Fausta

1ª parte

Nota: Esta historia es independiente a cualquier otra. Pero si habéis leído el resto de relatos no os resultará un personaje desconodico.

 

         El cielo nublado ocultaba la Luna roja en el firmamento mientras en un callejón, cubierto de niebla, se reunían dos hombres para hacer un intercambio. Eran las once y media de la noche y nadie más pasaba por allí.

         — Aquí tiene, cincuenta monedas de oro.

         El otro no dijo nada, se limitó a dejar la cesta que llevaba en el suelo y al lado vació la bolsa del dinero que recibió. En voz baja contó las monedas a la luz de la antorcha de la esquina y las mordió para verificar la autenticidad. Cuando terminó se puso en pie y arrastró la cesta hacia el otro hombre, que estaba impaciente por abrirla.

         — Es una niña —dijo con desinterés—, gitana de sangre pura. Su familia tiene demasiadas bocas que alimentar.

         — No quiero saber nada —respondió el hombre.

         Levantó la manta que cubría el cesto y vio a la niña dormida, de piel oscura, pelo negro ensortijado y de un mes aproximadamente.

         Cuando levantó la vista el mediador ya no estaba.

 

 

         Corría el año 702 d. de C. cuando Alfonso, hijo de Rigoberto Mendoza, compró a su única hija. Hubiera preferido un varón pero los azares del destino le trajeron a esa niña y con ella la paz que tanto buscaba. Su mujer murió un año antes con un niño en el vientre y Fausta llegó para llenar ese vacío.

         A los quince años sabía leer y escribir, fue educada como católica igual que el varón más aventajado y su belleza era motivo de gran alegría para él ya que podía permitirse el lujo de casarla con el noble que ella prefiriere.

         El tiempo le dio la razón y al cumplir los dieciocho, la lista de pretendientes era enorme y para ganarse sus favores la obsequiaban con carísimos regalos: anillos de oro y diamantes, brazaletes, colgantes, collares de perlas...

         Finalmente aceptó las nupcias con el duque de Cádiz, Fernando. Un galante caballero curtido en batallas, de semblante cálido y larga melena morena.

         Por desgracia un año después los beréberes invadieron el país y aniquilaron a toda la nobleza que no les juró lealtad, cosa que su esposo se negó a hacer. Le azotaron hasta la muerte y enviudó a los diecinueve. Sus riquezas fueron expropiadas y se quedó sola y sin un lugar donde refugiarse.

         La historia comienza el día que regresó a casa de su padre el día 23 de diciembre del año 721, que a diferencia de Fernando si juró lealtad al virrey de Cádiz.

 

         La ciudad estaba infestada de soldados con turbante y ella los detestaba. Jamás olvidaría cuando les vio entrar en la urbe con sus lanzas en alto y sin un miserable soldado godo presentando resistencia. Después de la célebre batalla de Guadalete las tropas supervivientes huyeron al norte, dejando el resto del país en manos de los invasores.

         Todo el amor que sentía por Fernando se transformó en odio hacia cualquier autoridad ya fuera cristiana o musulmana.

         No tenía a dónde ir salvo a casa de su padre, que demostró que a veces hay que fingir algo, humillarse y ceder para lograr otra cosa aún mayor.

         Cuando abrió la puerta del caserón la abrazó emocionado. No le había escrito desde que mataron a su esposo, la condena fue tan rápida e injusta que no quiso preocuparlo el tiempo de espera hasta la ejecución, en el que nunca perdió la esperanza de que le perdonaran la vida.

         Cuando le ejecutaron y le hicieron llegar sus objetos de valor como muestra de respeto quedó tan desolada que no quiso hablar con nadie.

         Le ofrecieron el mismo pacto y ella firmó el escrito de sumisión.

         Aun así expropiaron sus propiedades, ya que las mujeres no tenían derecho a ellas, y como si la hicieran un favor la dejaron marchar con un salvoconducto de ciudadanía.

         Si Fernando hubiera firmado esa hoja seguiría vivo, no paraba de repetírselo.

