La reina de los corazones rotos

5ª parte

            Caminó descalza por la carretera, buscando el lugar del accidente de Víctor. Los coches que la veían pasaban a más de ciento veinte kilómetros por hora, acelerando cuando la veían. Entonces se cansó de andar y levantó la mano, haciendo autostop, era la forma más rápida de llegar. Los camiones la pitaban y pasaban de largo gritando por la ventanilla que se fuera al infierno. Otros simplemente aceleraban y ni siquiera la miraban.

            Después de más de veinte minutos, finalmente un chico joven la vio y se paró a su lado.

            - ¿A dónde vas?

            - Más adelante - respondió ella, sin apenas voz por la tristeza que sentía.

            - ¿Qué te ha pasado? Pareces el fantasma de la carretera - dijo, riéndose -. Qué buen disfraz te has hecho pero estamos lejos de Halloween.

            Ella le miró extrañada y no respondió. ¿De qué fantasma estaba hablando? Lo peor es que debía pensar que era gracioso lo que decía y la estaba ofendiendo.

            - ¿A dónde te llevo? -preguntó él, muy amable -. Si no fueras de carne y hueso estaría muy asustado, ¿sabes?

            - ¿Por qué? - preguntó, harta de sus comentarios.

            - Por nada, por nada.

            - Ayer iba a casarme - explicó ella -. Pero mi novio no llegó a tiempo. He venido a reunirme con él.

            - ¿Y dónde está?

            - Un poco más adelante - señaló hacia la carretera.

            - Sube, que te llevo. No son horas de andar... - cuando ella entró y vio sus pies descalzos y sucios, su vestido rasgado y negro por la parte inferior, se asustó un poco -... De andar descalza y sola.

            Cuando Sara cerró la puerta, el chico arrancó el coche.

            - Es muy afortunado, tu novio - dijo el conductor, embelesado por su belleza.

            - No, no lo es.

            - ¿Por qué? Se va a casar contigo y eres muy guapa.

            Ella no respondió. Recordó todo lo que había pasado y se puso a llorar. Quería explicar lo que había pasado pero solo pensar en ello le rompía el alma.

            - ¿Estás bien? - preguntó, tímidamente el muchacho.

            - No - fue lo único que fue capaz de responder.

            - ¿Puedo preguntarte por qué llevas puestos dos anillos de casada? - inquirió él, pensando que si se desahogaba, se sentiría mejor.

            - ¿Dos anillos? - Preguntó, extrañada.

            Se miró la mano derecha y efectivamente, llevaba dos anillos. Uno en el anular, otro en el corazón. Eran idénticos, ambos de oro blanco y amarillo, totalmente lisos y brillantes. Tuvo que parpadear dos veces antes de recordar de dónde habían salido ya que no se había llegado a casar todavía.

            - No lo sé... - contestó.

            Entonces pudo recordar cómo le sacaba el anillo a su marido, Antonio, cuando estaba en la ambulancia porque se le había empezado a hinchar el brazo derecho. Como no sabía qué hacer con él, se lo puso en el anular y aun así le quedaba algo suelto. Se quedó con la boca abierta al recordar aquello, ya que no tenía recuerdos reales de ningún Antonio.

            Levantó la mirada y reconoció el lugar del accidente. Entrecerró los ojos, con la extraña sensación de que había visto esa curva infinidad de veces.

            - ¿Ves aquella curva? - preguntó ella.

            - Sí... - el chico estaba pálido y la miró.

            - Allí fue donde murió.

            Cuando el muchacho miró hacia delante, la curva se les echó encima, era demasiado tarde para frenar. No tenía señalización alguna, no tenía quitamiedos y el peralte no era suficientemente inclinado para ser una curva rápida. Iban a más de cien kilómetros por hora cuando las ruedas perdieron contacto con el asfalto. El coche atravesó el arcén saltando el badén de la carretera a pleno bosque. Intentó frenar pero el vehículo botaba sobre la tierra y las piedras, arrancó helechos y rocas del suelo, arañando todos los bajos del vehículo y pasando junto a varios árboles hasta que alcanzaron uno de lleno, en pleno centro. El impacto fue brutal, el árbol alcanzó el parabrisas, que se partió en mil pedazos aplastando el salpicadero las piernas de los ocupantes del vehículo.

