Cuando Antonio regresó a su casa vio que tan solo pasaron dos horas desde que se marchó temprano. Los niños aún no habían desayunado con los abuelos y aprovechó a hacerlo con ellos y sus padres. Su madre le preguntó con preocupación si todo iba bien en el trabajo y respondió que solo tuvo que ir para arreglar un fallo de un programa. El problema era que su madre le conocía y podía saber que estaba mintiendo. En su cabeza no cabía ni un gramo de la verdad detrás de su vida y se imaginaba que aprovechaba para hacer cosas ilegales o sabe Dios qué cosas. Su pasado como perseguido por la justicia pesaba demasiado en sus acalorados recuerdos de antes de su boda. En aquel entonces se le acusaba de multitud de crímenes y no fue hasta que terminó en el EICFD que limpiaron su nombre y pudo hacer vida normal. Sin embargo sus padres no podían saber de la existencia de esa organización y debían creer que tenía extorsionado a algún pobre funcionario para que hiciera los trapicheos que le pareciesen por miedo a su pasado violento.
No leía mentes, era fácil de entender porque a veces perdían los papeles y de enojaban con él. En esos momentos soltaban todas sus sospechan como vómitos de un borracho y no era agradable verse en el espejo de los ojos de sus padres. Sin embargo no podía decirles la verdad.
La tarde la dedicaron al cine. Se fueron de paseo, jugaron un rato en un parque y luego compraron bolsas de patatas fritas, cada uno la suya y una bebida. Eligieron una película que ver y terminaron decidiendo la última de Deadpool con lobezno. Cuando acabó, por ser sábado, les preparó la cena que más les gustaba y que solo hacía los sábados, perritos calientes con salchichas especiales del único supermercado que las vendía, Híper Usera. Era su ritual de los sábados y llevaban haciéndolo como costumbre desde que se mudó a su nueva casa, tras la ruptura del matrimonio.
El domingo fue más triste porque apenas desayunaron se ducharon y los llevó a casa de su madre. Durante los primeros meses de este reparto de tiempo, Antonio no lo asimilaba bien, sentía que le estaban robando la mitad de la vida de sus hijos. Pero dos años después de la ruptura lo asumía como un cambio de chip. Cuando se iban volvía a su mentalidad de soltero. Los primeros meses se deprimía todo el domingo, le dolía como si le arrancaran un pedazo de cuerpo. Pero aprendió a vivir con ello y cuando llegaba a casa daba rienda suelta a sus infinitas aficiones, entre la que se encontraba hacerle cosquillas a los gatos, escribir, leer, jugar videojuegos, ver películas, series, pintar y cuando tenía fuerzas, recogía la casa.
Aquel lunes tendrían que asignarle a los nuevos que estarían a su cargo. Podía ser emocionante, pero si ni siquiera podría verles la cara pensó que no sería tan divertido de modo que lo primero que apuntó en la lista fue: Convencerles de que se las quitaran.
En su llegada al cuartel vieron a veinticinco reclutas esperándoles en la sala de descanso. Por lo visto la condición de la mascarilla para no reconocerse entre ellos no tardó en ser violada mucho antes de que él apareciera.
- ¿Por qué no tienen la cara tapada? -Preguntó Antonio.
- Les he dicho que Masters es un palo de escoba al que no hay que tomar tan en serio -explicó Chemo, al ver la mirada de desaprobación de Lyu y Antonio carraspeó y añadió-, pero que es el comandante y hay que respetarle en cosas más importantes.
- ¿Deberíamos taparnos? -Preguntó una chica de aspecto tímido-. A mí me da igual, es que él me ha dicho...
- No, no, da igua -aceptó Antonio-. Yo no soy el jefe y también pienso que era una estúpida norma sin fundamento. Es más peligroso que os enteréis de algunos secretos. Pero solo porque nos podrían despedir por ello, no es que sean cosas tan interesantes. Esto es el ejército, así que cualquier filtración de lo que se cuece aquí se paga muy cara.
- La mayoría entendió sus argumentos.
- Está bien, cómo nos repartimos -preguntó Chemo-. Hay que esperar a los demás oficiales pero podemos dejar que sean los chicos los que elijan "Coach".
Dijo todo eso sonriendo con picaresca a todas las chicas.
- Yo creo que no sería justo -objetó Antonio-. Lo suyo es que nosotros decidamos por turnos a quién elegir.
- No, no, no -replicó Chemo, ofendido-. Eso podría darles la sensación de que estamos teniendo preferencias con unos y que no queremos a otros.
