Las crónicas de Pandora

Capítulo 54

Las lágrimas de Montenegro

Anteriormente

 

          Dicho eso la mesa de ajedrez fue engullida por su propia columna y se recogió en el suelo dejando a los dos, uno frente al otro, esperando el desenlace.

          —No podía ser quien te condenara, lo siento —se disculpó Antonio.

          —Yo tampoco —admitió ella.

          Las plataformas que les sostenían temblaron, caerían en cualquier momento.

          Pero no cedieron. Al contrario, el suelo de alrededor apareció, subiendo y volviendo a su lugar y dejaron de ver bajo sus pies la temible oscuridad. Se encendieron las luces normales y se abrió la puerta.

          «He visto pocos dando su vida por el que tienen delante» —relató Rodrigo—. «Pero nunca que los dos lo hicieran simultáneamente. Tengo que admitir que lo he pasado muy bien con esta broma, pero el consejo nunca me perdonaría que borrara del mapa a nuestro preciado Equipo Delta. Como escarmiento por entrar en mi casa y tratar de matarme me doy por satisfecho. Pueden irse. Espero que con esta demostración de lealtad se quiten de la cabeza la sospecha de que soy yo el que trata de destruir el consejo. Lamentablemente yo tampoco sé quién puede ser, sospecho de todos los consejeros, incluido Montenegro. Aunque no descarto que estemos siendo atacados por alguien ajeno a nuestra organización, como Génesis.»

          —¿Quién nos dice que no estás tratando de confundirnos al perdonarnos la vida? —Acusó Masters.

          «No me costaría nada presionar el botón rojo, capitán»—respondió Rodrigo—. «Si de verdad quisiera romper el consejo, no dudaría en presionarlo. Dejaría sin soldados a los demás. Ustedes son nuestra esperanza, sin el EICFD, no somos más que ricos caprichosos.»

         Mientras dejaban la sala Antonio se quedó mirando a la cámara y preguntó:

          —¿Por qué querías el libro de Jesús? —cuestionó.

          Les pedí el manuscrito de Nazaret porque sabía que solo ustedes podían conseguirlo.»

          —¿Para qué? —Preguntó Antonio.

          «No me creo lo que dice la biblia —respondió Rodrigo, sin problema de contarle sus motivos—. Lo cierto es que soy un vampiro y sé que Jesús existió y dejó su manuscrito escondido, he escuchado rumores toda mi larga vía, sin ninguna evidencia. En cuanto supe de su hallazgo pensé que no podía dejar que se hiciera público. Un libro así puede ser la luz que muchos hombres necesitan para echar abajo el sistema que conocemos. Por eso lo quiero, que nunca llegue a los demás hasta que lo haya leído y me asegure de que es inofensivo. Por eso me enojó tanto que lo publicaras en internet. Menos mal que Montenegro lo retiró cuando todavía nadie lo había leído.»

          —Yo lo leí y no entiendo qué puede haber de malo en que la gente lo lea —replicó Antonio—. Contradice muchas cosas de la iglesia, no lo van a creer. Pero explica bastantes de las enseñanzas de Jesús que la biblia no sabe explicar y creo que la gente debería conocer esa verdad.

          «Repito que su contenido me interesa muy poco —respondió Rodrigo—. No quiero que lo usen como arma. La iglesia es una buena colaboradora de la organización, seguramente saldría muy mal parada y apenas llegara a sus manos lo catalogarían de prohibido. Quitarlo de circulación era la mejor manera de que las cosas no se salgan de madre, aunque quemarlo, señorita Vanessa, no bastaba, hubiera sido perfecto si también hubieran destruido su traducción, pero eso llegará. Los informáticos del EICFD están borrando cualquier rastro que queda en internet.»

