Tocando las estrellas

3ª Parte

 

         Tras perder la señal del 4x4 conseguimos localizar la débil señal de la caja negra de la nave que transmitió unas últimas imágenes antes de volatilizarse en la nada. Esta había captado toda la secuencia de video de una vista panorámica mostrando lo que había sucedido. Una inmensa ola negra, como de petróleo, los había engullido destrozando nave y vehículo en apenas un instante. Los que se habían quedado en la nave estaban estupefactos, jamás habían visto algo así.

         - En Júpiter hay tormentas terribles - traté de explicar -. Este planeta debe tener un clima inestable y por lo que hemos visto es absolutamente inhabitable.

         - Hemos perdido a cuatro compañeros por precipitarnos - exclamó Sara -. Debimos estudiar la meteorología.

         - Debimos estudiar mejor el terreno y esperar un par de días hasta asegurarnos de que no había peligro - dijo Samantha.

         - Ninguno de vosotros dijo eso antes - acusé, harto de que se me acusara implícitamente del error. Estaba nervioso, enojado y confundido. Probablemente la culpa era absolutamente mía -. Todos estábamos impacientes por salir de aquí y poner pie en ese planeta. Ninguno podíamos imaginar lo que pasaría.

         - Hay selañes de vida - intervino Jim, señalando al monitor de estado.

         - ¿Qué? - pregunté.

         - Georgia y Frank están vivos.

         Todos vieron cómo parpadeaban levemente unos puntos rojos en la pantalla. Eran los sensores de pulso conectados al GPS de su traje y si se veían parpadear era porque seguían con vida. Ya no estaban donde les perdieron sino a cientos de kilómetros de distancia, muy cerca el uno del otro. Probablemente estuvieran inconscientes y a punto de morir.

         - Imposible - dije.

         - Frank dijo que no fuéramos a buscarlos - dijo Jiro, asustada -. Pero, es probable que su traje espacial haya resistido las embestidas de la marea negra.

         - Frank no pensó que sobreviviría - discrepé -. Podemos rescatarle.

         - O quizás sí lo sabía - insistió Jiro.

         - No podemos dejarlos allí, prepararemos la segunda sonda...

         - Capitán, solo nos queda esa sonda - informó Sara.

         - No tenemos elección, no abandonaremos a nuestros compañeros en un planeta perdido en el universo. El tiempo apremia, Ordenador, prepara la segunda cápsula de aterrizaje.

         - Entendido, señor - dijo la voz sin personalidad de la Inteligencia artificial -. La nave estará disponible en diez minutos.

         - Voy a bajar - dije -, ¿Quién me acompaña?

         - Yo, señor - se ofreció Sara.

         - Y yo - se ofreció Terry.

         - Uno más - ofrecí al resto, ya que necesitábamos ser cuatro.

         - Está bien, iré yo - dijo Akira.

         Se pusieron los trajes espaciales y nos encontramos en el módulo de la sonda espacial. En menos de diez minutos estaba todo listo para salir. El ordenador chequeó todo lo necesario y la nave salió despedida hacia el origen de la señal. La entrada en la atmósfera fue muy dura pero las piezas de cerámica resistieron la entrada sin problemas ni sobrecalentamientos. La nave planeo sobre la zona, pilotada por Terry, buscando los restos de nuestros amigos y no tardamos en dar con la nave y el vehículo 4x4.

         - Dios mío - dijo Sara -. Están destrozados.

         - Allí abajo están nuestros compañeros. Debemos bajar a buscarlos - dije.

         - ¿No deberíamos escanear la zona por si otra de esas olas gigantes vuelve a aparecer? - preguntó Terry.

         - No sabemos cuánto tiempo les queda de aire, necesitamos bajar ya - repliqué.

         - ¿Por qué no mantenemos la nave en el aire mientras vais a buscar a los otros en el 4x4? - insistió.

         - Está bien, pero no te alejes demasiado - acepté.

