La sombra de Verónica

2ª parte

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

            DETECTIVE PARANORMAL     

 

            Hola, si estás leyendo esto puede que te estés preguntando si soy otro estafador o realmente sé lo que hago. No soy vidente, pero resuelvo casos relacionados con fantasmas, casos reales, por supuesto, casos como seguramente el tuyo, si es que sigues leyendo. No persigo voces en tu cabeza, mi trabajo consiste en resolver casos de asesinatos perpetrados por alguna entidad sobrenatural, casos que la policía da por cerrados sin investigar nada, casos reales en los que seres de otro mundo se han propuesto destrozarte la vida. Si aún sigues leyendo esto, es porque tienes que llamarme.

            Mi precio es de quinientos euros al día, pero si el caso es realmente interesante, puedo ayudarte gratis.

 

            Antonio Jurado.

 

            Justo debajo había una docena de teléfonos sin arrancar. Ese hombre había puesto el cartel en la farola esa misma mañana, de lo contrario lo habría visto antes. Frunció el ceño y pasó de largo, sonriente. No, no tenía nada para ella, su madre no fue asesinada por un ente espiritual, no fue una malición, fue una muerte... Injusta, eso era todo...

            Pero necesitaba ayuda y nadie en el mundo podía ofrecérsela, nadie en absoluto. Ella y su  padre habían entrado en una espiral de dolor de la que dudaba que pudieran salir nunca. Se detuvo en seco a diez metros de la farola y se dio la vuelta. Corrió y cogió uno de los teléfonos. Luego se lo pensó mejor y cogió el folio entero.

            - Necesito respuestas, papa -susurró.

 

 

            Su mente se convirtió en un avispero de ideas cruzadas durante toda la mañana que estuvo en clase. No se enteró de nada y fue por culpa de ese misterioso detective que parecía haberse cruzado en su camino por que el destino así lo había querido.

            ¿Qué le iba a decir? ¿Que tenía unas tías brujas que habían atraído la desgracia a su familia? ¿Que soñaba con muertos desde que tenía uso de razón? ¿Que podía soñar cosas que parecían reales por lo que quizás ahora estaba pagando? Lo cierto era que tenía muchas cosas que contarle pero no sabía en qué podría serle útil, ¿qué iba a investigar?

            Apartó la idea de su cabeza y trató de aprovechar el tiempo que le quedaba de clases. No resultaba barata la matrícula universitaria como para distraerse y perder un semestre por pensar en estupideces.

            Cuando se había olvidado y estaba enfrascada en tomar apuntes, levantó la cabeza para copiar unas fórmulas de la pizarra y vio junto al profesor a un señor de pie mirándola fijamente y emitiendo ruidos rítmicos, como gemidos roncos. Sus ojos no se movían, eran ojos de muerto.

            Se quedó petrificada y no pudo dejar de mirarlo, segura de que nadie más podía verlo u oírlo.

            - ¿Estás bien? -preguntó su compañera de al lado.

            - No entiendo lo que pone en la pizarra -mintió, fingiendo no estar aterrada.

            - Mira yo tengo la fórmula copiada -ofreció su amiga.

            Miró su caderno y copio lo que le faltaba. Cuando volvió a mirar al frente, el hombre había desaparecido.

           

 

            De camino a su casa sacó la hoja del detective y marcó su teléfono. No podía seguir con eso sin ayuda, al menos podía intentar contarselo a alguien que pudiera creerla.

            - Antonio Jurado, detective privado, en qué puedo ayudarle -respondió casi inmediatamente.

            Le costó trabajo hablar porque no sabía qué contarle ni si podría ayudarla.

            - Me llamo Vanesa -mintió-. Me gustaría verle personalmente para contarle un problema... Bueno, un lío... No sé si es posible...

            - ¿Es algo relacionado con fantasmas? -preguntó.

            - Claro, claro, es un problema que me está destrozando la vida.

            - Dígame, dónde podemos quedar... O si lo prefiere, puede venir a mi oficina.

            - No sé, podría venir usted a mi casa.

            - Por supuesto, dígame su dirección y voy inmediatamente.

