Gato negro

 

            Era la primera vez que su dueña no volvía a casa a tiempo para poner en su platito su porción de pescado.

            Desde que el esposo la había tomado con él no le dejaban entrar en la cocina ni estar en el mismo cuarto que él. No era justo, había llegado a la casa antes que ese humano insolente. Habían llegado otros hombres y siempre terminaba prevaleciendo sobre el hogar. Su ama no soportaba mucho tiempo a esos gigantones que apestaban a vino y los terminaba echando tarde o temprano. Hasta ese día su dueña solo tenía ojos para él y ni siquiera su actual marido había logrado que le echara de casa. Ellos decían mucho el sonido "odio a ese maldito gato negro" y Margaret les gritaba que le adoraba terminando así la discusión. Por si no se enteraban esos gigantes peludos, él se encargaba de recordarles quién mandaba allí acercándose a ellos en el momento más inesperado y lanzándoles un zarpazo a sus piernas o a sus manos. Ya podían ser diez veces más grandes que él, que siempre gritaban como cachorros escandalosos y aunque luego trataban de pegarle, no eran capaces de alcanzarlo. Así quedaba claro que podía con ellos y no necesitaba que nadie le defendiera.

            Margaret solía llamarle negrito, y eso le encantaba, ronroneaba cuando ella le acariciaba, bufaba a los extraños, especialmente los que trataban de acariciarle como si fuera un estúpido perro.  

            ¿Por qué no volvía su dueña? Se había portado bien, tenía hambre.

            Recordó que la noche anterior vinieron unas odiosas niñas con la mujer de piel oscura, una mujer de labios gruesos y narices enormes que le asustaba mucho. Las niñas le parecían estúpidas, en todo el tiempo que estuvieron de visita le persiguieron y le fastidiaron imitando a perros, como si eso fuera a asustarle. Por más que las bufaba para que le dejaran tranquilo, las diablillas seguían atormentándolo acercándose y dándole manotazos. Margaret estaba asustada y no entendía por qué, solo eran dos crías insolentes y una mujer oronda. Cuando vio el comportamiento de esas mocosas, Margaret trató de cogerle y defenderle, pero él sabía cuidarse solito de modo que no se dejó atrapar y de un salto alcanzó a una de las niñas en la cara. Le hizo tres surcos sanguinolentos en la mejilla y ésta comenzó a emitir un chillido semejante a los de los cerdos. Una estúpida exagerada, ya que había hecho peores heridas al marido de Margaret y éste lo único que hacía era insultarle y alejarse de él.

            Se sintió orgulloso de haberla arañado en toda la cara porque ninguna de las dos se acercó más a él. Estas lloraron y empezaron a comportarse como si en lugar de haberle clavado las uñas las hubiera arrancado el corazón de un mordisco, cosa que habría hecho si hubieran continuado fastidiándole.

            La enorme mujer oscura salió a la calle dando gritos y unos hombres vestidos de pies a cabeza con trozos de metal y con alargados palos metálicos colgando de sus caderas, cogieron a su dueña entre ambos. Incluso su marido, al que detestaba, les gritó y se resistió golpeando con fuerza a uno de esos hombres. Pero el otro no dudó en usar esa cosa que le colgaba para detenerle y éste dejó de luchar cuando le tocó. Se llevó la mano a la barriga y después de poner cara de idiota, que ya de por sí la tenía, cayó ruidosamente quedó tendido en el suelo. No se movió más desde entonces, como cuando llegaba por las noches apestando a vino, que caía redondo y no volvía a moverse hasta el día siguiente. Se quedó completamente solo con él y después de comprobar que no se movía, se acercó para lamerle la diminuta herida del abdomen. Con su lengua notó que estaba completamente frío.

            Se había muerto. Se preguntó cómo pudo morir por una herida tan pequeña, pensó que seguramente fue porque él le había arañado tantas veces que no pudo soportar ese rasguño. Lamió la sangre que salía y se percató que había todo un charco debajo de su cuerpo. Se asustó, detestaba mojarse las patas porque era un fastidio tener que limpiarse. Y la sangre seca podía ser realmente molesta.