- Pero si hacemos lo que dices, sería muy difícil que los equipos estén igualados, no tendrían igualdad de oportunidades ya que muchos buenos candidatos estarían en el mismo equipo.
- Yo lo he dicho porque ellos lo han sugerido y no me parece mal -no borraba su sonrisa y consiguió que muchos de los chavales asintieran con la cabeza.
- Como en el programa de la tele "La voz" -intervino una chica-. Los aspirantes son los que eligen coach. Pero no me parece mal que seáis vosotros los que postuléis primero a ser nuestros respectivos entrenadores. Nos ponemos en fila y vais pidiendo candidatos, es lo mejor, creo.
- Yo no tengo preferencias -replicó Antonio-. Pero tenéis que repartiros entre todos por igual. Aquí no podéis fiaros de vuestro "coach", solo podrá quedarse con uno, y no será el más guapo, ¿verdad? -echó una mirada de desafío a Chemo.
- ¿Por quién me has tomado? -Se defendió, ofendido.
Mientras hablaban llegaron Jaime y Lyu. Se unieron a la discusión proponiendo un sistema de sorteos en lugar de las anteriores opciones.
Cuando llegó Vanessa pensaron que ella podría decantaría la balanza hacia un reparto y que su voto decidiría cómo hacerlo.
- Yo no quiero entrenar a nadie, nunca he sido entrenadora -les chafó a todos.
Siguieron discutiendo hasta que apareció John Masters y su presencia logró que todos dejaran de hablar.
- Buenos días -saludó con talante contentó-. ¿Ya tenéis los equipos? ¿Qué demonios ha pasado aquí? ¿Y las mascarillas?
- ¡Ejem! -Levantó la mano Antonio-. ¿Es que no te das cuenta de que era una temeridad tener aquí a gente que no sepamos reconocer? Mañana podría venir cualquier en su lugar y no nos engeríamos.
Masters le miró enojado al principio pero lo pensó mejor y asintió. Al mirar a los chicos
- Bien pensado, teniente.
Antonio hizo un gesto de alivio que no pudo ver el nuevo comandante y algunos contuvieron una carcajada.
- No sabemos cómo repartir a los aspirantes -respondió Jaime.
- Está bien, yo lo decidiré por vosotros -bufó el nuevo comandante.
De esa manera Antonio terminó con una chica de aspecto débil de apenas diecinueve años que se llamaba Sara, otra un poco más alta, delgada y muy atlética de origen chileno y un muy alto nivel de inglés, era morena de tez color mostaza, guapa y tenía recogido el pelo en una trenza de un codo de largo que se llamaba Teresa. Además le tocaron tres chicos que eran tan jóvenes de mejillas teñidas de rojo, como infantes a punto de hacer la mili. Apenas tenían dieciocho años y no pudo memorizar sus nombres. No estaban mal de forma, pero no traían los músculos Teresa.
A Vanessa le tocaron otros cinco y con quien más entusiasmada se veía era con un chico con barba negra, ojos almendrados que le daban un aire a Keanu Reeves, actor del que la chica era muy fan.
Jaime se alegró ya que le tocó a una clavadita a Ana de Armas.
Chemo no estaba le había echado el ojo a Teresa, la chilena del grupo de Antonio por su parecido a Lara Croft, la de los últimos videojuegos. Sin embargo estaba contento porque le había tocado la gemela de la princesa Leonor, una chica rubia de gran agilidad y belleza muy especial. Finalmente Lyu no demostró ningún tipo de preferencia por sus chicos, entre los que solo había una mujer y no parecía estar contenta con su entrenadora porque debía pensar que al ser tan pequeña no podía ser buena entrenadora.
Cada uno concretó el lugar de entrenamiento con los suyos cuando fueron devueltos al punto de entrega de la nave halcón. Todos los novatos se marcharon mientras los nuevos tenientes se reunían para decidir qué hacer al día siguiente y cómo decidirían de entre todos sus chicos.
- Voy a ponerles a prueba, el que más aguante mis ejercicios será mi elegido -empezó Vanessa-. ¿Nos centramos en el footing o hacemos varias pruebas?
- Correr basta, creo -apoyó Chemo-. Yo pienso llevarles al límite, no quiero que se queden rezagados cuando más los necesitemos.