         — ¿Dónde está el duque? —Preguntó con miedo su padre.

         — No se rindió —respondió con la voz entrecortada.

         — Pasa, no te preocupes, en esta casa siempre serás bienvenida.

         — Juro que lo pag...

        Ss —Alfonso le tapó la boca con la mano—. La gente lo oye todo. Anda pasa y cuéntame qué ha ocurrido.

 

 

         Les llevo toda la tarde ponerse al día. Su padre aún guardaba luto y a sus sesenta años no tenía intención de volver a casarse. Desde la llegada de los sarracenos apenas quedaban mozos dispuestos a trabajar sus tierras y en la actualidad subsistía gracias a unos muchachos gitanos. Eran muy voluntariosos y siempre pedían más de lo que les pagaba, pero aunque no lo hacía y se iban enojados, al día siguiente volvían a presentarse.

         — También sigue conmigo Felipe, el tartamudo. Él se ocupa del ganado, tiene la espalda muy mal y ya no está para el arreo de los bueyes. Eleazar regresó de la guerra, gracias a Dios fue de los pocos que pudo hacerlo, es un gran muchacho. Es una pena que no naciera en una familia rica, hubiera llegado lejos.

         — Qué alegría, había escuchado que luchó en Guadalete pero al no tener más noticias pensé que no sobrevivió.

         — ¿Quién te lo dijo?

         — Hasta hace unos meses me escribía con Casimira, siempre fue como una madre para mí.

         — ¿La gitana?

         Fausta sonrió por primera vez desde que llegó.

         — ¿Conoces a otra? Claro, padre.

         — Lo siento hija, supongo que no lo sabes. Este invierno fue muy frío y no lo resistió.

         La chica borró su tierna sonrisa de inmediato y sus ojos se humedecieron.

         — ¿Es que no va a quedar nadie bueno en este mundo?

         Se abrazaron y su padre la consoló con palmadas en el hombro hasta que se quedó dormida en su robusto pecho, vencida por el cansancio y la tristeza.

 

 

         Despertó de madrugada, cuando el rocío helado vestía de canas el tierno trigo que brotaba de la tierra. Se dirigió a las cabañas de los empleados, sabiendo que si no iba temprano los hijos de Casimira y su esposo estarían trabajando los campos y no les encontraría.

         Tocó la puerta dos veces con las uñas y se abrió por la fuerza de su contacto.

         — ¿Hay alguien en casa?

         — Pasa hija —ofreció la voz de una anciana que conocía de sobra.

         Se quedó estupefacta cuando vio a Casimira dentro, esperando en su silla como cada día que fue a visitarla.

        ¿Tú no estabas...

         — Muerta, sí hija, el invierno pasado.  Qué alegría me da verte, mi niña.

         — Venía a dar el pésame... —No terminaba de encajar que estaba viendo a una mujer difunta.

         — ¿Quién está ahí? —Preguntó un hombre arisco.

         Era un desgreñado agricultor vestido con un pantalón de  tela de saco y mostraba su peludo velludo. Salía de una habitación de la casa, malhumorado.

         Fausta no cabía en su asombro y no respondió.

         — ¿Tú no eres la hija del Señor? —Indagó el agricultor gitano—. ¿Qué buscas?

         Fausta miró a la anciana y no sabía si era la única que podía percibirla.

         — Mi hijo no me ve. Sólo tú cariño.

         — Vengo a daros el pésame por la pérdida de vuestra madre.

         — A este desgraciado lo único que le pesa es no tener una botella de vino con la que calentarse por las noches —aclaró la anciana.

         Fausta no contestó ni la miró, le helaba le sangre saber que un fantasma la estaba hablando.

         — Una boca menos que alimentar —bufó el hombretón—, ¡y cómo tragaba la vieja! No te preocupes niña, estamos mejor sin ella.

 

 

         Fausta se marchó sin despedirse mientras el corazón galopaba en su pecho como si quisiera disparársele por la boca.

         — Debes saber algo, Fausta.

