Especial Halloween 2024

El diario de Arika

 

 

 

25 de octubre de 2023

Mañana tengo un examen de física y me ha dejado los apuntes mi compañero Felipe, que es el único que estaba dispuesto a dejármelos. El problema es que ya sospechaba que está loquito por mí y ahora se cree con derecho a venir conmigo de vuelta a casa, ayer se me acercó en el metro y se apalancó a mi lado. Le dije que había visto una amiga en otro vagón y me fui corriendo, con tal de no ir con él.

Cuando pasé al de la derecha me miró como un perrillo abandonado. No me importa, no quiero que se haga ideas raras.

El problema es que cuando me senté me encontré sentado delante de mí a un tío muy raro. Parecía un vagabundo, su ropa era sucia y su cara pálida. Lo que más me dio escalofríos fueron sus ojos hundidos. Tenía por rostro una calavera y me invadió un mal rollo que aún me hace estremecer cuando lo pienso.

Cuando estaba llegando a mi parada vi que el hombre se ponía detrás de un pasajero que iba de pie, un chico rubio de unos treinta años y este no pareció enterarse. No me habría extrañado tanto si no fuera porque ninguno de los dos se bajó conmigo y había sitio de sobra en el vagón para sentarse.

Pensé que era uno de esos que encuentras a patadas en las calles, que le cogió manía a ese chico porque quizás no le dio limosna o simplemente  le miró mal. Y no le habría dado más importancia si no hubiera visto en las noticias la foto de ese muchacho, que  ha sido arrollado por un coche a la salida del metro. Según decían en la tele, lo estaban usando para concienciar a la gente de respetar las normas de circulación.

Solo quería contar mis paranoias del día en el diario. Tengo que dejarlo que llevo física muy mal y necesito estudiar.

 

26 de octubre de 2023

 

Felipe es muy pesado, hoy me dijo que vio las noticias y que también vio al chico con el hombre pegado a su espalda desde su vagón... ¿Por qué tengo que gustarle? No me perdió ojo y por eso lo vio también.  Le dije que no me apetecía hablar de ello, que me daba muy mal rollo y va el tío y me dice: "¿Tú crees que era la muerte?"

- ¡Tú estás mal! -Le grité-, menuda estupidez.  Era un vagabundo, en todo caso, si tuvo la culpa de la muerte de ese hombre sería porque le empujó y por eso le atropellaron. Seguro que era un yonki o yo que sé.

Felipe se encogió de hombros y me dijo que tenía razón, me confesó que a veces sus padres también le decían paranoico. Me dio las gracias por ponerle los pies en la tierra y me dejó tranquila.

Hoy voy a casa en autobús, el metro me dio muy mal rollo.

 

 

27 de octubre de 2023

 

¿Felipe ha muerto? No me lo puedo creer, ayer mismo hablé con él y estaba perfectamente. Dijo el director en clase que murió por infarto, ¿tan joven? Pero si apenas hacía deporte, las emociones más fuertes que ha tenido son perseguirme por el metro e imaginarse a la muerte cuando vio a un tío del tren.

Los detalles no me los han contado pero le preguntaré a su hermano, que va a la clase de segundo B y no se extrañará porque sabía que hablaba con su hermano desde educación infantil.

 

He hablado con Sergio, me ha dicho que Felipe ayer estuvo muy raro antes de morir.

- Pero ¿hizo algún esfuerzo fuera de lo común? -le pregunté.

- Llegó a casa corriendo, aterrado. Decía que le seguía un vagabundo y... -No sé si dudó en decírmelo para que no pensara que estaba loco o porque él mismo no podía decirlo sin pensarlo-, decía que era la muerte. ¿Tú crees que lo era? Ninguno en casa le creímos. Se metió en su cuarto y se escondió bajo las mantas, aterrado. Por más que mis padres le decían que saliera de ahí, que tenía que hacer deberes, que si estaba haciendo un espectáculo... Se negó, le castigaron sin consolas una semana y gritó: "No pienso volver a salir nunca más". A la hora de cenar... Lo siento, yo discutía con él -comenzó a llorar-. Habré dicho mil veces que ojalá que se muera y lo decía en serio,... No quiero que esté muerto. ¿Por qué le ha pasado esto? Ahora no vuelve si lo repito.