          Antonio no dijo nada. Prefería no decir que tenía copias en lugares difíciles de encontrar desde internet, como sus portátiles de casa que casi nunca se conectaban a internet salvo para sincronizarse. Pero Rodrigo tenía razón, si el original había sido quemado ese libro pasaría por uno de sus "Relatos olvidados". Una historia más sin pruebas de ser reales. Si algún día lo publicaba, no sería online. Lo arreglaría, lo reescribiría para evitar los motores de búsqueda de sus informáticos y posiblemente lo publicara en papel, en Amazon. Así, al menos existiría su propia copia física como tesoro personal (ya que nadie compraba ninguno de sus ejemplares) y ese, no sería ninguna excepción. 

          Se abrieron las puertas y en la sala contigua vieron unas cajas de metal abiertas. En ellas tenían el equipo que llevaban antes de que les durmieran con aquel gas, armas incluidas.

          —Menuda broma —protestó Chemo—. Pero qué alivio, tronco.

          —De muy mal gusto —añadió Vanessa.

          —Estamos vivos —intervino Masters—. Eso es lo importante.

          —Nunca pensé que tú… —Antonio se dirigió a Lyu—… Gracias.

          —Lo mismo te digo —replicó ella—. Y lo siento, lamento haber matado a Ángela. Sé que lo estás pasando mal, era importante para ti.

          —Eran órdenes —justificó Jaime—. Se volvió contra el EICFD, era peligrosa.

          —Se la jugó un consejero —dedujo Antonio—. La hizo creer que le había matado y luego le devolvió sus poderes. Está claro que quería que esto pasara y debió prever que si ella metía la pata, la matarían. ¿Quién era el consejero que supuestamente mató?

          —De la India —respondió Masters—. El responsable del sudoeste asiático. Pero seguimos como con Rodrigo, no podemos acusarle, no tenemos pruebas.

           

          Terminaron de equiparse y salieron del palacio regresando al cuartel.

           

          Cuando le contaron lo sucedido a Montenegro, éste esbozó una sonrisa que no quiso explicar.

          —Hemos disparado en falso. Al menos no ha salido nadie herido —dedujo, tras pensarlo unos segundos—. También tenemos un nuevo sospechoso, el consejero de la India. Vuelvan a sus casas, sigan sus vidas, necesito tiempo para planear el siguiente paso. Lo primero es cancelar el protocolo Géminis, hay que hacer que el sospechoso se vuelva a sentir seguro.

          —¿Ha dado señales de vida el consejero de la India? —Preguntó John.

          —No, al activarse el protocolo ninguno puede contactar. Tengo que levantar la alarma en la página web del consejo para que cuando lo vean vayan regresando a sus rutinas.

          —Pero debería seguir activa, señor —opinó Lyu—. Hay alguien que actúa al margen del consejo. Seguimos sin saber quién usa los trajes de sombra para eliminar testigos.

          —A Don Paco lo mató Ángela Dark. Ninguno de los demás consejeros está en peligro real —explicó el comandante—. Ahora que ella ha muerto.

          —Usted le ordenó acabar con el Consejo —acusó Antonio—. Si alguien es sospechoso principal sabemos quién es, no se haga el tonto.

          —¿A Don Paco? Eso lo hizo ella por su cuenta. Después había una razón para ello, pensé que nos querían destruir. Pero Rodrigo los ha tenido en la palma de su mano y les ha liberado. Podemos pensar, de momento, que nos siguen valorando y necesitando.

          Dicho eso se fueron retirando del despacho del comandante hasta que solo quedó Antonio.

          Cuando se quedaron solos le dijo:

          —Me han contado lo que pasó con Ángela —le explicó—. Quiero un halcón para traerla de vuelta.

          Montenegro le miró enojado pero no le contestó con desprecio.

          —Le escucho —aceptó.

          —Ella cayó en la trampa, podemos salvarla si vamos al momento antes de que recuperara los poderes. Sabemos cuándo y dónde fue, déjeme rescatarla, se lo suplico.

          —Eso causaría una grave fisura temporal. Si ella no muere, si desaparece, se creará una línea de tiempo alternativa —negó con la cabeza y bebió de un vaso de agua que tenía en la mesa—. Lo siento, no puedo permitirlo.

