Nueve de corazones

2ª parte

            Es difícil expresar dónde estaba y qué aspecto tenía él o yo ya que cuando hablaba con él no era algo tangible, yo estaba muerta y ni siquiera tenía cuerpo astral. Éramos dos personas, él comunicándose conmigo con conceptos claros, no con palabras como te las estoy traduciendo. Su mensaje fue como si su conocimiento se transmitiera a mí.

            -  Si preguntas a la gente quienes son las personas que han cambiado el mundo para bien - dijo -, te contestarán que yo, Gandhi, la madre Teresa de Calcuta, Martin Luther King, Lutero,... personas que han destacado, para bien y han transformado el mundo a mejor. Son personas a las que la gente erige altares y son recordadas con cariño. Y aún así, hay muchos que nos odian aunque no hayamos hecho nada malo. Otras son todo lo contrario de la bondad: Hitler, Sadam Hussein, Poncio Pilatos o bien simples creyentes que en tiempos oscuros impusieron por la fuerza sus creencias, o personas que un día tuvieron corazón puro y cuando alcanzaron la cima de sus ambiciones su corazón se corrompió... Personas que han tenido un papel fundamental en la historia y sus decisiones han destruido miles de vidas.

            » ¿Sabes por quienes he luchado más de todos los que he nombrado? Por estos últimos. Por ejemplo, Hitler, amaba a los suyos, a su país, quería hacerlo grande. Amaba específicamente a un grupo de personas y detestaba a otro. No puedo justificar sus actos, cada vida que segó era un puñal que me clavaba en el corazón, su mente obstinada y cerrada nunca encontró comunicación con su corazón. ¿Sabes lo peor? Él era creyente. Es fácil condenarle de hipócrita, cualquiera le echaría en cara que unos días rezaba y otros ordenaba genocidios. ¿Crees que yo no intenté cambiarle? ¿Que le odié como ha hecho prácticamente todo el mundo? No. Yo le amé aunque nunca lo mereció.

            »Qué difícil es para un líder político llegar al cielo. Tomen la decisión que tomen se equivocan para un numeroso grupo de personas. Cualquier nueva ley puede destruir miles de vidas. Y ellos lo saben, por lo que no pueden permitirse el lujo de amar a las personas individualmente. Se limitan a amar a quienes ellos creen que protegen con sus decisiones. Favorecen a unos, perjudican a otros. Y aunque en teoría sean buenos líderes porque consiguen favorecer a más de la mitad de la población, siempre se dejan atrás un porcentaje que por ser menor, no es menos importante y sigue siendo numeroso.

            » Si estos líderes hubieran sido fontaneros, nadie les habría tachado de genocidas porque habría tomado decisiones intrascendentes. Tener poder de cambiarlo todo, fue lo que les convirtió en terribles. Y ese poder, se lo di yo. La gente no entiende que un líder no es otra cosa que la persona más poderosa de un gran número de personas. Si quieres ser líder de un país, busca el grupo más grande y ponte delante de ellos. Mata a ese líder y surgirá otro, más o menos fuerte, más o menos justo, da igual. Siempre hay alguien detrás. Él ni siquiera era el más inteligente, ni tenía más labia, solo fue el más dispuesto a cambiar lo que todos sus votantes querían que cambiara. No se puede exculpar de sus crímenes a su gente, a los que le votaron, a los que le siguieron. Aunque no fueron los que firmaron sus decisiones, Hitler fue su cabecilla al que todos admiraban y seguían. Sus actos de maldad fueron culpa del odio generalizado de la sociedad alemana. Hace falta que una sola persona odie para que ésta cometa actos espantosos. ¿Cuántos más males pueden provocar un país entero que odia a sectores minoritarios del mismo país?

 

            » Muchos creyentes se postran en una iglesia, llevan en volandas estatuas que representan mi muerte, me piden perdón golpeándose el pecho. Siguen su vida y no ponen reparación a sus diferencias con su prójimo. Para ellos no necesitan más que confesar sus pecados, acudir fielmente a la iglesia, mostrarse muy arrepentidos y creen que irán al cielo solo por eso. Porque yo soy su estatua, su salvador y debo hacer caso a la promesa que creen que les hice.