         - Bajaré a buscaros en cuanto detecte una nueva ola negra - ofreció Terry.

         - De acuerdo, bájanos - le dije.

         - Yo me quedo con él - dijo Akira -, no habrá sitio en el 4x4 y no serviré de mucha ayuda - apenas pesaba cuarenta quilos y tenía escasa fuerza. Había sido elegida por su capacidad de hablar múltiples idiomas y por sus conocimientos de tecnología, no por su fuerza.

         Además tenía razón, en el 4x4 solo había sitio para cuatro personas y contábamos con traer a dos supervivientes.

         - Quédate - acepté.

         Sara y yo nos metimos en el 4x4 y la nave nos llevó al punto de donde salía las señales de nuestros compañeros. Por desgracia daba un margen de error de 50 metros y eso nos dejaba una gran zona por explorar.

         Al aterrizar vimos el mismo paisaje extraño que contemplamos en las filmaciones. Una llanura de rocas con lugares rojos y azules y un mar que se extendía más abajo de ese líquido que desde esa distancia parecía agua. Sin embargo era de un color oscuro negruzco, seguramente lo mismo que arrasó a mis hombres. El cielo era igualmente negro con algunas nubes azuladas. Solamente se veía un astro en el cielo y era el enorme planeta sobre el que giraba el satélite en el que estábamos. El planeta ocupaba la cuarta parte del cielo y daba una luz plateada a todo lo que nos rodeaba.

         - La señal podría llegar desde ese líquido oscuro - dijo Sara, preocupada -. Deberíamos asegurarnos.

         - Adelante, no perdamos el tiempo - respondí.

         Caminamos tan rápido como pudimos con los aparatosos trajes espaciales hacia la masa de líquido negro. La gravedad era inferior a la terrestre por lo que no nos costó mucho esfuerzo caminar, aunque no podíamos ir con la libertad de un traje normal. Ese tenía la complejidad de un mini submarino. Debía ser capaz de mantener la presión interior intacta, aunque fuera de él estuviera el vacío o una atmósfera tan densa como lo más profundo del océano. Tenía ventajas como que era ignífugo, permitía caminar en cualquier ambiente, por muy tóxico que fuera y podíamos caminar por el interior de líquidos sin problemas. Por esa razón existían esperanzas de encontrar a Frank y Georgia con vida. Posiblemente también lo estuviera Pedro y Tim, pero no recibíamos señal alguna de sus GPS. No significaba que estuvieran muertos, solo que podían estar en un lugar bajo tierra.

         Introdujimos los pies dentro de aquella sustancia negra y en seguida sentimos que era igual de denso que el alquitrán. Sara se detuvo y no se atrevió a adentrarse más en esa cosa.

         - Frank dijo que no fuéramos a buscarlos - recordó.

         - Frank está vivo y le necesitamos tanto como él a nosotros - recordé.

         - Esto no me gusta - alegó Sara-. Este líquido es demasiado denso, podríamos quedar atrapados en él.

         - En ese caso debería entrar yo solo - me ofusqué.

         - No seas estúpido, hay que planearlo mejor - me recriminó Sara -. Usaremos un cable del 4x4 para que puedas regresar cuando encuentres a los chicos.

         La miré unos instantes antes de aceptar.

         - De acuerdo, es un buen plan. Acerca el 4x4.

         - Voy ahora mismo, señor.

         Así lo hicimos, enganchamos el traje a un cable de acero inoxidable que provenía del 4x4 y fue soltando cable poco a poco a medida que me se iba sumergiendo en aquella cosa negra pegajosa.

         - Me pregunto qué será este líquido - dije, a través del micrófono.

         - No me gusta nada, capi. Sentí algo extraño cuando metí mi pie dentro de él, como si...

         - ¿Qué? - preguntó Akira, también por el altavoz, que hablaba desde la nave que planeaba sobre ellos.

