Raíces en el infierno

2ª parte

 

 

 

11 de junio de 1999

            Hoy me esperaba en la puerta de casa con su gabardina vieja, sentado en la escalera. Sabía a qué hora llegaría y que estaría sola. Al verme llegar no me miró pero dijo con una voz ronca, como de ultratumba:

            —¿Por que fuiste a mi casa?

            —Discutí con mis viejos —respondí asustada.

            —¿Y por eso vas a verme... A mí?

            Entonces levanto la cabeza, se quitó las gafas y me miró intensamente. Al fin pude ver sus pequeños ojos, oscuros como cuevas. Su mirada me dejó helada.

            —No pretendía molestar.

            —¿Qué sabes de mi?

            —Nada.

            Me siguió mirando a los ojos y finalmente me dijo:

            —¿Y no te han enseñado que no debes confiar en los extraños?

            —Ya, tampoco es que confíe mucho en los que conozco, ¿cuál es la diferencia?

            —Vosotras, las niñas de papá, os creéis que si no os dan lo que queréis el mundo se viene abajo. No tienes ni idea de lo podrido que está...

            —No me des un sermón, por favor —protesté—. Ya me los dan a diario mis viejos.

            —Escucha: A veces siento que he desperdiciado mi vida al elegir un camino solitario, sin familia e hijos —respondió con seriedad—. Pero gracias a ti me alegro de no tener a una desagradecida mimada bajo mi mismo techo.

            —¿Yo?

            Se levantó y me dio la espalda subiendo a su casa. Estaba indignada, furiosa, porque el concepto que tenía sobre mí era completamente equivocado.

            —Y yo pensaba que quería vivir sola, pero viendo a un amargado como tú se me han quitado las ganas.

            Se detuvo. Me miró por encima del hombro y suspiró.

            —La próxima vez que llames a mi puerta, asegúrate de no llamar con los nudillos.

            —¿Que te hace pensar que volveré? —Repliqué ofendida.

            —Nada ha cambiado. Volverás a explotar... Y mi puerta estará abierta para ti la próxima vez.

            —¿Dejarás que entre en tu casa una "niña mimada"?

            —Sólo soy un amargado solitario. Me complacería tu compañía.

            Dicho esto subió y entró en su casa. Escuche que corría sus tres cerrojos y me dije que nunca volvería a subir.

            Pero según escribo todo esto me doy cuenta de que yo no soy una niña mimada ni él un amargado solitario. Ese hombre... Me gusta. Y a mi no me suele gustar nadie.

 

 

 12 de junio de 1999

            Y tenía razón. Exploté cuando mi viejo me decía que no le gustaba mi actitud con ellos, que debía que tratarles como mis padres de verdad y que era una desagradecida porque me habían abierto sus puertas. Que si lo prefería podía volver al orfanato del que me sacaron ya que hasta ahora sólo les he traído problemas, gastos y preocupaciones.

            Me levanté y le grité en la cara que me iba y que no volvieran a buscarme que no quería ser encontrada.

            Fui a mi cuarto, cogí algo de ropa, mi dinero, el diario y al salir cerré la puerta de un portazo. Tanto él como la tarada de su mujer me miraban con incredulidad.

            Esperé unos segundos y al imaginar que saldrían y me verían allí subí corriendo al piso de arriba y me quedé arrodillada en la puerta del tipo de las gafas.

            Pensé llamar pero recordé que me dijo que no lo hiciera con los nudillos y pensé...  ¿Y cómo voy a hacerlo? Luego me di cuenta de que tenía timbre. Toqué unos segundos el botón blanco sin presionarlo y lo acaricié.

            Aún así llame con los nudillos. ¿Porque no iba a hacerlo?

            No tardó en abrir.

 

 

            Me ha pillado escribiendo en mi diario y casi lo rompe en mil pedazos. Dice que si vuelve a verme contar algo sobre él... "tendrá que matarme".