Y se puso a llorar en mi hombro.

Al principio pensé que se habría sentido mal porque le llamé la atención por seguirme como un perrillo, pero aquello no encajaba con mi teoría. Recordé al tipo de antes de ayer y tuve un escalofrío. Mientras consolaba a Sergio me sentí arropada por su dolor, que era muy similar al mío. Yo también le llamé raro, le aparté de mí ayer mismo, me sentía incómoda cerca de él, no obstante, no quiero que esté muerto.

Llamadme loca, pero yo también creo que fue ese vagabundo.

 

 

28 de octubre de 2023

 

He sacado un 7 en física y le debo la nota a Felipe. Cuando vi el resultado no pude evitar ponerme a llorar en clase. Mi amiga Rosa, que se sienta a mi lado, supo por qué me sentía mal y me reconfortó apoyando la cabeza en mi hombro.

- Sé que le conocías desde que eras una renacuaja -murmuró-. Siento lo que ha pasado.

- No te preocupes, es que se me ha metido una cosa en el ojo. No estoy llorando -me disculpé.

Claro que se me metieron cosas, un montón de lágrimas, y no pude detenerlas durante unos minutos. Creo que sería bonito que escribiera lo que recuerdo de Felipe, es lo menos que puedo hacer para no olvidarlo. Siempre ha sido muy bueno conmigo y lo único que quería de mí era mi amistad. Yo pensaba que estaba loco por mí pero bien pensado yo era la única persona de clase con la que hablaba, nunca le aceptaron los demás. Desde primaria me apoyaba mucho en su increíble inteligencia, siempre entendía las cosas a la primera y se le daba genial inglés y matemáticas. Si no sabía hacer algo le preguntaba, él dejaba lo que estuviera haciendo para ayudarme.

Mis amigos me decían que por qué hablaba con él, que era muy raro. Y a menudo le defendía diciendo que no le conocían, y no tenían derecho a decirle raro sin tomarse la molestia de conocerlo. Lo único que conseguí fue que pensaran que me gustaba y... Por eso dejé de hablar con él. No quería que lo pensaran. Aun así, siempre que le he pedio cosas, me las ha dejado.  Ojalá pudiera volver a verle y pedirle perdón.

 

 

 

29 de octubre de 2023

 

Hoy fue su funeral. Se hizo un minuto de silencio en clase, la profesora Sonia dio un discurso muy emotivo para que todos recordáramos con cariño a Felipe. Dijo que nunca dejó de esforzarse por hacerse un hueco en la clase y pensé que había elegido mal las palabras porque realmente no era parte del grupo y cuando todos le mirábamos veíamos un hueco.

Me dieron ganas de llorar. Pero luego pensé que era un excéntrico, ¿acaso había olvidado lo loco que estaba? La última vez que hablé con él me dijo que un vagabundo del metro era la muerte, nada menos.

 

Me siento mal de sentirme bien, por fin puedo volver a casa sin alguien que quiera ir conmigo en el trayecto. Y saber esto me hace sentir rastrera y sucia. Pero al mismo tiempo bien. Supongo que solo yo me entiendo.

 

 30 de octubre de 2023

 

Hoy lo he vuelto a ver. El vagabundo entró en el mismo vagón que el otro día. Con su misma gabardina raída, su barba con calvas, su rostro cadavérico... Cualquier hubiera pensado que caería muerto al instante, qué pinta llevaba. Por suerte le vi de lejos y por las ventanillas del metro y me compadecí por la pobre señora con la que se sentó.

 

- ¿También te has fijado? -Me preguntó un chico muy guapo que estaba al lado mío.

- ¿En qué? -Pregunté alarmada.

