Karma de sangre

17ª parte

            Antonio suspiró, otra vez quedaba claro que su única salida era sincerarse con Brigitte y rezar por que le perdonara con el tiempo. Aun así ignoraba si eso aplacaría a Alastor ya que si no podía amenazarle así, le amenazaría con matarla, que era peor. Lo que significaba que si se lo contaba, destrozaría el corazón de su mujer y no se habría librado del problema. Su única forma de acabar con el problema era matarlo o desaparecer para siempre y que nunca pudiera volver a encontrarle.

            Abrió los ojos y vio la puerta de la habitación ocupada por una especie de sombra espectral. Era como un esqueleto gris que le miraba desde sus oscuras cuencas oculares. Se llevó tal susto que saltó de la cama gritando tan fuerte que despertó a Brigitte -y probablemente a todo el vecindario-. A pesar de su grito aquella cosa no desapareció, siguió de pie ante él desafiante.

            Brigitte se escondió tras él temblando de puro pánico y ninguno fue capaz de decir una palabra. No podían dejar de observar a esa cosa con aspecto de muerto viviente. Se refugiaba en la parte menos iluminada del pasillo donde no alcanzaba la luz de la cocina y solamente llegaba la débil luz de la lámpara de la mesilla de noche.

            Antonio se levantó con intención de encender la luz del techo del pasillo, para espantar a esa cosa. Al tocar el interruptor desapareció en la nada y Antonio suspiró. Estaba claro que luz parecía espantar a esa cosa.

            - ¿Eso es un espectro? -Preguntó Brigitte aterrada.

            - Nunca había visto nada igual -contestó él.

            Apagó la luz y volvió a la cama esperando no tener que volver a ver a esa cosa en toda la noche. Pero supo que había cometido un error cuando vio la cara de espanto de su mujer. Ni siquiera pudo gritar cuando el muerto viviente se abalanzó sobre él y le mordió el cuello con una ferocidad sin límites. Antonio sintió el pinchazo de sus colmillos y la tremenda fuerza de sus manos esqueléticas.

            «Mejor que te muerda a ti que a ella...»- Escuchó en su cabeza la voz de Verónica.

            Apenas succionó un sorbo de su sangre, el espectro, o lo que quiera que fuera esa cosa, le soltó y emitió un grito estridente ensordecedor. Su boca se iluminó al contacto con su sangre y un instante después desapareció de su vista.

            Antonio quedó de rodillas respirando agónicamente, sin poder creer que siguiera con vida. Le había apretado tan fuerte que no habría podido quitársela de encima.

            «Eres inmune al mal del mundo» -explicó Verónica-. «Por eso la enfermedad de la isla no te afecto como a los otros, por eso ningún vampiro puede volver a tocarte o beber tu sangre.»

            - ¿Vampiro? –Preguntó, estupefacto.

            Brigitte le miraba asombrada, como si tampoco pudiera creer lo que acababa de pasar.

            Antonio se llevó la mano al cuello. Las heridas eran pequeñas y no sangraron mucho, fue como si le hubieran hincado dos clavos finos. Aún así la visión de la sangre en su mano le mareó y cayó desmayado de cara al suelo.

 

 

            Cuando despertó estaba en la cama y Brigitte estaba sentada a su lado con el rostro lleno de preocupación.

            - ¿Estás bien? -Preguntó.

            - Solo me maree al ver tanta sangre -respondió él, que sentía algo de nauseas.

            - ¿Por la sangre? -Se enojó ella-. ¿Esa especie de sombra casi te mata y te desmayas por unas gotas de sangre?

            Antonio se sentó en la cama y se llevó la mano al cuello. Ella le había cubierto las heridas con una tirita larga.

            - No puedo evitarlo, la sangre me da mucha grima -se defendió-. ¿Qué hora es?

            Brigitte miró su reloj y se encogió de hombros.

            - La una de la madrugada... Mañana tengo que trabajar y no voy a dormir nada. Será mejor que me acueste.

            Se levantó y aprovechó para encender la luz del pasillo, la luz del techo de la habitación y cerró la puerta antes de dirigirse a la cama.

            - ¿Puedes dormir con tanta luz? - Preguntó Antonio.

            - No podemos dormir sin luz, así que tendré que hacer un esfuerzo -replicó ella.

            Se tumbó a su lado y sin decir nada más trataron de dormirse.

            Esta vez lo consiguieron.