            No sonó ni mucho menos exagerado, lo dijo con una serenidad y una frialdad tal que me quedó claro que lo cumpliría. Y aquí estoy escribiendo de él otra vez. Aunque él no está y no pienso dejarle encontrar esto de nuevo. Me dio un sermón sobre las reglas de vivir bajo su mismo techo. Me dijo que él no era mayordomo de nadie, que si quería comer tendría que ganármelo con cosas como lavar y planchar su ropa, recoger la casa, barrer y fregar, hacer la comida, etc. Cuando me dijo que fuera yo a comprar me negué en redondo, respondí que mis padres me verían pasar delante de su casa, seguramente la policía me buscaría por todo el barrio y preguntarían por mí. Eso le dejó pálido. Me dijo que no podía ayudarme y estuvo a punto de echarme de su casa. Me arrastró por el pasillo y me negué a patadas y golpes pero no conseguí detenerlo hasta que le di un beso de torniquete. Suspiró, me soltó y dijo que buscaría otro apartamento y nos mudaríamos.

            La verdad es que supe desde el primer momento que me dejaba estar en su casa porque le pongo cachondo. Es algo que consigo con facilidad, mi descaro asusta a muchos pero les encanta a otros. ¿Qué le voy a hacer? Soy un ángelito como mi nombre indica.

 

30 de junio de 1999

            Nos hemos mudado a la avenida "No te importa" y en el piso noveno B, no ve, no ve, es un chiste viejo. Me ha permitido seguir escribiendo por dos motivos, uno que me hace sentir menos sola y dos porque esta es mi "casa". Me dio un sermón sobre lo que significa para él su hogar y es una triste planta de maceta. Tiene nombre, Berta. Y lo más raro de todo, la mima como si fuera un gatito. La rocía con su espray de agua todas las mañanas antes de irse al trabajo y le da un masajito con un paño húmedo a sus hojas planas y verdes que parecen de plástico. Cuando la termina de acicalar, coge su maletín y se larga.

            Por cierto aún no sé a qué se dedica pero debe ganar mucho porque con dos días a la semana de trabajo tiene para pagar todo el mes del alquiler. A veces ni eso. ¿Y qué hacemos cuando no trabaja? Damos largos paseos por Madrid. No le gustan los parques, va a zonas residenciales, hace fotos a casas nuevas y viejas, le da igual. Siempre vamos caminando, jamás cogemos un taxi y eso que hemos tenido que caminar hasta dos horas de ida y otras dos de vuelta.

            Aunque dice que son paseos, no lo son. Lo sé porque más de una vez le he pedido que vayamos por un sitio y él me dice que tenemos que ir por otro, como si hubiera quedado con alguien. Es muy rarito y la verdad es que su halo de misterio no hace más que aumentar a medida que le voy conociendo.

            Por cierto, se llama Frank.

            Y hablamos mucho, le he contado mi vida desde que tengo memoria hasta hoy y sabe escuchar. Me ha dicho que algún día me ayudará a encontrar a mi madre para que se entere de que sigo viva y al menos sepa que ya no la necesito. Pero bien pensado... No sé nada de él. Nunca hablamos de su vida, siempre comienza las conversaciones con preguntas sobre mí y si le pregunto algo responde "¿Y tú?". Voy a ver si mañana consigo averiguar cosas de su pasado. Sé que no me hablará de su trabajo ni de lo que lleva en esa maleta vieja cada vez que sale a trabajar, pero tuvo que ser niño, debió tener familia... Ya me enteraré.

 

27 de mayo de 2000

            Esta es la primera vez que puedo escribir de nuevo en mucho tiempo, casi un año. Frank me lo prohibió al ver que hablaba de él y creí que lo había quemado o tirado a la basura, pero lo guardó en el cajón de su cómoda.

            Cuando me lo quitó descubrí por accidente que en realidad era un asesino profesional. Un día llegó del trabajo sangrando y al irse a duchar dejo el maletín junto a la puerta. Le pregunté qué le había pasado y me dijo que buscara gasas y alcohol.

            "Tropecé" con la maleta y se abrió. Al menos eso le dije a él. En realidad lo abrí con el pie que técnicamente se podría decir que fue un tropiezo. Vi armas, un cuchillo, un rifle con mirilla y silenciador, una pistola y munición para matar a toda una ciudad.