-  Todos los días entra en ese vagón. El revisor parece como si no le viera, la gente le ignora y se baja en la parada de Ríos Rosas.

- ¿Tanto te has fijado? -Pregunté, confusa.

- ¿Tu no lo ves? - Me devolvió la pregunta-. Eres la primera que lo ve como yo.

- ¿Cómo?

- He preguntado a mis amigos, ninguno lo ve.

Les miré con curiosidad y ellos les miraban cuchicheando y riéndose entre ellos. Debían pensar que su amigo intentaba ligar conmigo. Entonces me vino a la cabeza lo que me contó Felipe: "Es la muerte en persona".

- ¿Y por qué nosotros podemos verlo? -Pregunté nerviosa.

- Somos especiales, supongo.

- ¡Ya estás con tus paranoillas! -Le acusó un chico que iba a su lado-. No me digas que te has creído lo que dice del vagabundo.

No estaba tomándome el pelo, realmente nadie más podía verlo.

- ¿A qué colegio vais? - Pregunté tratando de normalizar la conversación. No quería volver a mirar a ese tipo de la gabardina sucia, ahora que sabía que no lo veíamos casi nadie, se me pusieron los pelos de punta.

Me contaron que venían del instituto Lyreco, el mío, y que eran de cuarto de la ESO. Eso explicaba por qué no les conociera.

Cuando el metro llegó a mi parada me bajé y volví a casa preguntándome si eso que me dijo ese chico era cierto. ¿Me estaría tomando el pelo? Tendría que ser un fantasma y yo una especie de vidente… Y no creo en nada de eso. Bah, seguro que me mintió.

 

 

 31 de octubre de 2023

 

No voy a salir de casa. El chico que me habló en el metro ha muerto. Hoy me lo dijeron sus amigos, iba con sus padres en coche y ha tenido un accidente donde todos han fallecido. Pude ver al señor de la gabardina y antes de irme… me miró. No he sentido más miedo en toda mi vida.

Viene a por mí… Estoy condenada… Y no sé a quién pedir ayuda.

 

 

 

Antonio Jurado no pudo leer nada más porque el diario terminaba en esa página. La madre de Arika le miraba.

- ¿Y dice que murió de atragantamiento al cenar aquella noche? -Preguntó-. Pero esto fue el año pasado. No puedo hacer nada más que darle el pésame. ¿Por qué me ha llamado?

- Hoy le he visto. Al señor de la gabardina -reconoció la mujer, aterrada-. Usted es investigador de cosas... Raras, he visto la serie "Supernatural" y sé que hay gente que investiga de todo. Es el único contacto real que he encontrado que pueda ayudarme. Le agradezco que haya venido hasta aquí tan deprisa porque me temo que no me queda mucho tiempo.

- Venir no ha sido problema, vivo a 30 kilómetros. ¿Dónde solía aparecerse el vagabundo? Dice que lo pudo ver ayer. ¿Puede llevarme a la estación?

- Ni hablar. Yo no salgo de casa, si lo hago voy a morir, el que lo ve se muere, ¿no lo entiende?

- Señora, si no lo he entendido mal… Esté en casa o en donde sea, si usted cree que va a morir, morirá. Pero si no me dice en qué vagón y no lo ve usted, si está igual yo no lo podré ver; si no me cercioro de que realmente no lo ve nadie más, ya me dirá para qué estoy aquí.

- ¿Qué puede hacer? ¿Acaso va a matarlo?

- Está loca si cree que voy a matar a alguien sin saber a ciencia cierta si lo merece. Lo que voy a hacer es hablar con él para que usted deje de creer que es la muerte en persona. El 90% de estos casos se basa en la convicción voluntaria o involuntaria de que lo que se piensa es real.

- ¿En qué puede afectar lo que yo crea? Según el diario de mi hija ese vagabundo mató a personas que no sabían nada de él.

- Puede que sí, o que los primeros casos pudieron ser fruto del azar. Y su hija y los demás se quedaron la falsa fe en que las muertes eran por su causa.