- Bueno, tampoco hay que darle tanta importancia al físico, yo hablaré con ellos y el que mejor me caiga... Claro, les haré trabajar los músculos un poco, pero solo para que no se sientan analizados -explicó Lyu-. Me cae muy bien Dani, el chico que conocimos cuando Montenegro dimitió -sonrió pensativa-. Seguramente me quede con él, es muy rico. Hay que pensar en la convivencia y el equipo, no quiero que se nos una un gilipollas.
- ¿Prefieres a un tio simpático a uno que te salve la vida? -Protestó Jaime, evidenciando sus celos-. Tú misma, luego no podrá hacer nada en la prueba final. Yo digo lo mismo que Chemo, hay que meterles caña y coger al más fuerte. ¿Y tú qué dices Antonio?
El mayor del grupo estaba pensativo y con gesto triste. Sus compañeros sabían en qué volvía a pensar; más bien en quién.
- Yo creo que les voy a poner a entrenar como animales. Provocaré un poco su espíritu competitivo a ver quién destaca, pero no físicamente, sino en todos los ámbitos -replicó-. Va a ser una semana entretenida, por primera vez no seré yo el que entrene hasta que le salgan los hígados por la boca.
- ¿Y la prueba final? - Preguntó Lyu-. ¿Qué opináis?
- En mi pueblo hay un parque muy bonito -indicó Antonio-. ¿Una carrera? Será rápido, el que dé la vuelta completa antes sin atajar, gana. Así no hay discusión.
- Estupendo -apoyó Chemo.
- Me parece bien -dijo Vanessa, que más parecía que le daba igual.
- Yo no creo que sea la mejor forma de evaluar su espíritu de equipo - contradijo Lyu.
- Pues yo sí, y esto es una democracia. Así que nos vemos en una semana en tu pueblo. Llevaremos cada uno a nuestro campeón -finalizó Jaime.
- A las once de la mañana, que no habrá casi nadie por allí -concretó Antonio-. Después podemos tomar unas cañas en la cafetería de al lado.
Eso les hizo asentir a todos, conformes con esa última propuesta.
- Allí estaremos -respondieron al unísono.
Cuando se iban a marchar a sus respectivos coches, Chemo le pidió a Jaime y Antonio que se quedaran para hablar de algo importante. Las chicas se querían quedar pero el marido de Lyu las llamó cotillas y se marcharon ofendidas.
No solían hablar mucho entre ellos y a Antonio le extrañó aquel comportamiento de los chicos.
- ¿Qué tal te encuentras colega? -Preguntó Chemo, sonriente.
- Bien, bueno, ¿a qué viene esa pregunta?
- Está claro que sigues jodido. Hemos hablado Jaime y yo...
Miró nervioso a su amigo y éste se encogió de hombros obligándole a explicarse él mismo.
- ...Nos jode que te sientas especial por la muerte de Ángela.
- ¿Cómo dices? -Se extrañó Antonio.
- ¿Sigues jodido? Se te ve echo polvo, y todos sabemos que es por que extrañas a esa zorrita.
Antonio se enfadó ante ese apelativo y dio un paso para pegar a Chemo, pero Jaime le detuvo con la mano y actitud conciliadora.
- No es lo que crees, no estamos aquí para meter cizaña -explicó Jaime-. Es que... Está claro que de todos con los que se acostaba, tú eres el único que no sabía con quien tenía sexo. El nombre de zorrita se lo decía a sí misma. No es un insulto.
- Todos la extrañamos -añadió Chemo, conciliador-. Mi teléfono vuelve llegar hasta la noche, sin que tenga que recargar la batería.
- ¿Qué quieres decir? -Preguntó Antonio mirando a Jaime.
- El mío también, créeme -añadió éste.
- Mira esto... -Chemo le mostró el móvil y vio que el nombre de Ángela aparecía casi todos días en llamadas entrantes-. No te muestro el Whatsapp porque no quiero que te sientas mal. Todo el día me decía cosas subiditas de tono.
- Yo no puedo enseñarte nada, llevo aquí tres años y mi móvil de entonces lo perdí-se excusó Jaime-. Pero antes de aquella misión en la que fuimos a rescatar a Alastor no había día que no hablara con ella. De hecho, que desapareciera fue la causa de que por fin quisiera asentar la cabeza con Lyu. Antes me sentía un mujeriego, y era por ella, porque era pensar en su culito y... ¿Qué te voy a contar? Nos volvía locos a todos. Creo que es la que fomentó nuestras fiestas de la victoria, teníamos las hormonas disparadas.
- Pero si quedaba conmigo casi a diario -protestó Antonio.