            Se cabreó mucho conmigo, me dijo que ahora sólo tenía dos opciones, matarme o contratarme como su ayudante y no quería ese mundo para mi. Pero aún menos deseaba matarme.

            Desde ese día no escribo nada y pasaba el tiempo limpiando armas, desmontándolas y montándolas, calibrando la mira pero no me dejó disparar munición de verdad hasta que me permitió acompañarle a uno de sus trabajos y me pidió que fuera yo la ejecutora.

            No pude apretar el gatillo. Desde ese día pensé muchas veces en volver a mi casa. Me asusté mucho, Frank me dijo que aún no estaba lista pero que cuando fuera capaz de matar, las siguientes veces sería más fácil.

            Pero yo no quería asesinar una vez, mucho menos varias veces. Pensé que sólo pretendía echarme las culpas de su abominable trabajo, que me utilizaba para tener una via de escape. No le dije lo que pensaba, claro, le tenía tal miedo que jamás le di razones para estar descontento conmigo. Pero un día cuando me dejó sola y me escapé mientras él trabajaba. Regrese a mi casa.

            Llamé a la puerta y abrió mi padre. Sus ojos se abrieron como platos y me hizo entrar. Aparentemente se alegraba de verme y quiso abrazarme pero me negué poniendo la mano delante. Entonces él suspiró y me dijo que llegaba en el momento justo. Por lo visto tenía que ir a una audiencia con el juez que llevaba el juicio por mi desaparición. Le habían acusado de matarla.

            Yo flipé en colores. ¿Matarme? ¿Quién había hecho la denuncia?

            Me respondió que fue el centro de acogida que con un informe de una tal Casilda se me consideraba muy peligrosa y por tanto mi "oportuna" desaparición pudo ser debida a un intento por parte de su familia de deshacerse de ella. Los gritos en casa no le favorecían en absoluto. Para que lo entendiera me dio una copia del informe:

 

Notas de Casilda, asistente social:

 

            Este es el informe de la niña que me tengo que entrevistar a las once, dentro de cinco minutos:

 

Informe de Ángela Gutiérrez Padilla, fecha de nacimiento estimada 1985: 

 

            Encontrada en estado de shock en una casa rural a nombre de su padre. El lugar estaba repleto de cadáveres y tenía muestras inequívocas de sadismo. Al llegar la policía apareció ella, llorando en una esquina oscura. Identificada y aseada, fue puesta a disposición de los Servicios sociales a fin de darle tratamiento psicológico e informarle de la muerte de su padre. No se han encontrado familiares de la niña, el padre procedía de la República Checa y se ha solicitado informe familiar a la embajada pero niegan que ese hombre sea ciudadano de su país por lo que o su DNI es falso o se desentienden de él por motivos más que evidentes. Compró la casa pagándola al contado por trescientas mil pesetas en el año 1990. Nadie sabe el origen de ambos con certeza y por tanto se la considerará huérfana. Deben buscar una familia que acepte a Ángela sin hacer preguntas sobre su pasado y que no quieran indagar en las heridas de la jovencita.

Es muy inteligente, ha asimilado la muerte  su padre con dolor pero con fortaleza de carácter. Pregunta insistetemente quién le ha matado y sus ansias de justicia la dan fuerzas para seguir luchando. Pero temo que a su temprana edad los sucesos que han envuelto su vida hasta hoy y el trájico desenlace de su padre hayan causado una impronta en su carácter que la marcará de por vida.

Espero profesionalidad en el tratamiento psicológico y mucha paciencia.

 

Jorge Romero Cáceres,

director del centro de Salud de El Casar de Talamanca.

 

 Notas de Casilda:

¿Por qué me tocan siempre a mí los casos especiales? Si es que mi madre lo decía, aunque seas muy buena en tu trabajo no destaques nunca o seras la única a la que harán trabajar. Son las once en punto lo que significa que es la hora de ocuparse de Ángela.