- ¿No le basta con que le diga el metro, el vagón y la hora? Vaya usted.

- Yo no creo que sea cierto. Pero usted sí -añadió-. Si se muere, nadie me pagará y, sinceramente, le garantizo que conmigo estará más segura que aquí en casa, sola.

La mujer, de pelo canoso, de unos cuarenta años, vestida en bata gris, se quedó mirando al suelo pensativa y luego le miró de nuevo a los ojos.

- Me alegro de que haya venido, usted me da una seguridad y tranquilidad que… De acuerdo, iré. Voy a cambiarme, va a ser la una, nos da tiempo a llegar al colegio de mi hija y coger el metro.

 

 

Llegaron justo cuando el andén estaba abarrotado de gente. La mayor parte escolares entre doce y diecisiete años. Se colocaron en el último vagón y esperaron la llegada del metro.

- Dígame, ¿cuántas cosas pasan por la fe falsa de la gente? -Preguntó ella.

- No existe tal cosa - explicó Antonio Jurado.

La mujer le miró sin demasiada convicción. Sabía que en la página web donde se anunciaba había pocos comentarios, pero por lo visto era alguien que se enfrentó a muchas leyendas y de una forma o de otra lograba sobrevivir o salvar a sus clientes.

- ¿Entonces qué pasa? ¿Por qué hay tantas supersticiones que la ciencia niega rotundamente y mucha gente sigue creyendo en ellas? ¿Los gatos negros dan mala suerte? ¿Si pasas debajo de una escalera te pasará algo malo? Si la falsa fe no existe me está diciendo que todo eso pasa.

- Solo a los que creen en esas cosas. La fe es poderosa hasta el infinito, ya lo dijo Jesús en la biblia: "Si tienes fe del tamaño de un grano de mostaza podrás decirle a esa montaña muévete, y presta se moverá." La mayoría de sus milagros se los atribuía a la fe de quien se los pedía.

- Confío en usted. Por alguna razón creo que sabe lo que hace -la señora puso una mano sobre su antebrazo justo cuando el metro hacía acto de presencia por la izquierda del andén.

- Eso es bueno, sino no servirá de nada todo esto -respondió él.

 

Entraron en el último vagón, casi estaba repleto. El barullo de las conversaciones y bromas de los estudiantes apenas permitía poder hablar. Antonio rebuscó entre los pasajeros y no vio a nadie que coincidiera con esas características. La mujer miraba con miedo a la zona derecha del vagón y tampoco parecía dar con él.

- Si no aparece es buena señal, significa que fue circunstancial -valoró en investigador..

- ¡Ahí está! -Le ignoró la mujer-, Mírelo allí. ¿Puede verlo? Está mirando hacia la ventana, ese del pelo desgreñado.

Antonio miró donde le indicaba y vio a un pasajero con gabardina como cualquier otro. Desde su ángulo no podía verle la cara.

- ¿Está segura?

- Creo que sí, no le veo bien con tanto chiquillo.

- Venga conmigo.

- Noo -protestó-. No pienso… ¿Puede verlo?

- Claro, seguro que no es la muerte, vamos a hablar con él.

- ¿Está loco?

- Tiene que acompañarme. Si hablamos con él dejará de pensar que es la muerte, estará a salvo.

- ¿Así de fácil?

- Se lo aseguro.

Se acercaron abriéndose paso entre los escolares hasta que se pusieron detrás de él. De cerca era un poco más intimidante porque miraba fijamente a la ventana como si no tuviera más propósito que estar allí de pie. Los demás miraban las pantallas de sus móviles, leían un libro o dormitaban… Él simplemente miraba a la ventanilla oscura ocultando su rostro por su pelo sucio y desgreñado.

Antonio le tocó el hombro y le dijo:

- Disculpe.

El hombre se volvió. Tal y como describía el diario, era un personaje espeluznante, sus ojos estaban ocultos tras las cuencas oculares ensombrecidas.

- ¿Tiene un cigarrillo? -Preguntó.