            Como su dueña no regresaba decidió que era hora de buscar su comida ahí fuera. Normalmente no salía de su casa a menos que escuchara a una gatita llamando a un gato bien felino para que la montara. Tenía un hueco debajo de la puerta de atrás por el que se escapaba por las noches y se sentía muy orgulloso de que su dueña no supiera que sabía salir de casa. Ella y su marido dormían hasta que los gallos empezaban a cantar y solía regresar antes que estos despertasen.

            Se metió por el diminuto hueco de debajo de la puerta y con la cola en alto caminó por las calles desiertas. ¿Ya era tan tarde? No había gente por la ciudad todos estaban dormidos o no sabía dónde estaban, el Sol no se había escondido hacía tanto tiempo. Escuchó a lo lejos el murmullo de una multitud. Solo había visto esas grandes reuniones en Salem cuando había fiestas, de modo que le extrañó, hacía frío para que fuera la fiesta, siempre la hacían en verano, cuando se podía dormir perfectamente en la calle sin una cama calentita.

            Se acercó hacia allí, ya que en ese tipo de eventos humanos la comida se les caía de las manos como si tuvieran patas de palo en lugar de dedos. Siempre había que acercarse a la multitud porque terminaba con la barriga llena, no importaba que algún que otro botarate le pisara la cola.

            Como no veía nada, trepó por una pared hasta un tejado y desde allí vio lo que pasaba en medio de toda esa gente gritona.

            Todos estaban en la plaza del pueblo y habían colocado unas maderas altas en el centro. Un señor iba vestido de negro de pies a cabeza y a su lado estaba Margaret. A su otro lado habían puesto una mesa donde varios hombres vestidos con sartenes similares a las que usaba su dueña para quemar la comida y con cosas metálicas colgando de sus cinturas, protegían a un tipo gordo y viejo que estaba sentado frente a una mesa. Afinó la vista y vio que ante ese hombre no había ni un solo plato de comida. ¿Por qué estaba sentado frente a una mesa? Ah, claro, alguien se la estaba preparando, de modo que pronto tendría comida que robar y si ponía cara de bueno quizás le daban algo. Su dueña siempre le daba algo y estaba allí cerca.

            Fue positivo y se alegró, a pesar de que para llegar allí tendría que arriesgar sus bigotes entre tanta gente. Pero merecía la pena el riesgo, en cuanto le viera Margaret seguro que se acordaría de que le tenía muerto de hambre y que ya era hora de darle de cenar. Pero no había modo de llegar a ella salvo atravesando la multitud, entre tantas piernas.

            Ya había sido tan valiente en otras ocasiones, en plenas fiestas, cuando la gente bailaba. La gente dejaba caer trozos de carne, y otras cosas deliciosas. Alguna vez alguien le había pisado y era muy desagradable. Esos gigantes no medían sus fuerzas cuando movían esas gordas patas traseras sobre las que se sostenían. En una ocasión casi le rompen su patita delantera derecha de un pisotón y tuvo que lamérsela una semana hasta que dejó de dolerle.

            Si tenía que llegar hasta su dueña a través de la muchedumbre tenía que ir deprisa y con cuidado.

            De dos saltos se puso en el suelo. Sería una experiencia difícil y la gente no parecía estar bailando, como en otras ocasiones, gritaban pero tenían los pies quietos, lo que le pondría las cosas más fáciles.

            Corrió como una centella esquivando tobillos, rodillas, faldas, botas enfangadas. Si el de alante se movía procuraba esquivarlo.

            Fue coser y cantar. Se puso frente a su dueña en un abrir y cerrar de ojos y se arrimó a sus piernas maullando y haciéndole mimos en los tobillos. Como ella no le cogía ronroneó un poco más y se puso sobre dos patas subiéndose a sus pies con las patas delanteras, mirando fijamente a Margaret. Ella no se movió, no le hizo ni un solo gesto y por su cara diría que la estaba asustando. Entonces se dio cuenta de que nadie más estaba hablando, que los gritos se habían sofocado cuando él llegó y todos esos humanos de caras redondas y sin hocico le miraban como si vieran a algo muy peligroso. Todo el mundo comenzó a apestar, ese olor que detectaba en los humanos cuando éstos se asustaban.