            » Lo entendieron todo mal, y siguen a una estatua de madera, no a mí. ¿Qué tengo que hacer para que la gente comprenda?, que cuando dije que me siguieran, dije que hicieran lo que yo hice. Amar incluso a los que me estaban matando. Tomar la cruz y abrazarla, aceptar las cosas buenas y agradecerlas y las malas, aceptándolas. Puedes preguntarle a Dios "por qué me haces pasar por esto". Puedes pedir entendimiento, incluso puedes pedir que te libre del mal. Pero si no lo hace, hay que abrazar esa cruz y llevarla donde te digan. Hacerlo con amor, sin dejar que el odio habite tu corazón por que es como un veneno que si te toca, te destruye.

            » Demasiados culpan a Dios de que si existiera, no permitiría que pasaran tantas injusticias. Personas que creen que Dios les da la espalda porque no ha curado a un familiar enfermo o una bomba de un terrorista ha matado al amor de su vida. Piensan que si Dios existiera no permitiría tales males y esos pensamientos les llenan de odio. Son pensamientos surgidos por la sed de venganza, por la incomprensión de una vida que no tendrían si no hubieran recibido el regalo de recibirla. Es fácil odiar a los que te causan mal, es fácil amar a los que te hacen bien. Por eso es tan normal que personas creyentes, o que pensaban que lo eran, terminen odiando a Dios.

            » Si amas a una persona, ésta toma decisiones que te hacen daño, te privan de un capricho y te dolerá, pero aunque no lo entiendas sigues amándola. El problema del mundo es que la gente cree que Dios es una estatua que concede deseos. No es su padre, ni su hermano, ni su hijo. No es una persona, es perfecto y todopoderoso, y por tanto, si Dios no les concede lo que le piden, ha fallado y pueden odiarle.

            » Le tratan como al político de turno que gobierna el país. Si falla, es malo y por tanto le odian. Como un hijo malcriado que no tiene lo que pide porque la situación familiar no lo permite y no tiene conocimiento de los motivos por los que su queja no fue atendida. Si amaran a Dios como deben, como su mejor amigo, el que siempre les acompaña y que siempre escucha lo que tengan que decirle, que les ama hagan lo que hagan y que aún en el sufrimiento, él está con ellos, padeciendo con ellos, no tendrían por qué culparle de las desgracias. Como niños buenos le dirían a su padre: "No necesito la bicicleta, seguro que si pudieras comprármela o fuera lo mejor para mí, ya me la habrías dado antes de que yo te la pidiera."

            » Ama a Dios sobre todas las cosas, ama a tu prójimo como a ti mismo. No puedes amar a Dios si odias. No importa a quién odies o a qué odies, importa que odies. ¿Tan difícil es entender el único mandamiento que realmente importa? Cuando estás enamorado de Dios, no vas a la iglesia a arrodillarte, a golpearte el pecho y a caminar como un robot. Lo único que buscas es devolverle todo el amor que te da y lo haces con todos cuantos te rodean. No hay nada más bonito que hacer un bonito gesto, con amor sincero, a alguien que te odia. Cuando ves su cara de sorpresa ves que no necesita pedirte perdón ya que puedes saber cuánto siente haberte hecho daño.”

 

            Me extrañó que hablara de Dios en tercera persona y no en primera, como si él no fuera Dios – me aclaró Verónica -, y me contestó que lo pueden ver todos en cualquier momento con tan solo cerrar los ojos y vaciar su mente. Cuando contemplen el vacío, la soledad y el silencio, verán lo que Dios ve, oirán lo que Él oye y sentirán lo que Él siente. Porque solo en esos momentos, se pueden dar cuenta de que ellos son Dios. Lo demás es una distracción.

            Me explicó que Él, con quien yo estaba hablando, era con el hijo del hombre, el hijo de Dios. La persona que vino al mundo, que puede hablar en "tercera persona" a nuestros corazones.     

            Comprendí entonces el misterio de la santísima trinidad y que la gente debería haber entendido ese misterio y no haberlo apartado de su mente como un secreto inaccesible a sus mentes limitadas.            