         - Sentí que esa cosa... estaba viva. Lo sé, es una locura... pero creo que cuando di dos pasos en su superficie me sentí como una mosca caminando en el interior de una planta carnívora. ¿Y si la cosa negra que vimos en el radar era ese mar de alquitrán? ¿Y si es una especie de forma de vida alienígena que es capaz de hacerse pasar por líquida?

         - Creo que has visto demasiadas películas de ciencia ficción - se rió Terry, sin perder el contacto visual con la pantalla donde me veía sumergirme lentamente en esa cosa negra. Desde arriba filmaban un primer plano de lo que estaba ocurriéndonos.

         - En serio, esa cosa apretó mi bota - añadió Sara -. Sentí que era fácil meter el pie pero me costaba mucho sacarlo. Espero que el motor del cable soporte grandes pesos porque temo que nos cueste sacar al capitán y a los demás.

         - Mueve hasta cinco toneladas. Al menos eso dice el manual - especificó Akira.

         - ¿Sí? ¿Cuánto calculas que pesa ese mar negro? - Preguntó Sara.

         - ¿No crees que estás exagerando? Deja de causar la alarma, ¿quieres? - replicó Terry.

         - Espero que tengáis razón - susurró Sara, dando por zanjado el tema.

         Entre tanto, parecían haber olvidado que yo ya estaba sumergido hasta el cuello en esa cosa oscura y mi cabeza terminó de sumergirse bajo su superficie. Como decía Sara, deslizarme dentro del líquido resultaba fácil, pero no quería pensar todavía en lo difícil que sería salir. En el interior de esa cosa no había la más mínima visibilidad, tenía un radar interno equipado en el traje y veía la superficie sólida que me rodeaba en un radio de tres metros. Por supuesto no conseguía recibir señales de Frank ni Georgia.

         - Sara tenía razón - dije, tras un tenso silencio -. Esta cosa no es un líquido convencional, siento que a veces puedo moverme sin problemas y a veces me cuesta, como si cambiara su densidad. Solo espero que esta cosa no esté viva y si lo está, nos de tiempo de rescatar a Frank y Georgia.

         - Qué huevos tiene el capitán - dijo Terry por el altavoz.

         - Ya, no como tú - bromeo Akira.

         - Soy el único piloto aquí.

         - Basta, chicos - dije -. ¿Estoy llegando?

         - No puedo garantizarlo - respondió Terry -, su señal está solapada sobre la de Georgia y Frank. Ya sabe la precisión de mierda que tiene este chisme.

         Mi radar captó unas formas sólidas en al pantalla de infrarrojos a escasos tres pasos. Llegué al lugar donde estaban los cuerpos de Georgia y Frank. Palpé sus trajes y traté de moverlos. Estos estaban inmóviles, probablemente ninguno estaba despierto.

         - Voy a tratar de sacar a los dos - dije, desenrollando la cuerda..

         Extraje los arneses del bolsillo exterior y amarré a ambos. Luego los enganché a mi propio traje y comencé a recorrer el camino inverso. Aparentemente nada nos sujetaba en el interior de ese líquido negro.

         No tenía fuerza para arrastrar a los dos y pedí ayuda a Sara.

         - Sara, ¿a qué esperas para activar el motor de arrastre?

         - Activado, capitán - dijo ella, tras apretar el botón.

         El cable nos atrajo a los tres con lentitud pero sin detectar resistencia especial. Al menos hasta que mi casco emergió a la superficie.

         - Trescientos kilos - dijo Sara, preocupada. El cable seguía recogiéndose pero el indicador de peso comenzó a tener una escalada preocupante, como si cientos de lastres se estuvieran pegando a los trajes de sus compañeros.

         - Quinientos kilos - continuó -. Capitán, el 4x4 empieza a ser atraído hacia el alquitrán, ¿qué hago? Dios, ya son seiscientos... Si está recogiendo leña, déjela para otro día, capi.

         - Es absurdo, no noto nada aquí - expresó James.

         - Setecientos. Las ruedas están resbalando, señor.

