofrézcales un trabajo durante este año, mantendrán su sueldo y pagaré los costes de materia prima y trasporte. Avíseme cuando sepa sus nombres y me haré cargo de los detalles del traslado.

         —Pero ¿cómo sabemos que no es usted una mala persona?

         —«El Señor mira atentamente a quienes le temen y confían en su misericordia, para librarlos de la muerte y darles vida en tiempos de escasez.» (Salmos 33:18—19) —Recitó Antonio como si lo llevara aprendido a modo de respuesta.

         —Espero que no sea un fanático religioso —replicó Elisa.

         —Buena observación. No lo sabe, a pesar de que le doy mi palabra de que no soy malvado. No me crea, ni a mí ni a nadie. Actúe por intuición y si lo hace,... confíe en mí porque soy el único puede darle lo que más desea.

         Elisa comenzó a dudar de la cordura de ese hombre.

         —¿Para qué quiere usted una máquina del tiempo? —Preguntó ella.

         —Eso es algo que no puedo contarle. Pero sí ofrecerle un trato. Constrúyala y salvaré a su marido.

         La mujer abrió los ojos como platos. ¿Cómo sabía eso? No hablaba de temas personales con nadie.

         —Usted no sabría cómo hacerlo, déjeme ir a mí.

         —No puedo permitirlo. Imagínese que se salva y vuelve a casa ese día —razonó Antonio, demostrando saber todos los detalles de su muerte—. Nunca hubiera estudiado, sería imposible hacer realidad todo esto. Yo le salvaré y se lo traeré de vuelta al futuro, al ahora. Confíe en mí, cumpliré mi promesa.

         El corazón de Elisa bombeó con una fuerza y entusiasmo como nunca lo había hecho.

         —Tiene razón.

         —Entonces quedo a la espera de tus noticias… Ah, toma.

         Sacó un teléfono del bolsillo y se lo entregó. Era un último modelo que debía costar más de setecientos euros.

         —No haga llamadas personales con él, úselo para comunicarse conmigo y nunca se identifique. Tiene datos ilimitados, mientras pueda conectarse en España, y no pagará usted la factura. Póngase en contacto con ellos con este teléfono pero no comente el motivo de su llamada, limítese a quedar para tomar unas copas. Llámeme en cuanto tenga a los voluntarios y nos iremos de viaje. Por favor, dese prisa, el gobierno se mueve rápido y las mafias más aún.

         La ofreció su mano y ella se la estrechó con energía y agradecimiento.

         Luego se marchó y Elisa se estrujo los sesos tratando de elegir a los mejores técnicos. Eran un buen equipo, Alfredo era quien los organizaba pero carecía del conocimiento necesario, Jaime era un técnico excepcional, Yenny diseñadora de primera, Alfonso un arquitecto microinformático capaz de hacer ordenadores en una caja de cerillas y Vanessa, ensambladora de componentes, tan eficaz como hermosa, aunque la eficacia de los chicos perdió enteros cuando tenían que reunirse con ella los primeros días que estuvo en el equipo, luego se acostumbraron. Los necesitaba a todos para la construcción de la mecánica y tecnología del aparato. Después estaba Karen, que documentaba los avances y se dedicaba al entrenamiento de las cobayas. Vicente, Joaquín, Fernando, Sandra y Olivia eran los administrativos, amigos ya de contactos de multinacionales y conseguían cualquier cosa que les pidieran al precio más bajo y de la máxima calidad y fiabilidad. Jorge e Iván eran sus transportistas... Los necesitaba a todos.

         Podía quedarse con Olivia de los administrativos.

         Hizo un recuento mental de los imprescindibles: Jaime, Alfonso, Yenny, Vanessa y Olivia. ¿Bastarían? Suspiró con pesar, echaría de menos a Alfredo, que a pesar de sus cualidades de mando tenía familia y no aceptaría trabajar un año fuera. Y si reducía el equipo ella podía asumir su rol de jefe.

 

 

 

         Una semana más tarde Antonio Jurado les reunió en una cafetería de Aluche, un barrio de Madrid. Todos aceptaron entusiasmados. Aunque lamentaban que se quedaran algunos compañeros también se alegraban de estar en el cincuenta por ciento elegido.

         Todos eran jóvenes y no tenían ataduras salvo Yenny, que a pesar de tener novio aseguraba que podían separarse un año sin problemas.

         —Es un lugar remoto, al que no van medios de transporte, no hay teléfono ni internet, así que estaréis completamente aislados e ilocalizables por vuestros seres queridos hasta que envíen el transporte de regreso. Es importante que aviséis a quienes puedan echaros de menos sin explicarles la naturaleza de este proyecto.