 

12:30h una semana después

Informe de lo sucedido:

Cuando llegé la encontré tumbada en la cama, encogida y abrazada a la almohada. La observé antes de despertarla, era morena de pelo liso, delgada, piel blanca como si nunca hubiera tomado el Sol. No veía su cara por lo que no podía saber nada de su carácter. Debía medir metro cincuenta a lo sumo, pero se notaba que estaba creciendo pues sus muslos eran muy delgados y no tenía formas en los pechos.

            —Buenos días, Ángela, ¿Cómo estás? —Le pregunté.

            La niña se asustó al oirme y se sentó en la cama para mirarme con la misma curiosidad que yo la inspeccioné unos segundos antes. Al ver su rostro me sentí intimidada, no eran los de una niña abandonada y desorientada sino de alguien con mucho odio y ganas de libertad.

            —Me llamo Casilda —continué, un poco cohibida por la mirada penetrante de la pequeña—. He venido a ayudarte, si tienes algo que contarme...  Estamos buscando una familia para ti, una adecuada que entienda por lo que has pasado.

            —Quiero volver a mi casa —dijo, desafiante.

            —No puedes, no hay ningún adulto que se haga cargo de ti, y tu casa está siendo... Inspeccionada por la policía —no podía decirle que cada centímetro cuadrado de aquel lugar infernal estaba plagado de pruebas de múltiples asesinatos y no podría volver hasta que completaran la investigación, que podía durar años—. Entiendo que estés desando que nada haya pasado aunque no me cuadra que alguien pueda desear regresar a un sitio tan horrible.¿Por qué quieres tú?

            —Mi padre era productor de cine. Hacía películas de terror y yo protagonizaba la última. Quiero coger la cinta y venderla, conseguiré dinero suficiente para construir un palacio...

            —Pero cielo, no eran películas de terror. Allí mataban gente de verdad.

            Ángela me miró como si fuera tonta.

            —Es mía, esa cinta es mi legado. ¡Consígamela!

            —Cuidado con ese tono jovencita, la educación es algo primordial en este mundo.

            —¡No tienen derecho a quitarme su última obra! ¡Me pertenece! —chilló histérica.

            —No es necesario gritar. Cuando la policía la haya estudiado se te devolverán todas las pertenencias de tu padre, pero entiende que llevará un tiempo.

            —¡Dígame entonces dónde vive Lara Emmerich!

            Me levanté ofendida por el modo de hablar de aquella loca con aspecto de niña.

            —No sé de quién hablas, cuida tu tono y tranquilízate o no podré ayudarte. De momento te dejaré sola para que recapacites sobre tu comportamiento.

            —¡No me dé la espalda zorra estúpida!

            Noté varios impactos en las costillas de cosas que me tiró: lapiceros, sacapuntas, cuadernos, libros. Impasible salí de su cuarto sin mirar atrás y cerré con llave. Dicho eso me marché con ganas de cruzarle la cara y decirle cuatro cosas pero si lo hacía empeoraría su situación y me metería en un lío.

            Al regresar a mi despacho me sentí desfallecer y me derrumbé antes de llegar a mi silla. Un líquido caliente chorreaba por mi pierna y noté una punzada de dolor en la espalda a la altura del homóplato, pero en el pecho. Traté de tocarme la zona y mis dedos alcanzaron a rozar un objeto de metal clavado en mi carne. Me faltaba aire porque alcanzaba hasta el pulmón derecho.

            Tras aquel incidente pasó una semana antes de volver al trabajo, fui hospitalizada tres días y cuatro de recuperación en casa. A mi regreso, Ángela ya no estaba en el Centro de Salud, una familia la había adoptado y según el director era de origen Checo. Se entendieron desde el primer momento con ella.

            —Esa niña es el Diablo en persona —repliqué al director—. ¿Cómo ha dejado que se vaya así?

            —Entiendo que estés enfadada con ella pero según su versión, te negaste a ayudarla e incluso la insultaste. Te dije que tuvieras cuidado con lo que le decías.

            —No puedo creerlo ¿La crees? Ella fue la que me insultó yo sólo la reprendí y me clavó algo en la espalda.

            El director me miró enojado.