            Saltaron los airbags delanteros y los cristales volaron haciéndoles infinidad de cortes en la cara y los brazos desnudos.

            Durante varios minutos no se movió ninguno de los dos. Finalmente el chico se movió y se limpió el pelo de cristales. Tenía las manos llenas de cortes y la cara le sangraba en varios puntos. No se atrevió a tocarse porque le dolía toda la piel.

            - Nunca creí esas historias, seré idiota...

            Ella despertó con su voz. Tenía la cabeza apoyada en el airbag y notaba un dolor intenso en la pierna izquierda. Algo se le había clavado ahí y seguía estando ahí, presionando.

            - Estamos atrapados - dijo él, con voz triste.

            - Es como siempre ha sido. Nadie sobrevive a esta curva - explicó ella-. Mi marido está muerto - ahora podía recordarlo todo, no era Sara, nunca lo había sido. Había estado alucinando ese día y el anterior pensando que era ella, viviendo su vida, siguiendo sus pasos. Y lo hizo porque la entendía, porque sus historias eran muy parecidas y, de algún modo, el fantasma de Sara la utilizó para repetir la rutina de su último día de vida. Se sentía en paz y feliz porque sabía que no le quedaba mucho tiempo. Pronto se reuniría con Antonio en el cielo.

            - Mírate - dijo él, señalando a sus piernas -. También estás sangrando. Vas a morir conmigo y pareces feliz.

            - Debí morir hace meses - replicó ella, seria -. Al fin ha llegado mi hora.

            Pero se miró la pierna sangrante y se la tocó. Tenía la guantera aplastada contra su muslo izquierdo y éste sangraba y le dolía. La sangre salía de su pierna gota a gota, había tenido suerte de que no le dañara la arteria femoral.

            - Sabes qué - preguntó el chico -. Siempre quise escalar el Everest. Pero me dejé llevar por los consejos de mis padres y nunca lo hice porque no quería morir joven. He hecho escalada desde los catorce años y la dejé de lado para estudiar y conseguir un futuro prometedor...

            - ¿Por qué me cuentas esto? - preguntó ella.

            - Míranosico, señalandoaba mucho tiempo era  - respondió él, sonriente -. Esta es una curva ciega, no nos verían desde la carretera ni aunque el coche explotara. Aunque alguien se asomara, no nos vería por la vegetación y los árboles. Este es el fin, voy a morir joven y encima no he subido al Everest.

            El muchacho se tocó la pierna y se miró la mano. Estaba empapada de sangre. La miró sonriente, pero era una mueca de tristeza y frustración contenida.

            - ¿Cómo te llamas? - preguntó Brigitte, sintiendo lástima por el chico.

            - Nicolás,  pero llámame Nico - respondió. El fuego del motor se apagó por lo que empezaba a ser difícil ver en la oscuridad. Al menos ahora sabían que no morirían por una explosión. Aún estaba encendido el contacto y el salpicadero del coche y los LED del reproductor de CDs emitían pequeños resplandores amarillos que les permitía seguir viendo algo.

            - Yo soy Brigitte - contestó ella -. Y creo que el fantasma de la carretera no existe. De algún modo me poseyeron sus recuerdos, he vivido en estos dos últimos días... en la cabeza de otra persona. El fantasma no existe, nunca existió fuera de mi cabeza. Siempre hemos sido nosotros, los vivos, que nos obsesionamos por encontrarla hasta enloquecer por completo.

            Sonrió y negó con la cabeza. Sara descansaba en paz, lo mejor que podía hacer el mundo era dejar de recordarla. Se le cerraron los ojos y se durmió. Seguramente no volvería a despertar.

 

 

            «Impostora» - la acusó la voz de una mujer -. «Me has estado engañando.»

            Despertó por la fuerza de aquella voz aunque no estaba segura de haber escuchado nada. Fue más bien como un pensamiento ajeno, una voz dentro de su cabeza.