         —¿Incomunicados? —Yenny palideció—. Pero yo tengo novio.

         —Estáis a tiempo de negaros, se os paga lo suficiente para que no tengáis que pagar una hipoteca el resto de vuestra vida. Debéis sopesar lo que os interesa.

         —Por mi parte no hay problema —dijo Jaime muy seguro.

         Todos los demás confirmaron con la cabeza.

         —Dile a Fran que será como un viaje en el tiempo, viajarás al futuro y volverás con dinero para pagar vuestra casa —animó Elisa—. Te necesitamos cariño, no te eches atrás.

         —Pero yo tengo una duda —intervino Olivia—, si no podemos ponernos en contacto con nadie, ¿cómo voy a hacer los pedidos del material?

         Antonio la miró sonriente. Tú sí tendrás teléfono, el de la empresa. Pero no se permiten llamadas personales, la seguridad es prioritaria, ya te daré los detalle allí. Sobre ese tema quiero avisaros a todos ahora que estamos decidiendo nuestro futuro. Tanto si te apuntas como si no, Yenny, por vuestra seguridad y la de los seres que más queréis, no les contéis sobre qué vais a trabajar. La maquina del tiempo ha muerto oficialmente y si alguien sospecha lo contrario al no encontraros tirarán del hilo más cercano que tengan. ¿Lo entendéis? Nunca lo reveléis ni a las personas en las que más confiáis ya que todos los medios de comunicación, teléfono, internet, correo convencional... están siendo rastreados con más recelo que si fuéramos terroristas. No sólo será el gobierno, hay organizaciones más poderosas que pueden escuchar lo que decís incluso en la calle. Sé que aquí lo están intentando pero he colocado fuera un inhibidor de frecuencia y el ruido ambiental les impedirá usar micrófonos desde cualquier punto del local a menos que los llevéis incorporados, que no les servirán de nada por el inhibidor.

         Los seis se quedaron mudos. ¿Tanta seguridad era necesaria?

         —¿Usted vendrá con nosotros?

         —Iré cada cierto tiempo, no quiero dejaros a la buena de Dios, voy a ayudar al diseño del aparato, tengo buenas ideas. Elisa tiene un teléfono con el que podrá comunicarse conmigo por si me necesitáis. Ojalá pudiera escuchar vuestros pensamientos pero como no es posible hay que dejar esa alternativa abierta.

         —¿Ojalá?—Protestó Yenny.

         Jaime le dio un codazo y carraspeó.

         —¿Qué? ¿A ti te gustaría que te escucharan los pensamientos? —Protestó la joven.

         —Era una forma de hablar. No te tomes todo tan al pie de la letra —replicó el chico.

         —Por supuesto si pudiera escucharos  seguro que no os lo diría —bromeó el mecenas—. Puedes estar tranquila.

         Yenny miró a Antonio con una sonrisa, comprendiendo la broma.

         —¿Dónde iremos? —Preguntó Alfonso.

         —No puedo decíroslo, será una sorpresa.

         —Y a qué dirección mandamos el material —adujo Olivia.

         —Yo me hago cargo de todo, ya he desalojado la universidad y lo he mandado por mi cuenta al lugar de destino.

         —¿Quién le dará de comer a Christie y las demás cobayas? —Preguntó Yenny—. Pon no mencionar que el adiestramiento era cosa de Karen, ¿por qué no está aquí?

         —No es necesaria, ya hemos comprobado han viajado en el tiempo sin olvidar nada —explicó Elisa—. Considero injusto para los animalitos hacer pruebas con ellos hacia la zona oscura.

         —Mañana mismo estarás con los roedores y les dais de comer, si vienes, claro —completó Antonio.

         —Ah, entonces es cerca.

         —Se tarda poco en llegar, eso es todo lo que puedo confiarte por el momento.

         —Es hora de firmar contratos, chicos —intervino Elisa—. Yenny llama a Fran y consúltale lo que quieras. Los demás, si estáis de acuerdo proceder, por favor.

         Sacó los papeles, redactados con las condiciones que impuso Antonio pero con anexos que ella misma incluyó  para cada uno según lo que le comentaron al aceptar por teléfono.

         Mientras Yenny se iba fuera a hablar con su pareja, el inversor los repasó por encima uno a uno y tras unos minutos asintió y los repartió. 560.000 € sería la paga única sin contar los impuestos y la recibirían en el plazo de un año, cuando regresaran de su proyecto misterioso.

         Yenny regresó de fuera de la cafetería con gesto triste.

         Todos la miraron expectantes.

         —De acuerdo, ¿podré despedirme de él?

         Antonio asintió con la cabeza.

         —En cuanto firméis podéis iros. Pero os quiero mañana, a las nueve en punto, en la universidad, os llevaré al aeropuerto.

