Karma de sangre

14ª parte

            - Mírala, si parece que está triste por que no la llevamos -dijo Antonio, sintiendo pena por tener que marcharse sin la perrita.

            - Anda no seas ridículo, es feísima. De todos los perros que hay, tenías que fijarte en esa…

            - ¿Pero no recuerdas la perra de Isabel? Era idéntica.

            - Sí y también era espantosa -replicó Brigitte, aún enojada.

            Sacaron el coche del recinto y Antonio miró hacia atrás por última vez. Thai se había acercado a la puerta de la valla en cuanto la dueña la cerró. Les miraba sin ladrar, con las orejas caídas y con una carita de tristeza difícil de ver por el color negro de su pelo y sus ojos.

            Consiguieron regresar a la carretera sin golpes fuertes en los bajos del coche y Antonio tuvo que aceptar que no se llevarían a Thai.

            - La querías, ¿no es cierto? -Reprendió Brigitte, enojada.

            - Pues sí, la pobre se quedó tan triste.

            - Eso te pasa por pesado, gruñón y tonto. Ahora te quedas sin perro, para que no digas que da mucho trabajo, que si va a morderlo todo... Bla, bla, bla -le imitó con voz grave.

            Antonio sonrió al reconocerse en la burla pero no replicó. Siguió conduciendo sintiendo que se había dejado algo importante atrás.

            Durante un buen tramo no dijeron nada más. Antonio se sintió mal por haber dicho todas aquellas cosas. Aunque se sentía aliviado de que, después de todo, seguían sin responsabilidades y podrían seguir su vida sin tener que sacar de paseo a un perro cada día. Aunque ahora no se sentía tan feliz al pensarlo.

            - ¿Ya puedes decirme quién te llamó? -Rompió el silencio ella.

            - Fue Alastor -se sinceró Antonio-. No sé qué hacer para quitarme de encima a ese...

            - ¿El que te tuvo secuestrado? -Inquirió ella.

            - El mismo.

            - ¿Y por qué te ha llamado? Creía que habías escapado y no sabía dónde estábamos.

            - No podemos escapar de ese miserable -renegó Antonio, apretando el volante.

            - Bueno, ¿Y qué quería?

            - Nada -explicó-. Solo me avisaba que no me fuera muy lejos. Que sabía que había salido de Madrid.

            Antonio miró a su mujer respirando profundamente, sintiéndose impotente ante esa constante amenaza.

            - Sólo por eso te llamó -repitió ella, extrañada.

            - También me preguntó por ti... Me dijo que le gustaría conocerte. Le dije que nunca permitiría que te viera. Me dijo que... -Ahí entraba la parte más delicada, no podía decirle que su amenaza consistía en que si no le obedecía hablaría con ella sobre lo que ocurrió en la mansión. E imaginar esa situación le dejaba sin respiración.

            - ¿Qué dijo? -Ella estaba asustada.

            - Que si quería seguir a tu lado y que no te pasara nada... Debía hacer lo que él me pidiera... Cuando me necesite.

            Suspiró aliviado, no había tenido que mentir. Bastaba con dejar claro que le había amenazado sobre ella y no "cómo".

            Brigitte dejó de mirarle y miró a la carretera. Durante unos minutos ambos estuvieron absortos en sus pensamientos, mirando al frente, viendo cómo se hacía de noche por minutos mientras el cielo se cubría de nubes y el frío, fuera del coche, se hacía más intenso. Los kilómetros pasaban como cuadraditos luminosos numerados. Antonio estaba ansioso por conocer la reacción de ella y deseó que no sacara a relucir lo que le había contado acerca de su aventura con Ana. Sentía que le sudaban las manos en el volante porque si le preguntaba directamente sabía que no podría mentirle. Y también sabía que ella no le perdonaría fácilmente, si es que lo hacía.

            Cuando estaban entrando a las afueras de Madrid ella rompió el silencio.

            - No era tan fea... -Declaró-. Era graciosilla, ¿no crees?

            - ¿Quién? - Preguntó Antonio, confuso.

            - Esa perra que te ha enamorado... -Le miró sonriendo-. Thai, ¿quién sino?