          —Y yo no soy capaz de abandonarla —replicó él, dolido.

          —Lo entiendo, no debe ser fácil de aceptar. Sé lo que había entre ustedes dos.

          —Ella cambió —Antonio comenzó a llorar—. Alguien la confundió, la…

          —Váyase a casa, asimílelo. La vida de un soldado nunca es fácil.

          Montenegro le invitó a marcharse indicándole la puerta con la mano derecha.

          Cuando se giró y salió del despacho, antes de que le perdiera de vista el comandante le volvió a hablar.

          —Tiene que entender una cosa, soldado. La gente nunca cambia. Créame, he tenido mucho tiempo para comprenderlo. Además, aun en el caso de que queramos volver a viajar en el tiempo, me temo que su amiga dejó todos los dispositivos de traslado temporal inutilizados. Los técnicos no entienden por qué, de la noche a la mañana, han dejado de funcionar. Llevará meses volver a construir un halcón con esa tecnología y sospecho que no van a lograr que funcione.

          —A menos que regrese Abby y Alfonso —respondió Antonio—. Tienen el único halcón intacto.

          —Mucho me temo que esa opción no es muy factible. Nadie ha tardado tanto en volver de un viaje en el tiempo. Si no han regresado ya,… En el mejor de los casos, han terminado en una fisura. Hace semanas que no cuento con volver a verlos.

          Antonio suspiró.

          —Me iré a casa, creo que necesito un descanso, no me tengo en pie y apenas atino a pensar.

          —Brenda les llevará.

          El comandante volvió a centrar su atención en el ordenador mientras Antonio salía casi arrastrando los pies en dirección al hangar. Al mirar la pantalla se preguntó:

          —¿En qué línea me he quedado? —Buscó dentro de la página que estaba leyendo. El título del documento era "Email de Vanessa —Manuscrito de Nazaret.docx"—. Aquí fue donde estaba. Qué bueno es este libro, el que lo haya escrito en el pasado, si es que es falso, captó de maravilla el mensaje del nazareno.

 

 

          Cuando Antonio se reunió con sus compañeros en el halcón, preparados para irse a casa, nadie dijo nada. Jaime se sentó junto a Lyu, Chemo con Vanessa y entre la pareja John. Suspiró al verlos, durante unas horas angustiosas pensó que no saldrían todos de aquel palacio con vida. Ahora lo veía como una pesadilla. Se sentía culpable porque solo uno podía salir vivo y eso significaba asumir que los demás tenían que morir para que él sobreviviera.  Había deseado vivir tanto como deseó la muerte de sus compañeros. Por fortuna no fue capaz de materializar la victoria sobre Lyu y ella tampoco quiso acabar a él. Gracias a eso estaban vivos, pero durante unos segundos pensaron que aquella decisión recíproca les traería la muerte a los dos.

          —¿Se sabe algo nuevo de la teniente? —Preguntó John.

          —Nada, Montenegro no alberga esperanzas de que vuelva.

          John agachó la cabeza apesadumbrado. Estaban muy afectados por la última experiencia.

          —También me ha dicho que ninguna máquina del tiempo funciona desde la muerte de Ángela. Es como si... No quisiera que nadie la salvara.

          Lyu le miró un segundo, apenada y dejó pasar por sus labios unas palabras.

          —Lamento haberla matado. A lo mejor se podía haber hecho algo.

          —No hay más vueltas que darle —replicó Antonio mientras se abrochaba el arnés—. Pero aprecio tus palabras.

          —¿Qué más te dijo el comandante? —Insistió Jaime—. Antes de irnos parecía muy enfadado contigo, ¿No te despidió?

          —Al contrario, estaba demasiado amable.

          Jaime pudo cara de incredulidad. Los demás no estaban prestándoles atención.

          —Entonces mi abuelo está vivo —recordó Chemo—. ¿Me pregunto cuándo volverá a dar señales de vida?

          —Es un muerto, recuerda que es un zombi. Y eso significa que tú no eres su nieto de verdad —explicó Jaime—. ¿Eso no te afecta?