         La escuchaba hablar tras ella pero no quiso mirarla. Deseaba que se fuera.

         — Tienes sangre gitana. Tú eres mi séptima hija.

         — Debo estar enloqueciendo, he sufrido muchos golpes últimamente, es una locura nadie debe enterarse o me encerrarán en un manicomio. No quiero que me encierren.

         — Mejor loca que bruja —replicó la anciana, divertida.

         — ¿A quién llama bruja? Maldita...

         Se calló la boca cuando vio que un mozo que repartía semillas en el campo se la quedó mirando extrañado.

         — ¿Decía algo, señorita? —Le preguntó inocentemente.

         Era Eleazar, el chico del que le habló su padre.

         — Pensaba en voz alta, no te preocupes y sigue a lo tuyo.

         El muchacho, que debía tener veinte años, se encogió de hombros y metió la mano en el saco de lino marrón para echar otro puñado en el terreno recién cavado.

 

 

         Cuando llegó a su casa cerró de un portazo detrás de ella y murmuró una plegaria: "Jesús, redentor, no dejes que me siga esa mujer".

         — ¿Todo bien, hija?

         Su padre la observaba desde lo alto de la escalera con expresión preocupada. Aun llevaba el pijama y el gorro de dormir.

         — Sí, padre, sólo fui a dar el pésame a la familia de Casimira.

         — No creo que la echen de menos. No eran demasiado avenidos.

         — No lo sabía —Fausta parecía triste, si no la querían ni sus hijos ni su padre lo normal habría sido que pensara que era una mala mujer, pero ella la conocía y era una magnífica madre que se preocupaba por sus hijos sin medida, quizás era brusca con ellos, pero eran unos cabezotas que no la escuchaban, cualquiera perdería la paciencia.

         —La vida sigue, y sólo podemos contar con los vivos y como mucho recordar a los muertos —sermoneó su padre.

         — ¿Es cierto que no soy hija tuya? —Acusó, enojada por su falta de tacto y con lágrimas en los ojos.

         Esperaba una respuesta airada, un: "¿quién te ha dicho esa tontería?"

         Pero Alfonso la miró con frustración y sobrecogido como si alguien le hubiera dado una terrible noticia.

         — ¿Cómo demonios te has enterado?

         Fausta vio entrar el fantasma de Casimira atravesando la puerta cerrada y cayó desmayada al comprender que no formaba parte de su imaginación y por tanto no estaba loca.

 

 

         «Eran tiempos muy duros, mi marido quería sexo todas las noches después del trabajo y cuando dejé de gustarle empezó a buscarse fulanas. Luego nuestras hijas crecieron y las tomaba a ellas. Al madurar nuestros hijos hicieron lo que aprendieron del padre. Las mujeres somos un cero a la izquierda en este espantoso mundo. Tú eras mi séptima hija, te regalé por tu propio bien.»

 

         Fausta despertó entre sudores fríos en su cómodo colchón de plumas junto a su padre que estaba sentado en una silla reclinado sobre ella con lágrimas en los ojos.

         — Debí contártelo yo —declaró al verla despierta—, no sé qué desgraciado te lo puede haber contado pero juro que...

         —Lo soñé —respondió ella incorporándose y poniendo su mano sobre el cabello de Alfonso—. No se preocupe padre, no estoy enfadada usted. Seguramente me ha salvado de un infierno.

         Alfonso sonrió admirado por la madurez de las palabras de su hija aunque jamás le había llamado de usted y no le gustaba que dejara de tutearlo.

         Sin embargo Fausta estaba furiosa. No permitiría que esos cerdos que compartían sangre con ella se salieran con la suya. Pero ya tendría tiempo de pensar cómo se lo haría pagar.

 

 

 

Comentarios: 9
  • #9

    Chemo (sábado, 27 diciembre 2014 17:16)

    Concuerdo con Yenny. Fausta no es mi personaje favorito pero seguiré leyendo. La historia comienza bien.

