Karma de sangre

10ª parte

            Se levantó del sofá y se acercó a Sam hasta que la cogió de la mano. En cuanto sus dedos se rozaron el ambiente que les rodeaba se transformó por completo. De repente las paredes enmohecidas con cuadros de fruteros y flores en jarrones se transformaron en un espacio abierto. Se encontraban en un ático cuyas vistas mostraban las cuatro torres emblemáticas de Madrid. Cerca había una fuente con multitud de chorros frente a un edificio de cristal. El ático tenía varias butacas con forma de tumbonas y una piscina de cuatro metros de largo y dos de ancho ocupaba su centro.

            Sam se quedó boquiabierta. No era lo más lujoso que había visto, pero era sorprendente el aroma antiguo que rezumaba todo. Aquella no era una casa robada, era de su propiedad. Las rodillas le temblaron de excitación al saber que su forma de vida patética y lamentable podía haber cambiado para siempre.

            - Bienvenida a mi casa de Madrid -se jactó él, sonriente.

            - Impresionante -alabó Sam.

            Caminó hacia la piscina y tocó con sus pies su pulida superficie. Parecía un espejo en el que se reflejaran las estrellas. Con determinación puso un pie sobre las aguas y luego el otro, sintiendo la suave y fría superficie en las plantas de sus pies descalzos. Luego caminó como una bailarina provocando leves ondas en la superficie del agua.

            - ¿Lo ves? -Se enojó Rodrigo-. No tienes el menor cuidado, eres impulsiva y estúpida.

            Cuando le dijo eso Sam perdió la concentración y se hundió en la piscina hasta la cabeza causando un gran chapoteo.

            Salió del fondo materializándose ante él, empapada de pies a cabeza.

            - ¡No toleraré un solo insulto más! -Susurró al oído de su anfitrión.

            - Siéntate ahí y cállate -ordenó Rodrigo, sin elevar la voz, inflexible y sin retroceder un milímetro por la amenaza de Sam.

            Samantha miró la piscina, ahora con las aguas revueltas, y no replicó aunque sus ojos se habían vuelto rojos como la sangre y sus colmillos se habían vuelto a manifestar en toda su longitud.

            - Para que esto funcione tienes que seguir a rajatabla unas reglas -comenzó Rodrigo, en cuanto ella se sentó en una tumbona, junto a él-. La primera y más importante es que nunca, jamás, debes mostrar tus colmillos a nadie. La sed es inevitable y éstos se alargan de forma involuntaria; lo sé perfectamente ya que llevo dos mil años más que tú siendo vampiro. Si alguien los descubriera sabría lo que somos o, como mínimo lo sospecharía, y se habrá echado a perder nuestro más valioso secreto. Ah, y tan importante como los colmillos, debes ser consciente de tu estado de ánimo para cerrar los ojos hasta que se te pase el hambre o la ira. A ningún ser humano se le encienden los ojos como semáforos.

            - ¿Y por qué tendría que tener cuidado cuando no hay nadie? -Exclamó ella.

            - Nunca te confíes -regañó él-. Nunca demuestres lo que eres, lo que sientes, nunca jamás te expongas ni siquiera ante ti misma. Nunca hagas alarde de tu poder inútilmente como has hecho hace un momento. ¿Qué necesidad había de caminar sobre las aguas? ¿Acaso quieres que alguien pueda descubrirte? Podían haberte visto... Podían incluso haberte grabado en video.

            - No lo creo, hay miles de casas -protestó ella.

            - ¡No lo crees! -Se enfadó Rodrigo-. ¡Y tú qué sabes! ¿Te das cuenta de las consecuencias que acarrearían para mí y para ti que alguien te hubiera visto hacer eso? Puede que no pase nada, que lo olvide y se lo cuente a algún amigo y éste ni se lo crea. Puede que de verdad nadie te haya visto, pero podría ser que hubiera una persona que sí, que esa persona te haya grabado en video y que además lo cuelgue en Internet. Podría ser que millones de personas supieran que en esta casa existe una mujer que camina sobre las aguas... ¿Y sabes lo que significaría eso? Que sería el fin de nuestro secreto y no solo en esta ciudad, en todo el mundo. Tardarían años en olvidarlo y parece que no entiendes que para tener lo que tengo he tenido que hacerme amigo de muchas personas. Personas que no tienen ni idea de lo que soy y saben donde vivo. Si una sola de ellas viera lo que has hecho, me meterías en problemas difíciles de resolver.

            - No es para tanto -replicó ella.

            - ¡Cállate! -Exclamó Rodrigo, enojado-. Simplemente obedece, haz caso y no demuestres tu poder ante nadie. ¿Entendido?

            Sam gruñó frunciendo los labios y negando con la cabeza.

            - Creí que esto sería divertido –murmuró, enojada.