            - Nos casamos en Las Vegas ante un hombre de Dios - explicó en pensamientos, aún con los ojos cerrados y medio inconsciente-. El murió hace tres meses, igual que Víctor. No te tengo rencor porque sé lo que sentiste y quiero morir como tú.

            «Estúpida arrogante» - insultó la voz -¿Crees que sabes lo que siento? ¿Crees que has sufrido lo mismo que yo?»   

            - Pues claro que lo sé. Yo también perdí al hombre de mi vida - pensaba, aún con los ojos cerrados-. No quiero seguir viviendo.

            «Eres sincera de corazón pero mientes sin saberlo…»

            - ¡No te miento! - gritó, esta vez con la voz.

            Nicolás se asustó por aquella forma de despertar.

            - ¿Con quién hablas? - preguntó, temeroso.

            Ella le miró a los ojos, se sentía débil y al ver al chico a su lado se dio cuenta de que solo había sido un sueño y que habían llegado a eso por su culpa.

            - El fantasma,... ella murió para reunirse con su novio en el otro mundo... Yo quiero hacer lo mismo pero no quiere que la siga... - explicó.

            - ¿El fantasma? - el chico hizo una mueca -. Creía que habías dicho que no existía ¿Qué tal si intentas no morirte? No podré salir si tú no pides ayuda.

            - Es inútil, nadie sobrevive a Sara - sentenció Brigitte -. He soñado con ella, parecía tan real...            

            - ¿Qué? - preguntó Nicolás.

            Al estar despierta no sentía su voz y empezó a creer que había soñado que la escuchaba pero nunca estuvo allí. Sin embargo lo que le había dicho le sembró una duda. ¿Qué quería decir con se mentía sin saberlo? ¿Significaba que estaba vivo o que estaba muerto?

            - ¿Puedes ayudarme a salir? - preguntó Brigitte, recuperando un ápice de ganas de vivir. Sin Antonio no sería lo mismo el chico tenía razón, si ella moría, Nicolás también y no podía permitirlo. Ella podía seguir viviendo, olvidaría a Antonio, todo el mundo supera sus penas. Pero lo que más la motivaba para intentar cualquier cosa era su deseo de que Nicolás no muriese por su culpa. Si hubiera estado sola, se hubiera dormido hasta que se terminara todo.

            - Lo siento - dijo ella -. Ojala pudiera dar marcha atrás y te habría evitado esto.

            - Puedo intentar sacarte de ahí - replicó él -. Pero deja de decir cosas raras.

            - ¿Cómo piensas hacerlo? - preguntó Brigitte.

            - Tengo la barra antirrobo aquí debajo. Puedo intentar hacer palanca y liberarte la pierna izquierda, la otra parece que puedes sacarla sin problemas. La mía está muy aplastada y no tienes fuerzas para liberarme y, además no podría andar, pero tú no pareces tan mal. Si te saco, prométeme que volverás con ayuda. Pero, sobre todo, prométeme que ya no vas a repetir eso de que quieres morirte ni harás que otro coche se estrelle encima de mí.

            Brigitte sonrió, Nicolás tenía sentido del humor, eso significaba que aún le quedaban fuerzas.

            - No quiero morir - replicó, sincera -. Y ya se me ha pasado la alucinación.

            - Yo tampoco quiero morir - dijo él, sonriente -. Por favor, no dejes que muera aquí solo.

            Se inclinó y metió las manos bajo su asiento. Cogió una barra amarilla de metal y la encajó entre la guantera y el asiento, junto a su pierna. Mientras se inclinaba, salió de su cuello un crucifijo que llevaba en una fina cadena de plata.

            - ¿Crees en Dios? - preguntó ella, sorprendida.

            Él asintió con dudas, mientras sacaba con dificultad el duro hierro plastificado por la parte izquierda de su asiento.

            - ¿Preparada? - dijo, puede que te duela un poco.

            - Cuando quieras - animó ella.