- ¿La vida es muy corta para desperdiciarla con vicios anodinos y ponzoñosos no crees? -Respondió con voz sepulcral.

Antonio se quedó sin respuesta. No le preocupó que le hablara así sino el hecho de que los demás pasajeros les miraron extrañados, como si solo él pudieran verlo.

- Parece que me habla por conocimiento de causa, disculpe si le he molestado.

- Lo único que me molesta es que la gente sepa las cosas que matan, y sigan consumiéndolas sin medida.

No parecía malvado, pero su voz era de ultratumba. Antonio miró a la señora y ésta le clavaba las uñas en el brazo y no le quitaba los ojos de encima a esa persona tan extraña con mirada de pánico.

- ¿Por qué le molestan tanto? -Preguntó.

- Me dan demasiado trabajo.

Cuando dijo eso desapareció como una alucinación.

- ¡Lo ve! Yo tenía razón. Maltita sea, es real, estoy muerta.

 

Como no volvieron a verlo, regresaron al coche y la llevó al coche.

- ¿Qué puedo hacer ahora? -Preguntó la señora de camino a su casa-. Ahora me cree, por tanto no solo moriré yo, sino usted también.

- Sigo pensando que no tiene por qué ser así.

- Pero lo ha visto esfumarse. Era la muerte -expuso ella.

Antonio no respondió. Aunque no dijo en ningún momento tal cosa, la evidencia de que desapareciera quejándose de la gente que buscaba su propia muerte, como si ya tuviera bastante trabajo con las demás personas, dejaba muy claras esas dos conclusiones, era la muerte y él la había visto, por tanto, iba a morir en breve.

- No se trata de fe, eso está claro -respondió tras su reflexión.

- ¿Aun puede hacer algo? -Preguntó la mujer ansiosa.

- Déjeme pensar... Siempre hay algo que hacer, mientras hay vida hay esperanza.

- He leído que en la cultura japonesa si una persona ve a la muerte, ... ¿Cómo lo llamaban? "Shini" no sé qué.

- ¿Shinigami? -completó él.

- Eso... Vaya, sí que está bien informado. Cuando alguien veía uno de esos, significa que vas a morir pronto.

- Si le digo la verdad, no sé nada de ellos. Me suena su nombre porque soy aficionado a los animes japoneses y los he visto en las series "Bleach" y "Death note". Pero ni siquiera sabía que fueran parte del folklore japonés. En la primera son personas con espadas que se dedican a llevarse almas al otro mundo, si son buenas, les ponen un sello en la frente y van al cielo, si son malas las parten por la mitad y se van al infierno, pero de personas que ya están muertas. En el segundo caso son... Como parcas. Matan en función de un reloj que aparece encima de nuestras cabezas. Lo que significa que ese hombre podría estar cerca de las personas que tienen fecha de caducidad próxima. Si fuera cierta la historia, claro.

Pero la mujer había dejado de prestarle atención y sintió que hablaba con el volante del coche.

- Déjeme aquí, al menos lo hemos intentado. Despídase de su familia -recomendó la mujer-. Usted que aún tiene, no pierda el tiempo conmigo.

Estaban pasando cerca de una estación de metro y Antonio obedeció. Detuvo el vehículo y puso las luces de emergencia parando justo al lado de la acera. No quería que por un descuido cualquiera de los dos pudiera perder la vida de forma estúpida.

- Tenga cuidado y no haga cosas peligrosas.

- Da igual, vamos a morir, hagamos lo que hagamos.

Cerró la puerta del coche y la dejó allí. Por curiosidad miró por el retrovisor hasta verla desaparecer a la boca del metro.

- Otro caso que no cobro. Este trabajo es una mierda -protestó, queriendo ignorar la preocupación de que moriría pronto.

- Qué estupidez, antes tendría que morir ella -protestó para sí mismo-. No debo creer estas tonterías, soy inmune a las supersticiones.