            ¿Cómo podía estar asustándoles a todos? Era un minino sin peligro alguno, solo quería su cena. Pero todos le miraban cada vez más asustados y empezó a sentirse en peligro. Si todos le atacaban a la vez, sería gato muerto.

            No sabía qué hacer, se sintió acorralado de modo que erizó el lomo y les soltó el bufido más salvaje que fue capaz de hacer. Ante su asombro todos gritaron, las mujeres se pusieron a gritar histéricas y algunos salieron corriendo, gritando cosas que para él no significaban nada.

            - ¡El diablo la ha señalado! - gritaban todos.

            Ojala entendiera sus estúpidos ruidos. Como no era el caso, se limitó a seguir erizándose y bufando a todo el mundo. Su dueña le gritaba cosas, no parecía muy contenta con su actitud, pero era una tonta, ¿acaso no veía que estaba asustando a esos estúpidos humanos?

            Entonces alguien le agarró del pescuezo con mucha rudeza, le sujetaron las patas y lo metieron en una jaula de palos.  

            Los gritos cesaron y la multitud gritó de júbilo, incluso sonaron aplausos.

Entonces escuchó unos golpes de martillo en la mesa donde estaba el viejo gordo vestido de negro. Todo el mundo se quedó en completo silencio.

            Entonces pudo ver por entre los agujeros de la tela que golpeaba con un martillo en la mesa y gritaba una serie de sonidos que todos escucharon con suma atención.

            - Silencio, silencio – gritaba, acalorado.

            No sabía qué significaba eso pero poco a poco la gente se fue tranquilizando.

            - En estos nefastos días, donde el poder del mal nos amenaza de tantas formas, declaro que hemos sido testigos de evidencias fuera de toda duda sobre la intervención del Diablo en este pueblo de Salem.

            La multitud seguía expectante, como si aquellos ruidos significaran algo para ellos.

            - Después de lo que hemos visto, todos hemos sido testigos, un gato negro, la forma maligna más común, ha venido y ha mirado fijamente a los ojos a esta mujer. Acto seguido la criatura demoníaca nos ha amenazado a todos, protegiéndola. Es evidente que es culpable de brujería y de invocar al Diablo. Para disuadir a otras brujas y que no sigan ejerciendo sus artes malignas, sentencio a Margaret Scott a ser ahorcada hasta la muerte, muerte, muerte.

            Todos los humanos vitorearon a ese viejo con cara de gruñón que apenas había gritado para decir esas cosas. Se preguntó si después de esa especie de reunión social alguien se acordaría de era un pobre gato hambriento y que lo único que quería era comer. Al menos cuando dejaran de entretener a Margaret, ella le cogería y se lo llevaría a casa en brazos. Le daría pescadito, ese que olía tan bien. Sí, pronto le sacaría de allí y le daría de comer porque escuchó que la reunión social se estaba disolviendo. En cualquier momento alguien quitaría de encima de su jaula esa tela oscura y vería a su dueña abriéndole la puerta.

            En cambio lo que ocurrió fue que alguien arrojó su jaula a un montón de leña. Lo peor no fue eso, la gente le gritaba ahora a él y empezó a oler humo de un fuego muy próximo. ¿Estarían cocinando algo? Que rabia no poder salir a ver lo que era. Sin embargo el fuego era demasiado cerca, justo bajo su cola. La tela comenzó a arder y vio, horrorizado, que le habían puesto encima de una hoguera. Idiotas bastardos humanos, no tenían ningún cuidado. ¿Cómo se les ocurría ponerle en un sitio tan peligroso?

            Su pelo empezó a encogerse y a quemarse. Chilló y se retorció de dolor. Los barrotes de la jaula también comenzaron a arder y trató de escapar saltando sobre ellos. Estos quemaban sus bigotes pero no podía seguir allí encerrado. Siguió peleando con los barrotes de fuego hasta que uno de ellos cedió. Saltó sobre él y escapó de la hoguera cayendo sobre las ascuas ardientes. Siguió chillando y como acto reflejo saltó sobre la cara de uno de esos idiotas y con las uñas escaló hasta su cabeza, causándole daño, ya que gritó como una niña. La multitud empezó a correr, histérica por la plaza, asustada de que hubiera podido escapar. Aprovechando el pánico corrió por entre sus piernas, perseguido por esos tipos extraños disfrazados de sartén y llegó hasta un callejón, subiendo a un tejado. Una vez a salvo de toda esa chusma, se los quedó mirando y buscó a su dueña.