            —No era tu enemiga sino tu paciente. Esperaba mucho más de ti Casilda. Olvida el tema y céntrate en tu trabajo pero nunca olvides tu papel. Estás aquí con el fin de ayudarles no para aumentar sus problemas.

            De este modo dejo por terminado el caso. De los errores se aprende, nunca más daré la espalda a ninguna de esas niñas.

 

 

 

            No había pensado en Lara desde hacía años.

            ¿Le pregunté qué quería que yo dijera? Y me dijo que le daba igual, que solo tenía que presentarse para que retiraran su acusación.

            Me fastidió mucho pero lo hice. Fui con él en coche y juntos fuimos a la vista con el juez. Éste se mostró sorprendido con mi aparición y vi que la asistente social a la que le clavé un bolígrafo de hierro en la espalda estaba allí y confirmó mi identidad. La muy cobarde no se atrevió ni a mirarme a los ojos.

            Retirados los cargos mi padrastro me llevó a casa visiblemente nervioso. Entonces vi que se desviaba hacia el Zoo y se internaba en la arboleda, lejos de la carrereta. Aparcó donde no podía vernos nadie. Me pidió que saliera del coche, pensé que estaba a punto de soltarme la charla del siglo y salí a regañadientes. Cuando me alcanzó me abofeteó. Caí al suelo y me gritó que si tenía la menor idea de los líos judiciales en los que les había metido. Me dio una patada en la tripa que me dejó sin aliento. Creí que moriría asfixiada. Me agarró del pelo y me puso en pie, me dijo que dejara de exagerar, que no me había dado tan fuerte. Recuperé el aliento justo antes de que me soltara un bofetón que me hizo tambalear de nuevo.

            "¡Desagracida! ¡Maldita seas! ¡Nunca vuelvas a escaparte o te juro que te mataré!".

            Le dije que nunca me trataron como una hija y respondió que eso era porque no lo era. Me adoptaron para cuidar de José ya que la mayor se había ido, al casarse, y era la que más cuidaba al niño. Gritó que no era mal sueldo de niñera vivir en una casa decente y recibir estudios a cambio de cuidar a su hijo. Y encima lo hacía fatal.

            Según soltaba sapos por la boca me di cuenta de que no quería volver nunca más a esa casa.

 

 

Comentarios: 6
  • #6

    Jaime (viernes, 02 junio 2017 13:57)

    Me ha gustado esta historia desde la primera parte. Mi pronóstico es que Frank matará al padre de Ángela y adoctrinará a la niña para que asesine a su madre y hermanastro. Y quizá también a Chemo.
    Espero la siguiente parte pronto.

  • #5

    Alfonso (viernes, 02 junio 2017 02:01)

    Me ha gustado esta parte. Ya quiero leer cómo Ángela asesina a su padrastro y a toda su familia adoptiva. No sé cómo saldrá a escena Chemo en la siguiente parte. Lo único puede ser posible es que sea uno de sus compañeros de clase con quien se lió.

  • #4

    Chemo (jueves, 01 junio 2017 20:40)

    Me ha gustado esta historia. Pobre Ángela, tal parece que su pesonalidad se debe a la fea infancia que vivió con sus padres adoptivos.
    Ya no puedo esperar a leer qué pasará en la siguiente parte cuando sea invitado de honor. Espero que sigas mejor de salud, Tony.

  • #3

    Lyubasha (miércoles, 31 mayo 2017 20:20)

    Me está gustando mucho la historia, aunque me parece que Frank le ha ofrecido a Ángela demasiado pronto irse a vivir con él. Tengo muchas ganas de leer la continuación :)

  • #2

    Yenny (miércoles, 31 mayo 2017 04:55)

    Gracias por subir esta parte, espero con ansias la próxima para ver por donde va la historia.

  • #1

    Tony (martes, 30 mayo 2017 13:17)

    Por fin he podido subir la siguiente parte. Lo bueno es que la tercera también está muy avanzada y espero poder publicar el martes que viene sin falta.
    Espero vuestros comentarios. Chemo no me he olvidado de tu petición. La próxima parte vas a ser invitado de honor.