 

 

           

 

            La vida de Rodrigo no se limitaba a manipular a la gente, como había pensado Sam cuando llegó a su vida. Cuando decidieron dejar a Jade unas horas más para despertar, Rodrigo dijo que no podía vestir así como iba ella, con la misma ropa vieja y gastada. Sería mucho más fácil reconocerla. Fueron de compras y se encontraron con la masa descerebrada de la gente en sus compras navideñas. Vivir fuera del ritmo humano la había hecho olvidar que estaban acercándose a la Navidad. Pero Rodrigo, por muy humano que aparentara ser, también vivía al margen de los ritos mundanos. Claro que era lógico, un vampiro tradicionalmente odiaba siempre cualquier símbolo religioso. A ella le gustaba más cazar en esa época porque era su forma de vengarse por la forma espantosa en la que dieron muerte a Frederic.

            Se pasaron la tarde comprando todo tipo de complementos, bolsos, bufandas, zapatos, vestidos, blusas, tangas, sujetadores... La cuenta bancaria de Rodrigo parecía no tener límite y ella no se sentiría mal usando esas prendas. Pasear por la calle Velazquez entrando el cualquier local que le llamara la atención y salir con al menos una bolsa la hizo olvidar por unas horas que era un monstruo y eso pretendía su nuevo amigo, que lo olvidara para siempre. Hablar con personas, aunque fueran interesadas dependientas, probarse ropa, verse en los espejos tan coqueta, era algo que en cierto modo la devolvía mucha confianza y seguridad en si misma.

            Rodrigo la miraba con admiración, como si estuviera orgulloso de su nueva adquisición. No le dijo que no a ninguna de sus peticiones.

           

            Cuando llegaron a casa, con más de doce bolsas de papel llenas de cosas, fue mayor la sorpresa cuando vio que tenía toda una habitación para colocar todo. Se trataba de un "walk-in closet", como lo llamaba Rodrigo y decía que aún había dos más en la casa que nunca había usado. Él tenía uno y le bastaba y le sobraba. Samantha colocó sus cosas con esmero y cuando termino se quedó asombrada al comprobar que no había llenado ni una décima parte de todo aquel espacio. Aún tenía hueco para perfumes, las bufandas se veían tristes y solitarias en su enorme palo colocado en la pared. Seguía sin tener trajes elegantes, apenas cubría la zona más pequeña destinada a los zapatos... Teniendo un armario así, nunca podría tener ropa suficiente.

            Iba a salir de su nuevo armario cuando se encontró a Rodrigo serio como un muerto mirándola desde la puerta.

            - Se ha ido -dijo, con rostro ceniciento.

            - ¿Quién se ha ido? -Preguntó ella, dudando si se refería a Antonio o a Jade.

            - Nuestra invitada -Respondió enojado-. Tenemos que encontrarla y acabar con ella antes de que llame demasiado la atención.

 

 

           

            Aquella tarde Antonio y Brigitte llegaron a casa a las nueve de la noche, cuando el cielo de Madrid estaba abarrotado de nubes y había comenzado a nevar copiosamente. Brigitte temblaba de frío mientras caminaban desde el aparcamiento hasta el portal donde vivían y se quejaba.

            - ¿A dónde me has traído? Dijiste que aquí no nevaba nunca -Protestó -. Hace un frío horrible.

            - No es normal que nieve tanto en Madrid en Navidad. De hecho no recuerdo que nevara tanto desde que era niño. Deberías alegrarte porque no es muy habitual por aquí.

            - ¡Odio la nieve! -Siguió quejándose, mientras corría hacia casa con las manos protegidas en los bolsillos de su abrigo.

            Antonio sonrió y la siguió. Hacía un frío que pelaba pero a él sí le hacía ilusión ver nevar en Navidad. Creyó que se trataba del mejor año de su vida porque se había casado el mismo año que la selección Española de fútbol había ganado un mundial y, por si fuera poco, estaba nevando en Navidad.

            Se detuvieron frente al portal y Antonio buscó la llave correcta en la tenue luz que daba la lejana farola. La nieve caía tan fuerte que se acumularon varios copos en su mano mientras la encontraba.

            - ¡Date prisa! -Urgió ella.

            - Pobres perros -admitió Antonio, mientras metía la llave en la cerradura y abría -. Con el frío que hace y tienen que estar en esas casetas al aire libre...