      ¿Dónde se la habrían llevado? No la veía por ninguna parte.

       Ya volvería a casa, decidió. Tenía las patitas chamuscadas y se le habían hecho calvas en su precioso pelo negro. Decidió que sería mejor regresar y lamerse las heridas hasta que volviera su dueña.

 

 

 

FIN

Escribir comentario

Comentarios: 14
  • #1

    tonyjfc (martes, 12 abril 2011 10:22)

    No te olvides de comentar qué te pareció la historia.

  • #2

    yenny (miércoles, 13 abril 2011 04:41)

    Buena historia, me puso un poco triste pobre gato, yo tengo un gato negro no se porque la gente todavia cree que son malos.
    En fin muy buen relato aunque es corto esta bien desarrollado, me encanto.
    Sigue asi

  • #3

    x-zero (miércoles, 13 abril 2011 07:01)

    no le entendi en algunas partes (valla nunca le entiendo a ningun relato xD) pero bueno buen relato esta bien desarrollado :)

  • #4

    Tony (miércoles, 13 abril 2011 09:22)

    Gracias a los dos. Puede que esté algo confuso su trasfondo y no lo explicara con claridad porque el testigo era un gato.
    En realidad la historia trata de los juicios de Salem y muestra cómo la histeria colectiva fue la causante de que condenaran a la horca a muchas personas acusadas de brujería.

    Es una historia real.

  • #5

    Tony (miércoles, 13 abril 2011 09:27)

    Si queréis entender mejor la historia, deberías leeros esto.

    http://es.wikipedia.org/wiki/Juicios_de_Salem

  • #6

    Tony (miércoles, 13 abril 2011 09:34)

    Aunque aquí quizás lo cuentan mejor:

    http://lascosasquenuncaexistieron.com/Articulos/92/brujas-de-salem

  • #7

    Angelo (miércoles, 18 mayo 2011 00:37)

    guao realmente me gusto mucho la historia , fue impresionante pero me gustaría saber que paso después con el gato , me gusto el final un excelente desarrollo por mucho una de tus mejores historias (cortas) tony .

  • #8

    Tony (miércoles, 18 mayo 2011 08:04)

    Me alegro de que te gustara la historia y sobre todo de haberte despertado la curiosidad de qué pasará con un gato negro callejero. Será por gatos, abres la ventana y si tienes suerte puedes ver alguno acechando las palomas.

  • #9

    carla (miércoles, 15 junio 2011 21:28)

    La verdad me encanto! He de decir que me dio un poco de pena el gato, ya que el no tenia ni idea de lo que habia hecho y todo solo por que tenia hambre! Es increible lo estupido que puede llegar a ser una persona! Fue increible lo que hicieron en esa epoca solo por no escuchar lo que tenian que decir estas personas! En fin muy bueno!

  • #10

    Juicers Reviews (lunes, 06 mayo 2013 16:01)

    This is a great blog post! Thank you for sharing with us!

  • #11

    ruth (viernes, 14 junio 2013 20:53)

    quiero saber que significa cuando a uno se le cae un gato negro en la cabeza

  • #12

    Tony (viernes, 14 junio 2013 21:00)

    La moraleja de esta historia es que los gatos negros no son la reencarnación del mal. Solo son gatos, algunos con muy mala uva, pero es su naturakeza felina.

    Por otro lado, cada uno que crea lo que quiera.

  • #13

    Ariel (lunes, 06 octubre 2014 22:56)

    Me encanta esta historia, la.volví a leer otra vez, maňana la leo en público en un taller de lectura, y difundo tu obra que es muy buena

  • #14

    Tony (martes, 07 octubre 2014 00:01)

    Me alegro de que te guste. Espero que también tenga éxito en el taller, están todos invitados a leer y comentar mis relatos.