- ¿En serio crees que le debes algo a ese pordiosero?
- No le debo nada aun pero... ¿Te imaginas que muere y se cumple su pronóstico?
James se frotó la barbilla comprendiendo lo que buscaba su compañera.
- ¿Crees que si muere te darán el puesto?
- Si puedo demostrarlo, es posible, sino...
- Si lo he entendido bien quieres pasar la noche con ese hombre, ¿cierto?
- Si estuvieras conmigo todo sería más fácil. Imagina que quiere propasarse -indicó ella.
- No quiero meterme en líos. Búscate a otro que haga el trabajo sucio.
Katie se quedó sorprendida.
- ¿De qué hablas?
- Pero cómo, ¿no quieres...
- ¿Acostarme con él? Qué asco.
James chasqueó la lengua fastidiado.
- Matarlo, ¿no insinuabas eso? -siseó en su oído para que nadie le escuchara.
Katie contuvo el aliento entre indignada y sorprendida por la sugerencia de James.
- ¿Ma... Matarlo? ¿Cómo voy a sugerirte algo así, animal?
El chico la miró avergonzado.
- Quiero el puesto -aclaró ella-, pero no tanto.
James se quedó pensativo, tras aquel corte y durante unos minutos no dijeron nada más. Caminaron hasta central park y cuando paseaban cerca de los columpios se quedó mirando con cierta nostalgia a un niño que jugaba en la arena.
- Creo que no te acompañaré -susurró-, he recordado que hoy no puedo.
- No me digas eso -insistió Katie-. Contaba contigo.
- Hasta la vista - se despidió.
- ¿Qué he dicho? No te vayas así.
- Tienes razón, soy un animal, no eres la primera que me lo dice.
- No lo decía en serio, era una forma de hablar.
James parecía roto por dentro.
- No es culpa tuya, nos vemos otro día.
- No te vayas así -el instinto maternal de Katie se despertó al ver tan vulnerable a quien creía que no tenía sentimientos.
Le sujetó por el brazo y no necesitó hacer fuerza para que se quedara.
- No te quiero aburrir - expuso con voz ronca.
- Es pronto -discutió ella-. Cuéntamelo y luego, si quieres, te vas. No tengo derecho a pedirte que te quedes. Ese hombre agradecerá hasta que le compre un perrito caliente.
James aceptó cabizbajo y cambió la dirección de sus pasos.
- Al ver ese niño recordé a mi hijo.
- ¿Tienes un...
- No, ya no. Murió en un accidente. Yo era joven y conducía con dos copas de más, íbamos los tres a casa...
No fue capaz de continuar, su voz se quebró y miró hacia otro lado.
- Seguramente no fue tu culpa -dijo ella, adivinando lo que debió ocurrir.
James se la quedó mirando con ojos vidriosos y Katie le besó en los labios con ternura. Si alguien le hubiera dicho esa mañana que se besaría con ese petulante pretencioso, no lo habría creído. Y mucho menos que fuera él quien la apartaba de sus labios.
Su mirada triste no desapareció, que ni siquiera se atrevió a mirarla.
- Mi mujer me culpó y no le faltaba razón.
- Los accidentes ocurren -explicó Katie.
- No quiero seguir hablando de eso. Vamos a ver a ese mendigo, es lo menos que puedo hacer. No podría perdonarme que te pasara algo por no estar ahí.
Katie sonrió emocionada y asintió.
Ya estaba oscureciendo cuando encontraron al mendigo en un lugar cercano al banco donde lo encontró. Imitaba a una estatua y si alguien le daba una moneda hacía como si espantara moscas.
- Hola Vicente -no se acercó a él para saludarlo.
- ¿Has tenido suerte guapa?
- No, pero te dije que te invitaría a cenar de todos modos.
- ¿Y este quién es?
Miró al muchacho inquisitivamente y éste se presentó extendiendo la mano.
- James Paul, encantado.
- Quisiera decir lo mismo aunque esperaba más intimidad -protestó el mendigo.
- Yo tampoco te quise invitar, pero ella se empeñó -replicó James, malhumorado.
- Ah, que tú invitas -el rostro del vagabundo mostró una sonrisa afable-. En ese caso vamos, me muero de hambre.
El repostero cargaba una bolsa de ingredientes para sus postres, famosos en medio Manhattan y parte de Nueva Jersey cuando entró es su restaurante italiano y se fijó en tres comensales que habían elegido un lugar junto a la ventana. No se habría fijado en ellos de no ser porque uno vestía de pordiosero y hablaba a grito pelado sobre cosas de gobierno, políticos corruptos y lo que había que hacer con ellos si el mundo fuera justo.
