Las crónicas de Pandora

Capítulo 55

El poder de la oscuridad

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          Abby no regresaba, Lunaria de por sí era una hechicera de habilidades asombrosas, era difícil imaginar que se dejara reducir por una panda de gigantones. Ella sola se enfrentó a los dragones plateados de Solamnia en los preludios de la invasión que ocasionó la gran guerra. No pudieron atraparla ni derrotarla varios arqueros dos dragones plateados con sus respectivos generales en su grupa. Marilia era asombrosa. ¿Tanto había descuidado el arte? ¿O realmente esos enemigos eran tan temibles?

          Tanis agarró dos de los artefactos que disparaban plomo y se los metió entre el cinturón y la camisa de piel de oso. Se puso la espada atrás y encima el abollado escudo. Aún le dolía un poco el pecho y el brazo izquierdo, pero no podía esperar más. Su placa metálica le apretaba demasiado las costillas y recordó que el botón azul le haría invisible y le protegería de cualquier golpe. Lo presionó antes de salir de la nave y caminó por la nieve hasta la torre.

           —Por mil trasgos, esta armadura mágica no evita el maldito frío —protestó.

          Los primeros pasos fueron extremadamente raros. No veía nada debajo de sus pies, solo nieve borrosa, hasta que se alejaba, que se veían descaradamente sus huellas. Buscó las de Abby pero la ventisca y la intensa nevada ya las habían tapado. Vio la puerta de la torre desierta, sin un alma a la vista. Se preguntó qué las estaría retrasando y esta vez se las imaginó a las tres chismorreando, como mujeres hechas y derechas que eran, antes de acordarse de volver con él a la nave a contarle lo sucedido.

          —¡Mujeres! —Bufó—. Se van a enterar como se hayan olvidado de mi.

          Cuando alcanzó la puerta que duplicaba su propia altura, la empujó fingiendo que la movía el viento y se asomó a la abertura. Vio una hoguera y a Lunaria y Abby atadas junto al fuego. Una tercera mujer señalaba hacia la puerta y gritaba en una lengua extraña. Por suerte llevaba el artefacto mágico de la invisibilidad y no podía verle. ¿O sí?

          Algo le golpeó con fuerza pero no le hizo nada gracias a ese escudo. Fue tan violento que se desactivó a la primera, lo que provocó que pudiera volver a verse a sí mismo mientras la placa metálica de su pecho emitía unos molestos pitidos.

          —¡Ahí está! —Bramó un hobgoblin mucho más grande que los anteriores que había visto—. ¿Seguro que este es el último?

          —¿Acaso dudas de mí? —Protestó la mujer de pelo rizado y de edad avanzada—. ¿A qué esperas?, ¡Mátalo! No podemos dejar que alerte a resto, si hay más.

          Tanis no se lo puso fácil, dio una voltereta al ver que el gigantón levantaba su martillo de piedra sobre su cabeza y sintió el impacto del golpe en el suelo que acababa de dejar atrás. Las baldosas blancas de la torre se resquebraron pero el pedrusco de obsidiana del mazo se mantuvo intacto.

          —Eres escurridizo, aunque no podrás escapar a mis golpes —afirmó el gigante.

          Antes de que pudiera volver a asestarle un golpe, el semielfo corrió como una centella hacia la señora que le daba órdenes y la cogió por el cuello amenazándola con su daga.

          —¡Dile que suelte el martillo! —Ordenó.

          Ella rompió en carcajadas y le tocó la mano provocándole una corriente eléctrica que le hizo caer de rodillas, retorciéndose de dolor y se vio obligado a soltar su daga.

          —Yo soy la que da órdenes. No permitiré que volváis al futuro e impidáis lo que os tengo preparado.

          Tanis cayó al suelo mientras seguía retorciéndose de dolor. Ella le ato las muñecas y los pies con una cuerda gruesa.

          —Este sí tiene carne que trinchar, Fausta —festejó el hobgoblin—. Y gracias a esa alimaña —se refería a Abby—. Hay menos bocas que alimentar.

          —¿Tú eres Pandora? —Preguntó Tanis, estupefacto.

          —Qué gracioso el abuelo, hace tanto que no escucho ese nombre... En fin, es lógico. No esperaba menos al escribir ese estúpido diario.

          La mujer le puso la mano en la boca y con unas palabras mágicas le hizo perder el sentido y la oscuridad le engulló.

          El contacto de sus manos fue como si hubiera metido los dedos en la nieve pues estaban helados. La misma temperatura que tenían sus ojos negros y su carencia completa de sentimientos.