            El chico tiró con todas sus fuerzas y sonaron varios "crack". La portezuela de la guantera se partió y Brigitte sintió un intenso dolor al salir el pico del plástico que tenía clavado en su muslo. Su pierna quedó liberada pero empezó a sangrar más. Esta vez salía sangre más deprisa pero al menos podía salir si conseguía levantar la guantera un par de centímetros más. Él recolocó el hierro y volvió hacer presión hasta que consiguió liberarla por completo. Brigitte vio que el corte que tenía era profundo pero no había dañado el músculo. Se taponó la herida con la mano y palpó la puerta para encontrar por dónde abrirla.

            - Por favor, date prisa - rogó el muchacho.

            Ella asintió con la cabeza y abrió la puerta del coche que, por suerte estaba intacta y no encajada por el golpe. Los bajos del vestido se le llenaron de sangre enseguida. Sería un problema ya que nadie, en esa carretera, a esas horas de la noche, pararía ante una novia ensangrentada. Debía tener cuidado de que nadie quisiera atropellarla pensando que libraba al mundo de un peligroso fantasma.

            Cuando salió al arcén y suplicó ayuda con los brazos, se encontró con que pasaban uno o dos coches por minuto circulando en ambos sentidos. Todos iban demasiado rápido para verla. Después de tres intentos, del siguiente coche que pasó escuchó el grito de una chica al verla en el arcén. Estaba asustando a todo el mundo y con razón. Se sentó en la carretera y se preparó para caminar un buen trecho hasta un teléfono, se rasgó la falda por las rodillas y utilizó la tela para vendarse la herida del muslo. Cuando levantó la mirada había un camión detenido ante ella y el conductor silbaba por la ventanilla.

            - Encanto, ¿qué te ha pasado? - decía mientras la miraba la pierna no vendada con cara de pervertido.

            - Gracias a Dios, ¿puede llamar a una ambulancia y a los bomberos? Hemos tenido un accidente, hay un chico atrapado en su coche, unos metros más allá.

 

 

 

            Consiguieron salvar al Nicolás, sacaron los hierros que le aprisionaban y llegó al hospital con vida. Al menos eso fue lo último que supo de él. No volvió a verle y no tenía muchas ganas, la verdad, se sentía culpable de casi haberlo matado por haberse dejado llevar por una fantasía o un fantasma... nunca lo sabría.

            Luego fue a la policía y les dijo que los accidentes de esa curva eran por culpa de la leyenda. Que debían quitar las fotocopias que tenían a la venta para que las chicas dejaran de sugestionarse. El policía que estaba allí aseguró que el fantasma de la carretera no existía, pero antes de su leyenda había más de cien accidentes al año, muchos en aquella curva fatídica. Desde que murió Sara y se divulgó su forma de morir, habían bajado a una media de veinte. A la ciudad de Santa Fe le convenía que la gente temiera a los fantasmas. Moría mucha menos gente al año.

            No esperaba una respuesta así. Después de todo, a pesar de parecer uno de los fantasmas más crueles de las leyendas populares, hacía un bien por su pueblo. Desde 1982 habían pasado casi treinta años, y si tenía en cuenta que morían unas ochenta personas menos al año, eso hacía un total de dos mil cuatrocientas personas salvadas.

            Mientras pensaba eso volaba de vuelta a Madrid con la estúpida idea en la cabeza de que quizás Antonio seguía con vida. ¿Por qué sino, se habría salvado del accidente? ¿No cumplía todos los requisitos?, las demás chicas desaparecidas seguramente sí los cumplían todos. Todas habían debido perder a alguien. Bueno, no podía asegurarlo ya que no entrevistó a ninguna familia (y se le quitaron las ganas después de su incidente).  Pero si su teoría era cierta, hubo un detalle importante por el que Sara se salió de ella antes de que fuera tarde para salvar a Nicolás. Era una teoría, claro pero, ¿y si Antonio no había muerto? No había nada que quisiera creer con más fuerza que eso y se entusiasmó al pensarlo. Claro, tenía que referirse a eso cuando dijo que se mentía sin saberlo.