- Y con nosotros -añadió Chemo-. ¿A que se iba antes de cenar?
- No puede ser se marchaba...
- ... Con hambre -explicó el joven de pelo moreno y ensortijado-. Insaciable.
El gesto del muchacho le pareció desagradable, pero le miró porque quería que le contara más.
- Verás, yo siempre le decía que solo me la follaba por lo buena que estaba -añadió Chemo-, y eso la ponía más, ¿me entiendes? No quería más que sexo, su almejita pedía guerra a todas horas. Como yo era tan pasota del tema, no tenía reparos en contarme todos sus tejemanejes, sus obsesiones y sobre todo lo que hacía con nosotros. Cuando terminábamos la faena me contaba que había quedado con otro o simplemente nos quedábamos a conversar. Yo estaba exhausto, me empeñaba en demostrar que aguantaría más que ella en la cama y nunca lo conseguía, tío, no se corría ni por atrás (y no lo he dicho mal). Que loba, no te imaginas... Y tengo que confesarte una cosa,... Una vez le pregunté si era así con todos y me respondió que uno de sus amantes era especial. Pero que no le dijera a nadie lo nuestro porque esa persona podría enfadarse si sabía de sus líos.
- Es cierto, a mí también me lo pedía -añadió Jaime.
- ¿Por qué le importaba que no lo supiera? Está claro que no me quería si....
- ¡Sí, por supuesto que sí! -Explicó Chemo-. El sexo para ella era como... rascarse la espalda.
- No, no, la palabra es... -corrigió Jaime-... Era su forma de controlarnos a todos. No voy a mentirte, lo hacía con ella con muchísimo gusto, joder sexo de altura, ¿me sigues? Pero... Nos manipulaba. No era "gratis", siempre nos pedía favores -remarcó las dos palabras-, era su premio si la complacíamos.
- Yo sé que se acostaba con él porque somos colegas y confiamos el uno en el otro -explicó Chemo-. Pero estoy seguro de que se tiraba a todo el cuartel. A sus compañeros de trabajo incluidos, no me extrañaría lo más mínimo. Incluso a Montenegro se lo ha tenido que llevar al huerto... Pero no te lo puedo asegurar. Todos bailaban al son de su flauta, igual que nosotros, nos tenía firmes. Lo que se ganó nuestros deseos más obsesivos y también... Unas ganas tremendas de librarnos de sus hilos de araña.
Antonio seguía sin entender el propósito de esa conversación.
- ¿Y esto me lo contáis por mi bien? -Preguntó, molesto.
- ¡¿Por qué sigues pensando en ella?! -se exaltó Chemo-. ¿No entiendes que no lo valía? Era una zorra.
- Acabas de decirme que me quería. Que se acostaba con vosotros para asegurarse de que no contabais sus secretos.
- Y por gusto, no te jode -añadió Jaime sonriendo.
- Ángela fue violada y maltratada físicamente hace años, cuando quedó encerrada en aquel islote del espacio -explicó Antonio-. Según me contó, sus genitales perdieron gran parte de su sensibilidad y necesitaba mucho estímulo para sentir placer en el sexo. Más de una vez me pasé horas tocándola, intentando que se corriera -Antonio tragó saliva, pensando que quizás eso era demasiado íntimo-. Y mi mano terminaba agarrotada de cansancio y ella tan solo empezaba a calentarse.
- Más de una vez quedaba conmigo después de verte -añadió Chemo-. Yo le daba con fuerza, ninguna titi se resiste a mi soldado, pero ella, tío... Casi ni se mojaba, de hecho se tenía que andar poniendo aceites para que no se le irritara.
- Y luego me llamaba a mí de madrugada algún día después de estar con los dos, o sabe Dios cuántos. A veces me pillaba justo cuando terminaba una paja y eso me hacía aguantar como un campeón -explicó Jaime-. Pero nada tíos, se iba sin correrse.
- No me siento cómodo hablando de esto con vosotros -protestó Antonio.
- Pues deberías entender que hay mujeres mil veces mejores. No estarán tan buenas ni tendrán tanto apetito sexual, pero no te quedes colgado por ella. No lo merecía.
- Vale, ya me lo habéis dicho -suspiró Antonio-. No creáis que no lo sabía, ella no me dijo, pero... -pensó por un momento si debía contarles que se lo había dicho estando muerta-. Creo que lo supe siempre. Y no puedo culparla, nunca quise comprometerme con ella. Pero no me atrevía a meterme en un compromiso con alguien que no lo podía cumplir.