            Dios padre es la primera, lo contempla todo, lo sabe todo en primera persona y por eso es quien es. No es un viejo con barba blanca sentado en un trono celestial. Si puedes ser consciente de tu propia existencia, tú eres Dios padre, la primera persona de la santísima trinidad escondido en un avatar de carne, dominado por recuerdos que te dan identidad. No importa que seas ateo, porque aunque dudes de las otras dos personas, tu mera existencia es lo único que importa. Puedes creer que Dios no existe, pero nunca que tú no existes. Es todopoderoso porque tú lo eres. Nadie tiene más poder en tu vida que tú.

            El espíritu Santo es la segunda persona, la que habita nuestro corazón y por tanto es el amor que sentimos hacia los demás. Si no tenemos el Espíritu Santo, estamos vacíos, nos falta lo más importante que Dios nos quiere dar, que queramos tanto a nuestros semejantes como a nosotros mismos. Es la segunda y más importante persona porque sin amor, estamos solos y somos conscientes del vacío que nos rodea, interminable, eterno y asfixiante.

            Después me explicó la tercera persona.

            "Por último estoy yo Jesucristo, la tercera persona porque os hablo desde fuera de nuestros corazones, y por eso se me conoce también como "la palabra de Dios". Lo explicó Juan en la primera frase de su evangelio: "Y la palabra se hizo carne". En tercera persona los hombres me pueden ver y oír enseñando la verdad. Ya sea cuando vine al mundo o cuando alguien habla en mi nombre. Mi misión fue simple, enseñar que el reino de Dios está dentro de nosotros. No que me améis solamente a mí, a la tercera persona. Yo solo soy una persona más.

            Muchos quieren encontrar el camino del cielo, quieren salvarse y piensan que postrándose ante mí van a lograr amarme, que leyendo una y otra vez la Biblia van a conseguir encontrar la salvación cuando no saben lo que es la salvación. No entienden mi mensaje. Les preguntas qué fue lo que vine a decir al mundo y contestan que "traje el evangelio". Pero, ¿qué es el evangelio? La gente no entiende que no vine al mundo para que os aprendáis de memoria unos libros. Mi mensaje no necesita más que tres palabras: Ama a todo. No importa que no me conozcan, que no amen a todos por mí o porque yo se lo enseñara. Mi padre, José nunca supo de mis enseñanzas y está en el cielo. No tuvo tiempo de seguirme y escuchar mi mensaje, como lo tuvo mi madre. Y aún así José está en el cielo.

            Si no amamos, sabiendo que cada cosa que Dios ha creado es tan sagrada como nosotros mismos, si dejamos que el odio se asiente, no encontramos el camino al cielo. Y no es una injusticia, es porque en el cielo no puede haber nada de odio y una vez mueres es imposible quitarte ese veneno. El odio envuelve a los que no consiguen librarse de él y al morir, ataca a sus propias almas provocándose que se auto castiguen. Es imposible salvarse si te odias a ti mismo."

 

           

 

 

            Antonio se despertó por el sonido de la sirena de una ambulancia. Su mente tardó en espabilarse porque había soñado algo asombroso, un sueño tan lúcido que le costó recordar quién era. Recordaba haber escuchado la voz de Verónica en el sueño, serena y cálida como la brisa del mar en calma. Había estado hablando con ella, le había contado cómo era estar en el cielo. Recordaba palabra por palabra y no quería olvidar nada.

            Anotó en un cuaderno todas las cosas que pudo recordar y se sintió extraño haciéndolo. Había escrito la respuesta a uno de los mayores misterios religiosos de la cristiandad, la explicación de la santísima trinidad, y no se sentía pletórico por haber podido entenderlo. Según tenía entendido era tan difícil comprender el misterio como intentar meter en un vaso de agua un océano entero. Sin embargo era muy sencillo.

            Negó con la cabeza y se incorporó de la cama esperando encontrar su destartalado apartamento madrileño. Al encender la luz se sorprendió al ver una lujosa cama y una televisión en un armario empotrado en la pared. Era una lujosa suite de hotel y tuvo que hacer un gran esfuerzo por recordar dónde estaba y por qué estaba allí.