            Sara la había dejado vivir porque Antonio seguía vivo, o al menos, eso le dio a entender. Pero era una idea absurda. Si estaba vivo, ¿por qué no había aparecido en tres meses? Tenía que admitirlo, aquel viaje no había servido para nada. Seguía creyendo que él volvería y cualquier tontería confirmaba sus sospechas aun sabiendo que no tenía ningún fundamento para creerlo.

 

            Cuando llegó a Madrid y paró a un taxi, le dijo la dirección de su casa.

            «Prometí no volver, después de aquella carta. Pero si sigue vivo, me encontrará allí y sino... he hecho una promesa a una pared.»

            En el trayecto se imaginó entrando, viéndole allí y explicándole que no había podido ir antes porque había perdido la memoria o le habían secuestrado unos tipos muy malos. Sonrió negando con la cabeza y se dijo a sí misma que estaba volviéndose loca y que, le gustara o no, le había visto muerto en esa camilla.

 

 

            Cuando abrió la puerta se llevó un disgusto al notar que la cerradura seguía echada tal y como la dejó ella. Señal clara de que él no había regresado, cosa que no resultaba sorprendente sino decepcionante. Entró y volvió a examinar su antiguo hogar, pensando en lo mucho que lo extrañaba. Tanto su rutina como a él. Se acercó a la mesa del salón y frunció el ceño al percatarse de un detalle.

            - ¿No dejé la carta ahí encima? - se preguntó al ver que la mesa estaba vacía.

            Abrió la boca y entendió lo que debía haber pasado. Había pasado una semana fuera y en ese tiempo alguien había cogido esa carta y se había marchado con ella.

            - El fantasma tenía razón, está vivo - su corazón se aceleró, por la emoción.

            Entonces la cortina del comedor se movió violentamente por un golpe de viento. Miró al suelo instintivamente y vio el sobre blanco debajo de la mesa.

            Su alegría se borró como un dibujo en la arena al pasar una ola.

            - Dios, ¿por qué no puedo asimilar que nunca más volverá?

 

 

 

FIN

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Comentarios: 11
  • #1

    Antonio J. Fernández Del Campo (sábado, 20 agosto 2011 09:31)

    ¿Que te ha parecido la historia? Por favor, tus comentarios dan vida a esta página.

  • #2

    yenny (sábado, 20 agosto 2011 17:18)

    No entendi bien si los recuerdos de Brigitte eran una alucinación o el fanstama la poseyo.

  • #3

    Tony (sábado, 20 agosto 2011 19:31)

    El fantasma la poseyó y provocó toda la alucinación, como hizo con tantas chicas.

    Pero también puede ser que fuera una alucinación colectiva... Te dejo a ti que creas lo que mejor te parezca.

    Habrá, al menos, otra historia de Brigitte donde su vida terminará de... encarrilarse, o puede que muera. La verdad es que se va a meter en un buen lío.

  • #4

    Mike (sábado, 20 agosto 2011 20:02)

    wow yo creo ke fue poseida por Sara muy buena historia

  • #5

    Carla (domingo, 21 agosto 2011 01:08)

    Bueniiisiiima

  • #6

    Vanessa (domingo, 21 agosto 2011 02:59)

    heyyy me encanto ru historia aunke tenia la misma duda k yenny pero ya entendi

  • #7

    yenny (domingo, 21 agosto 2011 04:22)

    Tengo otra duda porque el fantasma le dijo que mentia aunque ella no lo sabía, era otra alucinación o en la siguiente historia lo sabremos yo creo que fue poseída por Sara por eso no se si la voz era alucinación.

  • #8

    Antonio J. Fernández Del Campo (domingo, 21 agosto 2011 12:45)

    En cuanto comience la siguiente historia lo entenderás, yenny.

  • #9

    yenny (domingo, 21 agosto 2011 16:44)

    Eso es cruel Tony me vas a hacer esperar mucho.

  • #10

    Tony (martes, 27 septiembre 2011 16:36)

    A quien le interese, la siguiente historia es "Entre la tumba y el ataúd".

  • #11

    JD (martes, 24 enero 2012 20:38)

    buena =)