            - Por eso quería que nos hiciéramos socios. Está muy bien haberles dado todo ese dinero pero necesitan un dinero regular -contestó ella.

            - No podemos comprometernos, amor. Es mejor así, dentro de un tiempo les damos más si quieres.

            Empujó la puerta y la invitó a entrar ella primero. Cuando se fue a meter, detrás, vio en el reflejo del cristal de la puerta que había alguien detrás. Una chica de pelo liso y negro con rasgos chinos. Se asustó porque no la escuchó llegar, se dio la vuelta para mantener la puerta abierta y dejarla pasar pero allí no había nadie. Tardó un par de segundos en entender que debió imaginar aquel reflejo porque era imposible que no estuviera allí, estaba seguro de haberla visto.

            - ¿Qué esperas? -Preguntó Brigitte-. ¿Estás invitando a tu amiga fantasma? -Esta pregunta fue lanzada con cierta ironía.

            - No, no -espetó Antonio, dejando cerrar la puerta, preocupado.

            Si hubiera sido Verónica no estaría tan asustado. Era una chica completamente desconocida con rasgos orientales. Prefirió mantener en secreto lo que acaba de ver, seguramente habían sido imaginaciones suyas. Pero no podía quitarse de la cabeza la imagen de aquella chica a la que no pudo ver los ojos. ¿Cómo pudo desaparecer así?

            - ¿Estás bien? -Preguntó su mujer, preocupada.

            - Me pareció ver algo -explicó él mientras abría la puerta de la casa.

            - ¿Algo como qué? Estás blanco como la pared y tú no te asustas fácilmente.

            - No te preocupes, no quiero preocuparte inútilmente.

            Cuando dejó pasar a Brigitte y entró en la casa, sintió el aliento helado de alguien rozándole el cuello. Del susto, entró corriendo en casa, empujando a su mujer y cerrando la puerta de un portazo.

            - ¡Qué te pasa! -Gritó ella-. ¿Estás tonto o qué?

            - Dios, te juro que algo me ha respirado en mi oreja. Algo o alguien.

            - Me estás asustando, ¿qué viste en el portal? -Preguntó Brigitte.

            Antonio se apoyó en la puerta tratando de relajarse, pero buscaba obsesivamente algo a su alrededor que explicara lo que acababa de pasar. Ni siquiera miró a Brigitte, miró hacia todas las puertas. La de la habitación de deporte cerrada, la puerta de la cocina cerrada, la del baño, la del comedor... Abierta y oscura. El pánico le tenía paralizado, algo le estaba mirando desde allí dentro. No podía verlo pero se sentía observado por una presencia oscura y aterradora.

            - Apártate del comedor -susurró, sin mirar a Brigitte.

            - Eres tonto, me estas asustando.

            - ¿Hay alguien ahí? -Preguntó él, con la voz rota por el terror.

            Brigitte miró hacia atrás y al no ver nada se pegó a la puerta de la entrada junto a él.

            - Ayuda... -Dijo la voz de una niña asustada.

            - Dios mío, es una niña… ¿Cómo habrá entrado? -Protestó Brigitte.

            - Te digo que me ha respirado en el cuello -explicó Antonio, que no podía dejar de temblar a pesar de que allí dentro no hacía frío.

            Antonio se separó de la puerta y dio un paso hacia el comedor.

            - Ni se te ocurra acercarte -ordenó Brigitte, aferrada al brazo de su marido.

            - Vamos, tenemos que encender la luz. Seguro que todo esto tiene una explicación y se nos pasa el miedo en cuanto haya luz en toda la casa.

            - Que salga ella -se obstinó Brigitte-. Parece mentira que seas investigador de cosas sobrenaturales. Siempre que una voz atrae a alguien, termina matando a los que se acercan.

            - Si quisiera matarnos ya lo...

            - Huye de la luz -replicó Brigitte, señalando la lámpara del pasillo-. No quiere que la veamos. No se te ocurra exponerte a la oscuridad.

 

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Comentarios: 2
  • #1

    yenny (martes, 27 diciembre 2011 21:58)

    Ya se puede leer, gracias Tony.

  • #2

    x-zero (martes, 27 diciembre 2011 22:41)

    esperando continuacion :o