          —Fui adoptado por él —reconoció el joven aludido—. Tenía doce años. Eso no le hace menos querido, me aceptó cuando ya ninguna familia quería adoptarme por ser demasiado mayor.

          —Qué lástima —se mofó Vanessa—. Suenas como un perrito abandonado.

          —Gilipollas —respondió ofendido.

          —Es que no te pega, cariño —se excusó entre risitas—. Tú no quieres a nadie, reconócelo.

          —Es lo que se lleva hoy, no puedes mostrar tus puntos débiles o te muerden. Pero todos hemos visto hoy que no somos fríos soldados de hielo. Sabemos que si seguimos con vida no ha sido gracias a nuestro talento, habilidad, ni esfuerzo. Alguien ahí arriba no nos quiere muertos.

          —¿Montenegro? —Se mofó Jaime.

          —Dios tiene alguna misión importante para nosotros, de lo contrario ahora estaríamos llenando una piscina de sangre, al borde de la muerte.

          —Sí claro, el que nos necesita es Rodrigo, el Consejo o su "corte" vampiresca —respondió Lyu.

          —Para eso nos eligieron —completó el capitán Masters—. Nuestra misión es luchar hasta el límite de lo inimaginable por ellos, por su plan, por la Tierra, por la humanidad.

          —Tus discursos huelen a rancio, viejo —replicó Lyu.

 

          No pudieron hablar nada más, el Brenda activó sus escudos de antimateria y el sonido dejó de existir. Un segundo más tarde las ventanillas se llenaron de luz solar y los motores se estaban apagando.

          —Hemos llegado, espero veros pronto chicos —dijo Brenda por el altavoz de cabina.

          —Descansa, guapa —respondió Vanessa.

          Salieron todos del halcón y cada uno se fue a su respectivo vehículo aparcado fuera del descampado, en las primeras calles de Parla. Antonio se despidió de ellos con un gesto y se fue a su coche. Al entrar vio en el salpicadero una estadística que le trajo un recuerdo agridulce, muy entrañable y en cierto modo traumático. Pudo leer:

 

Conducción eficiente: 85%

Conducción normal: 14%

Conducción agresiva: 1%

 

          Desde que compró aquel coche de etiqueta ECO, híbrido de gasolina, durante dos años nunca apareció otra cosa que un 0% en la última opción. En una fiesta de navidad, los miembros de la brigada se animaron a salir de y quedaron en el centro de Madrid a tomar unas cañas. Iban todos, Ángela, Chemo, Lyu, Alfonso, Vanessa, Masters, Jaime y Abby. Incluso se animaron Brenda y los informáticos. Todos los que se habían hecho amigos en el EICFD. Aunque Ángela tenía más conocidos entre los compañeros de fábrica y algunos soldados de patrulla del cuartel, nunca los presentaba cuando estaba con ellos. Otro recuerdo doloroso, ahora sabía que se había acostado con algunos de esos otros. ¿Podía reprochárselo? Él era quien no quería comprometerse.

          Aquel día Abby le llamó por teléfono pidiéndole que la recogiera en su casa porque había tenido un accidente y su coche estaba destrozado. De alguna manera ella salió ilesa y por suerte iba sola. Según le contó, iba como todos los días por la autovía A—42 y un viejo se le puso delante inesperadamente y a la velocidad que iba no podía pararse a tiempo y justo se le echaba encima un mercedes que le había dado por competir con ella y no se quitaba de su lado. Solo tuvo una opción y fue salirse de la autopista atravesando el quitamiedos y dando vueltas de campana. Todos sabían la manera de conducir de Abby y a nadie le extrañó que le pasara algo así, era cuestión de tiempo que llegara. Alardeaba de llegar de su pueblo al trabajo en diez minutos (cuando él tardaba media hora y vivían en el mismo pueblo).