- Disculpen -pidió educadamente-, ¿les importaría hablar más bajo? Están asustando a los otros clientes.
- No se preocupe señor caballero -contestó el mendigo-, no volverá a ocurrir.
- Muchas gracias por su comprensión.
- Como decía -prosiguió con voz más sosegada-, el país se está empobreciendo por culpa de los mal nacidos que nos venden la crisis como algo interminable. Despiden gente sin pérdidas, el gobierno recorta gastos y sube impuestos sin que haya razón alguna. La crisis es una falacia, la gran mentira del siglo veintiuno.
- Ajá - se limitó a decir Katie.
- Amigo, tiene sentido lo que dices -apoyó James.
- ¡Pues claro! -de repente se olvidó de hablar sin gritar-. Esos hijos de puta no tienen nunca suficiente. Cuando consiguieron chuparnos el alma se proponen sacarnos el corazón. Tendríamos que matarlos a todos. Son como esos zombis de las películas, los que mutan y se hacen más gordos comiendo a los demás. Si este mundo fuera justo caería sobre sus cabezas un rayo y los dejaría tiesos.
Katie y James escondieron sus rostros entre las manos deseando que les tragara la tierra. Se miraron de reojo y tuvieron que contener la risa para no ofender al vagabundo.
- Ah, no, ¿qué hace el cielo? Me manda la muerte a mí, ¡A mí! Y no a esos desgraciados chupasangres mal nacidos que me lo quitaron todo.
- Disculpe -le interrumpió el italiano rechoncho de antes-. Le ruego que no llame tanto la atención o tendré que pedirle que se vaya.
- Sí, señor caballero, no se preocupe no volveré a gritar, a veces me emociono de más.
Cuando se retiró el dueño del local Vicente se quedó pensativo y no dijo nada más.
- ¿Cómo está la pizza? -inquirió la chica.
- No he comido ninguna mejor -respondió James, sonriente.
- Tiene demasiado orégano -replicó Vicente con cara de disgusto-. Y me da muchos gases, disculpar si me suelto algún cuesco.
No terminó de decir la frase y soltó uno bastante ruidoso. Al hacerlo el mendigo rompió a reir al sentir que el olor fue tan intenso y desagradable que se tuvieron que tapar la nariz a tres mesas a la redonda.
- Se me ha quitado el hambre -se quejó James, abanicando el aire que tenía delante de su nariz.
- Y a mí -apoyó ella, sonriendo por disimular.
De nuevo se acercó el dueño y carraspeó a su lado.
- Este es un local respetable, les ruego que salgan ahora mismo de aquí -a pesar de su aparente educación, su tono era bastante imperativo.
- ¿Si me trae la cuenta... -respondió el chico con amabilidad.
- No es necesario, la casa invita. Pero por favor, no vuelvan.
Katie se levantó y James la siguió encantado. La peste que flotaba en el ambiente invitaba a salir corriendo lo más lejos posible. Pero Vicente no se movió.
- No pienso tirar esta comida -replicó-. ¿Puede traerme una bolsa para llevármela?
Aún quedaban cuatro grandes pedazos de pizza en la mesa y por la cara de disgusto del vagabundo, no se iría sin ellos.
Un camarero corrió con una bolsa de papel y se la cedió a su jefe.
- Tenga, que pasen buena noche.
- Gracias -aceptó el vagabundo, que hasta guardó los vasos de refrescos con cuidado en su interior.
Cuando se distanciaron a dos calles del restaurante, el vagabundo sacó un pedazo de pizza y se lo empezó a comer.
- De nada -pronunció con dificultad, debido a que tenía la boca llena.
- ¿Qué? -preguntó James, aún conmocionado. Nunca le habían echado de un restaurante hasta ese día.
- Al final la cena ha corrido de mi cuenta. Si no fuera por mí te hacen pagar cuarenta pavos... Así que ya sabes, no por ser vagabundo soy más tonto.
- Nadie ha insinuado tal cosa.
- Tu cara habla por sí sola -le acusó-. Te doy asco, y a ti también -señaló a Katie.
- Ha sido un espectáculo desagradable -se defendió ella.
- Yo no soy un showman, princesa. Soy una persona que vive como puede de lo que encuentra por ahí.
- Creo que ya he pagado mi deuda...