 

 

 

 

            Antonio apuntó en una libreta la dirección de la primera clienta que llamaba en meses de aburrimiento supino. Harto de no hacer nada en casa decidió que sería una buena idea repartir por calles aleatorias de Madrid carteles por las farolas. Anotó en su mapa los puntos donde los había puestos para pasearse por allí otro día y así comprobar cuántos teléfonos habían arrancado, pero ni siquiera había pegado diez carteles y ya tenía una llamada.

            - Al final la publicidad sirve de algo -se dijo.

            Estaba empezando el verano y hacía un calor infernal. Por más que bebía agua, a la media hora volvía a tener sed y lo cierto era que no le apetecía nada salir de casa. Si tenía calor con un aire acondicionado incapaz de vencer completamente a las altas temperaturas, cuánto debía hacer ahí fuera, ¿cuarenta grados?

            Se vistió mientras se quedaba mirando la foto de los padres de Brigitte que habían puesto en la habitación. Suspiró un poco triste ya que él no tenía fotos de su familia por ningún lado y era porque hacía años que no sabía nada de ellos. ¿Cómo estarían sus padres? Seguramente estarían mejor pensando que había muerto. Según ellos era un asesino sin escrúpulos que había vivido bajo su mismo techo escondiendo su terrible carácter y no confiaron en él cuando la policía fue a buscarle y él les dijo que era inocente. No merecían saber que seguía con vida... Además, si por un casual cedía a su nostalgia y decidía confesarles que seguía vivo, estaba seguro de que le delatarían ante las autoridades.

            - O quizás no... - se dijo, con tristeza. Hacía mucho tiempo que no pensaba en ellos y se sacudió los pensamientos con una negativa de la cabeza-. Tengo una misión y espero que no sea una broma... O una trampa de la policía. Aunque no creo que me busquen, hace tiempo que no hablan de mí en los periódicos.

            Se puso su americana negra con un pantalón baquero gris, sus botas negras le quedaban muy bien con eso, pero en cuanto se las puso decidió quitárselas porque se le cocía el pie dentro. No soportaría el día entero con eso puesto. Ni siquiera con la americana, que a los veinticinco grados de la casa le había empezado a provocar sudores. Se quitó la chaqueta y se puso una camisa blanca de seda. Se miró al espejo y se preguntó desde cuando se había vuelto tan presumido. La respuesta estaba en el cuadro colgado en la pared del fondo, Brigitte le había enseñado a ser más cuidadoso con su aspecto. Aunque se había acostumbrado a que ella estuviera en su vida, aún le sorprendía los cambios que había provocado en él. Antes hubiera ido con una camiseta de algodón con cualquier estampado y unos pantalones de chándal sin preguntarse si eso no iría contra su propia imagen. Ahora era impensable, debía parecer un detective profesional y cuidaba hasta el último detalle, desde el vestuario hasta el coche.

            Se había comprado ya tres coches desde que estaba con Brigitte, sin contar, claro, el que ella llevaba a trabajar que eligió ella misma.

            Mientras se vestía escuchó unas patitas corriendo desde el comedor y unos suspiros alegres acompañaron el ruido de las uñas tocando el suelo. La cabecita de Thai asomó con la lengua fuera y con cara de alegría porque pensaba que la sacaría de paseo.

            - No, Thai, esta vez me voy solo.

            Se agachó acarició a la perra negra en la cabeza, rascándole por detrás de las orejas y causando un gruñido de gusto en el animal.

            - Tienes que quedarte y vigilar la casa hasta que venga mamá -dijo-. Aunque seguramente llegaré antes de la hora de comer...

            Sacó su móvil del bolsillo al recordar a Brigitte y le escribió un mensaje.

            "Salgo a un caso que me ha salido. Ya te avisaré si me entretiene más de la cuenta."