          De modo que aceptó y fue a recogerla. Habían quedado a las diez de la noche frente al cine Callao y eran las nueve y media. Si no hubiera tenido que recogerla habría llegado de sobra pero así llegarían tarde. Sin embargo él sabía que no debía decir ni media palabra de que era culpa suya o tendría problemas. Abby no era de las personas que aceptara que la acusaran de nada... Sin venganza. En realidad no conocía a ninguna mujer que no fuera así (ni siquiera su madre).

          Al entrar en el asiento de copiloto Abby se sentó y le dio las gracias por llevarla. Antonio arrancó y fue a velocidad normal hacia la autopista. No llegó al primer semáforo cuando Abby le reprendió.

          —¡Pisando huevos nunca llegaremos! —Exclamó—. ¡Déjame conducir a mí!

          Antonio se puso blanco como una pared. Le dijo que podía ir más rápido, que si le ponían una multa ese era su coche y la tendría que pagar él.

          —¡Yo llamo a mi contacto, por eso no te preocupes! —Gritó ella saliendo cuando se detuvo en semáforo en rojo.

          Tuvo que ceder el asiento de conductor y se puso de copiloto.

          Llegaron a las diez menos diez. Pero Antonio tenía la completa seguridad de que ya le estaban mandando media docena de multas por ir a doscientos en una calle de cincuenta kilómetros por hora.

          Y por supuesto, el contacto de Abby le dijo que solo podía cancelárselas a ella, de modo que Antonio tuvo que pagar mil quinientos euros de multas y se quedó sin la mitad de puntos de su carnet.

          Desde aquel día, el salpicadero de su coche se lo recordaba con puntualidad robótica: 1% de conducción agresiva.

          Aunque siempre estuvo arrepentido de ir a aquella fiesta, lo cierto es que en ese momento de daba mucha pena. ¿Volvería a ver a Abby algún día?

 

          Mientras recordaba todo aquello llegó al aparcamiento de su casa. Los niños estaban con su madre esa semana, tenía toda la tarde libre. Durante un par de minutos, lo que tardó en quitarse las zapatillas, el pantalón, los calzoncillos, la camiseta y se metía en la ducha; y cuando sintió el agua corriendo por su pelo, por su espalda, totalmente fría; despertó de su letargo y recordó, de repente, que Ángela ya no existía y que nunca, jamás, volvería a verla, tocarla, abrazarla, ducharse con ella y... Besarla.

          Se derrumbó en la bañera, bajo la lluvia de la alcachofa y se puso a llorar sin contenerse, después de aguantar durante todo el día.

 

 

          Las lágrimas corrían también por el rostro de Montenegro. Apagó la pantalla del ordenador y tuvo que dejar de leer porque lo que estaba allí escrito le afectaba demasiado. Hasta ese día, nunca antes creyó en Jesús ni su Iglesia, de hecho había sido vampiro casi toda su larga vida. Cosa que Génesis truncó, cuando le purificó hacía ya unos cinco años, en las islas Bermudas.

          Siempre la culpó de reparar su reloj biológico, él no quería envejecer, deseaba su condición oscura a pesar de que no le gustaba depender de la sangre humana para sobrevivir. Al principio la comida le desagradó, ya que volvía a necesitarla. Pero pronto le cogió el gusto y comenzó a aprender a cocinar recetas exquisitas. Incluso se planteó que ahora que volvía a estar vivo podía echarse novia y tener algún niño. Sin embargo, siempre mantuvo el deseo de volver a ser vampiro y nunca aceptó su nueva humanidad. En el momento de curarle del vampirismo la hija de Alastor les dijo que aquellos cuya alma no tenía salvación posible, ennegrecida por las tinieblas, no podían salvarse. Los demás sí. Sin embargo él nunca entendió por qué entonces se curó. No tenía ni la menor pizca de humanidad.