 

           

 

            Dos horas después, en el parque que estaba cerca de la casa de Antonio y Brigitte, un hombre intentaba dormir sobre unos cartones, cubierto por una lona grasienta y protegido por una barba larga y desgreñada. Su perro estaba tumbado a su lado y se levantó de su sueño para comenzar a ladrar con todas sus fuerzas.

            - Para ya blanquita –ordenó su dueño, sin abrir un ojo.

            La perra siguió ladrando a pesar de la orden de su amo, lo que le obligó a abrir los ojos para hacerla callar con más fuerza.

            Cuando se incorporó vio que había una mujer extremadamente delgada delante de ellos y por la escasa luz de la farola lejana no pudo distinguir su rostro.

            - ¿Te has perdido muñeca? –Preguntó, socarrón-. Anda búscate otro banco, este es mío.

            La chica se acercó a él y acarició al perrito. Al verla más de cerca el vagabundo se asustó porque la mujer tenía la piel destrozada, como si hubiera sufrido espantosas quemaduras en el rostro.

            - Por Dios santo, chica –exclamó, inclinándose hacia ella-. ¿Qué te ha pasado?

            En cuanto estuvo cerca ella se echó a su cuello y se le abrazó con una fuerza sobrehumana. El vagabundo quiso gritar pero esa bruja le tapó la boca mientras acercaba la boca a su cuello. Le mordió con unos colmillos afiladísimos y su perra no dejó de ladrar mientras ella se daba un festín con su sangre.

            Mientras le succionaba la vida, la vampiresa arrastró el cuerpo tras unos matorrales y terminó de acabar con él al cobijo de todas las miradas.

 

 

 

 

            Estaban subiendo por una colina mientras tres zombis les perseguían como poseídos por el diablo. Brigitte iba delante y Antonio no podía más. Se encaró al zombi más adelantado y, contra toda lógica, corrió hacia él -era fácil ya que tenía que correr pendiente abajo.

            - ¿Qué haces? -Preguntó Brigitte.

            - A estos hay que pararlos así -explicó Antonio, saltando con los pies por delante y pegando un patadón al zombi que subía.

            El salvaje salió volando hacia atrás y tumbó a dos más que le seguían. Cayeron con tanta fuerza que rodaron por la pendiente llevándose a todos los que le seguían por detrás.

            Antonio se puso en pie, orgulloso de su hazaña y se permitió el lujo de no seguir corriendo. Entonces se preguntó qué hacía allí, si un momento antes estaba en su casa....

            Y con solo pensar en eso apareció en un pueblo de los años veinte. Todo era en blanco y negro y la gente vestía como si se hubiera metido en la foto de uno de sus abuelos, cuando eran jóvenes.

Se preguntó qué clase de milagro le había llevado hasta allí. Los hombres que paseaban con su bastón tenían todos boina y las paredes, las flores, los panes de las panaderías, todo, era negro y gris como hecho de cartón piedra. Hasta las personas lo parecían.

            Una mujer que no reconocía se acercó a él y le dijo.

            - Esto es todo lo que quedará del mundo si no los detienes.

            Sin embargo lo que había cambiado era el pasado, aquello que contemplaba parecía perder brillo y color por segundos, como si dependiera de la memoria de la gente. Como si el pasado ya solo fuera en blanco y negro y las figuras que se movían en él fueran sombras. Sombras cada vez más difuminadas.

            - ¿Detener a quienes? -Preguntó, intrigado-. ¿Qué lugar es este?

           

 

            Entonces se despertó.

            Eran las diez y se encontró el otro lado de la cama vacío. Brigitte había ido a trabajar temprano y ni siquiera sintió que había salido.

            Se levantó perezosamente, se puso las zapatillas como y caminó hacia el ordenador. Comprobó su correo, encontró dos emails de publicidad y entonces recordó todo lo que había pasado el día anterior. Sonrió, creyendo que había sido un día digno de escribir en un relato, algo muy extraño que en ese momento le costaba mucho creer. Entonces recordó a la perrita negra y luego recordó la chica oriental del portal, alguien que luego le atacó cuando se presentó como una sombra humana.

            - Las sombras... Thai... -Dedujo.

            Era cierto, si esa perra era Thai, se trataba de la perrita de Isabel, seguramente su dueña se alegraría mucho de que le diera la noticia de su reaparición.

            Pero se habían decidido a adoptarla y si se lo contaba a Isabel probablemente se la quisiera llevar con ella. Su corazón se encogió por el disgusto, debía decirle tanto lo de su encuentro con Thai como su incidente con esa especie de sombra. Aunque Verónica no dijo que fuera una sombra, sino un vampiro.