            - Otra norma que debes acatar es que no menciones lo que somos. En nuestras conversaciones siempre lo omitiremos.

            - ¿Qué gracia tiene ser un vam... -Se interrumpió-, un "lo que somos" si no podemos usar nuestros poderes?

            - No dije que no los uses, dije que no los uses si no es necesario y si es absolutamente seguro hacerlo. Con el tiempo descubrirás que muy raras ocasiones serán realmente necesarios.

            - Convertirnos en humo y viajar a la velocidad del pensamiento... ¿Es necesario? -Preguntó melosa, insinuando que él lo había hecho hacía unos minutos.

            - Teniendo en cuenta que no puedo fiarme de tu discreción y que seguramente hablarías de nuestras capacidades ante un taxista, no solo necesario, sino de fuerza mayor.

            - Yo no hablaría...

            Rodrigo la detuvo mostrándole el dedo índice.

            - Ya lo has hecho y no hace tanto tiempo -recordó, visualizando la conversación que tuvo con Antonio en un autobús acerca de los vampiros. Eso fue hacía unos años, pero ciertamente fue una temeridad. En aquella ocasión ella hablaba sobre el supuesto de que fuera una vampiresa y el autobús estaba bastante lleno, cualquier podía haberla escuchado.

            - Eres un aguafiestas -reprochó Sam, poniendo los ojos en blanco-. ¿Y cuando necesitemos alimentarnos qué? ¿Usamos tu agenda de víctimas disponibles?

            - Los humanos dedican dos horas al día a proporcionarse alimento. Para nosotros nos bastan veinte minutos. Sabes, a las cuatro de la madrugada puedes ir a cada casa y no ver a casi nadie despierto. Puedes oler a las personas que viven en un bloque de apartamentos y elegir a quienes quieres chupar la sangre. No es un estilo bonito de supervivencia, entrar a las tantas de la madrugada nos equipara a los ladrones. Sin embargo, es nuestro lastre y tenemos que llevarlo lo más discretamente posible. Ve a cualquier portal de varias plantas y bébele la sangre a varias personas. No necesitarás matar a nadie, ni siquiera tienes que morderles en el cuello. ¿Cuántos se han despertado con una espantosa picadura de mosquito en el antebrazo o en el interior del codo? No les importa porque piensan que son mosquitos y el primero que ven recibe su castigo, olvidando el tema para siempre.

            Sam asintió complacida. Era una buena idea y además, sin matar humanos podía sentir que su conciencia se aligeraría un poco. Aunque le fastidiaba un poco la idea de que la estuviera prohibiendo cazar con esa curiosa forma de comer. Puede que lo hiciera una temporada, pero al cabo de un tiempo le aburriría, estaba segura.

            - Hoy estoy repleta pero mañana si quieres... -Recordó a la chiquilla china, Jade y Rodrigo la vio en su mente tan clara como si fuera real y estuviera allí delante.

            - Hay otro cabo suelto -indicó, serio-. Esa niña no puede ver amanecer.

            Antes de que pudiera contestarle, ambos aparecieron en aquella casa sin muebles. Reinaba un silencio casi absoluto que solamente una respiración tranquila rompía con sus inspiraciones y espiraciones acompasadas. Rodrigo empujó a Sam hacia la chiquilla y no dijo una palabra.

            Ella examinó detenidamente a la chica y se dio cuenta de que tenía el brazo completamente hinchado. Le había roto la muñeca antes de irse y aún con ese dolor y todo Jade había logrado dormir. La chiquilla estaba hambrienta, no había salido de casa desde que ella se marchó y la dejó encerrada.

            - No dejes que despierte, no debemos ser crueles. Todos desean morir mientras duermen, sin sentir nada -le dijo él, telepáticamente-. Además, no tiene a dónde ir. Cumplirías su deseo de acabar con todo sin apenas dolor. Se quedará muerta en tus brazos.

            - Me da pena, ha sufrido tantos atropellos.... -Contestó Sam.

            - Es un peligro, te ha visto y sabe lo que eres. Tienes que aprender que nuestro secreto es lo más preciado que debes guardar. No importa cuánto cariño le cojas a alguien, si lo averigua, tiene que morir.

            - En ese caso mátala tú -replicó, fastidiada-. Yo no pienso hacerlo.

            Rodrigo la miró desafiante y emitió un suspiro, algo que demostraba que se estaba conteniendo ya que los vampiros no tienen necesidad de respirar.

            - ¿Por qué ese empeño por salvarla? -increpó él en su mente.

            - Deberías saber por lo que ha pasado -contestó-. Puede que no tenga conciencia pero quisiera darle una oportunidad. Se supone que la he salvado.

            - ¿Deseas convertirla?

            Sam se encogió de hombros.