         

          Lunaria lo vio todo mientras se preguntaba si esa era su discípula. Era la misma que le robó el artefacto de viaje en el tiempo. Recordó aquel día, cuando le confesó que estaba pensando la posibilidad de salvar a Cabise usando el viejo artefacto y lo sacó de la cámara secreta donde lo guardaba para pedirle que la acompañara. Confiaba en ella, siempre fue muy taimada y lo malinterpretó como inocencia. Pero ahora veía un mal muy oscuro en su mirada. Aun así no podía sospechar que esa mujer, de treinta años más que la que había conocido, pudiera ser tan fría y despiadada.

          —Estás convencida de que sigues siendo mi maestra —adivinó sus pensamientos su discípula—. Crees que como llevo unos pocos años fuera regreso con apenas unas décadas de experiencia... Debes saber que he viajado por el tiempo más de un milenio. Es cierto que pasé mis primeros treinta en una época donde fui relativamente feliz, encontré al hombre que pensé que sería el amor de mi vida. Pero no era mortal,... Ni siquiera humano. Me conquistó con su poder, su gran sabiduría y solo me pidió una cosa a cambio... Mi alma.

          Lunaria no podía dejar de mirarla a los ojos, tenía un oscuridad tan profunda y terrible que sintió pánico, más que al invocar al peor de los demonios del Abismo.

          —Él me llevó a conocer a un ser que usaba una materia prima elemental que volvía a sus portadores inmortales, su nombre era Alastor. En seguida me reclutó como una de sus discípulas y me dio de beber su sangre al comprobar los increíbles poderes de adivinación y brujería que poseía.

          Lunaria quiso hablar pero Pandora negó con la cabeza.

          —Vas a intentar que te quite la mordaza para poder usar un hechizo contra mí. Sé de sobra tus intenciones, veo en el fondo de tu alma que no apruebas mi cambio. Que me tienes miedo.

          La hechicera amordazada negó con la cabeza. Si algo no sabía Pandora era que había logrado aprender magia muy poderosa sin usar las manos ni la voz. Quería hablar para convencerla de que la soltara y dejara de hacer lo que estaba pensando.

          —Lo siento maestra, hace mucho tiempo que no me queda nada que aprender de ti. Quería atraerte porque necesito que estés presente para quedarme con tu cuerpo y tu magia. No te preocupes, no te dolerá. Y de paso me libraré de la ponzoña que llevo por sangre.

          Lunaria se concentró en un conjuro de fuego y su cuerpo se incendió como una antorcha viviente. Su ropa, sus ataduras y su mordaza se deshicieron, convertidas en ceniza y arrojó sobre el hobgoblin una lanza ígnea que le atravesó de lado a lado. Cayó fulminado con un grave gorgoteo. Pandora, viendo su increíble poder, trastabilló y salió corriendo aterrada.

          —No tienes a donde ir, no necesitaba que me soltaras, solo quería avisarte.

          Su discípula se detuvo y miró hacia atrás.

          —No sé qué clase de maestro has tenido pero ha sido una nefasta influencia. Te advertí de las entidades con las que tendrías que tratar al aprender la nigromancia. No te odio, quiero que vuelvas conmigo, he venido a salvarte; no solo de tu destino, sino de ti misma, si estás dispuesta a aceptar mi mano.

          Pandora se volvió hacia ella, con la misma mirada fría y envidiosa.

          —He buscado en todos los libros de magia, he acudido a los mayores maestros de la historia de la Tierra y ninguno te podía hacer sombra —escupió con furia—. A todos he podido leerles la mente pero a ti siempre me ha costado. ¡¿Qué clase de magia es la que usas?!

          —Esto es lo que soy, la fuente del poder de la oscuridad —declaró Lunaria—. Mi alma es heredera de la diosa Tahkisis.  Hasta ahora confiaba en ti pero ya no te considero digna sucesora. Reniega de ese Ente maligno o tendré que destruirte. Si lo haces te dejaré con vida.

          Dicho por una mujer normal no hubiera causado efecto ninguno en Pandora, pero Lunaria era una antorcha humana que daba más calor que una hoguera con llamas de dos metros de altura.

          —Tu poder, maestra, es superior, no hay duda. Pero mi nuevo maestro es inmortal. No como tú.

          Dicho eso salió de la torre corriendo desesperada. Lunaria la siguió hasta la puerta pero no fue capaz de ejecutarla.

          —¡Pandora! Vuelve. No te daré otra oportunidad.

          Solo se volvió para mirarla con su venenosa y terrible mirada.

          —Ya no soy Pandora. Puedes llamarme Fausta. Y tu fuego no podrá matarme para siempre.