            Recordó ese extraño sueño y la frase que le dijo aquella mujer:«Esto es todo lo que quedará del mundo si no los detienes». ¿Tendría algo que ver con él y lo que pasó la noche anterior? No, sólo había sido un sueño, como el de los zombis. Desde que salieron de aquella maldita isla del pacífico, tenía pesadillas con ellos a diario.

            Escribió la dirección de correo de Isabel y en el concepto del mensaje no supo qué decir. Se quedó pensando y luego decidió no decirle nada. No tenía por qué saber lo que había pasado. ¿Cómo pretendía que se tomara que le dijera que una sombra le había atacado? Esa pobre chica merecía empezar de nuevo, bastante había sufrido ya.

           

 

 

            Samantha observaba a Antonio adormilada y aburrida. Rodrigo había aprovechado para dormir un rato, aprovechando el amanecer. También ella estaba cansada, el Sol tenía ese efecto sobre ella, se volvía lenta, perezosa y vulnerable. Pero no quería dormir cuando más podía averiguar de su presa. Pero su mujer se había marchado y ya solo quedaba él, que también parecía aburrido mirando su correo electrónico. ¿Acaso escribía a alguien? No, ni siquiera escribió dos frases antes de cerrar el correo y levantarse de su silla. Se dirigió al salón y encendió la televisión. Eligió un canal sin señal y cogió el mando de una consola.

            - Genial, se pone a jugar -siseó aburrida-. No entiendo qué narices vamos a averiguar perdiendo así el tiempo.

            No estaba Rodrigo para discutir con ella, pero si estuviera creía que sabía lo que le contestaría: «Todos los detalles son importantes, mi estúpida discípula.»

            - Claro, por eso está aquí mirando. El muy cara dura me ha dejado sola -se burló-. Creo que me voy a dormir también, no aguanto más.

            Como ver a Antonio no era muy interesante su mente se distrajo pensando en Jade, la niña a la que habían perdido la pista el día anterior. Después de morder a Antonio y sufrir aquel misterioso ataque de pánico, desapareció sin dejar rastro. Ni Rodrigo ni ella podían sentir su presencia y mucho menos saber dónde podían encontrarla.

            Harta, se levantó y encendió la televisión a ver si echaban algo más interesante.

            - ... Son ya treinta las personas que han aparecido muertas en el centro de Madrid con las mismas señales de violencia. El ministerio de Sanidad no se ha pronunciado sobre las causas de esta posible epidemia y aunque no se descarta poner en cuarentena a todo el distrito, las pruebas realizadas hasta ahora descartan cualquier signo de enfermedad contagiosa.

            Samantha fue despertando poco a poco con tan extraña noticia.

            Entonces sacaron imágenes de un muerto y éste era un cadáver pálido como la pared, tan arrugado como si alguien le hubiera succionado la vida. Era igual que Jade, la última vez que la vio. Su familia lloraba su muerte y algunos apartaban las cámaras por su falta de consideración.

            - Les mantendremos informados, entre tanto, Angela Merkel ha exigido a España clausurar los aeropuertos para detener la posible amenaza de pandemia, petición a la que se ha unido Nikolas Sarcozy. El ejecutivo se ha pronunciado en un comunicado en el que se muestran resultados de los análisis realizados por el instituto anatómico forense, donde se descarta cualquier tipo de enfermedad contagiosa. Sin señalar una causa más probable, afirman que están barajando la posibilidad de un ataque terrorista aún no reivindicado o que las muertes se han producido por alguna intoxicación que aún no han podido justificar con los resultados de los análisis de los restos de comida encontrados en los cadáveres.

            Samantha giró la cabeza y vio a Rodrigo mirando las noticias desde la puerta. Su mirada era la definición más clara de la locura.

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Comentarios: 3
  • #1

    yenny (jueves, 12 enero 2012 17:37)

    Aunque va avanzando un poco lenta, va bien la historia aunque seria mejor si pudieras subir mas de una parte a la semana(solo es un deseo, se que tienes cosas que hacer y no puedes avanzar mas).
    Cuidate Tony, saludos xoxo

  • #2

    Tony (jueves, 12 enero 2012 18:09)

    A mí también me gustaría poder escribir más seguido. Pero está complicada la cosa. Y encima cada vez tengo menos tiempo.

  • #3

    yenny (viernes, 13 enero 2012 17:06)

    Que pena :(, entonces tendre paciencia y esperare.
    Cudate Tony