Karma de sangre

15ª parte

 

            Claro, fuera lo que fuese, esa "niña" huía de la luz, por eso no se dejaba ver salvo en las sombras. Antonio entendió el razonamiento de su mujer y esa forma de pensar no consiguió sino multiplicar su pánico. Ambos se quedaron petrificados, bajo la intensa luz del pasillo sin saber qué hacer, esperando que algo sucediera.

            Brigitte estiró el brazo y encendió la luz de la cocina, que la tenía a mano. Los fluorescentes se encendieron intermitentemente y llenaron el pasillo con mucha más luz hasta alumbrar la entrada del salón.

            Antonio sonrió complacido. Todos esos focos habían conseguido quitarles gran parte del miedo pero la mitad del salón seguía en penumbra y al hacerse la luz notó que el aire de la casa se helaba hasta el punto que salía vapor  visible de su boca, al respirar.

            - Ahora enciende la luz del salón -ordenó decidida-. Vamos no me seas gallina.

            El aludido pensó que no había por qué temer nada. ¿Cuántas veces había tenido que pasear por su casa en la penumbra? Nunca había tenido miedo hasta ese día. Pensó que se habían excedido imaginando cosas y se acercó al salón con determinación. Tanteó la pared sin dejar de mirar por si había algo cerca, pero no había nada raro. Tocó el interruptor y lo pulsó. La luz iluminó el salón y vio el sillón la mesa, las sillas y todo en su sitio. Al otro lado del salón estaba la sala del ordenador en la que se podía ver el interior por la débil luz de la lámpara del salón, que al ser de bajo consumo, emitía un tímido halo amarillento a todas las direcciones. Entonces algo se movió en la sala del ordenador tan deprisa que Antonio no supo qué era. Pasó a su lado en una milésima de segundo y llegó hasta Brigitte.

            En ese momento se fue la luz y se quedaron completamente a oscuras.

            - Tony, por Dios, vámonos de aquí ahora mismo -suplicó Brigitte, casi en su oído.

            - Tienes razón, vamos, abre la puerta, sal corriendo de aquí -recomendó entre susurros, dando pasitos cortos hacia la puerta de la casa.

            Brigitte agarró el pomo de la puerta y en cuanto tiró de ella salió corriendo sin mirar atrás. Bajó las escaleras del rellano como alma que lleva el diablo.

            Antonio iba a seguirla cuando algo le cayó sobre los hombros y le empujó con tanta fuerza que se golpeó la cabeza contra el duro suelo de la casa, perdiendo el sentido.

 

           

            Ella tuvo mucha más suerte ya que nadie la persiguió. Cuando bajó las escaleras y abrió el portal, se chocó de bruces con un hombre que estaba buscando la cerradura en ese momento.

            - ¡Lo siento! -Gritó, corriendo hacia fuera sin importarle si había hecho daño al señor. Miró para atrás un momento y se encontró con que Antonio no iba tras ella y el hombre estaba caído en el suelo, mirándola con una mueca de enojo. Le reconoció, era el vecino de setenta años del quinto.

            Su corazón latía frenéticamente y le pedía correr más, pero se sintió culpable de dejar a su marido atrás y de haber arrollado a su vecino, que se estaba limpiando la nieve de su gabardina.

            Se acercó tímidamente a él y le ayudó a limpiarse.

            - Cuánto lo siento, ¿está bien? -Preguntó, nerviosa mirando al portal, esperando ver aparecer a su esposo en cualquier momento.

            - ¡Déjeme en paz! -Protestó el vecino mientras la apartaba de un empujón. Entró en el portal y pulsó repetidas veces el interruptor del ascensor a pesar de que la puerta se abrió casi de inmediato. Se metió dentro sin dejar de mirarla con una mueca de odio.

            - No sabe cuánto lo siento - se despidió ella, tímidamente-. Vamos cariño, sal... -Suplicó, temblando por el frío y el miedo, entendiendo que si tardaba tanto era porque le había pasado algo.

            Pero no ocurrió nada. El portal estaba en completo silencio y estaba demasiado asustada como para atreverse a volver a su casa. Ella también había visto esa sombra, veloz como el viento saltando hacia ella justo antes de irse la luz. Aún tenía la piel de gallina por el pánico desmedido y sus manos temblaban compulsivamente. A pesar de que quería ver aparecer a su marido por la escalera, también sabía que podía salir esa otra cosa y atacarla. Por eso su cerebro se obstinaba en ordenarle que saliera corriendo y que ya era tarde para ayudar a Antonio.