         - Ya estamos casi fuera - repliqué, confuso y asustado.

         - Usted lo está, no ellos - añadió Sara -. Trate de salir si puede.

         Trató de sacar un pie, pues el alquitrán me cubría únicamente hasta las rodillas, y como temía Sara, no fui capaz de extraer la pierna. Solo conseguía caminar con ayuda de la cuerda que tiraba de mí y solo podía mover los pies hacia adelante y no hacia arriba.       

         - No puedo levantar los pies - dije, asustado.

         - Ochocientos kilos - dijo Sara.

         Conseguí salir con problemas pero la máquina seguía soportando un peso inmenso. Temió por la integridad de mi traje ya que la cuerda del 4x4 me sujetaba y las otras cuerdas salían del otro lado del traje. No sabía si estaba preparado para soportar una tensión tan grande. Si se rasgaba podría convertirse en un traje espacial con carne reventada. La presión exterior era muy inferior a la del interior.

         - Espera, espera, detén el motor de arrastre - supliqué, notando que las costuras y algunas juntas del traje crujían.

         - ¿Qué quiere hacer, señor?

         - Soltar mi traje del cable y...

         - Le recuerdo que está sosteniendo cerca de una tonelada. Si suelta el cable del 4x4 se verá arrastrado y no podré sacarle. Debemos continuar.

         Entonces apareció el casco de Georgia y el de Frank.

         - Parece que el 4x4 aguanta, mil doscientos kilos.

         - Mi traje no aguantará - dije, preocupado.

         - Ese fue el riesgo que usted quiso tomar - acusó Sara -. Ahora cruce los dedos y rece para que todo aguante sin romperse.

         - ¿Pero cómo es posible que sea tan difícil sacar algo de ahí? - pregunté -. ¿Qué clase de líquido es?

         - Mi teoría es que es una forma de vida oriunda de este planeta. No deja que nada pueda salir y sí que cualquier cosa entre. Imagino que es su forma de alimentarse, si caen rocas dentro, las digiere durante el tiempo necesario y consigue crecer de ese modo.

         - ¿Cuánto peso ahora?

         - Disculpe señor, ya no hay tanta presión, parece que ya están casi fuera. Solo doscientos kilos y bajando

         - Está hecho - dijo el capitán, aliviado.          

         - Fíjese, capitán, después de estar sumergidos en alquitrán, no queda nada pegado a sus trajes. ¿Es curioso no? Como una especie de ameba gigante.

         - ¿No te da la sensación de que estamos en una mota de polvo y que somos de tamaño microscópico? Intervino Terry con voz seria.

         - Tú siempre pensando en polvos - dijo Akira, riéndose.

         - Ja-ja - parafraseó Terry -. Qué graciosa.

         Cuando conseguimos sacar la bota de Georgia la fuerza del torno la arrastró un par de metros por la inercia. La cosa negra se desprendió y al quedarse sin sus trofeos ocurrió algo que no estábamos preparados para ver. La cosa negra comenzó a moverse con iniciativa propia, se estremecía y reptaba hacia nosotros a ciegas, buscando sus presas.

         Sin más dilación, arrastré a Georgia al interior del 4x4 y luego a Frank. En cuanto estábamos dentro, Sara nos alejó de allí justo cuando una enorme ola negra caía sobre nuestra posición.

        

 

         Una vez todos a bordo de la nave Perseo, Georgia y Frank seguían inconscientes. Los escáneres determinaban que habían sufrido una conmoción, un shock psicológico muy fuerte ya que sus cuerpos no presentaban ningún síntoma extraño. Aparentemente dormían pero no podían despertar. Sara sospechaba que tenían algún tipo de trauma por haber sido tragados por una cosa informe como ese océano negro. Pero no era doctora, ni siquiera enfermera. La única que podía saber lo que tenían era Georgia que era precisamente una de las  afectadas.

         - Tendremos que esperar y ver cómo evolucionan - dije, resignado.