         —Espere, ¿tenemos medio día para despedirnos de todo el mundo y hacer las maletas de un año? —Preguntó Olivia.

         —Eso me temo. Aprovechar el tiempo.

         Los seis se apresuraron a firmar el documento con el fin de poder marcharse cuanto antes. Mientras lo hacían el señor Jurado añadió:

         —Intentar llevar sólo una maleta de mano. Estaremos muy justos.

         Le miraron con odio, especialmente las chicas.

         —Puedo ir con Fran, él me llevará —ofreció Yenny.

         —No. Vosotros entraréis sin problemas, vamos en dos coches —rechazó Antonio—. Pero si quieres que te acompañe hasta el punto de reunión y se despida allí no hay problema.

 

Comentarios: 12
  • #12

    Tony (sábado, 13 agosto 2016 18:41)

    Falta de tiempo. Gracias Yenn, por preocuparte.
    Espero que estos dias pueda sacar algo para subir la tercera.

  • #11

    Yenny (sábado, 13 agosto 2016 17:31)

    No hay parte esta semana :(, ojalá sólo sea falta de tiempo y te encuentres bien Tony :)

  • #10

    Lyubasha (lunes, 08 agosto 2016 17:29)

    Vaya Tony, no me esperaba que fuera a salir en este relato, ¡gracias! :)
    Tengo ganas de leer la continuación y saber más detalles sobre el proyecto.

  • #9

    Tony (sábado, 06 agosto 2016 07:33)

    De momento sólo puedo decir que Chemo saldrá. Hay historia para rato, no tengais prisa.
    También Lyubasha, pero más adelante.

  • #8

    Yenny (sábado, 06 agosto 2016 01:51)

    Jajaja está bien no me quejaré, aunque mis alter ego siempre quede opacado por la belleza de Vanessa, lo cierto es que me cae bien.
    Tony que bueno que te encuentres mejor y sin dolor, lo importante siempre es la salud y me da mucho gusto que la tuya esté como nueva jejeje.
    Aunque pienso que Chemo debe aparecer y con una tía buena porque la última vez no le fue muy bien.

  • #7

    Chemo (sábado, 06 agosto 2016 01:49)

    Tardo un poco en escribir y ya hablan de mí, jajaja. Bueno espero ser el jefe del laboratorio secreto en la siguiente parte. Y con tres o cuatro secretarias privadas a mi disposición, por supuesto.
    Espero la continuación.

  • #6

    Tony (sábado, 06 agosto 2016 01:32)

    Yenny, lo de Vanessa, en este relato no es "belleza" sino tipazo. Elisa es una mujer mayor que solo ve la reacción de los chicos, no aprecia la verdadera belleza. Por experiencia te digo que las mujeres no suelen tener demasiada idea de qué chica es más atractiva que otra, en casos reñidos, claro.
    Y además, la siguiente parte entenderás que una de las protagonistas es tu alter ego así que no te quejes jeje.

  • #5

    Yenny (viernes, 05 agosto 2016 19:33)

    Sólo tengo una duda¿ por qué Vanessa siempre es la belleza? Me siento relegada ¬¬, bueno por lo menos so buena gente y me preocupo por los animalitos.
    Creo que Chemo aparecerá cuidando las cobayas jajaja (es una broma), espero que también aparezca y con una tía buena como a él le gusta.
    Iba a decir que no sería posible salvar al marido de Elisa porque ella ya no inventaría la máquina, pero Tony ya se me adelantó.
    Tengo la curiosidad de saber para que Antonio Jurado quiere una máquina del tiempo.
    Próxima parte pronto :)

  • #4

    Lyubasha (viernes, 05 agosto 2016 16:13)

    Hola Tony, te sigo leyendo cuando puedo, aunque ya hace mucho tiempo que no comento. Me está gustando mucho la historia y tengo muchas ganas de ver qué pasará en el próximo capítulo.
    PS Yo también echo de menos a Chemo.

  • #3

    Alfonso (viernes, 05 agosto 2016 02:28)

    Solo espero que no me maten en esta historia. Se ve interesante la trama.

  • #2

    Jaime (jueves, 04 agosto 2016 03:00)

    Pues he sido relegado a técnico, jaja. Supongo que habrá un chivato en el grupo o Yenny hablará de más con su novio.
    Por cierto, ¿qué pasó con Chemo? Ah, es que él va a ser el conserje del laboratorio secreto, jaja.

  • #1

    Tony (jueves, 04 agosto 2016 00:33)

    Espero que os vaya gustando. No olvidéis comentar y, por favor, tanto si lo que cuento es real como sino, no lo digáis aquí. No quiero que nadie pueda saber de vosotros por estos relatos.