 

Cuando llegó a su casa lo primero que hizo fue prender un incienso de palo santo, que servía para espantar a los malos espíritus. Considerando que lo que le acechaba era la misma muerte, no sabía si funcionaría. Por si no servía esparció sal por el carril de sus ventanas y puso celo de doble cara rodeando la puerta de su casa para pegar sal gorda en él. Según algunas supersticiones, eso impediría el acceso a espíritus no deseados. Colocó la lámpara de sal del Himalaya junto a su cama cuando se acostó (que según pudo leer, era el amuleto más poderoso para alejar el mal). Aun no contento con eso, rodeo su propia cama con un hilo de sal y lamentó no tener un colgante de halita. Con suerte ese vagabundo pasaría de largo y le dejaría en paz cuando fuera a buscarlo.

 

Cuando despertó y vio todo lo que había montado para evitar a la parca, suspiró aliviado, no murió mientras dormía. Cogió su teléfono y seleccionó el contacto de la señora. Le escribió un mensaje preguntándole si estaba bien. No vio que le llegara siquiera al móvil pues solo parecía una marca, como de enviado. La segunda de recibido no tardó en dibujarse en gris.

- Quizás debería llamar. No le dije nada de la sal... Pero ya me consideraba un chiflado por decirle que veía animes japoneses. No me habría hecho caso.

Se sintió culpable, quizás debió decírselo igualmente. Luego pensó que la señora le dijo que había visto la serie "Supernatural", y en ella usaban la sal continuamente. Pudo deducirlo por sí sola... Si es que creía algo de lo que salía en ese show.

El tic azul terminó saliendo. Lo había leído y estaba contestando. Seguía viva... Era buena señal.

"Le habla la policía, ¿cuándo fue la última vez que vio a la dueña de este teléfono?"

El corazón de Antonio se paró por unos segundos.

Contestó con los dedos temblando: "Ayer a mediodía. ¿Qué le ha pasado? ¿Está bien?"

No tardaron ni un minuto en contestar: "Murió ayer por la tarde, la asaltaron por la calle, le robaron el bolso y le arrancaron la cadena del cuello. El corte le seccionó la yugular y murió casi en el acto. Disculpe, ¿es usted familiar? No tenemos ningún contacto al que informar."

Antonio dejó caer el móvil al suelo. Le temblaban las manos.

- Lo que soy es hombre muerto -murmuró.

Esa misma tarde llegarían sus hijos. No podía salir de casa, reforzó las protecciones de Sal de las puertas y ventanas, se puso un escapulario de la virgen del Carmen, cogió un diente de ajo y lo comió crudo, por si la muerte era como los vampiros y si a pesar de sus protecciones venía a por él, que pudiera echarle el aliento. Pero esa mujer no vio al hombre de la gabardina, simplemente murió. No tuvo la oportunidad de defenderse, como ninguno de sus predecesores. 

¿Tenía una fecha encima de su cabeza a punto de vencer? No podía morir, los niños, sus padres,... No era su hora, tenía tantas cosas que hacer, libros que terminar de escribir, y de leer, videojuegos que terminar.

- Dios mío, por favor, perdóname los pecados que no he tenido ocasión de arrepentirme como es debido, ni conocimiento.

Suspiró tragando saliva y dijo algo que había leído antes en el diario de Arika.

- No tengo a nadie que me pueda ayudar.

Llamaron a la puerta y dio un brinco del susto. Se acercó y lamentó que no tuviera mirilla. Se asomó y vio a dos chiquillos disfrazados de diablillo y zombi acompañados por una mujer mal disfrazada de bruja.

- ¡Truco o trato! -Exclamaron a la vez.

- No tengo caramelos.

Cerró la puerta sin darles conversación. Se fijó en el reloj, efectivamente era la época de Halloween, pero ya era día 1 de noviembre. ¿Ese que cada año estiran las fiestas más tiempo? -pensó.

Volvió a la cama y se envolvió en mantas.

- Vamos, tú eres investigador de estas cosas, seguro que puedes hacer algo más que las anteriores víctimas de ese vagabundo -se dijo.