            Después de dos interminables minutos esperando, decidió volver. ¿Y si la necesitaba? A lo mejor entre los dos podían con esa amenaza que había en casa. Se preguntó si realmente habría alguien ahí o todo era puras imaginaciones de los dos ya que ninguno había visto nada realmente con claridad, salvo Antonio que vio a una chica con rasgos orientales reflejada en un cristal (donde luego no estaba).

            - Vamos, tienes que volver... -Se ordenó a sí misma.

            - ¿Le ocurre algo? -Preguntó alguien a su espalda.

            Dio un salto por el susto. Un hombre estaba justo tras ella, intentando entrar en el portal y ella se lo impedía con su cuerpo, que se había quedado petrificada justo en la puerta. No le había escuchado llegar por pensar tanto en lo que debía hacer.

            Se volvió y vio al hombre más atractivo que había visto nunca. Tenía el mentón cuadrado, nariz recta, ojos grandes, atractivos con pestañas espesas pero bien separadas. Sus piel era blanca como la pared y sus labios no tenían color alguno. Pero sus ojos grises la miraron con seguridad y su cuerpo era musculoso y alto, inspiraba fuerza y confianza.

            - Estoy esperando a mi marido, debería haber salido ya -explicó, sin dejar de estar asustada aunque intentando no parecerlo.

            - ¿Quiere que entre con usted? Lo digo porque parece asustada.

            - No estoy asustada, por favor, pase, pase... -Brigitte entró primero aunque se aseguró de que la siguiera dedicándole miradas intermitentes. Él no se apartó de su lado a pesar de que no sabía si la seguía por ayudarla o porque iba a las escaleras, al igual que ella.

            - Puedo acompañarla hasta su casa -se ofreció el hombre, sonriente.

            Brigitte le sonrió con sincero agradecimiento mientras subía los escalones del rellano que llevaban al piso donde vivía. Al girar la esquina de las escaleras vieron la puerta de su casa abierta y Antonio estaba en el suelo, con la cabeza visible por la luz del portal.

            Estaba inmóvil.

            - ¡Tony! -Gritó, aterrada, pensando que podía estar muerto.

            Intentó encender la luz de su casa pero no funcionó el interruptor. No se atrevió a tocar a su esposo por miedo a que estuviera muerto. Sin embargo, el hombre que la seguía parecía de lo más tranquilo y sin dudar un momento se metió en su casa y pulsó el botón de los plomos. La luz del pasillo iluminó a Antonio y éste, quizás por el ruido o por la luz, despertó de su desmayo.

            Brigitte le miró asombrada. ¿Habían saltado los plomos? ¿Cómo lo sabía ese hombre? y lo más raro, ¿cómo sabía donde encenderlos?

            - ¿Qué ha pasado? -Preguntó, perezoso, Antonio desde el suelo.

            Brigitte se abrazó a él en cuanto se puso de rodillas y ambos se quedaron así unos segundos. El extraño sonreía mientras les esquivaba con intención de marcharse.

            - Espere, espere -dijo Brigitte, visiblemente aliviada-. ¿Es vecino nuestro?

            - No, en realidad venía a cenar con un amigo que vive en el tercero -respondió el extraño con una sonrisa de modelo de revistas-. Pero he vivido en este portal durante años, conozco estas casas como la palma de mi mano.

            Ella siguió abrazando a Antonio, que estaba quejándose de la cabeza.

            - Tenga más cuidado -recomendó el extraño-. Lo digo porque no hay que asustarse de la oscuridad, el pánico puede ser mucho más peligroso que los peligros que nunca han estado ahí. Está demostrado estadísticamente que se producen más accidentes por culpa del pánico que por las causas que lo provocan. Intenten relajarse, tómense una tila.

            Antonio negó con la cabeza mientras pensaba que ese tio no tenía ni idea de lo que hablaba. Como si él supiera lo que había pasado... Miró hacia atrás buscando algo sospechoso por su casa, pero al dar la luz e iluminarse pasillo cocina y salón, le parecía ridículo haber pensado que había algo peligroso dentro. El invitado del vecino se marchó y cerraron la puerta sin dejar de abrazarse. Se preguntó qué habría pensado al ver esa situación tan extraña. Su mujer aterrada y él tirado en el pasillo. ¿Debió creer que se había asustado por que se fue la luz y ambos habían intentado salir corriendo, cayéndose él por no ver por donde pisaba? Bien pensado, eso era lo que había ocurrido.

            No, eso no era lo que había ocurrido. Había visto a una joven oriental y que luego les había dicho "ayudarme" desde el salón. Por no mencionar que ella le había derribado cuando había tratado de salir de casa. Lo extraño era que no le había hecho nada. Esa chica oriental les había dado un susto de muerte.

            - Si tuviéramos un perro no nos asustaríamos tanto -susurró al oído de Brigitte-. ¿Podemos quedarnos a Thai? Ella sabría lo que hay en la oscuridad.