          Siguió corriendo por la nieve y la hechicera flamígera respiró profundamente antes de cerrar los ojos y tomar una decisión. Esa mujer no podía seguir libre, causaría una brecha en el futuro irreparable.

          Concentró en sus manos una lanza de fuego, capaz de atravesar un muro de acero y se la arrojó a su discípula alcanzándola de lleno en plena espalda. El fuego la envolvió y vio como ardió igual que un leño en un horno. Mientras ardía se giró hacia ella y la vio reír con locura histérica.

          —Ya no puedes detener lo que he causado. Serás testigo de la destrucción del hombre y el triunfo de las tinieblas... ¡Maestro! Soy toda tuya, por fin me reuniré contigo.

          Pronunció esas palabras justo antes de caer de espaldas, y terminar de consumirse en cenizas.

          Cuando dejó consumir el fuego que surgía de sus entrañas sus ojos estaban encharcados en lágrimas. Recordó las últimas palabras que leyó en el diario y que Fausta siempre supo cómo iba a terminar sus días mortales: "Esperaré impaciente mi muerte, el crisol que llevará a mi alma a la ascensión que tanto he anhelado."

           Tal y como profetizaba, ardió antes de exhalar su último aliento.

          —Yo fui... —susurró apesadumbrada, sabiendo que era todo lo contrario que pretendía—. Yo te maté y solo vine a salvarte.

         

 

Continuará

Comentarios: 8
  • #8

    Vanessa (jueves, 26 septiembre 2024 02:30)

    Yo también me he hecho un lío por no recordar los detalles de las historias pasadas que leí hace ya varios años. Algún día que tenga tiempo me leeré todas las historias de corrido par poder hilar la trama a la perfección. Gracias por seguir activo, Tony.

  • #7

    Chemo (sábado, 21 septiembre 2024 22:10)

    ¡Continuación!

  • #6

    Alfonso (viernes, 20 septiembre 2024 02:30)

    Voy a tener que volver a leer los relatos anteriores porque se m escapan varios detalles.
    Yo también voto por un relato que explique la relación entre Alastor y el Diablo.

  • #5

    Tony (lunes, 16 septiembre 2024 04:23)

    La leyenda de Verónica, ahí se cuentan algunas cosas.
    El poder de Lunaria es el de la magia oscura, por llamarlo de otros manera, Adenás, esto está sucediendo años antes de nuestro tiempo, y Alastor, con su criatura "alienígena" (Que llamó oscuridad elemental) fue 3000 años después.

  • #4

    Jaime (domingo, 15 septiembre 2024 20:13)

    Tiene más sentido ahora. ¿Entonces Lunaria posee la Oscuridad Elemental o es otro tipo de oscuridad?
    Sería interesante hacer un relato de la relación entre el Impostor y Alastor.
    Gracias por contestar, Tony.

  • #3

    Tony (domingo, 15 septiembre 2024 06:44)

    Si, la verdad es que suena contradictorio. Pero la oscuridad que tiene Fausta en la mirada no es "la Oscuridad elemental". Esa es la que le dió Alastor, pero ella tenía ya dentro otro tipo de oscuridad=Maldad. El hombre que conoció antes, que no era un hombre es el impostor, el Diablo vaya. Recordad que allá por los inicios de relatos olvidados ella veía el futuro porque dejaba que le arrancará el alma a los que le pedían ayuda y estos iban al infierno. Incluido Antonio Jurado, que tuvo que escapar de él .. aunque a él le arrastro Verónica.
    Ya son diez años desde que escribí aquello y hasta a mí me cuesta recordar XD

  • #2

    Jaime (domingo, 15 septiembre 2024 02:40)

    Esta vez Tony se demoró bastante en pubicar esta parte. Pero ha valido la pena.
    Aunque me ha dejado con varias dudas, como ya es costumbre.
    1. ¿Quién es el maestro (amante) de Fausta? Por lo relatado aquí, tal parece que también es un vampiro discípulo de Alastor. ¿Quizá Rodrigo?
    2. Lunaria declara que ella es la fuente del poder de la oscuridad. ¿Se refiere a la oscuridad elemental? Parece un poco contradictorio porque la propia Lunaria siente miedo de la oscuridad en los ojos de Fausta.
    3. ¿Cuál es el objetivo de Fausta?
    Seguramente Alfonso que es un ávido lector de Tony ya conoce las respuestas.
    Buen fin de semana a todos vosotros.

  • #1

    Tony (jueves, 12 septiembre 2024 22:18)

    Ya volvemos a la rutina, espero que os haya gustado esta corta pero emocionante parte.
    Espero que también vosotros hayáis disfrutado de un bien merecido descanso.
    Por favor, dejad vuestros comentarios.