  • #8

    Alfonso (sábado, 27 diciembre 2014 05:47)

    El personaje de Fausta me parece muy interesante. Presiento que ella planeó de antemano la muerte de Rodrigo y Alastor para tener el control del mundo en sus manos. Por lo demás, concuerdo con Jaime, algún as bajo la manga debe esconder Tony para justificar la aparente longevidad de Fausta.

    Últimamente he estado muy ocupado con los festejos decembrinos, así que no sé si podré leer la página la siguiente semana. De cualquier forma, ¡felices fiestas a todos!

  • #7

    Tony (viernes, 26 diciembre 2014 23:55)

    Y estoy encantado de que comentes, por si olvido detalles o para refrescar la memoria a otros que no tengan tan frescos los relatos (algunos los escribí hace una par de años).
    Lo de los "poderes" gitanos no sé si tendré ocasión argumental para explicarlo pero en realidad va en los genes y sólo se manifiestan en situaciones de gran aflicción. Fausta ha sufrido mucho se siente muy vulnerable y por eso es más perceptiva. Sus hermanos son unos botarates de cuidado, no sentirían ni un tenedor en su espalda. Y las hermanas... No quiero contar nada que tenga pensado incluir en la historia. Sólo adelantare que todo quedará explicado y quizás tengaís que ayudarme a no dejar cabos sueltos, como siempre.
    Eso sí, puede que estas fiestas no pueda subir más. Espero que al menos tenga tiempo de escribir.

  • #6

    Jaime (viernes, 26 diciembre 2014 23:25)

    Bueno, Tony, no es que quiera quitarte la batuta y contar la historia de Fausta. Simplemente comento lo que parece no tener sentido en base a lo que sabemos de Fausta. Seguramente otros lectores tuyos se habrán hecho las mismas preguntas.

    Por cierto, Fausta me parece un personaje bastante interesante. Tengo curiosidad por saber la razón de que ella haya heredado los poderes de su sangre gitana, mientras que sus hermanos parecen no tener poder alguno.

  • #5

    Yenny (viernes, 26 diciembre 2014 16:48)

    Feliz navidad Tony y para los lectores (aunque un poco atrasada) espero que la hayan pasado en familia :)
    Aunque no soy fanática de Fausta la historia se ve interesante y concuerdo con Jaime tienes que aclarar lo de la familia.
    Saludos a todos y disfruten las fiestas :)

  • #4

    Ariel (jueves, 25 diciembre 2014 21:27)

    Wow un familiar mío en 720, yo que pensaba que la pasa Mendoza era más reciente, me gusta esta historia, espero la.continuación

  • #3

    Tony (jueves, 25 diciembre 2014 07:02)

    Feliz navidad, a todos.
    Buenas observaciones Jaime, me recuerdas al que se pone en el cajón del teatro para decirle las frases a los actores.
    Ten en cuenta que casi todo lo que sabemos de Fausta son suposiciones. Pero todo lo que dices es lógico así que tendrá su explicación en el relato. Como ya se sabe el final, será complicado mantenerlo interesante, pero me gustan los retos.
    ¡Disfrutar de las fiestas!

  • #2

    Jaime (jueves, 25 diciembre 2014 04:40)

    Parece interesante la historia. Me imagino que la historia tratará de que Fausta no era mala al principio y tuvo una juventud aparentemente privilegiada, pero las injusticias que sufre la gente a su alrededor la harán convertirse en la bruja malvada que conocemos.

    Puesto que Fausta nació en el año 720 y conoció a Antonio Jurado en 2007, ¿significa que Fausta es inmortal? Si es así, no entiendo para qué necesitaba la oscuridad elemental que le dio Rodrigo en la historia pasada. Además, no es posible que Rebeca sea su sobrina en la actualidad, y que tenga hermanas... ¿Qué opináis? ¿Ser{an dos Faustas distintas?

    ¡Feliz Navidad a todos!

  • #1

    Antonio J. Fernández Del Campo (miércoles, 24 diciembre 2014 00:34)

    Espero que os haya gustado. No olvidéis comentar.