            - No pienso matarla -se obstinó.

            - Si no quieres que sea como nosotros, tiene que morir.

            Rodrigo se abalanzó sobre la chiquilla china y se le pegó a la pierna desnuda. Mordió en el centro del muslo derecho y comenzó a succionar con evidente placer. La sangre salía tan fuerte de su arteria femoral que se salía de su boca y empezó a bañar el suelo con el rojo fluido vital de Jade.

            Sam sintió un escalofrío al ver tanta sangre desperdiciada. Creía que no tenía hambre pero ver tanta comida la estaba poniendo enferma. Con la lengua notó que sus colmillos estaban sobre sus labios inferiores y el color de la sala se había vuelto rojo, seguramente por que sus ojos demostraban lo que estaba sintiendo.

            Pero no deseaba beber la sangre, lo que más deseaba era apartar a ese vampiro y tratar de matarle ahora que estaba tan vulnerable, ahora que estaba estropeando su primera obra piadosa. No soportaba su arrogancia y mucho menos que fuera capaz de escuchar sus pensamientos robándole su privacidad. Por eso no se movió, no le atacó. Estaba segura de que él sabía lo que estaba pensando y no se atrevía a desafiarle.

            Cuando el corazón de Jade dejó de latir, Rodrigo le hizo un corte en el muslo, donde había mordido. Le bastó una uña para hacerlo como si cortara tierna carne de cochinillo.

Sam temblaba, indecisa… Si la convertía la estaría condenando para siempre a su forma de vida. Pero no quería matarla y ese arrogante de Rodrigo ya la había desangrado.

Sin pensarlo dos veces se cortó las venas de la muñeca izquierda y cuando su sangre empezó a manar, la puso sobre la boca de la chiquilla.

Rodrigo no la detuvo, la miró complacido y sonriente.

- No entiendo tu doble moral –dudó-. A Antonio Jurado quieres verle convertido por venganza, por odio, como un castigo. Y, ¿a ella la conviertes por piedad?

- Ahora somos dos las hijas de Jaspe –explicó Sam, apartando la muñeca y concentrándose en curar su herida-. Míralo de este modo, así no estarás tan pendiente de mí.

- Acabas de perder la mitad de tu alma –corrigió Rodrigo-. Puede que creas que no es gran cosa porque tu autoestima está por los suelos, pero compartir tu poder con un humano es algo que no deberías hacer tan a la ligera.

- ¿Para qué querría tanto poder, ahora que tú me impides usarlo? –Replicó ella, cortante.

No podían arriesgarse a dejar cabos sueltos y eso era lo que debía haber hecho ella antes. Había decidido perdonarla porque al fin había encontrado a un ser humano más monstruoso que ella, capaz de torturar a una niña como Jade y por eso no quería matarla y no estaba dispuesta a que nadie le quitara el mérito de su primer gesto caritativo por el mundo.

            Pero Rodrigo tenía razón en todo. Los humanos no eran víctimas, eran el enemigo y  nada podía justificar que conocieran su secreto. Se había expuesto demasiado a uno de ellos, uno muy peligroso que ya había tratado de matarla varias veces. Ni siquiera se trataba de un humano inofensivo. Había sido una estúpida perdonando la vida de Antonio Jurado tanto tiempo.

            - Estás empezando a pensar como yo -alabó Rodrigo, levantándose y mirándola con una sonrisa prepotente.

            - Por favor, no digas eso –protestó ella, asqueada.

            - Mañana quiero que estudiemos al otro. No nos llevará mucho tiempo.

            - La venganza requiere el tiempo que sea necesario -precisó ella-. Será muy fácil acabar con él, basta con una llamada telefónica.

            Rodrigo la miró con curiosa fascinación.

            - Va a ser divertido -prometió.

 

Continuará

 

 

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Comentarios: 5
  • #1

    Antonio J. Fernández Del Campo (lunes, 12 diciembre 2011 16:17)

    Puedes escribir aquí tus impresiones sobre la historia.

  • #2

    chely (lunes, 12 diciembre 2011 18:15)

    la historia cada vez esta mas intri-
    gante, por favor continua, todos los
    dias me conecto a la pagina para ver
    lo mas reciente y te aseguro que cada
    vez que las leo me facinan mas.

  • #3

    x-zero (lunes, 12 diciembre 2011 19:42)

    continua con la historia, cada vez se pone mejor ;D

  • #4

    carla (lunes, 12 diciembre 2011 20:54)

    Genial!! Espero la prox parte con ansias! ;)

  • #5

    yenny (martes, 13 diciembre 2011 02:18)

    Cada vez esta mejor, sigue asi.
    Esta vez no soy la primera en comentar :( bueno eso quiere decir que hay mas gente pendiente de la historia.
    Cuidate Tony saludos.