            Pensó que mejor la avisaba para que no se extrañara de que no estaba en casa cuando volviera del trabajo. Se le pasó por la cabeza que quizás estaría interesada en ir con él, pero últimamente venía tan cansada del trabajo que lo único que la entusiasmaba era salir de compras o cenar fuera. El trabajo debería estar prohibido, era la esclavitud del siglo XXI, pendaba. Claro que nadie más podía decir que el trabajo no era necesario salvo él que cobraba quince mil euros al mes por inversiones inmobiliarias que tenía por toda Europa. Un dinero que inflaba su cuenta corriente de tal manera que el banco no hacía más que llamarle para ofrecerle productos y maneras de invertir su dinero. Por supuesto, en cuanto veía el número que le llamaba colgaba sin contestar ya estaba aburrido de decirles que no cada día.

            Cogió las llaves, se lavó la cara y se empapó la cabeza para peinarse y al mirarse al espejo vio que tenía barba de varios días. Qué pereza le daba afeitarse... Bueno no le quedaba mál, le hacía parecer más maduro así que decidió marcharse sin afeitar.

            Justo cuando cerró la puerta sonó su teléfono móvil y apareció el mensaje: "Briiphone: Ten cuidado y avísame si pasa cualquier cosa."

            Contestó: "Qué va a pasar, seguramente es otra chiflada que no sabe con quién hablar."

            Acababa de recordar el último caso que le había llamado a la puerta y no fue tal caso, en absoluto. Fue una mujer que se quejaba de que su hijo no la dejaba dormir. Al parecer había abortado cuando estaba casada y luego su marido murió. En su soledad había comenzado a enloquecer y achacaba a su hijo muerto todos los ruidos que había en la casa. Le llamó con la esperanza de que hiciera un embrujo y le echara de la casa y él se limitó a recomendarle que se buscara un sacerdote que supiera expulsar espíritus, que su especialidad era investigar fantasmas malignos de verdad, no bromistas como ese. No quiso decirle que lo que le estaba pasando era que estaba como una cabra pero se le ocurrió que al menos así le contaría su problema a un sacerdote y éste tendría que decidir si hacerle caso o si la invitaría a formar parte de las voluntarias parroquiales para que no estuviera tan sola y se le pasaran las locuras. Lo cierto es que no supo qué ocurrió con ella, nunca le volvió a llamar.

            Se guardó el teléfono en el bolsillo y cogió el ascensor que le llevaba al garaje. Tenía los tres coches en orden de lujo, el primero era un Audi TT, el segundo un mercedes CLK y el tercero, el que casi siempre utilizaba, un sencillo peugeot 206 azul oscuro.

            En esta ocasión tenía ganas de coger el Audi, pero decidió no hacer ostentación y finalmente se metió en el Peugeot. Escribió la dirección en su teléfono y en seguida se mostró la ruta a seguir. Colocó el móvil en el asiento de copiloto y se dejó guiar por su robótica voz femenina. No estaba lejos, apenas a cuarenta minutos.

 

 

Comentarios: 5
  • #5

    Antonio J. Fernández Del Campo (jueves, 28 junio 2012 23:03)

    Alastor solo le mostró una visión a Antonio, pero gracias por recordarme que eso faltaba por aclarar. En las próximas partes saldrá ese tema de nuevo.

    En la visión solo muere el padre, pero... Era una visión nada más. Antonio aclarará ese tema en esta historia, los padres van a salir aquí.

    Para el que le interese, lo que menciona x-zero está en la parte 8 de Entre la tumba y el ataúd.

  • #4

    x-zero (jueves, 28 junio 2012 22:19)

    perdon, pero no se suponia que los padres de antonio estaban muertos por obra de alastor?

  • #3

    carla (martes, 26 junio 2012 04:18)

    :D me gusta que Antonio vaya a ser parte de la historia :)
    Corrígeme si me equivoco pero el inicio de esta historia,es decir, el primer capitulo se me parece mucho a una que leí en escalofrios.com como si fuera la continuacion, el problema es que ahora mismo no recuerdo el nombre de la historia, pero era realmente parecida. Una chica que visitaba a sus tias y durante la noche ellas hicieron un ritual invocando a Veronica y desde entonces la niña vio fantasmas y todo eso. :s

  • #2

    G. (lunes, 25 junio 2012 19:19)

    Alfín la continuación del personaje mas esperado :D

  • #1

    Antonio J. Fernández Del Campo (lunes, 25 junio 2012 16:33)

    Puedes escribir aquí tus comentarios acerca de la historia.