- No lo has hecho, pero esta noche me encargaré de que lo hagas -su tono sonó amenazante.
- ¿Me acompañas a casa James? -Preguntó como si no le hubiera escuchado.
- Claro -aceptó él.
- Hasta la vista -se despidieron.
- Ha sido divertido -añadió James.
- ¿En serio? -Vicente terminó de tragar su pedazo de pizza-. Y un cuerno.
No le volvieron a mirar, siguieron caminando rogando para sus adentros que el mendigo les dejara en paz y se fuera por otro lado. Pero les siguió mientras comía más pizza, que en dos grandes bocados engulló como si fuera de aire.
- Hasta la vista -repitió ella, cambiando de dirección.
- ¿A dónde vais? -preguntó.
- A casa -respondió-. Estoy cansada.
- Ya, te acompaño.
- La voy a acompañar yo -cortó James.
- Yo también, ¿o es que te crees más importante que yo?
- No es necesario -replicó Katie, nerviosa.
- No tengo a donde ir, quiero acompañarte -insistió el mendigo.
James soltó un resoplido para evitar contestarle de malas maneras.
- Prefiero que no vengas -indicó Katie.
Vicente le dio una patada en la entrepierna a James, aprovechando que la calle estaba casi desierta y éste se dobló sobre sí mismo emitiendo un gemido de dolor. Cayó de rodillas junto a la boca humeante de una alcantarilla y Katie sintió que se detenían los latidos de su corazón.
- ¿Lo ves? -se rió Vicente-. Tu amigo ya no puede acompañarnos. ¿Vamos?
Ella se acercó al dolorido chico y le preguntó si estaba bien, pero no pudo ni responder.
- Vamos, si no me llevas a tu casa te llevaré yo a la mía.
El vagabundo la cogió del brazo y tiró de ella.
- ¡Déjame en paz! -gritó, histérica-. No pienso ir contigo a ninguna parte.
- Me cago en tu puta madre -susurró Vicente, sacando del bolsillo una pistola y tirando la bolsa de la pizza y los refrescos al suelo-. Tú vienes conmigo o tendré que matar a este memo.
James intentó levantarse pero el dolor seguía impidiéndole ponerse en pie.
- ¡Vamos zorra! No tengo todo el día.
Katie se dejó llevar por un callejón oscuró mientras sentía que el cañón la apuntaba a los riñones.
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maria (martes, 09 abril 2013 15:27)
jooo.. no acaba la historia?!!
yo creo que sé lo que va a pasar... desde luego nada tiene que ver con ser agente del gobierno
Tony (lunes, 05 noviembre 2012 16:08)
Venga animaros que no solo de agentes del gobierno vive el hombre.
¡Hay muchas posibilidades!
Lyubasha (domingo, 04 noviembre 2012 11:57)
¡Qué interesante está! No me esperaba que sucediera eso.
Se me ocurren dos posibilidades, la primera se parece demasiado a un capítulo de "Expediente X" que vi hace años, así que está descartada.
La segunda: Vicente la lleva a su guarida, allí le dice que fue un agente secreto del gobierno y le pide que intente publicar su historia.
carla (domingo, 04 noviembre 2012 02:24)
O.O
No me esperaba eso... peroo esta super bien para continuarla.
Bien se llevo a Katy por un callejon y James esta inmovil por el golpe...
Puede continuar que Vicente le cuenta que el era agente secreto del gobierno y le explica que la crisis es una mentira del gobierno como un plan para reducir la cantidad de personas en el planeta para evitar eso de la sobre-poblacion mundial, pero que cuando el se entero de todo intento hacerlos recapacitar y por eso lo despidieron y que tiene un plan para vengarse de los que lo llevaron a encontrarse en el estado en el que estaba... O algo por el estilo... :)
Jaime (sábado, 03 noviembre 2012 23:25)
La historia comienza a ponerse interesante. Propongo que Vicente se lleve a Katy a su escondrijo en donde pretende abusar de ella. Asimismo, Vicente le cuenta que fue un asesino a sueldo prófugo del gobierno estadounidense y ha tenido que hacer de mendigo para pasar desapercibido. La patada que ha recibido James fue solo para dejarlo inmóvil momentariamente.
Antonio J. Fernández Del Campo (sábado, 03 noviembre 2012 09:40)
Ahora es cuando intervenís vosotros si queréis salvar o condenar a los protagonistas. Ya podéis sugerir continuaciones para someterlas a votación.