- Pero ¿qué demonios voy a hacer? Lo mejor es que no esté en casa cuando traiga a los niños... Si me muero estando ellos conmigo va a ser un trauma terrible. Tengo que irme.

Se vistió, sabía que salir de las protecciones supersticiosas le exponían a una muerte segura, que si salía de casa nunca volvería. Se despidió de los gatos y les llenó el comedero hasta que la comida rebosaba el plato.

- Adiós mininos, gracias por vuestra compañía.

La gatita le miró un momento a los ojos y le respondió un suave y encantador miau. El negrito no pareció ni escucharle y siguió con el hocico enterrado en el comedero.

 

Eran las doce de la mañana cuando se metió en el coche y lo arrancó. Si iba a morir tenía que hablar con ese vagabundo antes y al menos saber por qué.

 

Cuando estaba entrando en Madrid se dio cuenta de que no llevaba el teléfono. ¿Dónde lo había dejado? Se preguntó.

No lo necesitaba, ¿a quién iba a llamar? ¿Les diría a sus padres que iba a morir? ¿A sus hijos?

 

Se dirigió a la estación de metro donde le llevó aquella mujer, la madre de Arika. Esperó en la zona del último vagón hasta ver aparecer el tren.

Se fijó en que no había mucha gente y menos el vagabundo. Lo dejó marchar. Hizo lo mismo durante más de una hora.

Se pasó la hora de la comida y siguió esperando. Tenía que aparecer, no se iría sin verle y hablar con él.

 

Cuando su estómago rugía a las seis de la tarde, se preguntó si sus hijos ya estarían de camino a casa. Su ex se habría hartado a llamar y escribirle al móvil. Bien pensado era mejor no tenerlo encima. Sintió que por un lado no estaba tan mal morir, podría reunirse con... No, no había alivio alguno en pensar en el cielo, en sus seres queridos... Era inasumible. ¿Dónde demonios se escondía esa maldita "parca"?

El siguiente metro pareció escuchar sus quejas y vio su inconfundible gabardina en el cristal de la última puerta de su vagón. Entró y no se atrevió a acercarse. Vio su rostro serio mirándole desde sus cuencas oculares hundidas. Sus pupilas eran negras como la noche y apenas tenían parte blanca a su alrededor.

- Aquí me tienes -se encaró a él.

Los demás pasajeros se asustaron por su tono enojado y amenazador.

- ¿Te conozco? -Preguntó el vagabundo, extrañado-. No tengo tiempo para esto, hay demasiado trabajo.

- ¿Por qué nos llevas? ¿Tenemos una fecha escrita encima de la cabeza? ¿Quién cojones eres?

- Tú no eres un invitado a la fiesta -le retó mirándole a los ojos-. No estás en mi lista. No me hagas anotarte en mi cuaderno.

- ¿Qué dices? -Respondió-. ¿Hay alguna fiesta? ¿Por qué te llevas a la gente? ¿Es que merecemos un castigo? -Insistió.

- Humano estúpido, lo entiendes todo del revés. Yo no mato a nadie, solo soy el que recoge sus almas y pueden verme aquellas personas que morirán en menos de un día.

Los demás pasajeros comenzaron a prestar atención, asustados.

- ¿Qué dice ese pordiosero? -Preguntó un chico que llevaba pelo largo, con tejanos, una camiseta negra y se sentaba cerca de ellos.

- ¿Qué? -Antonio se quedó estupefacto.

- ¿Es un teatro en la calle? -Preguntó una mujer-. Me gustan los artistas callejeros.

- Ha dicho que los que podemos verle vamos a morir -confirmó otro chico cercano.

- ¿Podéis verlo? -Preguntó Antonio, estupefacto.

- Estás como una cabra, ¡pues claro que le vemos!

- Escuchad... -Iba a explicarles lo que sabía, pero se dio cuenta de que nadie le creería.

Entonces miró de nuevo al vagabundo y no le vio frente a él. Los demás pasajeros tuvieron una reacción peor, las personas que les habían hablado gritaban angustiadas.