            Brigitte se apartó un momento para mirarle a los ojos. Luego sonrió y le dio un beso en la boca.

            - Mañana mismo vamos a por ella.

            - Resérvala ahora mismo por Internet -pidió él, ansioso-. No sea que alguien la reserve antes.

            - No seas ridículo, amor. Ese bicho no puede gustarle a nadie más que a ti.

            Antonio puso los ojos en blanco, negando con la cabeza, resignado. No podía entender por qué a ella no le parecía la perrita más bonita del mundo, como a él.

            - Vamos a buscar por toda la casa, no sea que tengamos invitados -pidió Brigitte.

            Se separaron aunque se quedaron agarrados de la mano mientras, una a una, revisaron las habitaciones, armarios y fondos, debajo de las mesas, el sillón, el mueble del salón y finalmente, cuando no quedaba nada que chequear, examinaron las terrazas sin encontrar nada extraño.

            - Eres un idiota aquí no hay nada -le regañó Brigitte-. Me has asustado con tus tonterías, eres un torpe, mira que me has asustado no saliendo detrás de mí. No vuelvas a hacerlo, ¿me oyes? Ten más cuidado y deja de decir esas cosas que te imaginas. Creo de debemos dejar de intentar cazar fantasmas, esto estaba tardando mucho tiempo en pasar, nos estamos volviendo locos.

            - Lo siento había olvidado las llaves y al volver a correr para ir detrás de ti me tropecé no sé como y me golpeé la cabeza -mintió Antonio.

            Si le decía la verdad ella no le dejaría dormir. Además seguía dudando si alguien le había derribado o lo había soñado. Como no estaba seguro de si era verdad o no, prefirió no asustarla contándoselo.

           

 

 

            Rodrigo reapareció en su apartamento, en la habitación donde habían tenido a su nueva hermana de la sangre. Samantha estaba sentada en la cama sujetando por el pecho a la peligrosa chiquilla que había estado a punto de ser descubierta.

            - Deberías acabar con esto antes de que se vuelva a escapar -recomendó Rodrigo, enojado.

            - ¿Qué quieres decir? -Preguntó Sam.

            - Destrúyela, recupera tu sangre -ordenó Rodrigo, con firmeza.

            - Puede que se vuelva cabal en poco tiempo, yo también fui descuidada mis primeros días.

            - Casi nos arruina el juego -protestó Rodrigo-. Aunque admito que me ha facilitado la tarea de conocer a la mujer de Antonio. En vivo es más atractiva, tengo que admitirlo. Las cámaras no le hacen justicia.

            - Estuve a punto de llegar tarde -recordó Sam-, ya estaba sobre su cuello cuando llegué junto a ellos. Estuve a punto de dejarla morderle pero tienes razón, si fuera tan sencillo ya lo habría matado yo hace mucho tiempo. Cometí un error dándole mi sangre a esta criatura... Nunca volverá a ser humana y no merece estar condenada de este modo. Creo que tienes razón, no podríamos controlarla.

            - Ayúdame -suplicó la chica, que estaba atrapada entre la cama y la mano de Sam, sonriendo como poseída por un demonio.

            Aunque Sam solo la sujetaba con la mano, ésta no dejaba de forcejear tratando de liberarse. Sus colmillos eran tan largos como alfileres y sus ojos tan rojos que lloraba sangre. Tenía un aspecto aterrador, era innegable. Si la dejaba suelta podía provocar el pánico en cuestión de horas en toda la ciudad. Sin embargo compartía parte de sus recuerdos ya que lo primero que hizo en cuanto despertó fue ir a buscar a Antonio, su presa. Sentía que compartía con ella un vínculo indescriptible, tenían el mismo karma de sangre.

            - Hazlo -ordenó Rodrigo.

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Comentarios: 2
  • #1

    yenny (viernes, 30 diciembre 2011 17:07)

    La última parte de este año, va muy bien el argumento aunque a veces quisiera que avance un poco más rapido pero se que no puedes estar publincado una parte diaria.
    Espero que todo te vaya bien en el año que viene y se pueda dar la ansiada publicación (no se como publicaron crepusculo e hicieron las peliculas y no te publican a ti un libro)
    Cuidate Tony, saludos y un abrazo.

  • #2

    carla (viernes, 30 diciembre 2011 21:19)

    La historia va bien. En mi opinion es un poco predecible y por ende no asusta. Pero me gusta la idea en general de la historia. Espero la continuacion. :)
    Feliz año nuevo para ti tambien Tony, espero que este nuevo año que se acerca sea mejor para ti, lleno de bendiciones y se cumplan tus deseos. Cuidate.