- Bueno, no lo sé -explicó Chemo-. No se lo plantearía porque tú no querías, pero no me hablaba de nadie más que de ti, macho, no decía quién eras aunque era obvio. Estaba un poco demasiado colgada por ti, pero creo que era porque tú te negabas a comprometerte y le dolía tanto que nos jodía a todos para desquitarse.
- Sí era por eso -Apoyó Jaime.
- No le deis más vueltas -le quitó importancia Antonio-. Si tanto la deseabais, ¿por qué os alegrasteis de su muerte? -Preguntó.
- Recuperó sus poderes, quería dominar el mundo -explicó Jaime-. ¿Tú la habrías dejado? Sin más que el sexo, nos tenía a todos agarrados por los huevos. ¿Te imaginas con el poder de los pleyadianos?
Por un momento Antonio recordó que ya una vez Ángela estuvo a punto de destruir el planeta y por suerte, su amor por él fue la razón de que no lo hiciera. Sintiendo que él era su debilidad, decidió vivir lejos cuando la rechazó por salvar su matrimonio agonizante y trató de olvidarlo. Ella siempre le quiso, no tenía ninguna duda. Y era mejor para el mundo que alguien así no existiera.
- No os falta razón -confesó finalmente-. El poder absoluto le hacía perder el rumbo. Lo que me hace preguntar... ¿Cómo recuperó sus poderes? Dijo que un gris se metió en su mente y se los desbloqueó. Me cuesta creer que esa criatura lo hiciera sabiendo que le mataría.
- Él quería morir, regresó a su casa -explicó Chemo.
- Pero ¿Por qué devolverle el poder a una humana que podía destruir a toda su gente? -cuestionó Antonio.
- Quizás porque sabía que nosotros la mataríamos antes -dedujo Jaime-. Ese gris estaba en la mansión de un consejero, uno que ella creyó matar y que realmente no murió.
- Porque son todos vampiros -dedujo Chemo.
- Puede que ni siquiera hubiera un gris encerrado y que fuera una ilusión que le provocó el consejero si tenía algún poder de adivinación y sabía que así acabaría con ella.
- ¿Por qué querría algo así? -Preguntó Antonio.
- ¡Los consejeros siempre quisieron mataros! -Explicó Jaime-. Nunca se fiaron de vosotros dos. Montenegro no dudó en dejarte en aquel túnel antes de explotar. No te salvaste gracias a nosotros.
- Vaya, esto sí que me sorprende -añadió Antonio-. ¿Creéis que siguen queriéndome muerto?
- No tengo la menor duda -respondió Jaime-. Si sigues vivo es porque Montenegro ha confiado en ti.
- Acabas de decir que...
- Que no le importó que murieras, pero no te quería muerto -explicó Jaime-. En esa misión había dos objetivos: Matarte a ti y Ángela y traer de vuelta a Alastor. Nadie se esperaba que ella recuperara sus poderes. El consejo quería destruir el EICFD, no teníamos alternativa. Era la única forma de que confiaran de nuevo en nosotros.
- Pero, ni yo he muerto, ni Alastor ha regresado -dedujo Antonio.
- Ya, ahora -añadió Chemo-. Todos estamos en la diana. Montenegro se ha bajado del barco por miedo a que le eliminen, no creo que sea por... ese libro. Y todos esos reclutas vienen a sustituirnos, ¿Qué creéis? ¿Qué estamos a salvo? No, ni de coña. Quieren hacernos creer que solo se quedará uno pero seguramente nos sustituirán con nuestros campeones y a nosotros nos espera alguna misión suicida.
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Jaime (viernes, 10 enero 2025 01:38)
He estado de vacaciones y no he tenido tiempo de escribir la historia. Chemo también está de vacaciones.
Si tengo tiempo la escribiré el fin de semana.
Tony (viernes, 20 diciembre 2024 23:43)
Esta es de esas partes que os encantan. Espero que la espera os haya merecido la pena.
Ahora os voy a pedir que me contéis qué tal fue en vuestros respectivos entrenamientos para que tengamos la perspectiva de cada uno. Si queréis podíes decírmelo por email para no destripar esas partes a los demás (tonyjfc@yahoo.es)
Si alguno de los reclutas quiere intervenir y decir lo que pasó, también le invito a ello (es el momento de salir en la historia y empezar a comentar).
Id pensándolo estas navidades, ya no creo que suba nada hasta el año que viene.
Felices fiestas y sobrevivid a otro año más.