- ¡Ha desaparecido! -Gritaban-. ¡Era un fantasma!

Entonces Antonio se percató de que el metro iba demasiado deprisa. Los pasajeros se empezaron a agarrar a las barras del vagón con desesperación. Antonio se cayó al suelo en una curva y tuvo que ponerse de pie con ayuda del palo de acero del asiento más cercano.

- ¡Vuelve aquí desgraciado! -Exclamó-. ¡Da la cara! ¿Por qué dijiste que yo no estoy en la lista? ¡Yo también te he visto!

Ya le daba igual que pensaran que estaba loco.

Entonces vieron que se aproximaba a ellos, por detrás del vagón, algo demasiado rocambolesco. Vio que el túnel se llenaba masivamente de agua mezclada con escombros y pedazos de cristales, coches, vigas retorcidas y les perseguía a gran velocidad. Por esa razón el maquinista puso la máquina a toda potencia, estaban a punto de ser engullidos por aquella ola terrible de muerte.

- ¡Habéis visto eso! -Gritó uno de los pasajeros.

Se formó el caos, los chillidos fueron estremecedores, la corriente de agua corría más que ellos y les alcanzó. Antonio miraba como se le acercaba la muerte inexorable e implacablemente y se preguntó qué quería decir ese vagabundo con que no estaba en su lista. ¿Acaso iba a sobrevivir? Entonces, ¿por qué le vio?

 

 

Despertó entre sudores.

- Otra pesadilla, solo eso, otro sueño de mierda más -recitó, mientras su corazón se calmaba al darse cuenta de que todo pasó cuando despertó.

Después de unos segundos se percató de que el vagabundo se refería a eso, él no estaba en su lista.

 

La muerte tuvo mucho trabajo aquel día. Cuando vio las noticias se dio cuenta de que lo que vio pudo ser real. Miles de personas, en el litoral valenciano habían sufrido la visita del vagabundo. La peor catástrofe por lluvias e inundaciones en España desde que se tenían registros, garajes, túneles inundados, cientos de personas arrastradas por las riadas en medio de las calles, torrentes que arrastraba incluso camiones al interior de túneles de donde probablemente nadie saldría con vida. Muchas personas atrapadas, centenares de muertos... Una experiencia terrorífica en vida real. 

- La muerte está endulzada en los relatos de terror -se dijo Antonio-. Pero cuando es real y nos alcanza de cerca, es amarga como un hierro oxidado.

 

Comentarios: 7
  • #7

    Alfonso (domingo, 10 noviembre 2024 15:55)

    ¡Que no se pierda la tradición!

  • #6

    Tony (domingo, 10 noviembre 2024 01:03)

    Gracias a todos por vuestros comentarios y apoyo. Puedo deciros que si Vanessa no me lo recuerda, este año se me habría olvidado. Así que no puedo hacer otra cosa que dedicarle este relato a ella. Gracias y seguir ahí.

  • #5

    Chemo (sábado, 09 noviembre 2024 23:57)

    El relato de Halloween me dejó enganchado hasta el final. Nunca me imaginé que todo había sido un sueño.
    Tony, nunca pierdas la tradición de la historia de Halloween.

  • #4

    Tony (viernes, 08 noviembre 2024 13:52)

    No fue "solo" un sueño. Vio lo que pasó en otro lugar en el mundo real

  • #3

    Jaime (jueves, 07 noviembre 2024 19:30)

    Muy buena historia. Todo el tiempo estuve pensando cómo haría Antonio Jurado para escapar de la parca. Al final resultó que todo había sido un sueño.

  • #2

    Vanessa (jueves, 07 noviembre 2024 03:31)

    Ya extrañaba la tradicional historia de Halloween. Me ha gustado mucho y me dejó enganchada hasta el final. ¡Gracias!

  • #1

    Tony (martes, 05 noviembre 2024 21:15)

    Más vale tarde que nunca. Espero que lo hayáis pasado de miedo.