          Pensaba que era un alma podrida y que no tendría posibilidad ninguna de volver a sentir algo por los demás, ni aprecio, ni deseo, ni compañerismo, ni nada. Pero ese maldito libro, en apenas cincuenta páginas le había hecho llorar de pura emoción. No de tristeza, ni alegría, simplemente por la emoción de reconocer una verdad universal en aquellas palabras. No podía leer más hasta que asimilara lo que acababa de ver en su alma. Pero deseó con todas sus fuerzas conseguir una copia física de aquel libro porque quería aprendérselo de memoria. Necesitaba mantener viva la llama que acababa de nacer en su corazón, una que le impulsaba a querer ayudar, apreciar, perdonar y ser perdonado. Ser mejor persona y hacer del mundo un lugar mejor.

          Suspiró y cogió su teléfono móvil. Tragó saliva, sabía exactamente lo que tenía que hacer... No le gustaba la idea de depender de él, pero no había nadie más que pudiera conseguir su deseo.

          Seleccionó a Antonio Jurado en su agenda y marcó.

          El aparato sonó varias veces antes de que le cortara. Volvió a llamar, necesitó tres intentos más hasta que al fin lo cogió.

          —¿En qué puedo ayudarle, señor? —Reconoció su voz, aunque sonaba muy grave, más de lo normal.

          —Tengo una misión para usted. Pero no se lo diga a nadie, por favor.

          —Señor, ahora mismo estoy muerto. Necesito dormir unas horas.

          —Lo sé, no tiene que ponerse a ello de inmediato. Quiero que lo haga cuanto antes, pero no en este preciso momento.

          —¿De qué se trata? —Preguntó.

          —Necesito ver a Génesis.

 

 Continuará

Comentarios: 7
  • #7

    Chemo (martes, 06 agosto 2024 23:55)

    ¡Qué buena historia! Ya espero la siguiente parte.

  • #6

    Vanessa (lunes, 05 agosto 2024 03:00)

    No la había pensado, pero la hipótesis de Alfonso tiene mucho sentido y explica muchas cosas dentro de la historia de ser cierta. Habrá que ver qué opina Tony al respecto.

  • #5

    Tony (lunes, 05 agosto 2024 00:18)

    Alfonso, para estar desubicado estas más al día que nadie. En la historia de "El investigador que interrogaba a las paredes", es donde ocurre lo de la curación de Montenegro (mejor dicho, la eliminación de su oscuridad elemental).

  • #4

    Alfonso (domingo, 04 agosto 2024 18:59)

    Quizá necesite refrescar mi memoria, pero no recuerdo que Génesis haya purificado a Montenegro en las islas Bermudas ¿Significa que ahora Montenegro es humano?
    Yo no creo que ni Rodrigo ni Montenegro sean los que quieran derrocar al Consejo. No tiene sentido ya que Rodrigo controla al Consejo y Montenegro es un perro fiel. Más bien pienso que Fausta es quien desea reestablecer el orden mundial, ya que ella no solamente posee magia sino la Oscuridad Elemental. Y está actuando bajo el cobijo de alguien más que todavía falta por ser revelado, posiblemente algún otro Consejero. Y el más probable es Paco, quien aún no aparece...

  • #3

    Tony (sábado, 03 agosto 2024 21:17)

    Montenegro tiene una papel importante pero no voy a descartar cuál hasta que llegue el momento. Aún faltan algunas sorpresas que ninguno ha dicho y me alegro porque eso indica que no son previsibles.

  • #2

    Jaime (sábado, 03 agosto 2024 17:12)

    No sé por qué pero presiento que Montenegro es la mente maestra detrás de los asesinatos del Consejo. Es solamente especulación, pero quizá sabía que Ángela recuperaría sus poderes y planeó todo para poder deshacerse de ellos. Es probable que él odiara al Consejo pero sabía que no tenía ninguna oportunidad de ir en contra de ellos hasta que hurdió este plan.
    En fin, a esperar la próxima parte. Ojalá Tony me dé la razón.

  • #1

    Tony (viernes, 02 agosto 2024 01:13)

    Espero que os haya gustado esta parte, casi parece el final de una historia y el principio de otra.
    Espero vuestros comentarios y a ver si la continuación de Abby la puedo subir la semana que viene. ¡No me olvidéis en vuestras vacaciones! (si es que también tenéis)